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Bienvenido a Escuchar y a Dar

Este blog, no pretende ser un diario de sus autores. Deseamos que sea algo vivo y comunitario. Queremos mostrar cómo Dios alimenta y hace crecer su Reino en todo el mundo.

Aquí encontrarás textos de todo tipo de sensibilidades y movimientos de la Iglesia Católica. Tampoco estamos cerrados a compartir la creencia en el Dios único Creador de forma ecuménica. Más que debatir y polemizar queremos Escuchar la voluntad de Dios y Dar a los demás, sabiendo que todos formamos un sólo cuerpo.

La evangelización debe estar centrada en impulsar a las personas a tener una experiencia real del Amor de Dios. Por eso pedimos a cualquiera que visite esta página haga propuestas de textos, testimonios, actos, webs, blogs... Mientras todo esté hecho en el respeto del Amor del Evangelio y la comunión que siempre suscita el Espíritu Santo, todo será públicado. Podéís usar los comentarios pero para aparecer como texto central enviad vuestras propuestas al correo electrónico:

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Oremos todos para que la sabiduría de Jesús Resucitado presida estas páginas y nos bendiga abundamente.

Página web de Escuchar la Voz del Señor

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domingo, 28 de octubre de 2007

Hijos de la Luz / Autora: Madre Angelica

“Antes de empezar…”

Vivimos en una era en la que la tecnología y la ciencia exigen pruebas, y sin embargo, buscamos el misterio. Pero cuando Dios nos ofrece ese misterio, nos esmeramos en destruirlo con nuestra grosera indiferencia o con razonamientos infantiles.

Nos enorgullecemos de nuestros avances tecnológicos y en el hecho de haber encontrado ese invisible poder llamado “energía atómica”, energía que puede curar, destruir, renovar y reconstruir. Y sin embargo, negamos a los espíritus angélicos quienes son también poderes invisibles que pueden destruir, curar y renovar.

Nos enorgullecemos de los genios que aparecen por aquí y por allá, y sin embargo negamos la multitud de inteligencias que sacuden la mente humana.

Sabemos del mal que existe en el mundo y de la incapacidad del hombre para hacerle frente y sin embargo negamos a los espíritus del mal que acechan al hombre en su afán por destruirlo.

Sabemos que Dios es infinito e ilimitado, y sin embargo limitamos su poder creativo en el mundo visible y sus habitantes. Nos enorgullecemos del hecho de que podemos ver la realidad y describirla tal cual es, y más tarde gastamos millones de dólares en tranquilizantes que nos ayuden a olvidarla.

Consideramos que todo aquello que concierne al “otro mundo” está por debajo del nivel de nuestra inteligencia y sin embargo miramos programas de televisión y leemos revistas sobre percepción extra-sensorial y ocultismo.

Observamos con interés como la ciencia incursiona en la telepatía y en la posibilidad de leer las mentes, y sin embargo consideramos nuestra conversación mental con Dios o con nuestro ángel como pura imaginación o fantasía diurna.

Estamos llenos de contradicciones y podríamos aceptar cualquier cosa con tal que no escape a nuestra comprensión, y sin embargo, nuestros corazones y mentes ansían esa realidad invisible que el orgullo mismo ha puesto más allá de nuestro alcance, esa realidad que solo la fe y la humildad pueden alcanzar y comprender.

Es importante rezar / Autor: Pbro. Dr. Jorge A. Gandur

Todos los hombres queremos hacer oración, pero a veces nos resulta costoso, y es necesario tener en cuenta la importancia que tiene el desear hacerlo. Para esto se necesita ir dando pasos, como el niño que va aprendiendo a caminar. Aquí te sugiero algunos para que puedas crecer en trato de amistad con quien sabes que te ama.

Fe: hablar con Dios es hablar con una persona, con una persona viva. No es una figuración ni un artificio. Dios nos ve y nos escucha.

La atención más frecuente que retrae para hacer oración, la más oculta, es nuestra falta de fe. Esta se expresa menos en una incredulidad declarada que en unas preferencias de hecho. Cuando de empieza a orar, se presentan como prioritarios mil trabajos y cuidados que se consideran más urgentes; una vez más, es el momento de la verdad del corazón y de clarificar preferencias.

En cualquier caso, la falta de fe revela que no se ha alcanzado todavía la disposición propia de un corazón humilde: “Sin mí, no podéis hacer nada” (Jn 15, 5; cf. CEC 2732).

