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Bienvenido a Escuchar y a Dar

Este blog, no pretende ser un diario de sus autores. Deseamos que sea algo vivo y comunitario. Queremos mostrar cómo Dios alimenta y hace crecer su Reino en todo el mundo.

Aquí encontrarás textos de todo tipo de sensibilidades y movimientos de la Iglesia Católica. Tampoco estamos cerrados a compartir la creencia en el Dios único Creador de forma ecuménica. Más que debatir y polemizar queremos Escuchar la voluntad de Dios y Dar a los demás, sabiendo que todos formamos un sólo cuerpo.

La evangelización debe estar centrada en impulsar a las personas a tener una experiencia real del Amor de Dios. Por eso pedimos a cualquiera que visite esta página haga propuestas de textos, testimonios, actos, webs, blogs... Mientras todo esté hecho en el respeto del Amor del Evangelio y la comunión que siempre suscita el Espíritu Santo, todo será públicado. Podéís usar los comentarios pero para aparecer como texto central enviad vuestras propuestas al correo electrónico:

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Oremos todos para que la sabiduría de Jesús Resucitado presida estas páginas y nos bendiga abundamente.

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viernes, 26 de octubre de 2007

¿También tú liberas a Barrabás? / Autores: Conchi y Arturo


Decía, pues, Jesús a los judíos que habían creído en él: "Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres." Jn 8, 31-32.

La fe no consiste sólo en "creer en Dios" sino en "creer a Dios". La única forma de poner en práctica nuestras profundas convicciones es aplicar la Palabra de Jesús a cada situación de la vida cotidiana. Eso es mantenerse en la Palabra. Es fruto de la perseverancia lograr crecer como discípulos. La verdad va ocupando nuestro corazón y son erradicadas toda mentira y pecado.

Es difícil mantenerse en la Palabra de Dios ante el mundo que nos llama a armarnos de razones intelectuales y oratoria fácil para aparecer ante todos como los mejores. Cristo hace lo que dice: "la voluntad del Padre del Cielo". Fijémonos en el texto de Juan 18, 29-40, donde Jesús no deja de manifestar su divinidad pese a saber que sería condenado. Pilato tenía autoridad para librarle de la muerte, pero Cristo ha escuchado antes la voluntad del Padre y ya había anunciado a sus discípulos como iba a morir:

"Salió entonces Pilato fuera donde ellos y dijo: "¿Qué acusación traéis contra este hombre?"
Ellos le respondieron: "Si éste no fuera un malhechor, no te lo habríamos entregado."
Pilato replicó: "Tomadle vosotros y juzgadle según vuestra Ley." Los judíos replicaron: "Nosotros no podemos dar muerte a nadie."
Así se cumpliría lo que había dicho Jesús cuando indicó de qué muerte iba a morir.
Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: "¿Eres tú el Rey de los judíos?"
Respondió Jesús: "¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?"
Pilato respondió: "¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?"
Respondió Jesús: "Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí."
Entonces Pilato le dijo: "¿Luego tú eres Rey?" Respondió Jesús: "Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz."
Le dice Pilato: "¿Qué es la verdad?" Y, dicho esto, volvió a salir donde los judíos y les dijo: "Yo no encuentro ningún delito en él.
Pero es costumbre entre vosotros que os ponga en libertad a uno por la Pascua. ¿Queréis, pues, que os ponga en libertad al Rey de los judíos?"
Ellos volvieron a gritar diciendo: "¡A ése, no; a Barrabás!" Barrabás era un salteador."


Alguien nos comentó que, el pasado domingo, quedó impresionado por las palabras del sacerdote en la homilía: "Jesús nunca negó nada a nadie. Curó a ciegos, leprosos, tullidos, endemoniados. Resucitó muertos. Todos cuantos pedían algo a Cristo siempre recibían una respuesta positiva al interceder Él ante el Padre. Jesús lo obtuvo todo del Padre para los demás. Únicamente una petición no fue escuchada, la que hizo para si mismo: "Padre que pase de mi este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya"".

Todos conocemos esta realidad de la vida de la fe. Jesús sólo pide a sus discípulos que oren también mientras hace la petición más difícil de su vida. Todos se duermen. Cristo quiere enseñarles que cuando la voluntad del Padre parece locura para el mundo es necesario orar por aquellos que deben vivirla. Lo que humanamente era inconcebible acaba salvándonos a todos del pecado y de la muerte. Cristo es crucificado pero resucita para siempre. El juicio de este mundo se celebró hace casi 2000 años, cuando Jesús entregó su vida. La sentencia establece la Verdad que Cristo había predicado en palabras:

"Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.
Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto."
Jn 14, 6-7

Jesús declara que Él es la Verdad y que nosotros podemos ser testimonios de la Verdad. Para hacerlo sólo debemos seguir el camino de Jesús dando la vida. Podemos ser auténticos testigos si hacemos de nuestras obras una verdadera oración al Padre, en el nombre de Jesús por el don del Espíritu Santo: "Que se haga Tu voluntad y no la mía Padre Santo."

Conocemos a una mujer que en el momento de dar luz los médicos le advirtieron que corría peligro su vida y la de su hija. Preguntada por cual debía ser la prioridad sanitaria en caso de tener que elegir en salvar a una de las dos, esta persona contestó, haciendo en su interior una oración: "Mi hija". Las dos viven para la gloria de Dios y siguen a Cristo en medio de no pocas dificultades, pero su fidelidad es una gracia poderosa del Altísimo.

San Pablo ya nos advierte de la dificultad de caminar en la verdad en Efesios 6, 14: "ceñida vuestra cintura con la Verdad". Llevar el cinturón ceñido significa ponerlo apretado, ajustado. La Verdad revelada en Jesús siempre es ajustada para cada situación. Ser testimonios de la Verdad es actuar según la Voluntad de Dios manifestada en su Palabra.

Llevar ceñida la cintura con la Verdad es entrar por la puerta estrecha. Estamos más cómodos cuando el cinturón no nos aprieta. Andar por el camino ancho del mundo es acomodar la Palabra de Jesús a nuestra comodidad humana, sin pensar que el paso por esta vida debe ser un trabajo continuo por instaurar el Reino de los Cielos. Creerán que somos testigos si hacemos lo que decimos y reconocemos que sólo podemos llevarlo a cabo con la ayuda de la gracia de Dios.

Releamos nuevamente un párrafo del texto de Juan de Jesús ante Pilato: "Todo el que es de la verdad, escucha mi voz."Le dice Pilato: "¿Qué es la verdad?" Y, dicho esto, volvió a salir donde los judíos y les dijo: "Yo no encuentro ningún delito en él." Escuchar la voz de Jesús que nos muestra la Voluntad del Padre es lo único que nos puede hacer partidarios y testimonios de la Verdad. Pilato escucha perfectamente la voz de Jesús, pero sabiendo su autoridad le plantea un falso debate: "¿Qué es la verdad?"

Pilato es consciente que la Verdad está en Jesús pero hace ver que no entiende. Sin embargo, al salir delante de los judíos manifiesta la Verdad: "Yo no encuentro ningún delito en él". Lejos de pronunciarse a favor de Jesús, Poncio Pilato es partidario de salvar su prestigio ante el pueblo y les pide que le digan a quien desean que deje en libertad. Los judíos eligen a Barrabás, un salteador. A cada decisión nuestra nos encontramos ante la pregunta: ¿También tú liberas a Barrabás? ¿Deseas iluminar tu camino dejando que Cristo inunde tu ser? ¿Verdad que es difícil en ocasiones liberar a Jesús? Estos interrogantes debemos discernirlos siempre como se lee en el libro del Deuteronomio 30, 19-20: "Yo he puesto delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida, y vivirás, tú y tus descendientes, con tal que ames al Señor, tu Dios, escuches su voz y le seas fiel".

A veces, optamos por el papel de Pilato ante determinadas situaciones, para salvar nuestro prestigio social, laboral o personal. Recordemos que después Pilato se lava las manos. Un acto con el que quiere mostrar ante el pueblo que él no es responsable ante Dios de ésta sentencia de muerte, pero eso no le (o nos) quita responsabilidad. En el caso de Pilato de la sangre derramada por su acción de omisión de justicia y en nuestro caso por las lágrimas, sufrimientos y consecuencias de nuestros actos u omisiones. Al no optar por la Verdad, lo hacemos por la mentira y dejamos libre a Barrabás, que asalta nuestro corazón en forma de pecado y mal y nos daña a nosotros y a los demás.

Un salteador es un hombre que saltea y roba en los despoblados o caminos. Jesús cuando se declara el Buen pastor dice en Juan 10, 8-11: Todos los que han venido delante de mí son ladrones y salteadores; pero las ovejas no les escucharon.
Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto. El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia. Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas.
Barrabás es lo contrario del Buen Pastor en lugar de dar la vida por las ovejas, las roba y mata. Como afirma San Pablo: "el salario del pecado es la muerte". Barrabás es igual a mentira, pecado y muerte. Jesús es el Camino, la Verdad, la Vida, el Buen Pastor.

Cristo murió por todos. Ante cualquier situación en la que nos decantemos por el mal siempre Dios va a venir a rescatarnos. Lo intentará de mil formas. En Juan 3, 16-21, leemos: "Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios. Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras. Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios."

Oremos con el capítulo 9 del libro de la Sabiduría:

"Dios de los Padres y Señor misericordioso, que hiciste todas las cosas con tu palabra,
y con tu Sabiduría formaste al hombre,
para que dominara a los seres que tú creaste,
para que gobernara el mundo con santidad y justicia
e hiciera justicia con rectitud de espíritu:
dame la Sabiduría, que comparte tu trono,
y no me excluyas del número de tus hijos.

Porque yo soy tu servidor y el hijo de tu servidora,
un hombre débil y de vida efímera,
de poca capacidad para comprender el derecho y las leyes;
y aunque alguien sea perfecto entre los hombres,
sin la Sabiduría que proviene de ti, será tenido por nada.

Tú me preferiste para que fuera rey de tu pueblo
y juez de tus hijos y de tus hijas.

Tú me ordenaste construir un Templo sobre tu santa montaña
y un altar en la ciudad donde habitas,
réplica del santo Tabernáculo
que habías preparado desde el principio.

Contigo está la Sabiduría, que conoce tus obras
y que estaba presente cuando tú hacías el mundo;
ella sabe lo que es agradable a tus ojos
y lo que es conforme a tus mandamientos.

Envíala desde los santos cielos,
mándala desde tu trono glorioso,
para que ella trabaje a mi lado
y yo conozca lo que es de tu agrado:
así ella, que lo sabe y lo comprende todo,
me guiará atinadamente en mis empresas
y me protegerá con su gloria.
Entonces, mis obras te agradarán,
yo gobernaré a tu pueblo con justicia
y seré digno del trono de mi padre.

¿Qué hombre puede conocer los designios de Dios
o hacerse una idea de lo que quiere el Señor?

Los pensamientos de los mortales son indecisos
y sus reflexiones, precarias,
porque un cuerpo corruptible pesa sobre el alma
y esta morada de arcilla oprime a la mente
con muchas preocupaciones.

Nos cuesta conjeturar lo que hay sobre la tierra,
y lo que está a nuestro alcance lo descubrimos con esfuerzo;
pero ¿quién ha explorado lo que está en el cielo?

