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Bienvenido a Escuchar y a Dar

Este blog, no pretende ser un diario de sus autores. Deseamos que sea algo vivo y comunitario. Queremos mostrar cómo Dios alimenta y hace crecer su Reino en todo el mundo.

Aquí encontrarás textos de todo tipo de sensibilidades y movimientos de la Iglesia Católica. Tampoco estamos cerrados a compartir la creencia en el Dios único Creador de forma ecuménica. Más que debatir y polemizar queremos Escuchar la voluntad de Dios y Dar a los demás, sabiendo que todos formamos un sólo cuerpo.

La evangelización debe estar centrada en impulsar a las personas a tener una experiencia real del Amor de Dios. Por eso pedimos a cualquiera que visite esta página haga propuestas de textos, testimonios, actos, webs, blogs... Mientras todo esté hecho en el respeto del Amor del Evangelio y la comunión que siempre suscita el Espíritu Santo, todo será públicado. Podéís usar los comentarios pero para aparecer como texto central enviad vuestras propuestas al correo electrónico:

escucharlavoz@yahoo.es

Oremos todos para que la sabiduría de Jesús Resucitado presida estas páginas y nos bendiga abundamente.

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domingo, 2 de septiembre de 2007

La Reina del Cielo nos ayuda contra el mal / Autor: P. Ángel Peña Benito, O.A.R.


Y ahora que Ella está en el cielo como una reina, coronada de doce
estrellas, como dice el Apocalipsis, nos ayuda contra el poder del maligno.
Fue arrojado el dragón grande, la serpiente antigua, llamada diablo y
Satanás... Se paró el dragón delante de la mujer, que estaba a punto de
dar a luz, para tragarse a su hijo en cuanto naciese. Y dio a luz un
varón que ha de apacentar a todas las naciones con vara de hierro
(Jesús)... Y el dragón se dio a perseguir a la mujer (María), que había dado
a luz a su hijo varón. Pero le fueron dadas a la mujer dos alas de
águila grande... Se enfureció el dragón contra la mujer y se fue a hacer la
guerra al resto de sus hijos, a los que guardan los mandamientos de
Dios y mantienen el testimonio de Jesús (Ap 12). En este capítulo,
aparece María como una mujer inundada de sol, como en Sab 7, 26-29, donde se
dice que es más hermosa que el sol y un espejo sin mancha (inmaculada).
Se presenta como el arca de Dios en el cielo. Se abrió el templo de
Dios, que está en el cielo y apareció el arca de la alianza (Ap 11, 19).
A María le dan dos alas de águila grande (sabemos que las águilas son
los enemigos mortales de las serpientes, a quienes matan aplastándoles
la cabeza, como hace María con Satanás), pero el diablo no se da por
vencido y trata de vengarse en los hijos de María, es decir, en aquellos
que guardan sus mandamientos y mantienen el testimonio de Jesús (Ap 12,
17).

Por eso, ella es un arma poderosa para defendernos del maligno, que
siempre nos ataca para apartarnos de Jesús. Ahora bien, María y Jesús son
inseparables y juntos los encontraron los pastores y los magos. Por
eso, si nosotros queremos amar a Jesús, debemos amar también a María. A
Jesús por María, al igual que el discípulo amado, que estuvo junto a la
cruz de Jesús con María, acompañándola y desde aquella hora la recibió
en su casa (Jn 19, 27), es decir, la recibió en su corazón como a una
madre de verdad, como le había dicho Jesús. De la misma manera, si
nosotros amamos a Jesús, debemos recibir a María en nuestro corazón como
nuestra verdadera madre.

Además, Él nos dice: Yo Jesús... soy la estrella brillante de la
mañana. Y el Espíritu y la esposa dicen: Ven (Ap 22, 16). Es decir, el
Espíritu Santo y su esposa María, quieren que venga Jesús a reinar en el
mundo. Y ése debe ser también nuestro deseo: que Cristo reine y llegue a
ser el Rey de Reyes y el Señor de los Señores (Ap 19, 16) de nuestra vida
y del mundo entero. Por María, llegaremos más fácilmente a Jesús. Ella
es la estrella de Belén, que nos lleva siempre hacia Jesús.

27.3 / Autor: + José Ignacio, Obispo de Palencia


No, no se trata de una frecuencia radiofónica misteriosa, ni de unas coordenadas que marquen la ubicación de un lugar perdido. Se trata sencillamente de un artículo de la Constitución Española, cuyo incumplimiento está generando una preocupante tensión en la sociedad española: “Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones” (Constitución Española, art. 27.3).
Es verdad que muy pocos son los que discuten la formulación de este artículo constitucional, en el que se recoge un derecho y un deber fundamental. Por desgracia, en la vida española la batalla no se está planteando a nivel de principios, sino por la vía de los hechos consumados. De poco nos sirve que nuestra Constitución marque unas bases, si luego la vida práctica es encauzada por otros derroteros. Si Romanones hizo famosa la expresión “haz tú las leyes, que yo haré los reglamentos”, bien podríamos atribuir a nuestros dirigentes laicistas otra formulación: “tú quédate con los principios, que yo voy a lo mío”.

Negar por la vía de los principios el derecho de los padres a ser los educadores morales de sus hijos, sería tanto como reconocer explícitamente unos presupuestos de ética marxista; algo inconfesable tras la caída del “socialismo real”. Sin embargo, cada vez resulta más evidente que los diseñadores de los planes de educación en España están legislando al margen del artículo 27.3 de la Constitución. ¡Lo que darían por que este numerito desapareciese de la Carta Magna! Pero se tienen que conformar, por el momento, con legislar como si no existiese. Bien saben que, incluso en el caso de que un recurso de inconstitucionalidad terminase prosperando, sería ya muy difícil erradicar todos los vicios introducidos en el sistema educativo por la vía de los hechos consumados.

Por el contrario, permítaseme hacer notar que la Iglesia Católica siempre se ha sentido “cómoda” dentro del artículo 27.3. En efecto, nosotros no queremos evangelizar a los niños al margen de la voluntad de los padres, sino respondiendo a su petición. La tarea educadora de la Iglesia es subsidiaria del derecho-deber que tienen los padres de educar a sus hijos. Nos hacemos presentes en el sistema educativo, en mayor o menor medida, dependiendo de la demanda de los padres.
Un ejemplo bien concreto: La Iglesia Católica no pretende impartir la clase de Religión Católica a todos los alumnos, sino únicamente a los alumnos cuyos padres así lo han elegido. Por el contrario, el Gobierno Español no dirige la asignatura de Educación para la Ciudadanía sólo a los padres que así lo hayan solicitado, sino que la impone obligatoriamente a todo el alumnado. ¿No es una diferencia notable y notoria? ¿No será esto indicativo de que el estilo de la Iglesia Católica está perfectamente encajado con el artículo 27.3 de la Constitución, mientras que nuestras autoridades políticas están indisimuladamente incómodas con este principio constitucional?

