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martes, 4 de marzo de 2025

La conversión de John Pridmore, ex gánster: «Sentí que Jesús me decía: ‘John, te amo tanto que volvería a pasar por la cruz solo por ti’. Recé a la Virgen y sentí: ‘Ve a confesarte’»

 John Pridmore, ex gánster

* «En ese momento me sentí elevado, salí andando de mi piso y pronuncié la primera oración de mi vida. Dije, “Hasta ahora, todo lo que he hecho ha sido aprovecharme de lo que me has dado, Señor, ahora quiero ser yo el que da”. Mientras decía esa oración, el vacío que no podían llenar las drogas, el poder ni las relaciones, fue colmado por el amor de Dios»

Camino Católico.- Me llamo John Pridmore y esta es mi historia.

Nací en el barrio de East End de Londres, en el Hospital del Ejército de Salvación. Aunque fui bautizado en el catolicismo, nunca fui a una escuela católica ni a la iglesia. Con diez años, de vuelta a casa en una noche normal, mis padres me dijeron que tenía que elegir con quién de los dos quería vivir porque se iban a divorciar. Yo quería muchísimo a mis padres; no podía escoger entre esas dos personas a las que más quería pero que, paradójicamente, acababan de dejarme completamente por los suelos. Fue en ese momento cuando, en los más profundo de mi ser, tomé la decisión de no amar a nadie nunca más, porque pensaba que así no me volverían a hacer daño.

Después de que mis padres se separaran, empecé a robar. Creo que lo que quería era que alguien se diera cuenta de cuánto sufría, pero como mi padre era policía, aquello sólo era un aliciente más para las palizas. Con 15 años estuve en un centro de detención, que debió de haber sido una lección tajante, severa, definitiva, pero allí mi odio no hizo sino crecer más y continué metiéndome en peleas.

Con esa misma edad dejé la escuela y, como la única cualificación que tenía era en el robo, a eso me dediqué. Sin amor en la vida, me entregué a los analgésicos, a la bebida, a las drogas, a cualquier cosa que me sirviera para acallar el dolor en mi interior. Con 19 años ya estaba otra vez en prisión y la única forma que tenía de lidiar con toda la ira que guardaba dentro era a golpes, con más peleas. Me pusieron en régimen de aislamiento de 24 horas y fue en este periodo cuando consideré deshacerme del mayor regalo de Dios, mi propia vida. Pero Dios debió de estar allí conmigo, porque no me quité la vida, aunque sí salí de prisión más resentido y violento que nunca.

Pensaba que debía coger yo mismo lo que quisiera del mundo, porque nadie me iba a regalar nada. Empecé a trabajar de segurata en clubes del East-End y del West-End, en Londres; se me ocurrió que, ya que me gustaba pelear, mejor que me pagaran por hacerlo. En aquel ambiente conocí a algunos de los tipos que dirigen la mayor parte del crimen organizado de Londres, así que empecé a trabajar para ellos. No mucho más tarde, dejé de trabajar para ellos y comencé a trabajar con ellos. Mi estilo de vida era el de un gánster clásico, con dinero, drogas y mujeres a montones. Tenía un ático en St. John’s Wood (uno de los más ricos de Londres), un BMW Serie 7, un Mercedes deportivo convertible y no podía gastarme el dinero lo suficientemente rápido, porque los beneficios de los chantajes y del tráfico de drogas se seguían acumulando. Mi chaqueta de cuero de diseño tenía cosido un bolsillo interior donde guardaba un machete para cuando tenía que ir a recuperar algunas deudas y castigar a los que incumplían sus pagos.

De veras creía que lo que el mundo me contaba era verdad, que teniendo todas esas posesiones, relaciones y drogas sería feliz, pero por dentro me sentía enfermo porque esta vida me estaba destruyendo poco a poco. Nada me satisfacía, nada me llenaba. Mientras tanto, intentaba destrozar mi propia conciencia, porque con esta gente con la que trataba, cuanto más despiadado y brutal seas, más respeto recibes, y yo quería ese respeto. Quería que cuando la gente entrara en un club y me viera allí, supiera quién soy y qué es lo que hago.