¿Y quién habría conocido tu voluntad
si tú mismo no hubieras dado la Sabiduría
y enviado desde lo alto tu santo espíritu?
Así se enderezaron los caminos de los que están sobre la tierra,
así aprendieron los hombres lo que te agrada
y, por la Sabiduría, fueron salvados".

jueves, 25 de octubre de 2007

La mujer que encuentra la moneda extraviada / Autor:José H. Prado Flores











Una de las tres parábolas de la misericordia, está representada por una mujer.

¿Qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca cuidadosamente hasta que la encuentra?: Lc 15,8.

Las mujeres solteras llevaban como diadema en su frente un collar con las monedas de su dote para el día de su matrimonio. Una mujer extravió una de estas dracmas que eran parte de su historia y una inversión para su porvenir. Su descuido fue muy grave, ya que no se trataba sólo de dinero, sino de aquello que no se puede comprar con dinero. En la fiesta con sus amigas gastará más que lo que valía su dracma.

Lo primero que hace no es llorar o quejarse. Emprende la búsqueda. Las casas de aquella época eran generalmente muy oscuras, sin ventanas; y hasta los animales entraban y hasta dormían dentro de ellas, por lo cual no siempre estaban muy limpias.

La mujer, antes que nada enciende la luz, porque de otra forma no podrá localizar su valiosa moneda. La luz ilumina los objetos que están a su alrededor. Cuando el resplandor se refleje en la moneda, entonces se le podrá encontrar, porque brilla. Nos podemos descarriar, pero no debemos perder “el brillo”, para que seamos encontrados más fácilmente.

Cuando el texto afirma que la mujer enciende su lámpara, se debe entender que ella la tenía, pero estaba apagada. Usa lo que tiene a la mano, pero hay que encenderla porque de otra manera no sirve para nada. Los Escribas y Fariseos tenían la lámpara de la Palabra de Dios y los profetas, pero desgraciadamente parece que no la tenían encendida, porque no se dejaban dirigir por ella, sino que preferían depender de sus tradiciones humanas y costumbres religiosas.

La mujer no maldice la oscuridad, sino que busca una solución. No se lamenta frente a la adversidad sino que la supera. Enciende la luz para ver claro. Este es el comienzo del remedio a cualquier problema.

Cabe en este momento interrumpir el relato para aplicarlo a nuestra realidad: Cuántas veces en nuestra vida disponemos de la luz, pero no la aprovechamos. Pudiendo ver claro, preferimos la penumbra de la confusión, o simplemente buscamos soluciones fáciles, pero temporales. Por otro lado, frente a una desgracia ¿encendemos la luz o la apagamos? Cuando alguien nos confía sus penas, ¿alimentamos su depresión contándole las nuestras, o abrimos la ventana para que se ilumine la dificultad? Cuando hablamos por teléfono o nos encontramos con un amigo ¿lamentamos qué mal está el mundo y acentuamos la inseguridad social, o dejamos una huella de esperanza, abriendo horizontes y desentrañando laberintos? Los faroleros apagan los faroles en las mañanas y los encienden cuando se aproxima la penumbra de la noche. ¿Nosotros somos de los que encendemos o apagamos la luz?

Si comparamos esta parábola con la de la oveja perdida, la oveja que se perdió tuvo gran parte de responsabilidad en su extravío. En cambio, la moneda se cayó por negligencia de la mujer. Si el pastor no reprochó a la oveja, la mujer no se castiga a ella misma con el peso de la acusación, sino que inicia una limpieza general. No se trata de barrer como ordinariamente lo había hecho. La gravedad de la situación actual exige un trabajo meticuloso y profesional. Sólo las mujeres son capaces de barrer con cuidado y delicadeza. Está dispuesta a limpiar la casa entera, sacando toda la basura, con tal de completar su tesoro, donde no puede faltar ninguna moneda.

Y la halla entre la basura. No tiene asco de meter sus manos entre la tierra y la mugre para entresacarla. Su afán por recuperarla está por encima de todo. Se enloda las manos con tal de recoger la moneda revolcada entre la suciedad. Luego, sin duda, la limpia de toda escoria para devolverle su brillo original y la coloca en su collar. Ahora sobresale entre las otras monedas por su brillo. Es la moneda más hermosa de todas.

Si la oveja se escapó y el pastor no tenía la menor idea en dónde buscarla, la mujer está segura de que su moneda se encuentra en el interior de la casa. Es factible extraviarnos en las cosas de Dios. No es necesario desbarrancarnos por los caminos del pecado. Podemos proclamar: “Señor, Señor”, hacer milagros y profetizar en su Nombre y, sin embargo, estar perdidos. Nos extraviamos en la viña cuando nos interesa más el trabajo en el viñedo que la relación con el viñador.

Conclusión

No olvidemos dónde está el centro de la parábola: identificarnos con la mujer. El acento de este ejemplo no es el objeto perdido, sino la mujer que busca cuidadosamente. ¿Serías capaz de encender la luz en vez de maldecir la oscuridad? ¿Estarías dispuesto a emprender una limpieza general, con tal de encontrar la dracma? ¿Vencerías el asco para rescatar la moneda que se encuentra en la inmundicia? ¿Estarías dispuesto a gastar más en la fiesta por haber encontrado la dracma, que el valor de ésta?

Pero la conversión no es la meta del cristiano, sino la transformación: llegar a reproducir las actitudes tanto del pastor como de la mujer: arriesgar sin límites y cargar el peso de las heridas de los demás, así como ser capaz de una limpieza general y luego meter nuestras manos a la basura para rescatar al extraviado. Lo más importante es identificarnos con el pastor y con la mujer.

La responsabilidad hacia la familia y las exigencias del ministerio pastoral / Autor :Nikol Baldacchino



Una vez leí una historia triste sobre un dirigente cristiano muy admirable y de mucho "éxito". Esta persona era realmente un hombre de visión. Sentía que Dios le llamaba a servir en el ministerio de sanación, especialmente en el área de sanación interior. Un día escribió en el margen de su Biblia, "Que mi corazón se rompa con las cosas que rompen el corazón de Dios". Fue capaz de inspirar a otras personas dotadas y juntos fundaron una organización misionera que sirvió a la gente herida de todo el mundo durante más de treinta años.

Pero desgraciadamente su vida también encerraba una tragedia. El trabajo que tenía que hacer para este ministerio le dejaba poco tiempo para su familia. Estaba creando un ministerio internacional, pero su familia se venía abajo. Estaba sirviendo a gente herida, pero no podía ver que el mayor dolor estaba en su casa. Con el tiempo su mujer le abandonó y terminó alejado de sus hijos.

Esta historia es un recordatorio terrible de la importancia de mantener un equilibrio entre el trabajo al que Dios nos ha llamado y la responsabilidad hacia nuestras familias.

Yo creo que dos de las decisiones más importantes que hace una persona en su vida son: primero, la decisión de aceptar a Jesús como el Señor y Salvador personal de uno, y a obedecerle y servirle incondicionalmente. Esta decisión dirige y guía toda la orientación de toda la vida de uno. Como resultado de esta decisión, hemos visto tantas personas que son bautizadas en el Espíritu Santo abriendo sus vidas al poder del Espíritu Santo. Tantos laicos en la Renovación Carismática Católica que se implican en ministerios y muy especialmente en la dirección pastoral. Hemos visto nacer grupos de oración, comunidades y ministerios que están sirviendo a la renovación y resurgimiento de la Iglesia; muchas veces resultado del trabajo de laicos.

Pero otra decisión importante que tenemos que tomar es aceptar a otra persona como compañera de nuestra vida y a compartir permanentemente las alegrías y las cargas de la vida, los sueños y las visiones. En todas las áreas de nuestra vida, pero muy especialmente sirviendo como dirigentes de grupos de oración, ministerios y comunidades, el trabajo en equipo del marido y la mujer es de crucial importancia. Por "trabajo en equipo" quiero decir que nosotros como pareja hemos entendido primero de todo la llamada a ser dirigentes, y estamos dispuestos a servir a Dios y a la Iglesia no como individuos sino como una familia. Cada uno necesita ser el apoyo completo del otro.

Personalmente he conocido muchos dirigentes poderosos tanto sacerdotes, religiosas como personas casadas. De los últimos, los dirigentes más fuertes son los que tienen matrimonios buenos, sólidos y felices. Sin embargo, he visto tantos dirigentes heridos y rotos porque no tenían una pareja que les apoyara en su ministerio. He visto parejas, cada uno con sus propias ambiciones personales, aspiraciones y programas. Pero no eran un equipo. Cada uno tiraba en direcciones opuestas. He visto tantas personas potenciales que nunca pudieron desarrollar sus carismas y sus cualidades de dirigente porque no eran completamente entendidos y apoyados por su cónyuge.

Uno de los peligros con que un dirigente eficaz se encuentra es el peligro de verse demasiado implicado. Muy a menudo los que decimos "Sí" a todo el mundo acabamos diciendo "No" a aquellos que están más cerca de nosotros, y que nos necesitan más que cualquier otro. ¿De qué sirve un dirigente que es capaz de inspirar espiritualmente a otro y olvida a su familia?

Como dirigentes pastorales y como maridos, mujeres y padres, a menudo nos tenemos que preguntar: "¿Dónde están mis prioridades? ¿Cómo podemos encontrar el equilibrio entre el compromiso al Señor y al servicio pastoral y la responsabilidad hacia nuestra familia y sus necesidades, tanto sociales, espirituales, financieras y emocionales?" Cuando tenemos la respuesta correcta a estas preguntas, cuando existe un equilibrio adecuado entre las exigencias pastorales y las necesidades familiares, la vida fluye a través nuestro a nuestra familia así como hacia los otros que son beneficiarios de nuestro ministerio.

Yo personalmente he fallado, descuidado y luchado con estas preguntas durante más de quince años. Me gustaría hacer tres sugerencias que, cuando junto con mi esposa pongo en práctica con determinación, siempre acarrean buenos resultados.

1. Tenemos tiempo juntos. Los horarios caóticos acompañan al ministerio, y esto puede mantener alejadas a las parejas. Sin un tiempo diario para orar juntos, discutiendo nuestras alegrías y dificultades y compartiendo nuestra visión y cargas, no podríamos comunicarnos como familia excepto para intercambiar saludos. La comunicación real es probablemente el nutriente más importante de la familia y la vida ministerial.

2. Escuchamos a Dios juntos. Tantas impresiones -algunas impías, muchas mundanas- bombardean nuestras mentes cada día. Sin un tiempo y lugar específico para escuchar a Dios, no podríamos ser capaces de oírle. Así que nuestro tiempo de oración juntos es una oportunidad en el día para Él para guiarnos en nuestro matrimonio y ministerio.

3. Experimentamos la intimidad a un nivel más profundo. La intimidad conyugal es más que una relación sexual o emocional; implica vivir como una sola carne, no simplemente como dos individuos, creciendo juntos en nuestro caminar con Dios y uno con el otro. Esto depende de lo capaces que seamos de tener un tiempo de calidad juntos.