Pongo otros ejemplos igualmente significativos: A la gran mayoría de los colegios religiosos no se les permite aumentar el número de sus plazas, a pesar de que la demanda de los padres para matricular a sus hijos no pueda ser satisfecha. El motivo aducido es que mientras haya plazas libres en la escuela pública de esas localidades, no cabe dar permiso para aumentar las plazas en la escuela privada. ¿Y eso, por qué?, nos atrevemos a preguntar… ¿Puede haber otra razón para esa negativa que la alergia al principio recogido en el 27.3? ¿No deberían estar las autoridades políticas encantadas con que una iniciativa social privada –como es la Iglesia- esté dando cauce a la voluntad educativa de tantos padres, y que además esta educación le esté resultando a las arcas públicas un 40% más barata que la impartida en la escuela pública? Es difícil entender otro motivo para la denegación de la ampliación de la oferta educativa de los centros privados, que no sea la pretensión del control ideológico en la educación del alumnado, al margen de la voluntad de los padres. Por desgracia, no exagerábamos cuando nos atrevíamos a ironizar con la máxima: “tú quédate con los principios, que yo voy a lo mío”.

Si el Estado creyese en el 27.3, no habría tenido necesidad de poner en marcha la nueva asignatura de Educación para la Ciudadanía. Le habría bastado con incluir en el currículum de otras asignaturas –como la de Ciencias Sociales- la enseñanza de las Declaraciones de Derechos Humanos, de la Constitución o del funcionamiento del sistema político. La auténtica novedad de esta asignatura no es otra que la inclusión en ella de conceptos morales obligatorios para todos los alumnos, al margen de la voluntad de los padres. Es el caso de cuestiones morales como “la condición humana”, “la identidad personal”, “la educación afectiva-emocional”, “la construcción de la conciencia moral”, etc.

Y lo increíble del asunto es que, mediáticamente, a la sociedad se le llegue a transmitir el mensaje de que el problema es que “la Iglesia se resiste a abandonar unos determinados privilegios y que está mostrando su incapacidad para integrarse con normalidad en el sistema democrático español”. Y, sin embargo, a pesar de la capacidad que algunos tienen de hacer creer a las masas que el cielo es verde y los burros vuelan… para todos aquellos que se acerquen a la realidad sin prejuicios de partida, es patente que el problema estriba en que, mientras que unos creemos en el valor moral que encierra el 27.3, otros no creen en tal cosa. Aunque no se atrevan a confesarlo.

Misioneros mártires de la Revolución Francesa / Autor: Jaume Ruiz Castro CM


En las fotos, de derecha a izquierda: Luis José Francois, Juan Enrique Gruyer y Pedro Renato Rogue .



La Revolución francesa fue algo más que la transición de un sistema socio-político-económico a otro también se convertió en una cruzada contra la Iglesia donde un sector estaba apegado al poder y otro apegado al servicio humilde de los pobres sufriendo carcel y persecución.
Estos beatos fueron mártires durante el tiempo de la Revolución francesa.

· Luis José Francois 1751-1792

Nació el 3 de febrero de 1751 en Busigny, Francia.
Estudia para el sacerdocio en la Congregación de la Misión. Es ordenado en 1733.
Siendo ya sacerdote de la Misión desempeñó el oficio de Secretario General de la Congregación, dirigió también el Seminario de San Fermín, de París, conocido antiguamente con el nombre de Bons Enfants y ejerció finalmente el ministerio parroquial.

Por negarse a jurar la Constitución Civil del Clero fue arrojado por una ventana el 3 de septiembre de 1792.

· Juan Enrique Gruyer 1734-1792

Nació en Dole el 13 de junio de 1734.
Entra en la Congregación de la Misión y es ordenado sacerdote en St. Cloud.
Su principal dedicación ministerial se desarrolló en torno a la formación del clero.

Murió atravesado por una espada, el mismo día y año que su compañero y hermano de Congregación, Luis José Francois. Se les beatifica el 17 de octubre de 1926.

· Pedro Renato Rogue 1758-1796

Nació en Vannes, Francia, el 11 de junio de 1758. Era el más joven de los tres.

Entra en la Congregación de la Misión y es ordenado el 12 de septiembre de 1782. Trabajó en la formación del clero y en el trabajo parroquial.

Tras unos meses de cárcel y malos tratos, sobrellevados con paciencia y buen ánimo sirviendo de apoyo a otros fieles, murió decapitado el 3 de marzo de 1796. Es beatificado el 10 de mayo de 1934.

La fiesta de los tres mártires se celebra el 2 de septiembre

sábado, 1 de septiembre de 2007

La vida en urgencias / Autor: P. Fernando Pascual LC


A veces vemos el mundo desde la tranquila seguridad de una vida que avanza sobre ruedas. No hay problemas, no hay dificultades especiales. Tal vez oímos que algún familiar está enfermo, que un amigo tuvo un accidente con la moto, o que el abuelo de mi amigo acaba de fallecer. Pero la música, el ruido, las prisas, nos hacen pasar rápido delante de hospitales y de cementerios, y nos hundimos en lo cotidiano. Hay que vivir, otros se encargarán de los enfermos...

Todo se ve de otra manera si nos toca tener que esperar una o dos horas en la zona de urgencias de algún hospital de ciudad. Llegan con cierta frecuencia las ambulancias. Los enfermeros hacen bajar a un señor anciano, a una señora de media edad, a un joven que se ha caído de una escalera, a un niño que se torció la mano de un balonazo. Llega tal vez un herido de carretera, con la ropa teñida de sangre.

En los pasillos de algunos hospitales todo está a la vista: sanos y enfermos se mezclan y se entrecruzan en una confusión más o menos organizada. Una anciana tal vez grita palabras incomprensibles. Un joven murmura una y otra vez sus quejas de dolor. Una adolescente llora, en una camilla, mientras sus padres y amigos intentan consolarla.

Los médicos y las enfermeras entran y salen con prisa. Llevan una carpeta, apuntan datos, vuelven a mirar al enfermo que ya tiene una botella de suero, y murmuran a otro colega dos o tres palabras que no entendemos. Los familiares permanecen de pie, esperan alguna respuesta, no tienen claro qué está pasando. Luego, un enfermero coge una camilla con un paciente más grave y lo introduce en una zona reservada. Los de fuera no saben qué ocurre, y tienen que esperar minutos, tal vez horas, alguna noticia sobre ese familiar o amigo que quizá se encuentra a las puertas de la muerte.

Es un misterio la enfermedad y el dolor. Todo ocurre demasiado rápido. Una luz en la carretera, el freno que no responde, los cristales del parabrisas que saltan por los aires, luego ruidos, confusión, un enfermero que corta la ropa de quien se queja sin entender bien qué es lo que pasa... Otras veces basta con haber comido algo que estaba fermentado: los dolores se hacen insoportables, empiezan los primeros delirios, y sin que uno pueda dar su opinión es llevado a toda prisa a la sección de urgencias. Hay quien llega allí después de un espléndido día de excursión. Un paso en falso, una piedra suelta en el camino, y la cabeza deja fluir la sangre a toda prisa, mientras los amigos intentan detener, como pueden, la hemorragia.