Confianza y sencillez: no se trata de devanarse los sesos para decir cosas bonitas. Hay que charlar con la confianza que se tiene con un amigo.

Humildad y sinceridad: la humildad es una disposición necesaria para llegar a hacer bien la oración; pero además la oración es una gran fuente de conocimiento propio, lo que conduce a la humildad “que no es otra cosa que andar en la verdad” (sta. Teresa, Moradas). Las miserias personales no apartan a un verdadero hijo del diálogo con su Padre Dios. Sólo la soberbia ensombrece el horizonte y conduce a la desesperación y al desaliento.

Valentía: el principal defecto de muchos que no se atreven a rezar es que no quieren salir del anonimato, que no se atreven –por cobardía- a enfrentarse cara a cara con Dios.

Generosidad: hablar con Dios no es parlotear sin sentido. Un hijo busca conocer y cumplir la voluntad de Dios. Esto exige muchas veces una buena dosis de sacrificio, de abnegación y de entrega. La palabrería es duramente reprendida por Jesús.

Cómo prepararse



Estas consideraciones presuponen toda la teología espiritual que nos informa de que es Dios mismo quien nos da la posibilidad de hablar con Él. Sin el concurso de la gracia nadie sería capaz ni siquiera de pronunciar el nombre de Jesús con mérito.

Disponerse a hacer un rato de oración mental supone un deseo de fondo de hablar con Dios. Por esto, la preparación que podríamos llamar remota es el empeño humilde y eficaz de estar habitualmente en gracia de Dios. Esto se logra acudiendo regularmente a los sacramentos y, en particular, al de la Penitencia.

Junto a esta disposición, están los medios ascéticos tradicionales para fomentar la presencia de Dios: guarda de corazón y de los sentidos, jaculatorias, etc.

La preparación próxima es la que proporciona el recogimiento íntimo. Es conveniente poner a raya la imaginación y los sentidos para que no se dispersen. “Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que son amigos de orar puestos de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para exhibirse delante de los hombres […]. Tú, por el contrario, cuando te pongas a orar, entra en tu aposento y, cerrada la puerta, ora a tu Padre, que está en lo oculto; y tu Padre, que ve en lo oculto, te recompensará” (Mt 6, 6).

Es en la interioridad del hombre donde es posible encontrar a Dios. “Es el lugar de la decisión, en lo más profundo de nuestras tendencias psíquicas. Es el lugar de la verdad, allí donde elegimos entre la vida y la muerte.

Que trates a Cristo

Pero, no lo olvidemos, hay un solo modo de crecer en la familiaridad y en la confianza con Dios: tratarlo en la oración, hablar con Él, manifestarle, de corazón a corazón, nuestro afecto. El camino de la identificació n con cristo pasa por una vida de oración verdadera.

Los cristianos no tenemos un modo único, prefabricado, para hacer oración, porque los hijos de Dios no necesitan un método, cuadriculado y artificial para dirigirse al Padre. La oración ha de tener la espontaneidad del hijo que habla con su padre, del amigo que habla con el amigo. Cada uno debe encontrar un modo de orar propio, según las necesidades de su alma en ese momento concreto de su vida.

La oración va prendiendo en una hoguera que se alimenta de los troncos recios que ofrece, de ordinario, la meditación del Evangelio y de las verdades de la fe cristiana. Esta oración es la de los hijos de Dios: confiada, sin anonimato, personal, sincera, con el deseo de cumplir siempre la Voluntad de nuestro Padre del Cielo.

En la oración estamos con Jesús; eso nos debe bastar. Vamos a entregarnos, a conocerlo, a aprender a amarlo. El modo de hacerla depende de muchas circunstancias: del momento que pasamos, de las alegrías que hemos recibido, de las penas… que se convierten en gozo cerca de Cristo. En muchas ocasiones traemos a consideración algún pasaje del Evangelio y contemplamos la Santísima Humanidad de Jesús, y aprendemos a quererlo; examinamos otras veces si estamos santificando el trabajo, si nos acerca a Dios; cómo es el trato con aquellas personas entre las que transcurre nuestra vida: la familia, los amigos…; quizá al hilo de la lectura de algún libro, convertimos en tema personal aquello que leemos, diciendo al Señor con el corazón esa jaculatoria que se nos propone, continuando con un afecto que el Espíritu Santo ha sugerido en lo hondo del alma, recogiendo un pequeño propósito para llevarlo a cabo en ese día o avivando otro que habíamos formulado…

La oración mental es una tarea que exige poner en juego, con la ayuda de la gracia, la inteligencia y la voluntad, dispuestos a luchar decididamente contra las distracciones, no admitiéndolas nunca voluntariamente y poniendo empeño en dialogar con el Señor, que es la esencia de toda oración: hablarle con el corazón, mirarlo, escuchar su voz en lo íntimo del alma.