Todos conocemos y creemos en la importancia y permanencia del matrimonio y la familia. Todos profesamos que la familia es la base de la Iglesia, de una sociedad sana y de una nación próspera. Cuan importante es, entonces, que nosotros como dirigentes, junto con nuestras familias, seamos un buen ejemplo. El Señor, por el poder de su Espíritu Santo puede renovar y reanimar no sólo nuestra vida familiar y nuestros ministerios, sino que Él puede y quiere ayudarnos a encontrar el equilibrio adecuado entre los dos.

La mente renovada / Autora: Dra. Gloria Niño de Gómez.

“No sigan la corriente del mundo......”Romanos 12:2

Significado de la Corona de Espinas :

Hablaba a la humanidad sobre la importancia de la mente y, la importancia de la renovación de la mente en el creyente. Era como si el Señor dijera que toda la maldición que habías recibido en tu mente por haberte apartado de mí, por haber estado en el pecado, por haber dejado mis mandamientos, la estoy llevando en la corona de espinas. Debemos renovar el espíritu de nuestra mente. Las situaciones que estamos viviendo hoy en día dependen mucho del espíritu de nuestra mente.

Para renovar la mente lo primero que tiene que venir a nuestra vida es el Espíritu Santo de Dios. Cuando una recibe al Señor como su Salvador, nace a una nueva vida y le empiezan a hablar de victoria en todas las áreas. Pero, cuando empezamos a revisar nuestra vida vemos y analizamos que eso no nos está sucediendo, nos preguntamos el ¿Por qué?

La respuesta es: El Espíritu Santo no podrá traer a nuestra vida la victoria, hasta que nuestra mente no esté sujeta a El. Cuando la mente está aferrada a las cosas terrenales y no sujeta al Espíritu, al Espíritu de Dios, no podrá venir a mi; Porque el Espíritu Santo viene solo a una mente en paz, apacible. Esto nos lo explica: El viento suave en la cueva cuando llega el Espíritu a Elías. La mente tiene que estar en paz en el tiempo de oración.

El Espíritu de Dios nos guiará a toda la verdad. El Espíritu Santo cuando viene a nuestras vidas y cuando llega a mi vida habla a mi espíritu y lo comunica a mi mente. Pero si llega y encuentra una mente confusa que no busca el reino de Dios y su justicia, sino otras cosas a través de medios no cristianos, esto hace que el ser humano pierda su sensibilidad para escuchar lo que Dios quiere dar a su vida.

Tres partes del mensaje:

1. Importancia de los pensamientos.
2. Condiciones de la mente.
3. Como tener una mente en Cristo.

La primera habla sobre lo que está pasando en mi vida. La segunda habla de porqué está pasando eso en mi vida. La tercera, que hacer en mi mente para tener un cambio.

1. IMPORTANCIA DE LOS PENSAMIENTOS

Efesios 1: 17 y siguientes. v. 18, Alumbrando los ojos de nuestro entendimiento, esto significa la mente, o sea alumbrando mi mente. La única manera que tú tienes de conocer el propósito de Dios, y la voluntad de Dios para mi vida es, que mi mente sea ILUMINADA por el Espíritu de Dios. Ejemplo: Oración de Jesús en el huerto de Gestsemaní: “Que se haga tu voluntad y no la mía.” Jesús sabía cual era la voluntad de Dios; El sabía el propósito de Dios; de su muerte en la cruz para salvar al mundo. Nosotros huimos cuando hay dolor y confusión porque no hemos dejado que el Espíritu Santo de Dios ilumine nuestra mente.

Si no hay paz, si no hay quietud, no podrás conocer la perfecta voluntad de Dios. Invitar a Jesús para que controle nuestra mente y nos muestre cuál es el propósito para mi vida y nos de paz. 2 Corintios 10: 3-5 La Biblia dice: Cual es el pensamiento del hombre, tal es él. Los pensamientos mandan sobre sus actos. Cómo operan los pensamientos en la vida de una persona. Cómo opera un pequeño pensamiento en la vida de una persona hasta convertirse en una estructura, una fortaleza*.

*FORTALEZA: Espíritus malignos asignados por Satanás para influir y controlar la mente de las personas. Fortalezas ideológicas. *FORTALEZA es un área en la cual Satanás nos mantiene en atadura debido a cierta manera de pensar. De un pensamiento se pueden crear o fortalezas o muchas doctrinas. Que tipos de pensamientos ha tenido usted en su vida que hoy están dando frutos de mal, en su ser. Cuando acepto fortalezas y estructuras en contra de Dios, entran en mi mente espíritus que contribuyen a que esos pensamientos se afirmen. No solo hay que renunciar a los pensamientos que se han vuelto fortalezas, sino a los espíritus que controlan esos pensamientos y atan la mente porque quieren impedir que la Palabra y las Promesas se hagan realidad en su vida. Ejemplo: Fortalezas alrededor de su hogar, en prosperidad, etc.

2. QUE CONDICIONES HAY EN LA MENTE DEL SER HUMANO

-¿Porqué ese tipo de pensamientos que usted tiene? Hay cinco (5) tipos:

A) Mente Desconcentrada en características que pueden estar en nuestra mente: Indisciplinada Efesios 4:7 Habla de la mente que esta pensando siempre en el por qué, pregunta muchas cosas, no tiene quietud para recibir. Lo razona todo, lo racionaliza y viene también el doble ánimo en esa mente que trae a su vida indecisión, confusión. Ejemplo: Jonás. Una mente inquieta que no atendió el llamado, su espíritu estaba adormecido. Mente inquieta en el momento de oración.

B) Mente confundida y dudosa. La mente dudosa quiere razonar y no obedecer, es de doble ánimo. Santiago 5: 1-8 No deben existir vacilaciones sino firmeza.Ejemplo de Duda: La Higuera.

C) Mente Incrédula. Esta es algo muy diferente, es cuando usted tiene el llamado de Dios y no obedece. Ejemplo: Hijo Epiléptico. Marcos 9:14-28; Cuando usted cree al llamado, a la Palabra, cuando cree en las Promesas, es un hombre obediente y así vendrá el fruto y la multiplicación. Si usted, rinde su mente a Dios, recibirá unción de discernimiento, de sabiduría, de entendimiento para que sea sensible a las Promesas, al llamado y a la Palabra.

D) Mente ansiosa y preocupada. Es aquella que todavía está buscando las cosas del mundo, como dice Mateo 6: 25 y siguientes. En la Biblia, hay muchos versículos que hablan sobre la ansiedad. Dejad vuestra carga sobre Jesús. Una mente ansiosa y preocupada trae división. La preocupación se da en las personas porque no han experimentado el amor del Padre. La mente ansiosa y preocupada impide que el Espíritu le hable a su corazón.

E) MENTE CRITICA, SUSPICAZ Y ENJUICIADORA. Mateo 7:1 Mente Critica: el corazón. Cada vez que ve a alguien está mirando el problema de esa persona. Proverbios 4. Nuestra mente tiene que tener pensamientos de bien para los demás, nunca pensamientos que no corresponden . Hay que sujetar la mente y disciplinarla,

F) MENTE PASIVA. Es aquella que no hace nada. Efesios 4:22-24; 5:15 Una mente pasiva es la que está abierta totalmente a las artimañas del enemigo. Es la que está controlada por un espíritu de pereza, de negligencia. Son mentes que han estado en ignorancia. Todo hijo de Dios, debe tener una mente con sabiduría e inteligencia porque la inteligencia proviene de Dios, no de los libros. En una mente pasiva entran espíritus de ignorancia y ocultismo por prácticas en contra de la Palabra de Dios. Cuando no se han derribado las fortalezas de la mente, ni se han liberado los espíritus, tenemos bloqueos para entender la Palabra de Dios. Cuando la mente está pasiva o sea sin llenarla de Palabra de Dios, el enemigo pone en nuestra mente argumentos en contra de la Palabra, de la Fe de la familia, del llamado del servicio. Por eso debemos avivar la mente de Palabra para que usted pueda comprender las Escrituras.

El lugar que le damos a Satanás a menudo es un espacio vacío. Una mente vacía (en blanco), como la que utilizan en las dinámicas mentales, puede llenarse fácilmente con toda clase de pensamientos erróneos y no se da cuenta que un espíritu diabólico los ha inyectado en su mente porque había un espacio vacío allí que llenar. Una manera de alejar las ideas equivocadas de mi mente, es mantenerla llena de Palabra de Dios. El diablo puede ser echado fuera, pero si vuelve a su antiguo hogar y lo encuentra vacío, como dice en Lucas 11: 24-26, que regresa y trae siete peores que él y la condición de la persona es peor que la primera. Por eso, debemos instruir a las personas cómo llenar el espacio vacío. Detrás de los pensamientos malos a menudo hay espíritus malos.

3. COMO TENER LA MENTE DE CRISTO

1Corintios 2:16, Seis aspectos para tener la mente de Cristo

1. Tenga la mente en Dios. Isaías 26:3. Conocer quién es Dios, con todos sus atributos.

2. Medite en Dios y en sus obras, para que crezca su fe, su mente sea controlada y, tenga disciplinas espirituales en su vida.

3. Tenga una Comunión directa con el Señor. Esta comunión hará que mi mente se abra.

4. Piense en el amor de Dios Cuando pienso en el amor de Dios, mis pensamientos cambiarán, serán diferentes comprenderé el amor de Dios y viviré confiado en que sus pensamientos me llevan a un camino de éxito y de bendición.

5. Tenga una mente agradecida. La mente agradecida hará que no se tenga una mente de queja. Esta mente rechaza cualquier pensamiento negativo y atrae bendiciones.

6. Tenga su mente en la Palabra de Dios. Josué 1:8. Si medita la Palabra, próspera y su camino será de éxito. Medite y sea sano. Proverbios 4: 20-22. Escuche y cosechará. La meditación en la Palabra hará que su mente sea renovada.

¡Proclamamos al Jesús vivo, y no simples doctrinas o teorías! / Autor: Raniero Cantalamessa omfcap.

"Israelitas, escuchad estas palabras: A Jesús, el Nazoreo, hombre acreditado por Dios entre vosotros con milagros, prodigios y señales que Dios hizo por su medio entre vosotros, como vosotros mismos sabéis, a éste, que fue entregado según el determinado designio y previo conocimiento de Dios, vosotros le matasteis clavándole en la cruz por mano de los impíos; a éste, pues, Dios le resucitó librándole de los dolores del Hades, pues no era posible que quedase bajo su dominio; porque dice de él David: Veía constantemente al Señor delante de mí, puesto que está a mi derecha, para que no vacile.
Por eso se ha alegrado mi corazón y se ha alborozado mi lengua, y hasta mi carne reposará en la esperanza de que no abandonarás mi alma en el Hades ni permitirás que tu santo experimente la corrupción.
Me has hecho conocer caminos de vida, me llenarás de gozo con tu rostro.
"Hermanos, permitidme que os diga con toda libertad cómo el patriarca David murió y fue sepultado y su tumba permanece entre nosotros hasta el presente.
Pero como él era profeta y sabía que Dios le había asegurado con juramento que se sentaría en su trono un descendiente de su sangre, vio a lo lejos y habló de la resurrección de Cristo, que ni fue abandonado en el Hades ni su carne experimentó la corrupción.
A este Jesús Dios le resucitó; de lo cual todos nosotros somos testigos.
Y exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y ha derramado lo que vosotros veis y oís.
Pues David no subió a los cielos y sin embargo dice: Dijo el Señor a mi Señor:Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos por escabel de tus pies. =
"Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado."
Hech 2, 22-36

Echemos un vistazo a algunas líneas de este pasaje: «Israelitas, escuchen mis palabras». Todos podemos recibir la autoridad de Pedro para hablar de esta manera. Recuerden que se trata del mismo hombre que, unos días antes, estaba tan asustado que fue intimidado en presencia de un siervo y una doncella. Ahora se yergue firme y se atreve a hablar de esta forma.