La vida se ve de un modo nuevo cuando nos toca estar en urgencias. Somos grandes por nuestra capacidad de amar, por nuestros deseos de justicia y de paz, y somos pequeños, pobres, débiles, con este cuerpo frágil que mantiene equilibrios casi imposibles. Todo pende de un hilo, todo puede cambiar en un momento. ¿Qué es lo que queda? ¿Qué es lo que vale?

Son preguntas que podemos hacernos una tarde cualquiera, tal vez sin tener que ir a la zona de urgencias de un hospital. Son preguntas que nos invitan a levantar los ojos, mirar al cielo, y buscar, más allá de las estrellas o del smog que cubre nuestras ciudades, a ese Dios que nos hizo con barro frágil y con un soplo misterioso, eterno, de espíritu...

Escucha tu corazón / Enviado por Viviana Baigorria


Escucha tu corazón
..Escucha tu corazón, muévete de acuerdo con tu corazón,
sea lo que sea que esté en juego:
..Una condición de simplicidad absoluta que cuesta nada menos que "todo"...
..Ser sencillo es arduo, porque ser sencillo cuesta todo lo que tienes.
Tienes que perderlo todo para ser sencillo.
..Por eso la gente ha elegido ser compleja y ha olvidado cómo ser sencilla.
..Sin embargo, sólo un corazón sencillo vibra con Dios mano a mano.
..Sólo un corazón sencillo canta con Dios con profunda armonía.
..Para llegar a este punto tendrás que encontrar tu corazón,
tu propia vibración, tu propio latido.
La experiencia de reposar en el corazón mientras meditas,
no es algo que se pueda buscar o forzar.
Viene con naturalidad, a medida que crecemos más y más
en armonía con los ritmos de nuestros propios silencios interiores.
Permítete ser más suave y más receptivo ahora,
porque un gozo inexpresable te está esperando,
precisamente a la vuelta de la esquina.
Nadie más puede indicártelo y cuando lo encuentres
no serás capaz de hallar las palabras para expresarlo a los demás,
pero está ahí, en lo profundo de tu corazón, maduro y listo para ser descubierto.
"... es solamente a partir de nuestra armonía interior
que lograremos expandirla a todo nuestro entorno..."

Culpas / Enviado por Enrique Alonso


Antes de seguir buscando culpables fuera de ti;
analiza si hiciste algo para
que el otro actúe de tal o cual manera;
Porque sino encontrarás muchas
personas que culpar,
y que tu problema siempre seguirá igual.

Sentirás que cada amigo pasa a ser tu enemigo
y eso se debe a que sos tu propio enemigo
y en cada persona que se te acerca ves como en un espejo todo aquello tuyo que no queréis ver.

Si admites y corriges tus errores, prosperarás,
cambiarás tú, cambiará tu mundo y cambiará el mundo.
Envejecer es obligatorio, madurar es opcional.

jueves, 30 de agosto de 2007

Testimonio: Yo seré ateo, pero tú debes de estar loco / Autor: S.D. (Italia)


Un día vino a verme un amigo, C., y me confíó un gran dolor: sus padres estaban apunto de divorciarse a raíz de un desliz del padre durante un viaje de trabajo. Además del sufrimiento como consecuencia del deterioro del amor entre sus padres, le resultaba insoportable que otra persona decidiera con quién se iba a vivir él y lo separase de su único hermano, al que estaba especialmente unido.
Me vi implicado en su situación y sentí una profunda tristeza que no se me iba de la cabeza. Y como C. no era creyente, temía empeorar las cosas si le hablaba de Dios. No me entendería.

Estaba a su lado y de repente recordé una frase del comentario a la Palabra de vida de ese mes: «La Palabra de Dios vivida puede inundar,como un río crecido, las márgenes que parecen insuperables». Esta luz iluminó la oscuridad e hizo que fuera capaz de reconocer en C. el rostro de Jesús crucificado y abandonado y tuviera la fuerza de decirle: «Yo, como cristiano, le daría a Dios mi dolor y dejaría el problema en sus manos para que pueda cumplirse bien su voluntad, con la confianza de que cualquier cosa que me reserve el futuro será lo mejor para mí». Y su respuesta: «Yo seré ateo, pero tú debes de estar loco de verdad».

No me desanimé e insistí: «¡Ánimo!, merece la pena intentarlo; dile simplemente a Jesús: “Este dolor lo dejo en tus manos”. Y luego quédate tranquilo, a ver qué pasa».

Y antes de que se fuera le dije que me podía llamar en cualquier momento si necesitaba ayuda. Se fue sin haber recuperado la calma interior.

Al día siguiente recibo con gran alegría una llamada en la que me dice que, obligado por la desesperación, ha decidido darle a Dios su dolor. Lo noto más sereno. Dos días más tarde me vuelve a llamar y me dice que sus padres ya no se divorcian y que no se separa de su hermano. La madre ha sido capaz de perdonar al padre y se han reconciliado.

S. D. – Trento (Italia)

(Testimonio recogido del libro «Milagros cotidianos. Las "florecillas" de Chiara y de los Focolares», Doriana Zamboni, Ed. Ciudad Nueva, pág. 50).

Señor, líbrame de mí mismo / Autor: P. Michel Quoist


No son pocos los hombres víctimas de sí mismos. Más desgraciados de lo que cabe imaginar, están condenados a no poder amar más que su yo.
Hay que entrar en su dolor para librarles del mismo, pues se trata ni más ni menos que de la experiencia del infierno. Éste será también el inicio de su salvación, siempre que encuentren un amigo que les haga descubrir cómo son verdugos de sí mismos; siempre que encuentren un cristiano que se convierta para ellos - desde fuera - en la Luz y la Alegría que los aleje de sí mismos. Tal vez dirán entonces - no importa el texto - esta oración.

Si logran, en fin, pedir lealmente a Dios que les libre de sí mismos, ya están salvos. Es la primera etapa.

También nosotros podemos recitar esta oración las tardes en que nos hayamos encerrado en nuestro yo para vernos libres de los otros y de Dios.


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Salido al camino (Jesús), corrió a Él uno que, arrodillándose, le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué he de hacer para alcanzar la vida eterna?"... Jesús poniendo en él los ojos, le amó y le dijo: "Una sola cosa te falta: vete, vende cuanto tienes y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo, luego, ven y sígueme". Antes estas palabras se nubló el semblante del joven y se fue triste, porque tenía mucho dinero. (Mc. 10, 17-22)


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¿Me oyes, Señor?

Estoy sufriendo horrores,
encerrado en mí mismo,
prisionero en mí mismo,
no oigo más que mi voz,
sólo me veo a mí,
y tras de mí no hay más que mi sufrimiento.

¿Me oyes, Señor?