Una noche que trabajaba en uno de esos clubes que dirigíamos en el West-End, le di un puñetazo con un puño de acero a un tipo, pero, tras el puñetazo, calló completamente de espaldas y se golpeó la cabeza contra el bordillo. Había sangre por todas partes y la gente alrededor empezó a gritar, así que me marché del lugar y recuerdo haber pensado camino de casa en mi coche: “Me podrían caer diez años por esto”. Lentamente, empecé a darme cuenta de que era posible que acabara de matar a alguien y ni siquiera me importaba. Antes las personas solían importarme y yo solía querer marcar la diferencia, pero ahí estaba, haciendo cumplir mi voluntad a golpes y destruyendo todo lo que me rodeaba. La única persona que me importaba era yo mismo y no pensaba que eso pudiera cambiar.

Llegué a casa y escuché una voz que me hablaba en mi corazón, es una voz que todos conocemos, nuestra conciencia, Dios dentro de nosotros. Hasta ese momento, yo creía que Dios era sólo una historieta bonita para evitar que fuéramos malos, pero entonces me topé de cara con el hecho de que Dios era real y no importaba en absoluto lo que yo pensara.

Aunque nunca había sido consciente del amor o de la presencia de Dios en mi vida hasta ese momento, en un instante sentí cómo Él se separaba a Sí mismo de mí. La gente dice que esa separación de Dios es el infierno; bueno, si el infierno es así, rezo porque nadie vaya nunca allí porque fue la experiencia más aterradora de mi vida. Me han puesto pistolas en la cabeza, me han apuñalado, pero este momento fue el más terrible de todos porque yo era plenamente consciente de las elecciones que había hecho. Clamé a Dios por otra oportunidad, no porque lamentara algo, sino porque no quería seguir experimentando aquella desolación. En ese momento me sentí elevado, salí andando de mi piso y pronuncié la primera oración de mi vida. Dije, “Hasta ahora, todo lo que he hecho ha sido aprovecharme de lo que me has dado, Señor, ahora quiero ser yo el que da”. Mientras decía esa oración, el vacío que no podían llenar las drogas, el poder ni las relaciones, fue colmado por el amor de Dios. No podía creer que Dios pudiera amar a alguien como yo, con todas las cosas horribles que había hecho, pero Él me siguió demostrando que me amaba y me aceptaba. Durante toda mi vida me he sentido inútil y no me importaba si vivía o moría, pero Dios me mostró que sí tenía importancia, porque Él me amaba y me había creado. 

 John Pridmore, ex gánster, miró un crucifijo y supo por primera vez que Cristo había muerto por él en la cruz

La única persona que conocía que tenía fe era mi madre y, aunque no la veía mucho por aquel entonces, fui a visitarla y le conté lo que había pasado. Me dijo que había rezado por mí todos los días de mi vida, pero que, dos semanas antes, había rezado por que Jesús me llevara. Si eso suponía dejarme morir, que así fuera, pero que no me permitiera seguir haciendo daño a los demás ni a mí mismo. Sé cuánto me quiere mi madre y sé que una oración como aquella debió romper su corazón, pero es que ella podía ver el monstruo en que me estaba convirtiendo. Nunca olvidaré las lágrimas cayendo por su rostro cuando le dije cómo había encontrado a Dios.

Probablemente esas lágrimas limpiaron todo el dolor y la miseria que le había causado durante su vida. Mi padrastro me dio mi primera Biblia; nunca había tenido ninguna y una de las primeras historias que leí fue la del Hijo Pródigo. Cómo un padre dio a sus dos hijos todo su sustento y sus propiedades y cómo uno de ellos se marchó a despilfarrar todo el dinero de su padre en una vida de pecado y libertinaje. Después de gastarlo todo y porque estaba hambriento, pensó: “Cuántos trabajadores en la casa de mi padre tienen comida de sobra, mientras yo aquí me muero de hambre”. Decide volver a su padre para pedirle que le acoja como uno de sus esclavos pero, cuando va camino de la casa de su padre, él está fuera buscándole y, al ver a su hijo, corre hacia él para abrazarle, le pone un anillo en el dedo, sandalias en los pies, ropas de las mejores telas y organiza una fiesta para él y sus amigos. Siempre sería su hijo, que volvió a la familia donde siempre fue amado, incluso después de años de perdición.

