domingo, 2 de septiembre de 2007
"La Entrega" / Autor: Henri Nouwen
El momento en que Jesús es entregado, a aquellos que hacen lo que quieren con Él, es punto casi crucial del ministerio de Jesús. Es pasar de la acción a la pasión. Después de años de enseñar, predicar, sanar y desplazarse hacia donde quiera que quisiera ir, Jesús es entregado al capricho de sus enemigos. Ya las cosas no son hechas por Él, sino a Él. Es flagelado, coronado de espinas, escupido, ridiculizado, desnudado y clavado, desnudo, a una cruz. Es una víctima pasiva, sujeta a las acciones de los otros. Desde el momento en que Jesús es entregado, comienza su pasión y a través de esta pasión Él cumple con su vocación.
Es importante para mi darme cuenta de que Jesús cumple su misión no por lo que hace, sino por lo que le hacen.
Como para todos, la mayor parte de mi vida esta determinada por lo que se me hace y, por lo tanto, es pasión.
Y porque la mayor parte de mi vida es pasión, cosas que se me hacen, sólo partes pequeñas de mi vida están determinadas por lo que pienso, digo o hago. Tiendo a protestar por esto y a querer que todo sea acción, originada por mi. Pero la verdad es que mi pasión es una parte mucho más grande de mi vida, que mi acción. No reconocerlo sería autoengaño, y no abrazar mi pasión con amor sería autorrechazo.
Es una buena nueva saber que Jesús es entregado a la pasión, y que a través de su pasión cumple su tarea divina en la tierra. Es una buena nueva para el mundo que busca con pasión su integridad.
Las palabras de Jesús a Pedro me recordaron que la transición de Jesús de la acción a la pasión también debe ser la nuestra, si queremos seguir su camino. Dice: "Cuando eras joven te ponías tu propio cinturón e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos y algún otro te pondrá un cinturón y te llevará a donde no quieras ir" (Juan 21:18).
También yo debo permitir ser "entregado" y, de esa forma, cumplir con mi vocación.
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