Líbrame de mi cuerpo:
es un montón de hambre,
y cuando toca algo con sus innumerables ojos enormes,
con sus mil manos extendidas,
sólo es para agarrarlo
e intentar apagar con ello su insaciable apetito.

¿Me oyes, Señor?

Líbrame de mi corazón:
está hinchado de amor,
pero aun cuando creo que amo locamente,
acabo descubriendo con rabia
que es a mí mismo a quien estoy amando a través del otro.

¿Me oyes, Señor?

Líbrame de mi espíritu:
está lleno de sí mismo,
de sus ideas, de sus opiniones;
no sabe dialogar,
pues no le llegan más palabras que las suyas.

Y yo solo me aburro,
me canso,
me detesto,
me doy asco,
desde que empecé a dar vueltas y más vueltas
en mi sucia piel como un lecho quemante de enfermo
del que se daría cualquier cosa por huir.

Todo me parece ruin, feo, sin luz
... y es que ya no sé ver nada sino a través de mí.

Y siento ganas de odiar a los hombres y al mundo
... y sólo es por despecho puesto que no sé amarlos.

Y quisiera salir,
escaparme,
marchar a otros países.

Porque yo sé que la alegría existe:
la he visto cantar en muchos rostros

Yo sé que la luz brilla:
la he visto iluminando mil miradas.

Mas no puedo salir de mí:
yo amo mi prisión al tiempo que la odio,
pues yo soy mi prisión
y yo me amo,
yo me amor, Señor, y me doy asco.

Y ahora no encuentro ya ni siquiera
la puerta de mi casa:
enceguecido, avanzo a tientas,
me golpeo con mis propias paredes, con mis límites,
me hiero,
me hago daño,
demasiado daño,
y nadie lo conoce porque nadie entró en mí.

Estoy solo, solo.

Señor, Señor, ¿me oyes?

Enséñame mi puerta,
cógeme de la mano,
ábreme,
enséñame el Camino,
la ruta de la luz y la alegría.

... Pero...
Señor, ¿me estás oyendo?

Sí, pequeño, te oigo
y me das pena.

Hace tiempo que acecho tus persianas caídas. Ábrelas:

mi luz te iluminará.

Hace tiempo que aguardo ante tu puerta encerrojada.

Ábrela: me hallarás en el umbral.

Yo te estoy esperando, y te esperan los otros.

Sólo hace falta abrir,
hace falta que salgas de ti mismo.

¿Por qué continuar siendo prisionero de ti mismo?

Eres libre.

No fui Yo quien te cerró la puerta
ni puedo ahora abrírtela.

Eres tú quien tiene echado el cerrojo por dentro.

El Tesoro / Autor:José H. Prado Flores


Jesús vino para que tuviéramos vida y vida en abundancia. Él es Maestro porque nos enseña a vivir en este mundo. En este pasaje encontraremos el secreto de una vida plena y llena de felicidad. Se trata de una de las parábolas más conocidas, estudiadas y predicadas, pero el Espíritu Santo nos hará descubrir puntos insospechados, que serán como una plataforma de despegue para nuestra vida. Se trata de un mensaje dedicado a todos los que quieren aprender a vivir, a quienes quieren descubrir el secreto de una vida plena y feliz, como fue la de Jesús.

EL TESORO ENCONTRADO
Mateo 13, 44


Cuando se habla de un tesoro se refiere a lo más valioso que pueda existir. En todo el mundo existen apasionantes leyendas sobre fabulosos tesoros. En los museos se coleccionan los tesoros culturales e históricos más importantes de la humanidad. Si alguien preguntara cuánto cuesta un tesoro como esos, nadie tendría la respuesta a esa pregunta. La característica de un verdadero tesoro es que no tiene precio, pues su valor supera todo lo imaginable. Basta con que se pueda cuantificar, para que automáticamente ya no se le considere como tesoro.

El tesoro estaba escondido, para significar que el Reino de Dios permanece oculto para los sabios de este mundo. Dios se esconde en la nube del misterio. Para penetrar en Su Ser y Su Esencia, se necesita, como Moisés, descalzarse de los sentidos y penetrar con la luz del Espíritu que Dios concede a los pequeños. Que está escondido, da a entender que Dios trasciende todo concepto, idea o imagen que podamos formarnos de Él. Está más allá de lo perceptible y aún de la lógica de la razón.

El relato es totalmente indefinido. No dice ni qué edad tenía esa persona, ni su religión o condición social. Es que cualquier persona puede identificarse con este hombre. Puede ser cualquiera de nosotros. Tampoco se dice cuándo sucedió, ni se da el mapa donde poder localizar aquel campo. Quiere decir que puede ser en cualquier parte y en cualquier día. No existe una receta o una técnica, porque se trata de lo más inesperado que pueda acontecer. Tampoco se nos habla nada de su pasado ni qué estaba haciendo en un campo ajeno, lo cual implica el sentido universal de esta parábola. Lo que le sucedió a ese hombre nos puede suceder a cada uno de nosotros...
Lo único que sabemos es que se encontraba lejos de "su" territorio y sus intereses. No estaba ni en su casa ni en su campo, sino en una propiedad ajena. Estaba en un lugar que le pertenecía a otros. Tal vez quiera significar, que el tesoro se encuentra cuando traspasamos las fronteras de nuestros intereses personales y nos internamos en un área que nunca antes habíamos explorado conscientemente.

Este hombre no era un buscador de tesoros. No tenía su detector de metales, para localizar tesoros enterrados. No. Más bien, da la impresión que el tesoro, que estaba escondido, se le revela y se hace presente de forma inesperada y casual al explorar el campo. Más que encontrar el tesoro, es el tesoro el que lo encuentra a él. Así sucede en la esfera de Dios. Antes de encontrar a Dios, Él sale a nuestro encuentro.

Así le sucedió a Saulo de Tarso. Antes de que él alcanzara a Cristo Jesús, fue Jesús el que lo alcanzó a él (cf. Filipenses 3, 12). San Juan, por su parte, afirma que el amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino que Él nos amó primero (cf. 1 Juan 4, 10). Ambos no están sino comprobando la palabra de Jesús que dijo: «No fueron ustedes los que me eligieron a mí, sino que fui yo quien los elegí a todos ustedes» (Juan 15, 16).

La característica peculiar de este hombre es el celo que lo mueve a proteger y conservar el hallazgo. No se puede exponer a perder el tesoro que ha encontrado. Las joyas y cosas finas y de gran valor necesitan ser guardadas con mucho cuidado. Por nada del mundo está dispuesto a arriesgar su hallazgo. Nadie le puede arrebatar su tesoro. Cuando se ha encontrado la vida de Dios, nos esforzamos por protegerla de todo aquello que amenace extinguirla: el pecado. Este hombre elabora un plan que va a llevar a cabo con todo sigilo, para que dé resultado. Para adentrarse en el Reino, se necesita la astucia, que ya en la parábola del administrador infiel, (cf. Lucas 16, 1 ss.) había sido ponderada por el Señor Jesús.