En esa historia me di cuenta de que Dios siempre había estado buscándome y que nunca se cansaría de buscar ni de intentar arreglar mi corazón roto por mi estilo de vida. Como nunca había ido a la iglesia, empecé a buscar un lugar donde encontrar a Dios y conocí un viejo sacerdote que me habló de un retiro. Los únicos retiros de los que yo había oído hablar eran en los que uno se tumbaba en la playa con un cubata en una mano, un porro en la otra y una buena hembra al lado, así que dije “Me encantaría ir”. Cuando llegué, no era exactamente como había imaginado, pero lo cierto es que vi a cerca de 200 jóvenes que tenían una alegría que yo nunca había sentido. Algunos se acercaron a mí y me abrazaron. Bueno, no sé si conocéis algún ex-gánster, pero a nosotros no nos va mucho eso de los abrazos, a no ser que sea con chicas, pero ¿abrazar a chicos? Si abrazas a un tío delante de unos gánsteres te llevas una torta.

En este lugar asistí a una charla que tenía por título “Dame tu corazón herido” y mientras escuchaba al sacerdote hablando de cómo todos los pecados que cometemos son como una herida en nuestro corazón, miré a un crucifijo y por primera vez supe por qué Jesús había muerto en aquella cruz, para cargar, gracias a su amor, con todos los pecados tan oscuros como terribles que yo haya cometido en mi vida y llevarlos en su corazón hasta la crucifixión. Y entonces sentí una tristeza increíble por todo lo que había hecho, pero por encima de aquella pena estaba una dicha desconocida, sentí que Jesús me decía “John, te amo tantísimo que volvería a pasar por todo esto solamente por ti”. Me eché a llorar, lloré por primera vez desde que tenía diez años porque no podía creer que alguien pudiera amarme tanto como para morir por mí con semejante agonía. Al salir de aquella charla dije una oración a María, madre de Jesús, para decirle: “¿Qué es lo que tu Hijo quiere de mí?”. Y sentí un susurro en mi corazón: ve a confesarte. Nunca había ido antes a confesarme y, con 27 años, sabía que había cometido todos los pecados posibles y tenía miedo. Pero María me dio el valor. Y mientras confesaba todos aquellos pecados terribles, el sacerdote lloraba porque él era Jesús para mí. Me mostraba la misericordia de Dios, que ya podía sentir en mi corazón. Cuando recibí la absolución, supe que Jesús me perdonaba y me daba la libertad. Me había vaciado de todos mis pecados a los pies de la cruz y estaba vivo de nuevo, podía sentir el viento en mi cara, podía escuchar el canto de los pájaros. Mis pecados me habían matado, pero la confesión me había devuelto a la vida.

En aquel mismo retiro, además de reunirme con Jesús a través de la confesión, lo recibí en mi corazón durante la misa. Al avanzar y recibir la Divina Comunión, todos los buenos sentimientos que había tenido en mi vida, incluyendo aquel momento al salir de mi piso y la forma en que me sentí tras la confesión, fueron magnificados un millón de veces. Mi corazón se había abierto en la confesión para sentir y conocer Su presencia en la Eucaristía y Él llenó mi corazón por completo.

Cuando salí del retiro, decidí que quería servir a los demás, así que empecé a trabajar en Kingsmeade Estate en Londres intentando ayudar a los jóvenes a no entrar en la vida de crimen y sufrimiento que yo había elegido. Años más tarde, fui al Bronx y allí conocí a la Madre Teresa, que me enseñó a amar de nuevo, a amarme a mí mismo y a los demás. Me inspiró para dar a los demás y, desde entonces, he estado compartiendo mi historia en escuelas, parroquias y prisiones de todo Reino Unido e Irlanda. En 2007, en la Jornada Mundial de la Juventud en Sídney, tuve el privilegio de hablar para más de medio millón de jóvenes; el mayor regalo de mi vida es compartir con ellos que hay un Dios que les ama, que les cuida y que se regocija en ellos. Desde aquella charla en Sídney, mi ministerio se ha vuelto más internacional. He dirigido retiros, charlas y seminarios en Nueva Zelanda, Australia, Estados Unidos (Nueva York, Florida, Chicago, Phoenix y Los Ángeles), Alemania, Holanda, Hong Kong y por todo el mundo. El año pasado fui a Liberia a hablar sobre el perdón a antiguos niños soldado. Algunos de estos niños habían sido forzados a cometer atrocidades y a combatir, con sólo once años, en la sangrienta guerra civil que arrasó Liberia durante una década. Fue un honor y un privilegio estar entre ellos y ser testigo de la increíble resistencia que tienen para intentar adaptarse y elegir el bien en sus vidas, aun habiendo quedado cubiertas de oscuridad.