«Israelitas»
-hoy podría significar «Pueblos del mundo, escuchen mis palabras». Desafió a quienes lo escuchaban y dijo: «¿Recuerdan a cierto Jesús de Nazaret, lo recuerdan? Una vez que todos hubieran recordado a Jesús de Nazaret, Pedro hizo caer un nuevo relámpago: «Ustedes lo mataron». Repitió tres veces esta acusación utilizando diferentes palabras. «Ustedes lo hicieron morir. Pero Dios lo resucitó, librándolo de las garras de la muerte, y lo ha constituido Señor y Mesías."
El centro es Jesucristo

¿Qué significaba esto? Significaba que después de la llegada del Espíritu Santo, lo primero que hicieron los apóstoles (después de responder unas pocas preguntas de los judíos) fue dedicarse a lo más importante. Y lo más importante es Jesucristo. Cada vez que el Espíritu Santo viene a la Iglesia de manera renovada y refrescante, viene Jesucristo, el Viviente. Jesucristo se sitúa en el centro de todo. Se lo proclama en espíritu y poder, lo que significa en el poder del Espíritu.

Este es el primer modelo de evangelización, y si deseamos reevangelizar nuestro secularizado mundo moderno, así es como debemos comenzar: con Jesucristo en el centro, Jesucristo como el Señor. Se trata, repito, del modelo para cualquier evangelización. Debemos comenzar presentando al hombre moderno la persona de Jesús, o mejor aún, ayudando a la humanidad actual a establecer una relación personal con Jesús. Esta no es una consigna extraída de nuestros hermanos y hermanas evangélicos y pentecostales. Esta es una prueba, una gran realidad.

Lo que el mundo necesita es tener una relación personal con Jesús como Salvador y Señor. El problema es que el catolicismo, y otras denominaciones cristianas y protestantes están sufriendo más o menos el mismo problema. A mi entender, el problema es que nosotros los católicos hemos desarrollado en nuestra Iglesia una herencia doctrinal tan difundida, un Derecho Canónico, instituciones, liturgias, devociones y espiritualidad que podemos llegar a pasar por alto o abandonar las verdades básicas. Hemos desarrollado una herencia doctrinal tan enorme que no nos damos cuenta que es demasiado para una persona que todavía no conoce ni comprende a Jesús.

Es como ponerle una solemne vestimenta litúrgica a un niño. ¿Recuerdan ustedes una vestimenta muy ornamentada llamada «capa consistorial» que los sacerdotes se ponían para impartir la bendición o los sacramentos? Imagínense esa misma vestimenta muy pesada de oro sobre el cuerpo de un niño pequeño. Esta vestimenta se parece a nuestras ricas y sofisticadas concepción y doctrinas católicas, indiscriminadamente enseñadas a cualquier persona. Tenemos que seguir un orden correcto. Lo demás va llegando después y será muy apreciado.

Pero, primero debemos presentar a Jesucristo. Asegurarnos que las personas se acercan para conocer a Jesús, no necesariamente toda la teología sobre él, toda la Cristología, sino que conocen a Jesús de la manera que San Pablo lo hizo cuando dijo: Si alguien cree que puede confiar en la carne, yo puedo hacerlo con mayor razón: circuncidado al octavo día; de la raza de Israel, de la tribu de Benjamín; hebreo e hijo de hebreos; en cuanto a la Ley, un fariseo; por el ardor de mi celo, perseguidor de la Iglesia; y en lo que se refiere a la justicia que procede de la Ley, de una conducta irreprochable. Pero todo lo que hasta ahora consideraba una ganancia, lo tengo por pérdida a causa de Cristo. Más aún, todo me parece una desventaja comparado con el inapreciable conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor». En esta caso en particular, no llamó a Jesús «nuestro Señor» sino «mi Señor personal». «Así podré conocerlo a él» Filipenses 3:4-11).

Proclamando a Jesús vivo y resucitado

Recuerdo un tiempo en que me dedicaba a enseñar una materia llamada «Introducción al Cristianismo». Había escrito y leído muchos libros sobre Jesucristo, pero hubo un momento en que me fue dada por lo menos una pequeña experiencia del Espíritu Santo. Ese momento llegó cuando estaba leyendo este pasaje de San Pablo. Me sorprendió cuando Pablo decía «Así podré conocerlo a El», ese sencillo pronombre personal «él». Dice más que lo que podríamos obtener de la lectura de muchos libros sobre Jesús. Significa a Cristo de carne y hueso. Un Jesús vivo- no simplemente doctrinas, o teorías o libros sobre Jesucristo.

Hace poco tiempo, asistí a una conferencia ecuménica en Orlando, Florida, en la que la principal preocupación era encontrar una base para un testimonio común entre todos los cristianos. Convinimos muy fácilmente en que esta base común es Jesucristo -la persona de Jesús. Podemos proclamar juntos a Cristo, sin distinciones de ninguna clase. Esta es la única doctrina o dogma cristiano que comparten todas las denominaciones. Incluso la doctrina de la Trinidad no es algo sobre lo que todos estén de acuerdo; existen discusiones entre los griegos, los ortodoxos y los latinos sobre el «Filioque», sobre la forma de comprender la procesión de la Trinidad. Jesucristo es la única herencia que compartimos sin discusión. Esa es la razón por la que debemos proclamar a Jesús como Salvador y Señor.

A partir de mi propia experiencia puedo observar que incluso si hablo de muchos conceptos hermosos, parece que nada sucede. Debemos proclamar a Jesús como Señor y Salvador, ayudar a las personas a comprender lo que significa tener a Jesús como su Salvador -no sólo teóricamente, sino que cada día tengan un Salvador, alguien que los conforte de la fatiga diaria, de sus pecados y de sus errores, y que los renueve. Él nos salva. Cuando ustedes proclaman a este Jesús vivo, crucificado y resucitado, siempre sucede algo.

La familia: signo de la felicidad de Dios / Autora: Madre Teresa de Calcuta

Hoy en día hay muchos problemas en el mundo y yo creo que la mayoría de ellos comienzan en casa. El mundo está sufriendo tanto porque no hay paz. Y no hay paz, porque no hay paz en la familia. Debemos hacer de nuestras casas centros de compasión y perdonar sin cesar, y así habrá paz.

Ustedes deben ser una familia; ser la presencia de Cristo el uno para el otro. Dios ha instituido la familia para que sea Su Amor. Ámense los unos a los otros con ternura como Jesús los ama a cada uno de ustedes. Jesús siempre está allí, para amar, para compartir, para ser la alegría de nuestra vida.

El amor de Jesús para nosotros es incondicional, es tierno, siempre perdona, es completo. Sólo deja que la gente vea a Jesús en ti: que vea como rezas, que vea como llevas una vida pura, que vea como tratas a tu familia, que vea cuanta paz hay en tu familia.

La consideración hacia los demás es el punto de partida para una gran santidad. Si aprendes ese arte de la consideración, te harás más y más parecido a Cristo, porque Su corazón era manso y El siempre pensaba en las necesidades de los demás. Si tenemos esa consideración los unos por los otros, nuestras casas realmente se convertirnos en el hogar del Seor Altísimo.

¿Conoces primero a los pobres de tu propia casa?. Tal vez en tu casa haya alguien que se siente solo, no muy acogido, no muy amado. Tal vez tu esposo o tu esposa o tu hijo se siente solo. ¿Sabes eso? Hoy ni siquiera tenemos tiempo de mirarnos el uno al otro, de hablarnos, de divertirnos en la compañía de otros . . . Y as, cada vez estamos menos en contacto el uno con el otro. El mundo está perdido por falta de dulzura y amabilidad. La gente siente una gran hambre de amor porque todo el mundo tiene tanta prisa.

Sean felices... y dedíquense muy especialmente a ser un signo de la felicidad de Dios. La alegría se refleja en los ojos; es evidente cuando uno habla y camina. No la podemos encerrar dentro de nosotros mismos. Cuando la gente encuentre en tus ojos esa felicidad habitual, entenderán que ellos son los hijos amados de Dios. La alegría es muy contagiosa. Nunca sabremos todo el bien que una simple sonrisa puede causar. Sean fieles en las cosas pequeñas. Sonrían el uno al otro. Tenemos que vivir bellamente.

Si introducimos la oración dentro de la familia, la familia quedara unida. Se amarán los unos a los otros. Reúnanse por sólo cinco minutos. Es de allí de donde vendrá su fuerza. El tiempo que pasamos teniendo nuestra audiencia diaria con Dios es la parte mas preciosa de todo el día. Quiero que ustedes llenen sus corazones con un gran amor.

Hagan de sus casas y de sus familias otro Nazaret, donde el amor, la paz, la alegría y la unidad reinen. Porque el amor comienza en el hogar. ¡Que Dios los bendiga!

Sor Mari Luz: «Nadie es irrecuperable; he visto las mayores conversiones en la cárcel»


Esta hermana de las Hijas de la Caridad dedica su vida a atender a los presos

Fue a visitar a un preso que convive con el sida y le advirtieron que tenían que encerrarla durante el encuentro. «¿Qué miedo me va a dar si es mi hermano!», les recriminó a los enfermeros. Cuando abrazó al paciente este se puso a llorar. Traspasa las rejas y hace la revolución. Da palabras de la Biblia a los presos y los anima. «Si la voy a palmar», exclaman sin esperanza, pero al tiempo, estas personas llenas de heridas, de amargura y con mal aspecto, se transforman en evangelizadores de otros presos. Sor Mari Luz sólo quiere «dar contento a Dios por todos los que le rechazan».

Mónica Vázquez - Madrid.- La Razón Digital
Mari Luz, aunque pequeñita y delgada, es audaz y tiene una fuerza arrasadora. Esta hermana de las Hijas dela Caridad se acerca a los presos y les da una palabra de Dios que, según ellos, les cambia la vida.

«Me llaman sor Tripi, porque cuando voy a la cárcel se ponen mejor que si tomasen droga», explica la hermana Mari Luz. «Cuando tú vienes alegras el patio», «cuando usted se va queda el patio ¿con una paz!», le señalan los presos y funcionarios. Y ella sólo responde que «es la palabra de Dios la que siempre da paz».

Lo que no le falta a esta monjita es valentía. En Carabanchel va por el patio sola entre internos que muchos calificarían de «peligrosos». «Pero hermana ¿no le da miedo?», le preguntan. «¿Pero cómo me va a dar miedo si son mis hermanicos!». Lo mismo repite cuando va a la enfermería. En la sala para personas que conviven con el virus del sida, en el Hospital penitenciario de Carabanchel, algunos le han dicho: «hermana aquí no viene ni Dios». «Dios sí y yo también», les contesta. «Pero hermana si entra a la habitación, tengo que encerrarla con él». Ella sin problema. Basta con que diga sonriente «oye hermanico, que yo estoy aquí porque Dios te ama mucho» para que ellos se pongan a llorar.