Por otro lado, que el hombre devuelve el tesoro donde estaba escondido, nuevamente demuestra el afán que tiene de conservar el tesoro y evitar cualquier cambio en las circunstancias que lo rodea, lo dañe. También significa que aunque Dios se revela, siempre queda una parte de Su Ser y Providencia que permanece en el misterio. No podemos encapsular ni abarcar con nuestras manos o entendimiento a Aquel que los cielos de los cielos no pueden contener. Nos sobrepasa infinitamente.

El hombre no se quedó contemplando el tesoro, ni se fue a un retiro para meditar lo hermoso de aquel hallazgo, sino que a partir de ese momento, enfocó toda su vida hacia una sola meta: comprar aquel campo a cualquier precio. Había encontrado el sentido de su vida y todo se encaminaba en esa sola dirección. Vendió todos sus bienes: casa, burro y posesiones. Recuperó su ahorros e inversiones, cobró las cuentas pendientes, retiró las primas y beneficios acumulados de su seguro de vida con tal de obtener un poco más de dinero, y hasta pidió prestado al banco, pagando altos intereses. Nada de eso le importaba, en comparación al tesoro que no se apartaba de su mente ni de su corazón.

Ciertamente está corriendo un gran riesgo. Otro pudo haber encontrado también el mismo tesoro y adelantársele. Quien lo había escondido podía haberlo ido ya a recoger. Todo eso pasa a segundo término, pues el tesoro vale más que todo eso junto. Tanto vale el tesoro que ningún riesgo es demasiado para detenerse.

¿Cuánto vale el campo? Todo lo que el hombre tiene. No se trata de un precio fijo o que esté en discusión o en remate. No. Vale todo cuanto se tiene; sea mucho o sea poco, no importa. Lo único importante es que vale "todo". Sólo así se puede adquirir el campo en cuestión para obtener el tesoro. Vendió todo cuanto tenía para comprar el campo. Pero no compra el tesoro, porque el tesoro no se vende. Fue capaz de pagar el precio del campo porque tenía su mirada puesta en una sola meta: el tesoro de valor incalculable.

Ahora bien, ¿qué motivó el riesgo de vender todo? La respuesta la encontramos en el hombre que encontró el tesoro: la alegría de haber encontrado. La alegría del encuentro es la motivación para todo lo que sigue. Se trata del detonador que desencadena toda una reacción que no se puede detener. El primer signo de haber sido encontrado por él es la alegría que no se puede esconder ni disfrazar. Es tan grande, que se desprende de todo cuanto tiene. No está amargado por la nostalgia de los ajos y cebollas de Egipto. La tierra prometida vale tanto, que se puede atravesar el ingrato desierto, en medio de privaciones y mares Rojos que se interpongan.

Así nosotros un día de repente descubrimos la presencia de Dios en nuestras vidas de una manera más palpable que nunca. Comprendemos al instante que este encuentro con Dios es lo que realmente vale.

El Divino Maestro nos advirtió: Donde está tu tesoro, allí está también tu corazón. Cuando se tienen varios tesoros, como no podemos tener un corazón para cada uno de ellos, el corazón se desgarra y aparecen todo tipo de neurosis, desdoblamiento de personalidad, hipocresía, mentiras y frustraciones, por no conseguir todo lo que se busca. Éste es el origen de muchos problemas psicológicos, pues no existe pureza de intención, sino que existen motivaciones impuras, es decir, contaminadas.

¿Cuál es tu tesoro: lo más invaluable que tienes, serías capaz de renunciar a todo, con tal de conseguirlo o no perderlo? ¿Cuál es tu valor supremo que da sentido y dirección a todos los demás? ¿Hay algo que esté por encima de todo lo demás que tienes y eres en la vida?

Este relato evangélico no precisa nada. No dice ni como se llamaba aquel hombre, ni su edad o religión, para que pueda ser cualquiera de nosotros. Tampoco precisa el día y la hora, para abrir las posibilidades en cualquier momento de la historia personal.

Jesús vino a enseñarnos a vivir. En esto radica el secreto de una vida plena y feliz: tener un solo valor supremo que dé dirección y sentido a toda la vida.

Lo más difícil de aceptar de la salvación, es que es gratuita. Generalmente la queremos comprar o merecer con nuestras buenas obras, en vez de recibir el don gratuito de Dios. No es por nuestros sacrificios o títulos eclesiásticos que merecemos el tesoro. La palabra mérito no existe en el diccionario de la salvación. Todo es gracia de Dios.

Por último hay que notar que "va, vende y compra" están en tiempo presente, para significar que se trata de un hecho actual, que sucede en nuestro tiempo. No se trata de un acontecimiento del pasado, sino que puede suceder el día de hoy, en el momento menos pensado.

Las Bienaventuranzas de las personas con discapacidad: Autores: Comunidades Fe y Luz




Bienaventurado

quien entienda mi pesado caminar y mis torpes manos.

Bienaventurado

quien sepa que mi oído ha de hacer un esfuerzo para entender lo que oye.

Bienaventurado

quien entienda que aún existiendo el brillo de mis ojos, mi comprensión es lenta.

Bienaventurado

quien mire y no vea la comida que tiro fuera del plato.

Bienaventurado

quien no me recuerde nunca que hoy ya he preguntado dos veces la misma cosa.

Bienaventurado

quien entienda cómo me cuesta hacer de mi pensamiento palabra.

Bienaventurado

quien me escuche, por que yo también tengo cosas que decir.

Bienaventurado

quien conozca los sentimientos de mi corazón, aunque no lo sepa expresar.

Bienaventurado

quien me respete y me quiera como soy, y no como quisiera que fuera.

Bienaventurado

quien me ayude en mi peregrinaje hacia la Casa del Padre del Cielo.

Jean Vanier: "Hay que amar a las personas en su depresión. Es la mejor manera de ayudarlas a salir de ella"


Entrevista con Jean Vanier, fundador de la Comunidad del Arca: «La depresión no es una enfermedad vergonzosa que hay que esconder unos a otros… Las heridas del corazón son realidades de la vida de las que ninguno está exento», considera Jean Vanier. En esta entrevista concedida a Zenit, el fundador de la Comunidad del Arca profundiza en las causas de este azote del mundo moderno, y aporta vías útiles para hacerle frente, tanto para el enfermo como para quien está cerca de él.

Originario de Canadá, donde nació en 1928, Vanier es hijo de quien fue gobernador general del país. Entró muy joven en la marina militar, camino que abandonó en 1950 para seguir a Jesús, para buscar el Evangelio, para descubrir el sentido de nuestra vida y de nuestro mundo.

En 1964 fundó en Trosly-Breuil (Francia) El Arca, comunidad para y con personas con discapacidad psíquica. Hoy existen unas 130 casas de este tipo en una treintena de países en las que se comparte la vida y el trabajo.