Durante los últimos 25 años he trabajado a tiempo completo para traer esperanza a los demás y mostrarles que si Dios puede amar a alguien como yo, puede amar a cualquiera. Que Dios os bendiga con su profundo amor,

John Pridmore
ex gángster convertido al cristianismo que ahora viaja a nivel internacional para hablar sobre cómo ha cambiado su vida. Si quieres saber más sobre John visita su página www.johnpridmore.com donde encontrarás sus tres libros incluida la historia de su vida From Gangland to Promised Land.
Artículo original whyimcatholic.com

Manuel, de 24 años, de familia no creyente, quería demostrar que Dios no existía y un amigo lo llevó a la parroquia: «Me he bautizado; primero se convirtió la razón y luego el corazón; te das cuenta que estás en las manos de Dios»


Manuel se ha bautizado después de plantearse todas las dudas sobre la existencia de Dios

Camino Católico.- El día que Manuel, «24 años para 25», se presentó por primera vez en la catequesis, estaba «asustadísimo: pensaba que me iba a encontrar a gente que me juzgaría», dice a B. Aragoneses en Infomadrid. Él, que venía de un padre ateo convencido, una madre agnóstica, y una hermana de 16 años que todavía no tiene criterios claros en este sentido. Porque en la familia ha entrado un elemento más de la ecuación de la mano de Manuel, el cuarto integrante, que ha entrado en la Iglesia católica mediante el Bautismo el sábado, 1 de marzo, en la basílica parroquia Asunción de Nuestra Señora de Colmenar Viejo, en una celebración presidida por el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid.

Todo empezó en las aulas de Filosofía, carrera que ha estudiado y en la que surge de manera inevitable la cuestión de Dios. «Cualquier estudiante tiene que transitar por ella». Esos primeros años, Manuel se empeñó «en demostrar que no existía». Lo discutía mucho, en concreto con unas amigas salesianas, y tanto ir y venir, tanto leer a filósofos de aquí y de allá, que le empezaron a surgir las dudas.

«Lo llevé individualmente», sin saber muy bien dónde buscar respuestas, hasta que al final, de tanto preguntar y unos y otros, un amigo suyo de Colmenar Viejo, donde vive, le dijo: «Mira, estoy cansado, si quieres te acompaño a la parroquia». Y así es como se presentó en la Asunción de Nuestra Señora y en aquel primer día de catequesis.

Razón y corazón

«Primero se convirtió la razón y luego el corazón», asegura, hablando de su camino de fe. Porque «al final me di cuenta de que no tenía ni idea» de nada. Le ha ayudado este sentirse necesitado, y también la paciencia que toda esta gente que se ha ido encontrando en la Iglesia han tenido con él. Y eso que «yo he pasado del Partido Comunista —literal— a la Iglesia católica».

Ahora, a Manuel no le da miedo rezar el avemaría, que acaba de aprenderse, aunque él a quien admira más profundamente es a Jesús. «Su entrega absoluta, con el camino tan difícil; me sigue estremeciendo mucho Cristo en la cruz». Y de ahí, «llegas inevitablemente a María». En casa, su deseo de ser cristiano no le sentó nada bien a su padre. De hecho, ha tenido algún que otro encontronazo con él. Su madre, en su agnosticismo, no ha tenido tantos prejuicios. Y «mis amigos han flipado». Manuel ha descubierto, y eso es lo que trata de transmitir, que «cuando uno simplemente tiene valores que se ha construido él mismo, es más egoísta y no alcanza algo tan grande».

Al vivir la fe, «te das cuenta de todo lo que tienes a tu alrededor es un regalo y estás en Sus manos», y que todo te lleva a la grandeza, y que aunque haya cosas que no estén bien, no estás solo. «Pasas por las dudas de forma distinta; solo, todo son tinieblas, y cuando no estás solo, sigues caminando».