Nadie es irrecuperable

«En el fondo todos los hombres son buenos, pero algunos son ignorantes, nunca han oído hablar de Dios. Muchos dicen este es irrecuperable , pero yo he visto aquí las mayores preciosidades de conversión»,
sostiene.

Sor Mari Luz ingresó a los 19 años en la congregación de las Hijas de la Caridad, aunque ya desde los siete sentía que «nadie podía llenar mi corazón más que Dios». Estudió magisterio y se dedicó a la educación de los niños hasta que comenzó a notar que muchos niños con problemas de estudios tenían algún familiar preso. Entonces le pidieron que visitara a una mujer mayor que estaba desesperada porque su hija había desaparecido. Finalmente encontraron a la joven en la cárcel de Picassent, Valencia, aunque después la trasladaron a la ex prisión de Yeserías en Madrid y Sor Mari Luz empezó a visitarla.

«Al principio iba a los locutorios, porque no pensaba entrar, pero me hicieron pasar al patio de las internas y esta chica venía junto con otras para que les hablara de Dios», añade. Su obra se extendió cuando comenzó a visitar en Carabanchel a los maridos o padres de estas mujeres. Al mismo tiempo asistía a los retiros de la Renovación Carismática Católica, donde surgió el deseo de formar un grupo de oración en todas las cárceles de España.

Muchos de los presos ya han estado en las asambleas de oración. «Cada vez que vuelven a la prisión los funcionarios me preguntan: hermana, ¿qué les ha hecho en el permiso que todos los internos vienen llenos de alegría? Y yo les digo que es Dios, que es tan bueno y tan precioso».

Muchos presos también la conoce como «Torbellino Mari Luz» por todo lo que provoca cuando va a visitarlos. En una cárcel llegó a formar reuniones de oración a la que asistían 120 personas privadas de libertad. Una vez la llamaron de Nanclares de la Oca (una cárcel de Álava) porque había un preso que se había intentado suicidar. «No tengo a nadie más que a la hermanita Mari Luz», musitó a los guardias. «Fui corriendo a ver al chaval y no veas que alegría se llevó», recuerda.

Un viento huracanado

Pero «Sor Torbellino» no evangeliza únicamente en la prisión. Cuando espera el metro o el autobús observa a las personas que están con el rostro triste. Se les acerca y sin pudor comienza a hablar: «pero no estés triste, mira qué palabra tiene Dios para ti». « La gente no lo rechaza, más bien le sorprende», asegura sonriente.

En una ocasión se topó con un interno que había hecho un pacto con el diablo y le exigían que violara a una mujer lo más joven posible o le matarían. «Tienes que renunciar a Satanás», le decía la hermana, «no puedo, no puedo», respondía él. «Con Jesucristo puedes porque Jesús le ha vencido». Aún así advierte: «abrimos una rendija a Satanás cuando nos dejamos llevar, porque entonces nuestra vida no es en verdad amor a nuestros hermanos».

«Lo que quiero es darle contento al Señor, darle descanso mientras otros le rechazan. Jesús es el más pobre de los pobres, siempre tan solo en el Sagrario», explica. Antes de entrar a la cárcel pide a Jesús: «la misericordia con la que tú amas a cada uno de nuestros hermanos, sólo quiero que conozcan lo maravilloso que es Dios».

Sor Mari Luz asegura que uno de los sitios en los que más cómoda se encuentra es en la prisión Herrera de la Mancha, en Manzanares, donde hay una capilla en la que puede orar antes de comenzar las visitas. Precisamente, a pesar de su plena actividad, vive en permanente oración siguiendo las enseñanzas del fundador de su orden, San Vicente de Paul, y de su lema: «no salgáis de la oración, hijas». Sor Mari Luz sabe cuál es el secreto para «vivir la presencia amorosa de Dios continuamente»: «Si yo puedo hacer todo esto es gracias a mis hermanitas, a mis superioras y a la Renovación Carismática».

Todo es don / Autor: P. Jesús Higueras


Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a él para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: "Este acoge a los pecadores y come con ellos."
Entonces les dijo esta parábola.
"Un hombre tenía dos hijos;
y el menor de ellos dijo al padre: "Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde." Y él les repartió la hacienda.
Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino.
"Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad.
Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos.
Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba.
Y entrando en sí mismo, dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre!
Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti.
Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros."
Y, levantándose, partió hacia su padre. "Estando él todavía lejos, le vió su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente.
El hijo le dijo: "Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo."
Pero el padre dijo a sus siervos: "Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado." Y comenzaron la fiesta.
"Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
El le dijo: "Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano."
El se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba.
Pero él replicó a su padre: "Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!"
"Pero él le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado."

Lucas 15, 1-3, 11-32

Desde pequeños, nos hemos acostumbrado a escuchar la parábola del hijo pródigo sin cuestionarnos su título, sin embargo, muchos hoy en día, están de acuerdo en que deberíamos cambiárselo por el de “La parábola del padre bueno”. Porque si hay algo que nos llame la atención, no es el hijo pródigo en el que tantas veces nos vemos reflejados cada uno de nosotros, ni siquiera en ese hermano mayor que representa un tipo de religiosidad un poco ajada y ritualista. Sobre todo, lo que sigue llamando la atención, es la figura del padre, que a pesar de que su hijo se marcha, haciendo daño y dejando heridas abiertas, siempre está con los brazos abiertos, aún a riesgo de parecer tonto. De hecho, en la parábola, al verlo de lejos, se conmovió, echó a correr, se le tiró al cuello y le llenó de besos. Así expresa Jesús el gozo y la alegría de Dios, su ternura y absoluto amor por sus hijos.

Creo que los dos hermanos coinciden en algo: ninguno de los dos valora a su Padre ni se dan cuenta del gozo que supone vivir con Él. Por eso, el pequeño se marcha y el mayor se aburre, dos actitudes que debemos cuidar para que no se hagan realidad en nuestra vida espiritual.

En el fondo, ninguno supo vivir el amor agradecido que define a todo buen hijo, y especialmente a los hijos de Dios. Dicen que a todo nos acostumbramos cuando se hace reiterativo, pero la lucha constante del cristiano debe incidir en saberse hijo de Dios y vivir como hijo de Dios, sin acostumbrarse a ese misterio de entrega, de donación, de regalo que es Dios. Porque Dios es el gran regalador. Todo nos lo ha regalado: la fe, la vida, los hijos, los hermanos, la salud, el poder reír, pensar... También nos regala el poder convertir el dolor y el sufrimiento en escuela de amor y en motivo de crecimiento, porque, “Todo es don” decía Sta Teresita del Niño Jesús, y sólo el que va viviendo la vida dando gracias por todo, sabe descubrir la belleza que hay a su alrededor y dentro de sí mismo, y vive feliz.

Da grima estar con esas personas que sólo saben quejarse, ver lo malo, incidiendo siempre en el lado negativo de las cosas, creyéndose más listos que los demás porque critican más o suponen segundas o terceras intenciones en las cosas. Ellos mismos están cansados y cansan a los demás.

Y da gusto estar con esa gente buena, que sabe desdramatizar las dificultades de la vida, y ve lo bueno y se goza en el bien, aunque a veces parezca tonto o ingenuo, no le importa lo que parece, le importa lo que es.

Dicen que ante una botella por la mitad caben dos posturas: “ ¡qué bien!, queda media botella” o “! que horror!”, falta media botella”. Debemos preguntarnos en qué postura nos situamos, en la positiva o en la negativa.

El cimiento de la vida cristiana es la filiación divina, que es la hermana gemela de la humildad. Ninguno de los hijos de la parábola se sabía hijo, porque ninguno valoraba los dones y los regalos que el Padre les daba continuamente. Y sobre todo el mayor de los dones: estar con el Padre y saber que todo lo del Padre era de ellos. Se perdieron el gozo de estar con Dios, disfrutar de su compañía, de su dadivosidad.

Le pido a Dios la conversión al amor agradecido, que la palabra “gracias” esté constantemente en mi mente, en mis labios y en mis afectos. ¡Se goza tanto con Dios!. Depende sólo de nosotros la interpretación que demos a los acontecimientos, e incluso esto también es un don del cielo que lo recibe aquél que lo suplica y se esfuerza en recibirlo.

He oido su voz / Autor: Jaume Boada i Rafí O.P.

Dice el Profeta Oseas: "La llevaré al desierto, le hablaré al corazón... recordaremos nuestro amor primero".

Es bueno recordar la "voz" del Señor que nos movió a iniciar este camino.

Era una llamada invitándome a tener una historia especial con Él. A buscarlo, consagrando todo mi ser al Señor, al Evangelio y al Reino.

Era la invitación a seguir de cerca de Jesús, de una forma radical; era la invitación a vivir el evangelio hasta las últimas consecuencias.

Y por esto me pregunto: "¿porqué, Señor, por qué me llamaste a mí, precisamente a mí? ¿Qué viste en mí, Señor, que te movió a llamarme, a escogerme? ¿Qué plan de amor pensaste para mi vida? Y hoy, ¿te hace feliz mi respuesta?".

Son preguntas necesarias para revivir el don de Dios que es la vocación.

Nuestra oración consistirá fundamentalmente en dialogar con el Señor sobre la llamada para recordar "nuestro amor primero".

La historia de cada una de nuestras vidas, la historia de nuestra vocación es, desde la fe, una historia de amor, del amor gratuito y generoso del Padre.

Son diversos los caminos que el Señor ha empleado para hacernos oír su voz: "En cuanto descubrí que existía Dios, comprendí que sólo podía vivir buscándolo".

Entre nosotros, en nuestras comunidades, habrá quienes se han sentido atraídos por lo absoluto de Dios y por la necesidad irresistible de vivir la plena y total comunión con Él, de consagrar todas las energías de la vida a buscarlo y a anunciarlo.

Otros han encontrado de modo concreto la persona de Jesús en su vida. Literalmente Jesús se ha apoderado de su corazón después de cruzarse en su vida...

Empiezan a percibir el presentimiento de que un día deberán abandonarlo todo para seguirle sin reservas. Y así lo hicieron, o así lo he hecho.

Otros han descubierto la necesidad, la miseria, la enfermedad, la soledad, la marginación, la incultura o la pobreza en los hombres, en los niños ... y a partir de este descubrimiento Dios hace nacer en su corazón el deseo de dedicar la vida a remediar, desde una consagración, estas carencias de los hombres, mujeres, hermanos.

Hay también quienes ya caminaban con Cristo pero de forma más bien solitaria o, quizá, marginada, desconocida, de incógnito. Y han sentido la necesidad de apoyarse en unos hermanos concretos y entrar en una "escuela espiritual" que alimente, apoye, proteja y favorezca este camino.

Otros, finalmente, han descubierto al Señor y al evangelio y han visto en ellos el único sentido de su vida. Y con una gran disponibilidad de corazón se han entregado al Señor para vivir con Él, hablar con Él, gozar de Él y ser testigos y profetas vivos del Señor que vive...

Cada una de nuestras vocaciones tiene una historia concreta: Dios se ha servido de personas, de acontecimientos, de circunstancias intranscendentes, aparentemente.

Todo ello constituye el hilo conductor con el que el Señor va tejiendo nuestra pobre y pequeña historia.