En 1971, junto a Marie Hélène Mathieu, fundó Fe y Luz, movimiento que acoge a personas con discapacidad, a sus familiares y amigos, para compartir momentos de celebración y oración. Actualmente hay cerca de 1.500 comunidades en unos 80 países del mundo.

Jean Vanier escribió en 1999 un libro sobre «La depresión» de gran impacto en los países francófonos («La dépression», Editions du Livre ouvert), y traducido en varios idiomas.

–La depresión es una plaga de la sociedad actual. ¿Cómo afrontarla? ¿Cómo librar a las personas deprimidas de su padecimiento? Es un tema del que usted habla de buena gana…

–Jean Vanier: Es necesario hablar de la depresión, y hablar de ella como de la más humana y real de las cosas. La cuestión es saber dónde se sitúan los propios valores. Y la gran cuestión es que si se sitúan estos valores únicamente en los logros, en la fuerza, etcétera, se está descuidando una parte de uno mismo, una parte que es el niño, que es la mujer más frágil, que es una persona vulnerable. Salir de la depresión significa encontrar personas que te quieren no porque tu seas poderoso o porque hayas tenido éxito, sino por ti mismo, con tu fragilidad.

Podemos decirnos esto a nosotros mismos o a las personas deprimida, ¿pero cómo pueden, una y otra parte, interiorizarlo verdaderamente?

–Jean Vanier: Nos encontramos ante un problema inmenso. No son sólo las medicinas las que pueden ayudar a las personas. Los fármacos pueden atenuar las angustias, pero la gran cuestión es: «¿Quiero descubrir lo que significa ser humano?». El ser humano ha nacido pequeño y morirá pequeño. ¿Estamos nosotros dispuestos a acoger nuestra fragilidad como es verdaderamente? Nos hallamos en una sociedad que rechaza este dato de hecho. Se rechaza a los débiles, se quiere descartar a los ancianos, se quiere apartar a los discapacitados y de quiere prescindir de nuestras fragilidades. Entonces, ¿cómo ayudar a las personas a reencontrar el significado de «ser humano»?

–¿Se puede percibir la depresión como una discapacidad mental?

Jean Vanier: No es en absoluto una discapacidad mental. Un deprimido es lo que llamaría un «discapacitado del ahogo». La depresión es una enfermedad del ahogo, de la energía. Desde algún lugar la energía es bloqueada. Y es éste bloqueo del aliento lo que causa desgraciadamente todo tipo de angustia, todo género de elementos en el propio interior que se quiere calmar. Así que el peligro es esconderse tras la televisión, refugiarse en el alcohol, en drogas, buscar algo nuevo en lugar de buscar dentro de uno mismo. ¡Y éste es el drama!

–Pero el problema del deprimido es justamente que no logra entrar dentro de sí mismo y que intenta buscar en el exterior las respuestas al propio malestar…

–Jean Vanier: Por lo tanto se necesita de alguien que le salga al encuentro. Pero es necesario que él mismo sienta la necesidad de cambiar un poco su vida, porque los bloqueos de la energía aparecen en el sentido de que se lanza a un terreno, por ejemplo, al éxito, olvidando otra parte de sí mismo. El ser humano es complejo. Hay que tener tanto la capacidad como el corazón; son necesarias las relaciones con las personas. Pero en estas relaciones no se trata de buscar dominarlas, sino de estar en comunión con ellas. Existe una parte de espiritualidad que es un movimiento interno que me ayudará a vivir y a descubrir que puedo hacer buenas cosas con mi vida. Ahí hay una cuestión de fe que toca todas las materias de la muerte, del fracaso, etcétera. Y con mucha frecuencia las personas han suprimido algo. Entonces es necesario ayudarlas a buscar en su intimidad más profunda. Pero el hecho importante es que no hace falta que sean muchos los que quieran cambiar a las personas. Debe haber personas que les aceptan como son. Cuando se quiere cambiar a las personas, en lugar de amarlas como son, se corre siempre el riesgo de un rechazo por su parte.

–Entonces, ¿cómo aprender a amar a estas personas? ¿Cómo ayudarlas en su ahogo?

–Jean Vanier: La verdadera cuestión que hay que plantearse es cómo ayudar a estas personas en nuestra pobreza, dado que ese ahogo es una falta de fuerza. Uno se encuentra pobre. Y cuando se está ante una persona deprimida, uno mismo se hace pobre. La cuestión es: cómo acoger al otro, como él es, con nuestras miserias y nuestro elemento de depresión frente a la depresión.

–¿Considera que todos están capacitados para acompañar a una persona deprimida hacia su liberación?

–Jean Vanier: Todos estamos sujetos a la depresión. Todos somos capaces de entrar en el mundo de la desesperación. Bernanos dice que para hallar esperanza es necesario bajar a los abismos de la desesperación. Pero para acompañar es necesario estar atentos, dado que cuando se habla de acompañamiento existe una especie de deseo de cambiar a la otra persona. Hay que amar a las personas en su depresión. Es la mejor manera de ayudarlas a salir de ella. Así que lo primero que hay que hacer para ayudar a una persona es empezar a cambiar nosotros mismos.

–El bienestar psíquico de los enfermos es su preocupación diaria. ¿Cómo percibe todo lo que se realiza actualmente en el plano médico, pero también en el plano social, para ayudar a las personas que padecen depresión?

–Jean Vanier: Para mí se trata de vivir en mi comunidad con personas que atraviesan altibajos. Por ejemplo, acabamos de acoger a una joven de 22 años que carece de familia, tiene una discapacidad mental y fue maltratada por una cuidadora. Está recién llegada y ha entrado en una fase de ligera depresión, pues uno de mis asistentes, al que ella apreciaba mucho, se tiene que marchar. ¿Cómo actuar de manera adecuada con ella, no obligarla a cambiar, sino aceptarla como es? Se trata de una joven con una necesidad inmensa de encontrar lo que jamás ha tenido. Se necesitará tempo, así que no debo emplear demasiado en preguntarme lo que ocurre alrededor. Es necesario que yo mismo busque hoy sentirme impotente ante una joven como ella, y ayudarle, a pesar de todo, estando cerca de ella.

TEXTOS BIBLICOS sobre María, la Madre de Jesús / Autor: P. Ángel Peña Benito, O.A.R


TEXTOS BIBLICOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO

Son muchos los textos del Antiguo Testamento, en que los escrituristas
y los grandes santos han visto la presencia de María. Hay textos en los
que aparece como anunciada o en figura nuestra Madre María.

Ella es prefigurada por Judit, que corta la cabeza de Holofernes, jefe
del ejército de los enemigos del pueblo de Dios, al igual que María
pisa la cabeza de Satanás.

Igualmente, Ester prefigura a María, porque siendo reina, obtiene que
su pueblo no sea exterminado; al igual que María, reina del universo,
con su intercesión, consigue que el pueblo de Dios no sea destruido sino
salvado.