Año de la esperanza

En este año jubilar, el Bautismo de Manuel es signo de esperanza. Algo que a él le viene al pelo justo ahora que está opositando a Justicia (hizo Derecho también). Para el joven, «la esperanza implica cierto salto de fe, que te da serenidad y tranquilidad al alma, vivida en comunidad». Manuel, que llega a la Iglesia de muy lejos, sabe que «en el fondo, si uno se sienta a hablar con un joven despistado, ve que está deseando ser cristiano». El problema, muchas veces, es el lenguaje. Mejor decirle «hay algo grande que puedes vivir» a hablarle con terminología cristiana; «hacer que se fijen más en el mensaje y no en la forma».

El sábado de su bautismo, en la basílica, Manuel ha estado acompañado de sus padres. Su madre, sin tantos prejuicios, «está orgullosa de mí». A su padre le ha costado más dar el paso, pero «dice que ha estado allí por mí». Quién sabe, deja Manuel abierta la puerta, «poco a poco todo va calando; el sacramento en sí ya es evangelización».

Jorge, de 37 años, rechazó a Dios, conoció a Lena, catequista, con quien se va a casar, y «el mismo día que empezamos a salir decidimos ir a Misa; era la primera en más de 20 años, y me he confirmado»


Jorge el día del ensayo de su Confirmación

Camino Católico.- Jorge, de 37 años, sevillano de nacimiento, estuvo en un cole religioso de los 4 a los 15 años. Pero «salí con más dudas que afirmaciones». Así que eso, unido a que en su casa eran creyentes pero nada practicantes, le hizo alejarse por completo de Dios y de la Iglesia, hasta el punto de «rechazarlo».

Todo cambió al llegar a Madrid, tanto que Jorge ha recibido el sacramento de la Confirmación en la parroquia basílica Asunción de Nuestra Señora de Colmenar Viejo el sábado,1 de marzo, en una celebración presidida por el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid.

Hace doce años, al acabar la carrera —«soy músico y profesor de Secundaria»—, este sevillano desembarcó en la capital y solo pisaba las iglesias para el acompañamiento musical de las celebraciones. Pero apareció en su vida Lena, catequista en la parroquia de la Asunción. «El mismo día que empezamos a salir, que fue en Brihuega, decidimos ir a Misa; era la primera en más de 20 años», cuenta a B. Aragoneses en Infomadrid.

Por aquel entonces, en la parroquia se celebraba un año jubilar por el XX aniversario de su dedicación como basílica. «Mi chica me comentó» y este año de gracia le llevó a Jorge a «hacer las paces con mi padre». «Siempre digo que entré de nuevo en la Iglesia por el perdón».

Y entonces, «empecé a ir a Misa con Lena, un poco por acompañarla», pero todo iba calando en él. «Me encontraba a gusto». Y comenzó a entender que, «igual, ese hueco que me faltaba en la vida, con todas las cosas que habían pasado, no se había rellenado».

Jorge y Lena

«Vamos a darlo todo»

Lena y Jorge se prometieron y se casarán en mayo de este año. «Yo quería hacer las cosas bien, seguir profundizando y creciendo» en la fe, así que, aunque en la diócesis de Madrid no es requisito haber recibido el sacramento de la Confirmación para contraer matrimonio, Jorge se apuntó a catequesis.

Ante la celebración que ha vivido, el músico confiesa que se ha sentido como si fuera a jugar la final de un Mundial, que hay dos opciones: «estar aterrado» o, la que él ha elegido, «pensar que igual no lo voy a volver a vivir en mi vida, y entonces vamos a darlo todo». 

Durante este proceso, «una de las cosas que más me ha costado es hablar abiertamente de que vuelto a la fe». Pero el otro día, con una compañera de trabajo, se soltó, porque «soy cristiano, no tengo que ocultarme, voy a recibir la Confirmación». Y hace suyo lo que les recordaba el párroco, José Francisco García Gómez: «Si el Señor me pregunta, tiene mi sí».