Junto a Cristo en el Sagrario, o allí donde nos encontremos haciendo el rato de oración mental, perseveraremos por amor cuando estemos gozosos y cuando nos resulte difícil y nos parezca que aprovechamos poco. Nos ayudará en muchas ocasiones el sabernos unidos a la Iglesia orante en todas las partes del mundo. Nuestra voz se une al clamor que, en cada momento, se dirige a Dios Padre, por el Hijo, en el Espíritu Santo.

En la perseverancia en la diaria oración se encuentra el origen de nuestra identificació n con Cristo y una fuente continua de alegría, si ponemos empeño y vamos decididos a estar a solas con quien sabemos nos ama.

El amor al Señor progresa al compás de la oración y repercute en las acciones de la persona, en su trabajo, en su apostolado, en su mortificación…

Vencer los obstáculos

En este punto, vital para el progreso espiritual, el alma deberá estar atenta ante los llamados fracasos de la oración: desaliento ante la sequedad; tristeza de no entregarnos totalmente al Señor
–porque “tenemos muchos bienes”-; decepción por no ser escuchados según nuestra propia voluntad… Es preciso conocer con prontitud el origen de estos fracasos para poner el remedio oportuno y perseverar en el trato filial con Dios.

Todos los hombres queremos hacer oración, pero a veces nos resulta costoso, y es necesario tener en cuenta la importancia que tiene el desear hacerlo. Para esto se necesita ir dando pasos, como el niño que va aprendiendo a caminar. Aquí te sugiero algunos para que puedas crecer en trato de amistad con quien sabes que te ama.

Fe: hablar con Dios es hablar con una persona, con una persona viva. No es una figuración ni un artificio. Dios nos ve y nos escucha.

La atención más frecuente que retrae para hacer oración, la más oculta, es nuestra falta de fe. Esta se expresa menos en una incredulidad declarada que en unas preferencias de hecho. Cuando de empieza a orar, se presentan como prioritarios mil trabajos y cuidados que se consideran más urgentes; una vez más, es el momento de la verdad del corazón y de clarificar preferencias.

En cualquier caso, la falta de fe revela que no se ha alcanzado todavía la disposición propia de un corazón humilde: “Sin mí, no podéis hacer nada” (Jn 15, 5; cf. CEC 2732).

Confianza y sencillez: no se trata de devanarse los sesos para decir cosas bonitas. Hay que charlar con la confianza que se tiene con un amigo.

Humildad y sinceridad: la humildad es una disposición necesaria para llegar a hacer bien la oración; pero además la oración es una gran fuente de conocimiento propio, lo que conduce a la humildad “que no es otra cosa que andar en la verdad” (sta. Teresa, Moradas). Las miserias personales no apartan a un verdadero hijo del diálogo con su Padre Dios. Sólo la soberbia ensombrece el horizonte y conduce a la desesperación y al desaliento.

Valentía: el principal defecto de muchos que no se atreven a rezar es que no quieren salir del anonimato, que no se atreven –por cobardía- a enfrentarse cara a cara con Dios.

Generosidad: hablar con Dios no es parlotear sin sentido. Un hijo busca conocer y cumplir la voluntad de Dios. Esto exige muchas veces una buena dosis de sacrificio, de abnegación y de entrega. La palabrería es duramente reprendida por Jesús.

Cómo prepararse

Estas consideraciones presuponen toda la teología espiritual que nos informa de que es Dios mismo quien nos da la posibilidad de hablar con Él. Sin el concurso de la gracia nadie sería capaz ni siquiera de pronunciar el nombre de Jesús con mérito.

Disponerse a hacer un rato de oración mental supone un deseo de fondo de hablar con Dios. Por esto, la preparación que podríamos llamar remota es el empeño humilde y eficaz de estar habitualmente en gracia de Dios. Esto se logra acudiendo regularmente a los sacramentos y, en particular, al de la Penitencia.

Junto a esta disposición, están los medios ascéticos tradicionales para fomentar la presencia de Dios: guarda de corazón y de los sentidos, jaculatorias, etc.