También el arca de la alianza es figura de María, porque el arca
contenía la presencia de Dios y ¿qué mejor arca que María, que llevó en su
seno al Hijo de Dios?

María también es prefigurada por aquella nube del profeta Elías. Una
nube como la palma de un hombre, que sube del mar... Poco a poco, se fue
oscureciendo el cielo por las nubes y el viento, y se produjo una gran
lluvia (1 Reg 18, 44-45). María es como esa nube pequeñita,
aparentemente insignificante, pero que produce una gran lluvia de bendiciones
sobre toda la tierra. Y es dulce y tierna con sus hijos como aquella brisa
suave, que acarició a Elías (1 Reg 19, 12).

Otra figura de María es la escala de Jacob por donde subían y bajaban
los ángeles de Dios (Gén 28,12). Porque ella es el camino más corto y
fácil para llegar a Jesús y, por tanto, al cielo.

Veamos ahora algunos textos, que los santos interpretan referidos a
María:

- Pondré enemistad entre ti y la mujer. Ella te aplastará la cabeza
(Gén 3, 15). Así lo traduce san Jerónimo, inspirado por Dios, en la
traducción latina Vulgata, la traducción oficial de la Iglesia durante
siglos. María aplasta la cabeza de la serpiente infernal, porque contra Ella
no puede nada, ya que es purísima e inmaculada, sin el más mínimo
pecado.

- ¿Quién es esta que sube del desierto, apoyada en su amado? (Cantar 8,
5). Este texto lo refieren a su Asunción a los cielos, pues María sube
de esta tierra de desierto, apoyada en su amado Jesús.

María es hermosa como la luna, resplandeciente como el sol (Cant 6,
10). Y a ella le dice Dios: Ábreme, hermana mía, amada mía, paloma mía,
inmaculada mía (Cant 5, 2). Ella es terrible como un ejército formado en
batalla (Cant 6, 4). Es terrible contra Satanás, pues le aplasta la
cabeza. Hay un texto en el que María aparece terrible contra el maligno.
Es en Daniel 2. Allí aparece una estatua grande y de aspecto terrible.
La cabeza era de oro puro, su pecho y sus brazos de plata, su vientre y
caderas de bronce; sus piernas de hierro y sus pies, en parte de
hierro y en parte de barro. Representa esta estatua al rey de las cosas
materiales, a Satanás, que quiere reinar en el mundo. Pero una pequeña
piedra, desprendida, no lanzada por mano humana hirió a la estatua en los
pies de hierro y barro, destrozándola. Creemos que esta piedrecita, se
refiere a María, que siendo tan humilde y pequeña, sin embargo, puede
derrotar el poder de Satanás.

EN EL NUEVO TESTAMENTO

Y, si vamos al Nuevo Testamento, san Lucas nos habla maravillas de
María en los dos primeros capítulos de su Evangelio. Empieza con las
palabras del ángel que rezamos en el avemaría, palabras divinas y
evangélicas, que debemos repetir frecuentemente. El ángel le dice de parte de
Dios: Alégrate (Dios te salve) llena de gracia, el Señor está contigo (Lc
1, 28). María es llena de gracia, totalmente pura y bella; o, como
decimos también, inmaculada por un privilegio especial de Dios, que en
virtud de los méritos de Jesús, la previno de las consecuencias del pecado
original y así fue inmaculada desde el primer momento de su concepción.

Su prima santa Isabel le dice, inspirada por el Espíritu Santo, o mejor
dicho, le dice el Espíritu Santo por boca de su prima: Bendita tú eres
entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre (Lc 1,
42). Y María, inspirada por Dios, dice: Todas las generaciones me llamarán
bienaventurada (Lc 1, 48).

Por otra parte, Jesús desea que amemos a María y nos la ha dado como
madre al decirnos: Ahí tienes a tu Madre (Jn 19, 27). Son palabras
dirigidas a cada uno de nosotros, como siempre se ha interpretado. De este
modo, María queda constituida por Jesús como Madre de todos y cada uno de
los hombres.

Su poder de intercesión ante Jesús, queda manifestado con toda claridad
en las bodas de Caná, cuando Jesús hace su primer milagro, sólo porque
se lo pide su madre, manifestando así su voluntad de hacerla siempre
feliz y concederle todo lo que pida (Jn 2).

Oración de una madre embarazada / Enviada por Mercedes Calvet


Padre que estás en los cielos,
Tengo en mi seno ahora
un pequeñito, débil y vulnerable,
que ya está transformando todo mi cuerpo
y todo mi corazón.
¡Gracias por habérmelo confiado!

¡Gracias por permitirme acogerlo
como María acogió a Jesús
el día de la Anunciación!
¡Gracias por poder acogerlo como mi madre me acogió
cuando sintió mi presencia
en lo más íntimo de su ser.

Padre que nos amas, estoy maravillada ante esta vida
tan secreta y palpitante,
tan frágil y llena de promesas.
¡Gracias por haberme dado los ojos del corazón,
que me permiten ya ver a este niño
en un momento en que todavía no es visible.

Padre lleno de ternura,
ayúdame a hacer cada día lo que puedo hacer
para que este niño sea feliz.
Te pido, Padre de toda gracia,
poder transmitir a este niño,
toda la fe, la esperanza y el amor
que llevo en mi corazón.

Por fin, te ruego, Padre, que nos guardes
bajo tu amparo, a mi hijo
que primero es tuyo, y a mí,
ahora y siempre.

Amén.

La vacuna contra el cáncer / Autor: Oscar Schmidt


Es increíble la cantidad de gente que pide oración por tumores malignos que sufren niños y adultos, hombres y mujeres. Es como si la enfermedad se extendiera cada vez más, como siguiendo un invisible hilo conductor que va anudando a toda la humanidad. Sin embargo pocos piden oración por tumores del alma, tumores espirituales, que también se derraman sobre el mundo como una catarata de lodo que enturbia y oscurece, ahoga y mata.

Alguien me dijo una vez que es preferible tener un cáncer en el cuerpo, y no en el alma. Para mucha gente ésta frase sonará extraña, porque se conoce muy bien el cáncer de la carne, sin embargo es bastante desconocido el cáncer espiritual, en sus alcances y consecuencias. Nuestra pobre alma, a pesar de que nuestro cuerpo goce de vida plena, puede estar muerta, muerta a la Gracia. Por eso es que una conversión es siempre el milagro más grande, porque es simplemente una resurrección de nuestra alma, una vuelta a la vida de Gracia. Como nuestro cuerpo tiene vida, también nuestra alma la tiene, cuerpo y alma no pueden ser vistos por separado. Así se ve a muchas gentes que caminan y viven, pero sin embargo tienen el alma vacía, mortecina. Los cánceres espirituales han ido ahogando a esas almas, hasta quitarles toda vida, toda luz y mirada espiritual. Gente que vive una vida vacía, sin Dios, sin un pensamiento o movimiento hacia el deseo de amarlo, de reconocerlo, de agradarle, de conocer y hacer Su Voluntad.