Mirando hacia atrás, es hermoso ver la mano de Dios, el Amor de Dios guiando con amor los pasos de nuestra vida.

Por esto, ahora, en este tiempo de Dios, en el diálogo orante con el Señor, yo te invito a preguntarte ante Él y en diálogo con Él: "Señor , ¿qué fue lo que me movió a decirte que sí?".

Pregúntale también, pregúntate a ti mismo, "¿Qué fuerza tiene hoy en mí mi "sí" del primer día?".

Es necesario dedicar un largo rato a recordar ante el Señor nuestro "amor primero" que siempre es nuevo cuando es un amor fiel. Como el olivo, que podrá tener un tronco centenario mientras que sus hojas siempre son nuevas.

No es una vuelta narcisista al pasado. Es importante recordar el comienzo como un punto de referencia ineludible. Y más aún cuando, con frecuencia, se da en nosotros una desviación del objetivo central de nuestra vida. Por esto, encierra una gran sabiduría el apotegma de San Antonio: "Cada día me digo: hoy comienzo".



BUSCAR Y ENCONTRAR

Cada uno de nosotros podría decir: "He oído su voz y me he decidido a buscarle".
Nuestra vida es un camino de oración y servicio, de trabajo y entrega, de tensión y distensión, de lucha y descanso.

Pero detrás de todo ello, como alma que da vida a todo, está el deseo de buscar y encontrar a Dios, de vivir a Dios, de vivir para Él, de Él y con Él.

Por ello quiero proponerte una serie de pequeños pensamientos para orar serenamente a los pies de Jesús:

Buscar a Dios consiste en dejarse amar por Él, permitir que Él posea tu vida, que Él sea el dueño de tu historia.

Buscar a Dios consiste en penetrar plenamente y sin miedo en su misterio y dejar que
Él penetre todo nuestro ser sin ponerle, por nuestra parte, ninguna clase de condición.

Quien busca a Dios de verdad comienza por olvidarse de sí mismo.

Vive dejándose llevar por Dios, en una actitud de disponibilidad total y de servicio a los hermanos.

El que desea encontrar a Dios lo busca por el camino del silencio, necesita tiempos, espacios de silencio.

No se hace notar, no quiere hacerse ver en nada. Camina, trabaja, lucha. Vive sin ostentaciones. Sin embargo, siempre tiene una palabra humilde de aliento para el hermano.

El tener en tu vida espacios de silencio y de oración para buscar a Dios explícitamente se convertirá en una necesidad para ti. Pero no olvides que no podrás callar ni hacer silencio para buscar a Dios si no has aprendido en la escuela del silencio a escuchar a tus hermanos.

Buscar a Dios es estar dispuesto a dejarte encontrar por Él, a permitir que su luz invada todos los rincones de oscuridad que haya en tu vida y que su amor siembre de comprensión, misericordia, bondad tu vida de relación y de servicio a los hermanos.

Buscar a Dios consiste en recordar que la Iglesia necesita de tu servicio, de tu trabajo apostólico, pero que también necesita de tu vida consagrada y centrada en Dios.

Si tu vida es una búsqueda de Dios, cuando hables de Él en tu servicio apostólico, no lo harás "de memoria". Hablarás, en cambio, de alguien a quien conoces, con quien hablas, convives... y a quien amas de verdad.

Buscar a Dios consiste en mantener vivo el deseo de Él. Di con toda tu fuerza:

"Oh Dios, Tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma tiene ansia de ti,
mi carne tiene sed de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua".
"Como suspira la cierva por los arroyos de agua,
así mi alma te busca a Ti, Dios mío".
"Es necesario que yo disminuya para que El crezca en mí".


Si buscas a Dios en verdad, descubrirás que necesitas ser pobre y sencillo en tu oración: irás a Él con la convicción de que está, de que te espera... y te limitarás a decirle: "Aquí estoy, Señor, a tu disposición". En tu tiempo de oración de hoy, díselo, repítelo con amor: "Aquí estoy, Señor, a tu disposición".

Para buscar a Dios es necesario que seas pobre, pobre de alma; has de dejar el equipaje que sobra y estorba, has de huir de todo lo que sea cobijo de tu egoísmo; deja también tus miedos, tus mediocridades, tu indolencia... pero sobre todo, deja a un lado tu temor al "¿qué me puede pedir el Señor?". Esta pregunta que tantas veces nos hacemos y que muchas veces condiciona, inconscientemente, nuestra entrega.

Buscar a Dios, buscarle, es amarle. Y para amar de verdad es necesario darse, abrir todas las puertas, estar dispuesto a todo con tal de complacer a quien amas. Es necesario que dejes libre tu corazón. Es una pena que una mezquindad limite el alcance de tu amor.

Buscar a Dios consiste en mantener viva la ilusión por conocerlo cada día más y estar dispuesto a dar tu vida por Él... a dar cada día algo nuevo de ti mismo para poderlo conocer, para poderte identificar con Él.

Buscar a Dios es vivir en su presencia. Reconocer sus pasos en la vida de cada día, su rostro en el de tus hermanos. Y al mismo tiempo consistirá en dejarte llevar, de verdad, por los criterios de Cristo hasta poder decir que tus palabras son las que el Señor espera de ti; que tus pasos son los que daría Cristo, que tu manera de mirar, amar y relacionarte con los hermanos equivalen a los que tendría Cristo.

La búsqueda del rostro del Señor la iniciamos cuando tomamos conciencia de la mirada de amor de Dios sobre nosotros. Es nuestra respuesta. La conciencia de sentirte y saberte mirado con amor por Dios es la base toda vida de entrega.

Pero no olvides que Dios te hizo libre y quiere "mendigar" tu consentimiento a su amor creador. Quiere buscarte dejándose buscar por ti.

Buscar a Dios es aceptar y desear ser conocido por Él. Abrir las puertas de la vida para dejar que la luz de su amor te inunde. Es ofrecer al Señor todo lo que tienes y todo lo que eres, en un movimiento interior de alabanza y acción de gracias tan fuerte que, después, pueda quedar plasmado en la vida.

Para acabar este tiempo de meditación, quiero recordar unas palabras de San Gregorio de Nisa: "Encontrar a Dios consiste en buscarlo sin cesar". En efecto, no son dos cosas distintas el buscar y el encontrar. Sino que el premio de la búsqueda está en la misma búsqueda. Así se ve satisfecho el deseo del alma aunque permanezca insaciable ... pues "ver a Dios" es no estar nunca satisfecho de desearlo.

A causa de la trascendencia de los bienes que descubre el alma, a medida que progresa, tiene la impresión de sentirse en el inicio de la ascensión. Y es porque el Señor repite: "Levántate" a aquella persona que ya está levantada; y "ven" a quien ya sale al encuentro; y aquel que corre hacia el Señor nunca tendrá espacio suficiente para correr.

Así, aquel que busca no se detiene nunca, y va de comienzo en comienzo, a través de comienzos que nunca tienen fin.

El Plan de Dios / Enviado por Mónica Heller


Los dinamismos presentes en nuestro ser más profundo nos impulsan en una dirección que asume nuestro quehacer en el mundo y lo abre a un horizonte infinito. Los seres humanos, desde lo más íntimo de nosotros mismos, estamos llamados a responder, con nuestra propia libertad, al llamado que el Señor nos hace. Dios, sobreabundando de amor, crea al ser humano para que se relacione familiarmente con Él, para que se comunique y asocie con otros seres humanos y para que, siendo señor de la creación, dé gloria y alabanza al Creador.

Resulta bien conocida, por nuestro estudio y reflexión, así como por la propia experiencia personal, la realidad del pecado original y las consecuentes rupturas que han quebrado el interior del hombre y su proyección. Sin embargo, aunque por el mal uso de la libertad humana se frustró -al menos momentáneamente- el designio divino, sabemos que «el plan de Yahveh subsiste para siempre, los proyectos de su corazón por todas las edades» (1) .

Así, por el gran amor de Dios, en el Señor Jesús hemos sido reconciliados, posibilitados de responder por entero a nuestra vocación. Él «manifiesta plenamente el hombre al propio hombre» (2) , y nos hace ingresar al horizonte de la gracia. El Señor Jesús, nuestro Reconciliador, es el núcleo del "proyecto misterioso" de Dios-Amor de llevar a su plenitud la historia humana, de modo «que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra» (3) .

Obediencia amorosa

Por lo dicho comprenderemos que toda auténtica realización humana pasa por el cumplimiento de ese Plan -personal y comunitario- , cumplimiento que encontramos plasmado en los dichos, hechos y vida del Señor Jesús. «Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra» (4) . Para el Señor, la obediencia al Plan del Padre es lo central. Su obediencia está informada de amor, el mismo que se expresa también en amor a su Madre (piedad filial) y a nosotros, sus hermanos. Obediencia al Plan del Padre que, marcada por la dinámica de la alegría-dolor, por el signo de la Cruz, fructifica en multitud de bienes.

Recorriendo el camino de la Madre

Siguiendo la orientación de una espiritualidad mariano-cristocéntrica, no podemos dejar de acercarnos a nuestra Madre, María. Ella, ejemplo y guía, intercede por nosotros y nos pone en sintonía con el Espíritu Santo, por cuya acción y nuestra colaboración vamos siendo educados y conformados cada vez más plenamente a su Hijo. En Ella descubrimos cuatro dimensiones de la fidelidad al Plan de Dios: la escucha atenta a los signos por medio de los cuales Él nos habla, la apertura a la Palabra; la acogida, que nos lleva a asumir con alegría, prontitud y amor lo que hemos descubierto como parte de su designio; la coherencia, por la que respondemos con el compromiso de la propia vida (con nuestros pensamientos, sentimientos y actitudes en sintonía con los del Señor); y la constancia, que es el mantenernos, en todo momento, en la coherencia.

El recordar el Plan concreto que Dios-Amor tiene para nosotros, el estar atentos a los signos por medio de los cuales ese Plan se manifiesta, el estar a la escucha del llamado que el Señor hace a la comunidad a la que pertenecemos, el acoger y responder a la invitación de ser reconciliadores permanentemente reconciliados en todos los ámbitos de nuestra sociedad, aquejada de tantos y tan graves y dolorosos males... constituyen algunos de los puntos de meditación y compromiso que la reflexión sobre el Plan de Dios nos presenta.

Para meditar

Dios tiene un Plan para nosotros:
Is 48,17; Ef 1,3-10; Col 1,15-20.

Espera nuestra libre cooperación: Lc 1,22-25; Lc 1,38.

Puedo confiar en el Plan de Dios: Sal 19(18),8-9; Sal 23(22),1-4; Sal 33(32),10-12; Is 40,31; Jer 17,7-8; Mt 7,24.

No puedo confiar en mis propios planes: Prov 16,1-3; Prov 19,21; Prov 20,24; Is 29,15-16; Jer 10,23.

Dios permite pruebas para que fortalezcamos nuestra entrega a Él: Rom 5,2-5; Stgo 1,2-4; Stgo 1,12; 1Pe 1,6-7; 1Pe 4,13-14.

