* "Luchamos para que ahora nuestros hijos disfruten de la vida que Dios les dio ese miércoles santo", dice el papá
Gildardo Ospina, un contador público bogotano, transmite paz. Sentado en el sofá de su casa, sonríe al ver a sus hijos divirtiéndose con su esposa.Son las 4 p.m., hora en que todos juegan en una colchoneta azul de tres metros de largo por igual de ancho. Tatiana lanza un pequeño balón amarillo de rombos coloridos. Felipe lo agarra, lo babea y se lo tira a su papá. 4 de julio de 2011.-
-Tati, recíbelo, te lo voy a tirar; va por la derecha -dice Gildardo, dulcemente.
Con ojos entreabiertos, Tatiana, ingeniera de sistemas, estira poco a poco su mano. Aunque le cuesta, trata de hacerlo como le enseña María del Carmen Patiño, su terapeuta, pero no logra agarrarlo.No importa, basta con el esfuerzo que hace. El balón se va rodando por la colchoneta.
La entrega de Gildardo se ve y se siente: en muchos se hubiera marchitado esta historia amorosa y paternal. Él se ha mostrado valiente y aguerrido desde el primer día de la "adversidad familiar": el nacimiento de sus trillizos idénticos (un caso poco común en el mundo) y el derrame cerebral de su esposa, Tatiana Ramírez, dos días después del parto. "Tatiana es una mujer maravillosa, a quien solo debieron sucederle cosas buenas", comenta Mónica, su hermana. Leer más...