El alma, igual que el cuerpo, debe ser alimentada con cuidado, y cuidada en forma diaria. Si al cuerpo se le da comida chatarra por bastante tiempo, se enferma. Igual con el alma, sólo que la comida chatarra en este caso es lo que se ve en televisión, lo que se lee, lo que se aprende teniendo malas amistades. Si el cuerpo respira humo de cigarrillo, enferma en sus pulmones. Si el alma respira el humo de satanás, pierde la capacidad de respirar el aire puro que trae el soplo del Espíritu Santo. Tumores que responden al propio descuido del hombre, a su falta de amor por su cuerpo, y su alma.

Cuando el cáncer ataca el cuerpo, y el alma está viva y rozagante en la Gracia del Señor, se produce una unión con Dios en la seguridad del destino de gozo que esa alma tiene. La persona sufre miedos, dolores y tristezas humanas, pero una alegría espiritual envuelve su alma, en la visión anticipada del desposorio espiritual que se avecina. Cuando el cáncer ataca el alma, y el cuerpo está vivo y rozagante, es poco lo que se nota a nivel humano. Sin embargo, esa persona está en peligro mortal, sujeta al riesgo supremo de que su cuerpo muera con su alma en ese estado, sin haber resucitado antes del tránsito ¡Difícil imaginar una situación más desesperante! Si, desesperante, porque esta alma no tiene esperanza, no se ha abierto a la Gracia que garantiza la promesa del Reino, más allá de las desventuras humanas que le toquen vivir.

Y finalmente, cuando el cáncer ataca cuerpo y alma a la vez, la persona se enoja con la vida, con Dios, con quienes la rodean. Por supuesto, si no hay esperanza, sólo queda la desesperación. Hay que dar ayuda a estas almas, para sanar el cáncer del cuerpo, pero fundamentalmente el del alma. Que en el dolor y la enfermedad la persona reconozca y recupere a Dios. Si el alma resucita, y la persona vuelve a sonreírle, a llorar, a pedirle, podrá pasar cualquier cosa al cuerpo, pero el alma estará salvada para toda la eternidad.

Cuando veo esas publicidades donde se muestran fiestas en las que todos beben, todos fuman, todos se adormecen con música que atonta, no puedo dejar de pensar que nos tratan de vender un mundo de almas muertas. Veo la imagen de cuerpos vacíos, que se mueven y hablan, pero están vacíos espiritualmente. Estos cánceres espirituales son invisibles a los ojos humanos, como muchos tumores malignos del cuerpo también lo son. Hace falta buen diagnóstico para reconocerlos, a tiempo, y proceder a la terapia que intente una cura. Pero, irremediablemente, sin una cura efectiva ambos conducen a la muerte.

Mientras tanto, los cristianos tenemos la vacuna contra el cáncer espiritual guardada en nuestra casa, y no la damos a los enfermos ¡Tenemos la cura y no la compartimos con los demás! Para hacer las cosas más ridículas aún, ni siquiera usamos la vacuna en nosotros mismos. Nos estamos muriendo y la tenemos guardada allí, sin que nadie la utilice. Muchas veces tenemos ante nuestros ojos a nuestros propios hijos muriéndose de cáncer del alma, y ni siquiera movemos un dedo para darles la medicina. Somos tan necios, que pese a haber sido educados como médicos del alma, discípulos del Medico Salvador, no ejercemos la profesión de la que fuimos investidos en el Bautismo.

Está claro que es preferible un cáncer del cuerpo, que no mata el alma, y no un cáncer espiritual, que trae acarreada la muerte eterna. Un cáncer del cuerpo puede ser, en cambio, la puerta a la resurrección del alma. La medicina está a nuestro alcance: es la Palabra de Dios, Palabra de Amor que envuelve a todo el universo, que resucita y da vida, vida eterna.

Las cadenas del miedo / Autor: José Luis Martín Descalzo



Fuente: Razones para el amor

Una de las grandes tentaciones de nuestra generación es el miedo. Y una de las más extendidas. Al menos yo me encuentro cada vez con más personas que viven acobardadas, a la defensiva, no tanto por lo que les ocurre cuanto por lo que puede venir.

Y lo peor del miedo es que es una reacción espontánea y -a poco que el hombre se descuide- casi inevitable. Sobre todo en los grandes períodos de cambios como el que vivimos.

Quizá lo más característico de nuestra civilización sea, precisamente, el endiablado ritmo con que ocurren las cosas. Lo que ayer mismo era normal, hoy se ha convertido en desusado. Las ideas en que nos sosteníamos son socavadas desde todos los frentes. La inseguridad se nos ha vuelto ley de vida. La gente mira a derecha e izquierda inquietamente y te pregunta: Pero ¿qué es lo que nos pasa? Y no se dan cuenta de que lo que nos pasa es, precisamente, que no sabemos qué es lo que nos pasa.

Y surge el miedo. El hombre -lo queramos o no- es un animal de costumbres. En cuanto pasan las inquietudes de la juventud, todos tendemos a instalarnos: en nuestras ideas, en nuestros modos de ser y de vivir. Cuando alguien nos lo cambia, sentimos que nos roban la tierra bajo los pies. Y, al sentirnos inseguros, brota el miedo.

Un miedo que se percibe en todos los campos: hay creyentes angustiados que temen que les «cambien» la fe. Hay padres que tiemblan de sólo pensar en el futuro de sus hijos. En el campo político son muchos los que ya cambiaron las ilusiones de siglo XX por los miedos del XXI.

Y hay que decir sin rodeos que no hay mejor camino para equivocarse que el que juzga y construye sobre el miedo. Porque si el pánico paraliza el cuerpo del que lo sufre, también inmoviliza y encadena su inteligencia. El miedoso se vuelve daltónico -ya no ve sino las cosas que le amenazan. Y no se puede construir nada viviendo a la defensiva.

El miedoso es alguien que apuesta siempre por el «no» en caso de duda. Se rodea de prohibiciones y murallas y termina provocando los efectos contrarios a los que aspira. Un padre aterrado ante el futuro de sus hijos no tardará mucho en convertirlos en rebeldes. Un obispo o un cura que tiembla ante el futuro de la fe fabricará descreídos o resentidos. Un viejo que teme la muerte se olvidará de vivir. Un joven dominado por el temor se volverá viejo antes de tiempo.

Esto, naturalmente, no significa canonizar todo cambio. Hay cambios con los que el mundo avanza (y deben ser apoyados por todos) y algunos con los que se camina hacia atrás. Y habrá que resistir frente a ellos. Pero resistir desde la seguridad de aquello en lo que se cree, no desde el pánico de lo que se teme. El miedoso no se atreve a confesárselo, pero en realidad teme porque no está seguro ni de sus creencias ni de si mismo. Entonces se defiende y patalea. Pero ya no defiende su verdad, sino su seguridad.

No hay que tener miedo. Nunca. A nada. Salvo a nuestro propio miedo.