Docilidad al Plan de Dios


El mundo y el Plan de Dios

Con mucha frecuencia, el mundo -a través de los medios de comunicación, de opiniones generalizadas o hasta de comentarios bien intencionados- suele ofrecernos una imagen de la religión en la que ésta se reduce a una serie de prácticas externas, y una caricatura de Dios en la que Él termina siendo presentado como un ser caprichoso y arbitrario.

Dentro de esta perspectiva distorsionada, el Plan de Dios no pocas veces es considerado como el proyecto subjetivo y egoísta que esta divinidad tiene para nosotros y que nos impone como una meta de vida que, de no ser cumplida, merecerá un castigo terrible. Esta visión mundana a veces prevalece en nosotros y nos presenta a Dios como un rival o un ser lejano e indiferente, y en esa medida el Plan que tiene para nosotros aparece como algo opuesto a nuestra propia felicidad o simplemente como una realidad que nos resulta indiferente por no tener mucho que ver con nosotros.

El Señor Jesús y el Plan del Padre

Sin embargo, la entrega del Señor Jesús por todos los hombres nos revela desde lo alto de la Cruz el rostro auténtico de Dios, totalmente diferente del que nos pinta el mundo: un Padre lleno de amor, dispuesto a entregar a su Primogénito para restablecer con su creatura el vínculo roto por el pecado.

Así, para cumplir el designio de reconciliació n del Padre, y de manera totalmente gratuita y generosa, decide hacerse presente en medio de los hombres, aun a riesgo de ser recibido con desprecio e ingratitud, para revelarnos de manera personal el proyecto de vida que ha diseñado para nosotros: el Señor Jesús revela al ser humano cuál es el camino que tiene que recorrer para ser plenamente hombre.

Un Plan de sabiduría y amor

Basta conocer un poco al Señor Jesús para descubrir que a Él no lo mueven intereses mezquinos, sino un profundo amor, reflejo y expresión del amor del Padre que el mismo Jesús nos comunica: «Cual la ternura de un padre para con sus hijos, así de tierno es Yahveh para quienes le temen» (5) . Y Dios que nos ama, también nos conoce a cada uno de manera especial: «Yahveh, tú me sondeas y me conoces; sabes cuándo me siento y cuándo me levanto, mis pensamientos penetras desde lejos... no está aún en mi lengua la palabra, y ya tú, Yahveh, la conoces entera» (6) .

Dios, que conoce nuestros dinamismos fundamentales, nuestras necesidades interiores más auténticas -incluso aquellas que nosotros mismos no conocemos o que decodificamos erradamente- , nos ama con un amor y una ternura sin límites. Por eso Él quiere que seamos felices, y sabe cómo podemos lograrlo. Ése es justamente el Plan de Dios: aquel proyecto de vida que el Señor ha diseñado para cada uno de nosotros -movido por su amor y por el conocimiento perfecto que tiene de cada uno- y que es la única senda por la que podremos ser plenamente felices.

El ser humano es libre

La principal prueba de que el Plan de Dios es fruto del amor que el Creador tiene por cada hombre es la libertad. Dios no impone su Plan; se lo revela al ser humano por todos los medios posibles, pero lo deja en la libertad de poder escoger entre obedecer a sus dinamismos interiores, aceptando el proyecto de vida que Dios le propone, o rechazarlo, esclavizándose así a las presiones deshumanizantes del poder, el tener y el placer. El hombre concreto, cada uno de nosotros, puede escoger libremente. Dios respeta esa decisión; pero la opción libre no carece de consecuencias: «Te pongo delante vida o muerte, bendición o maldición. Escoge la vida, para que vivas, tú y tu descendencia, amando a Yahveh tu Dios, escuchando su voz, viviendo unido a él» (7) . La opción que tome, por tanto, marcará la diferencia entre la muerte y la vida.

Libertad y docilidad

El Plan de Dios es, pues, nuestro camino seguro a la vida. Pero , por la dramática experiencia del pecado, sabemos que haciendo un mal uso de nuestra libertad podemos elegir la perdición y la muerte. Lo que está en juego no es sólo un momento, es nuestra felicidad terrena y toda la eternidad. ¿Cómo hacer para no errar, para no optar en contra de nuestra propia vida?

Aquí es donde surgen la escucha y la docilidad como medios fundamentales para optar bien. Esta última consiste en la actitud interior que nos permite adherir, tras el asentimiento de la razón, nuestro sentimiento y nuestra voluntad a aquello que la fe nos ha revelado como cierto. La docilidad, por tanto, no es lo contrario a la libertad, sino a la rebeldía sin sentido que surge de ver a Dios como un tirano que pone en riesgo nuestra libertad. Esta virtud, que supone un nivel de dominio de sí al que se ha llegado por medio de la práctica de los silencios, prepara a la persona para que pueda encaminar libremente sus potencias para cooperar con la gracia que el Señor derrama y para remontar, con ella, todas las barreras interiores y exteriores que impiden adecuar la propia vida al Plan de Dios.

La docilidad de la Madre

«He aquí la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra» (8); «Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su sierva» (9) . Tan pronto como aparece en el Nuevo Testamento, la figura de María nuestra Madre ya nos habla de esa actitud de docilidad y disponibilidad. Si María obedece no es porque carezca de voluntad o de inteligencia. Por el contrario, su docilidad es la consecuencia de la fidelidad a sus propios dinamismos interiores, que apuntan hacia Dios y al Plan de salvación que tiene para Ella. De esta manera, por su docilidad, María se libera de toda atadura que podría desviarla del proyecto de vida que la plenifica y se entrega plenamente, siendo consciente de que hay muchas cosas que no comprende y de que el camino de reconciliació n que emprende no estará exento de dolores y sufrimientos (10) . En María, la docilidad no se presenta como una actitud pasiva que simplemente se resigna ante los hechos. Al contrario, es una disposición activa que domina con firmeza las pasiones interiores para disponerlas y encaminarlas hacia el encuentro del Plan de Dios. «La fascinante respuesta de María -nos dice Lu is Fernando Figari- brota del corazón de una Mujer libre; es precisamente desde su libertad poseída, y haciendo ejercicio de esa misma libertad, que María responde: "Sí", "Hágase"» (11) .

La conclusión es evidente: «La vida de María nos invita a trabajar por la misma senda de cooperar con la gracia en el ejercicio del silencio que conduce a la virtud, al señorío sobre sí mismo» (12) . En esta cooperación generosa con la gracia entronca la virtud de la docilidad.

Para meditar

Ser dóciles al Plan de Dios: Jer 18,6; Hch 21,13-14; Rom 9,19-20; Ef 5,17.

Confiar en las promesas de Dios: Jn 6,39-40; 2Cor 1,18-22; Stgo 1,12.

Frutos de la docilidad al Plan de Dios: Prov 1,33; Is 48,18; Mt 7,21; 1Jn 2,17.

Jesús y María, modelos de docilidad: Mt 6,10; Mc 3,31-35; Mc 14,36; Lc 1,38; Jn 4,34; Jn 6,38; Flp 2,8; Heb 12,2-4.


Notas

1. Sal 33(32),11.
2. Gaudium et spe
3. Ef 1,10.
4. Jn 4,34; ver Jn 6,38; Flp 2,5-11.
5. Sal 103(102),13.
6. Sal 139(138),1-27. Dt 30,19-20
8. Lc 1,38.
9. Lc 1,46-48.
10. Ver Lc 2,35.
11. Lu is Fernando Figari, María, paradigma de unidad, Vida y Espiritualidad, Lima 1992, p. 11.
12. Allí mismo, p. 15.

Te llamé a vivir / Enviado por Viviana Baigorria


Te llamé a vivir
Te hice hermosa con mis propias manos.

Te comuniqué mi vida
Deposité en ti mi propio amor con abundancia.

Te hice ver el paisaje y el color.
Te di el oído para que escucharas el canto
de los pájaros y la voz de los hombres.
Te di la palabra para decir
"padre", "madre", "amigo", "hermano".

Te di mi amor más profundo.

No sólo te di vida.
Te estoy sosteniendo en ella.
Tú eres mi hija amada
Te conozco cuando respiras
y te cuido cuando duermes.

No lo dudes.

Mis ojos están puestos en tus ojos.
Mi mano la tengo colocada sobre tu cabeza.

Te amo, aunque me olvides o me rechaces.
Te amo aunque no me ames.

Ya lo sabes.

Podrás ir donde puedas y donde quieras.
Hasta allá te seguirá mi amor
y te sostendrá mi diestra.

¿O es que crees que yo como Padre puedo
olvidar a mi hija?

¡Ni lo sueñes!
Desde que te hice ya no te puedo dejar sola.
Camino y sonrío contigo
Vivo en ti.
Te lo escribo de mil maneras y
te digo al oído y en silencio.

Eres mi hija.

Te amo,

Tu Padre DIOS

miércoles, 24 de octubre de 2007

La virtud teologal de la esperanza / Autor: Juan Pablo I

Para el Papa Juan, la segunda entre las siete “lámparas de la santificación” era la esperanza. Hoy voy a hablaros de esta virtud, que es obligatoria para todo cristiano.

Dante, en su Paraíso (cantos 24, 25 y 26) imaginó que se presentaba a un examen de cristianismo. El tribunal era de altos vuelos. «¿Tienes fe?», le pregunta, en primer lugar, San Pedro. «¿Tienes esperanza?», continúa Santiago. «¿Tienes caridad?», termina San Juan. «Sí, —responde Dante tengo fe, esperanza y caridad». Lo demuestra y pasa el examen con la máxima calificación.

He dicho que la esperanza es obligatoria; pero no por ello es fea o dura. Más aún, quien la viva, viaja en un clima de confianza y abandono, pudiendo decir con el salmista: “Señor, tú eres mi roca, mi escudo, mi fortaleza, mi refugio, mi lámpara, mi pastor, mi salvación. Aunque se enfrentara a mí todo un ejército, no temerá mi corazón; y si se levanta contra mí una batalla, aun entonces estaré confiado”.

Diréis quizá: ¿No es exageradamente entusiasta este salmista? ¿Es posible que a él le hayan salido siempre bien todas las cosas? No, no le salieron bien siempre. Sabe también, y lo dice, que los malos son muchas veces afortunados y los buenos oprimidos. Incluso se lamentó de ello alguna vez al Señor. Hasta llegó a decir: “¿Por qué duermes, Señor? ¿Por qué callas? Despiértate, escúchame, Señor”. Pero conservó la esperanza, firme e inquebrantable. A él y a todos los que esperan, se puede aplicar lo que de Abrahán dijo San Pablo: «Creyó esperando contra toda esperanza» (Rom. 4, 18.

Diréis todavía: ¿Cómo puede suceder esto? Sucede, porque nos agarramos a tres verdades: Dios es omnipotente, Dios me ama inmensamente, Dios es fiel a las promesas. Y es Él, el Dios de la misericordia, quien enciende en mí la confianza; gracias a Él no me siento solo, ni inútil, ni abandonado, sino comprometido en un destino de salvación, que desembocará un día en el Paraíso.

He aludido a los Salmos. La misma segura confianza vibra en los libros de los Santos. Quisiera que leyerais una homilía predicada por San Agustín un día de Pascua sobre el Aleluya. El verdadero Aleluya —dice más o menos— lo cantaremos en el Paraíso. Aquél será el Aleluya del amor pleno; éste de acá abajo, es el Aleluya del amor hambriento, esto es, de la esperanza.