Homilía del P. José Blanco y lecturas de la Misa de hoy, martes de la 8ª semana de Tiempo Ordinario, 4-3-2025

4 de marzo de 2025.- (Camino Católico) Homilía del P. Carmelo Donoso y lecturas de la Santa Misa de hoy, martes de la 8ª semana de Tiempo Ordinario, emitida por 13 TV desde la Basílica de la Concepción de Madrid.

Santa Misa de hoy, martes de la 8ª semana de Tiempo Ordinario, 4-3-2025

4 de marzo de 2025.- (Camino Católico) Celebración de la Santa Misa de hoy, martes de la 8ª semana de Tiempo Ordinario, presidida por el P. José Blanco, emitida por 13 TV desde la Basílica de la Concepción de Madrid.

Misterios Dolorosos del Santo Rosario desde el Santuario de Lourdes, 4-3-2025


4 de marzo de 2025.- (Camino Católico).- Rezo de los Misterios Dolorosos del Santo Rosario, correspondientes a hoy, martes, desde la Gruta de Massabielle, en el Santuario de Lourdes, en el que se intercede por el mundo entero.

Palabra de Vida 4/3/2025: «Recibiréis en este tiempo cien veces más, con persecuciones, y en la edad futura, vida eterna» / Por P. Jesús Higueras


Camino Católico.- Espacio «Palabra de Vida» de 13 TV del 4 de marzo de 2025, martes de la 8ª semana de Tiempo Ordinario, presentado por el padre Jesús Higueras en el que comenta el evangelio del día.

Evangelio: San Marcos 10, 28-31:

En aquel tiempo, Pedro se puso a decir a Jesús:

«Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido».

Jesús dijo:

«En verdad os digo que no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, que no reciba ahora, en este tiempo, cien veces más – casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones -, y en la edad futura, vida eterna. Muchos primeros serán últimos, y muchos últimos primeros».

Adoración Eucarística con el P. José Aurelio Martín en la Basílica de la Concepción de Madrid, 4-3-2025

 

4 de marzo de 2025.- (Camino Católico) Adoración al Santísimo Sacramento con el P. José Aurelio Martín Jiménez, emitida por 13 TV desde la Basílica de la Concepción de Madrid.

En cada momento de dificultad la presencia de Dios es un bálsamo que calma nuestro corazón, recordándonos que siempre nos sostiene con su amor y gracia / Por P. Carlos García Malo

 


lunes, 3 de marzo de 2025

La salud del Papa Francisco, 3-3-2025: «Dos episodios de insuficiencia respiratoria aguda, se han realizado dos broncoscopias, se ha reanudado la ventilación mecánica no invasiva y el pronóstico sigue siendo reservado»


Imagen del Santo Padre ante la estatua de Juan Pablo, en el Policlínico Gemelli, donde el Papa Francisco se encuentra hospitalizado desde el viernes 14 de febrero de 2025 / Foto: Vatican Media

Camino Católico.-  El boletín médico difundido por la Oficina de Prensa de la Santa Sede la tarde del 3 de marzo, informa de la evolución de la salud del Santo Padre aportando las siguientes valoraciones:

“Hoy el Santo Padre ha presentado dos episodios de insuficiencia respiratoria aguda, causados ​​por importante acumulación de moco endobronquial y consiguiente broncoespasmo.

Por tanto se realizaron dos broncoscopias con necesidad de aspiración de abundantes secreciones. Por la tarde se reanudó la ventilación mecánica no invasiva.

El Santo Padre siempre se ha mantenido vigilante, orientado y colaborador. El pronóstico sigue siendo reservado”.

Homilía del P. Carmelo Donoso y lecturas de la Misa de hoy, lunes de la 8ª semana de Tiempo Ordinario, 3-3-2025

3 de marzo de 2025.- (Camino Católico) Homilía del P. Carmelo Donoso y lecturas de la Santa Misa de hoy, lunes de la 8ª semana de Tiempo Ordinario, emitida por 13 TV desde la Basílica de la Concepción de Madrid.

Santa Misa de hoy, lunes de la 8ª semana de Tiempo Ordinario, 3-3-2025

3 de marzo de 2025.- (Camino Católico) Celebración de la Santa Misa de hoy, lunes de la 8ª semana de Tiempo Ordinario, presidida por el P. Carmelo Donoso, emitida por 13 TV desde la Basílica de la Concepción de Madrid.