Alguno quizá diga: Pero, ¿si soy un pobre pecador? Le responderé como respondí, hace muchos años, a una señora desconocida que vino a confesarse conmigo. Estaba desalentada, porque —decía— había tenido una vida moralmente borrascosa. ¿Puedo preguntarle —le dije— cuántos años tiene? —Treinta y cinco. —¡Treinta y cinco! Pero usted puede vivir todavía otros cuarenta o cincuenta años y hacer un montón de cosas buenas. Entonces, arrepentida como está, en vez de pensar en el pasado, piense en el porvenir y renueve, con la ayuda de Dios, su vida. Cité en aquella ocasión a San Francisco de Sales, que habla de “nuestras queridas imperfecciones”. Y expliqué: Dios detesta las faltas, porque son faltas. Pero, por otra parte, ama, en cierto sentido, las faltas en cuanto le dan ocasión a Él de mostrar su misericordia y a nosotros de permanecer humildes y de comprender también y compadecer las faltas del prójimo.

No todos comparten esta simpatía por la esperanza. Nietzsche, por ejemplo, la llama “virtud de los débiles”; haría del cristiano un ser inútil, un segregado, un resignado, un extraño al progreso del mundo. Otros hablan de “alienación”, que mantendría a los cristianos al margen de la lucha por la promoción humana. Pero «el mensaje cristiano —ha dicho el Concilio—, lejos de apartar a los hombres de la tarea de edificar el mundo..., les compromete más bien a ello con una obligación más exigente» (Gaudium et spes, núm. 34, cf. núm. 39 y 57, así como el Mensaje al mundo de los Padres Conciliares, del 20 octubre 1962).

Han ido también surgiendo de vez en cuando en el transcurso de los siglos afirmaciones y tendencias de cristianos demasiado pesimistas en relación con el hombre. Pero tales afirmaciones han sido desaprobadas por la Iglesia y olvidadas gracias a una pléyade de Santos alegres y activos, al humanismo cristiano, a los maestros ascéticos a quienes Saint-Beuve llamó “les doux”, y a una teología comprensiva. Santo Tomás de Aquino, por ejemplo, incluye entre las virtudes la jucunditas, o sea, la capacidad de convertir en una alegre sonrisa —en la medida y modo convenientes— las cosas oídas y vistas (cf. II-II, q. 168 a. 2). Gracioso, en este sentido —explicaba yo a mis alumnos— era aquel albañil irlandés, que se cayó del andamio y se rompió las piernas. Conducido al hospital, acudieron el doctor y la religiosa enfermera. «Pobrecito —dijo ésta última— os habéis hecho daño cayendo». A lo que respondió el herido: «No Madre; no precisamente cayendo, llegando a tierra me he hecho daño» Es una grande virtud aprovecharse de las piernas para sonreír y para hacer sonreír a los demás. Santo Tomás se colocaba en la línea de la «alegre nueva» predicada por Cristo, de la hilaritas recomendada por San Agustín; derrotaba al pesimismo, vestía de gozo la vida cristiana, nos invitaba a animarnos con las alegrías sanas y puras que encontramos en nuestro camino.

Cuando yo era muchacho, leí algo sobre Andrew Carnegie, un escocés que marchó, con sus padres, a América, donde poco a poco llegó a ser uno de los hombres más ricos del mundo. No era católico, pero me impresionó el hecho de que hablara insistentemente de los gozos sanos y auténticos de su vida. «Nací en la miseria —decía—, pero no cambiaría los recuerdos de mi infancia por los de los hijos de los millonarios. ¿Qué saben ellos de las alegrías familiares, de la dulce figura de la madre que reúne en sí misma las funciones de niñera, lavandera, cocinera, maestro, ángel y santa?» Se había empleado, muy joven, en una hilandería de Pittsburg, con un estipendio de 56 miserables liras mensuales. Una tarde, en vez de pagarle enseguida, el cajero le dijo que esperase. Carnegie temblaba: «Ahora me despiden», pensó. Por el contrario, después de pagar a los demás, el cajero le dijo: «Andrew, he seguido atentamente tu trabajo y he sacado en conclusión que vale más que el de los otros. Te subo la paga a 67 liras» Carnegie volvió corriendo a su casa, donde la madre lloró de contento por la promoción del hijo. «Habláis de millonarios —decía Carnegie muchos años después—; todos mis millones juntos no me han dado jamás la alegría de aquellas once liras de aumento»

Ciertamente, estos goces, aun siendo buenos y estimulantes, no deben ser supervalorados. Son algo, no todo; sirven como medio, no son el objetivo supremo, no duran siempre, sino poco tiempo. «Usen de ellos los cristianos —escribía San Pablo— como si no los usaran, porque pasa la escena de este mundo» (cf. 1Cor 7, 31). Cristo había dicho ya: « Buscad ante todo el reino de Dios» (Mt 6, 33).

Para terminar, quisiera referirme a una esperanza, que algunos proclaman como cristiana, pero que es sólo cristiana hasta cierto punto.

Me explicaré. En el Concilio, también yo voté el «Mensaje al mundo» de los Padres Conciliares. Decíamos allí: la tarea principal de divinizar no exime a la Iglesia de la tarea de humanizar. También voté la Gaudium et Spes; me conmoví luego y me entusiasmé cuando salió la Populorum Progressio. Creo que el Magisterio de la Iglesia jamás insistirá suficientemente en presentar y recomendar las soluciones de los grandes problemas de la libertad, de la justicia, de la paz, del desarrollo. Y los seglares católicos nunca lucharán suficientemente por resolver estos problemas. Es un error, en cambio, afirmar que la liberación política, económica y social coincide con la salvación en Jesucristo; que el Regnum Dei se identifica con el Regnum hominis; que Ubi Lenin, ibi Jerusalem.

En Friburgo, durante la 85 reunión del Katholikentag, se ha hablado hace pocos días sobre el tema «el futuro de la esperanza» Se hablaba del «mundo» que había de mejorarse y la palabra «futuro» encajaba bien. Pero si de la esperanza para el «mundo» se pasa a la que afecta a cada una de las almas, entonces hay que hablar también de «eternidad»

En Ostia, a la orilla del mar, en un famoso coloquio, Agustín y su madre Mónica, «olvidados del pasado y mirando hacia el porvenir, se preguntaban lo que sería la vida eterna» (Confess. IX núm. 10) Ésta es esperanza cristiana; a esa esperanza se refería el Papa Juan y a ella nos referimos nosotros cuando, con el catecismo, rezamos: «Dios mío, espero en vuestra bondad... la vida eterna y las gracias necesarias para merecerla con las buenas obras que debo y quiero hacer. Dios mío, que no quede yo confundido por toda la eternidad»


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Saludos

(A los participantes a la reunión del Congreso Europeo Mundial de las Religiones por la Paz)

Dirigimos un cordial saludo a los miembros del Congreso Europeo Mundial de las Religiones por la Paz, reunido estos días en Roma.

Os agradecemos vuestra visita porque Nosotros apreciamos vuestra acción al servicio de la paz del mundo gracias a la oración, a los esfuerzos de educación para la paz, a la reflexión sobre los principios fundamentales que deben determinar las relaciones entre los hombres. Para que la paz, en efecto, se realice, su necesidad debe ser experimentada profundamente por la conciencia, porque ella nace de una concepción fundamentalmente espiritual de la humanidad. Que este aspecto religioso lleve, no solamente al perdón y a la reconciliación, sino también al compromiso de favorecer la amistad y la colaboración entre los individuos y los pueblos.

¡ Que Dios Padre, que ama a todos los hombres y que ha querido ser el Padre de todos, os ayude en esta obra!

(A una peregrinación nacional de Kenia)

Es una alegría especial tener la peregrinación de Kenia, acompañada por los Padres de la Consolata. Mis devotos saludos vuelvan con vosotros a todos los miembros de vuestras familias, a todos vuestros seres queridos. ¡Dios bendiga a Kenia!

(Por la paz)

En estos momentos, nos llega un ejemplo desde Camp David. Anteayer, en el Congreso americano, estalló un aplauso que hemos oído también nosotros, cuando Carter citó las palabras de Jesús: “Bienaventurados los que trabajan por la paz”. Yo desearía que aquel aplauso, aquellas palabras, entraran en el corazón de todos los cristianos, especialmente de nosotros los católicos, y nos hagan verdaderamente “fomentadores y constructores de paz”.

(A los recién casados)

En la Gaudium et Spes, los padres no incluyeron una frase, que también es justa y se encuentra en el código: “el matrimonio es un contrato”. En el n. 48, escribieron, en cambio, “pacto de amor”, un concepto que, en los documentos conciliares, está repetido varias veces. Es un concepto justo, que tiene orígenes en la Biblia. Al pedido de matrimonio, el tío de Raquel consintió pero, dijo Jacob, “primero tendrás que trabajar siete años”. Dice la Biblia que aquello años pasaron como un relámpago, tanto la amaba. Deseo que sea así vuestro amor. El Concilio dice que este amor hay que defenderlo, porque está expuesto a peligros. Defendedlo con gran premura. En las grandes y en las pequeñas cosas. *El Papa contó este episodio: “Hace treinta años que nos hemos casado. Cuando éramos novios o en los primeros años de matrimonio, cada vez que hacía un viaje me traía un regalo, cualquier cosita. Ahora ya, esto ocurre pocas veces”. Convendría que ocurriera, que ocurriera siempre.

(A los participantes del Congreso Internacional de Comunidades Terapéuticas)

No quiero hacer un gran discurso como ha anunciado algún periódico. Expondré simplemente una experiencia mía. Hace dos meses, en Venecia, se me presentó un joven sacerdote salesiano que hace allí, más o menos, lo que en Roma don Picchi, y me expuso sus dificultades. Si mal no recuerdo, deseaba aquel sacerdote que hubiera dos comunidades concéntricas. Decía : “Estoy casi solo. Me parece que no me entienden. Haría falta que, en torno a mí y a los que trabajan en esta obra, hubiera toda una cadena de corazones que me entendieran. Se trata de pacientes, no de delincuentes; son pobres jóvenes a quienes las circunstancias de la vida los han marginado. Tienen necesidad de comprensión, lo mismo ellos que quienes de ellos se ocupan. Luego está la otra comunidad más restringida: la comunidad terapéutica”. Aquel sacerdote me explicaba: “Estos jóvenes han llegado a la droga o porque su familia, quizá sin razón, no los han comprendido, o porque no encontraban un centro que les interesara, o porque no tenían amistades serias. Para recuperarlos, basta hacerles sentir que se los quiere. Después podremos restituirlos a la familia, naturalmente con ayuda también de la religión. La droga, muchas veces, depende del hecho de que algunos jóvenes no ven claro el porqué, el objetivo de la vida”. Yo le he dicho: “Querido don Gianni, trataré de ayudarlos”. Luego, no he podido mantener la promesa porque me han hecho Papa. Pero lo que no pude hacer en Venecia, lo hago ahora aquí ante los participantes de este Congreso que abarca un poco a todo el mundo. Hay que sostener, entender estar cerca de esta gente que se sacrifica, sobre todo, por los jóvenes.

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Palabras pronunciadas por Juan Pablo I en la Audiencia General del Miércoles 20 de septiembre de 1978