La preparación próxima es la que proporciona el recogimiento íntimo. Es conveniente poner a raya la imaginación y los sentidos para que no se dispersen. “Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que son amigos de orar puestos de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para exhibirse delante de los hombres […]. Tú, por el contrario, cuando te pongas a orar, entra en tu aposento y, cerrada la puerta, ora a tu Padre, que está en lo oculto; y tu Padre, que ve en lo oculto, te recompensará” (Mt 6, 6).

Es en la interioridad del hombre donde es posible encontrar a Dios. “Es el lugar de la decisión, en lo más profundo de nuestras tendencias psíquicas. Es el lugar de la verdad, allí donde elegimos entre la vida y la muerte.

Que trates a Cristo

Pero, no lo olvidemos, hay un solo modo de crecer en la familiaridad y en la confianza con Dios: tratarlo en la oración, hablar con Él, manifestarle, de corazón a corazón, nuestro afecto. El camino de la identificació n con cristo pasa por una vida de oración verdadera.

Los cristianos no tenemos un modo único, prefabricado, para hacer oración, porque los hijos de Dios no necesitan un método, cuadriculado y artificial para dirigirse al Padre. La oración ha de tener la espontaneidad del hijo que habla con su padre, del amigo que habla con el amigo. Cada uno debe encontrar un modo de orar propio, según las necesidades de su alma en ese momento concreto de su vida.

La oración va prendiendo en una hoguera que se alimenta de los troncos recios que ofrece, de ordinario, la meditación del Evangelio y de las verdades de la fe cristiana. Esta oración es la de los hijos de Dios: confiada, sin anonimato, personal, sincera, con el deseo de cumplir siempre la Voluntad de nuestro Padre del Cielo.

En la oración estamos con Jesús; eso nos debe bastar. Vamos a entregarnos, a conocerlo, a aprender a amarlo. El modo de hacerla depende de muchas circunstancias: del momento que pasamos, de las alegrías que hemos recibido, de las penas… que se convierten en gozo cerca de Cristo. En muchas ocasiones traemos a consideración algún pasaje del Evangelio y contemplamos la Santísima Humanidad de Jesús, y aprendemos a quererlo; examinamos otras veces si estamos santificando el trabajo, si nos acerca a Dios; cómo es el trato con aquellas personas entre las que transcurre nuestra vida: la familia, los amigos…; quizá al hilo de la lectura de algún libro, convertimos en tema personal aquello que leemos, diciendo al Señor con el corazón esa jaculatoria que se nos propone, continuando con un afecto que el Espíritu Santo ha sugerido en lo hondo del alma, recogiendo un pequeño propósito para llevarlo a cabo en ese día o avivando otro que habíamos formulado…

La oración mental es una tarea que exige poner en juego, con la ayuda de la gracia, la inteligencia y la voluntad, dispuestos a luchar decididamente contra las distracciones, no admitiéndolas nunca voluntariamente y poniendo empeño en dialogar con el Señor, que es la esencia de toda oración: hablarle con el corazón, mirarlo, escuchar su voz en lo íntimo del alma.

Junto a Cristo en el Sagrario, o allí donde nos encontremos haciendo el rato de oración mental, perseveraremos por amor cuando estemos gozosos y cuando nos resulte difícil y nos parezca que aprovechamos poco. Nos ayudará en muchas ocasiones el sabernos unidos a la Iglesia orante en todas las partes del mundo. Nuestra voz se une al clamor que, en cada momento, se dirige a Dios Padre, por el Hijo, en el Espíritu Santo.

En la perseverancia en la diaria oración se encuentra el origen de nuestra identificació n con Cristo y una fuente continua de alegría, si ponemos empeño y vamos decididos a estar a solas con quien sabemos nos ama.

El amor al Señor progresa al compás de la oración y repercute en las acciones de la persona, en su trabajo, en su apostolado, en su mortificación…

Vencer los obstáculos

En este punto, vital para el progreso espiritual, el alma deberá estar atenta ante los llamados fracasos de la oración: desaliento ante la sequedad; tristeza de no entregarnos totalmente al Señor –porque “tenemos muchos bienes”-; decepción por no ser escuchados según nuestra propia voluntad… Es preciso conocer con prontitud el origen de estos fracasos para poner el remedio oportuno y perseverar en el trato filial con Dios.

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Transcrito del Semanario Cristo Hoy.

Un deseo para tí / Enviado por Vivy

Hoy te deseo un día de milagros comunes:
-Una cafetera de café fresco que otro te preparó
- Una llamada inesperada de un viejo amigo
- Semáforos verdes camino al trabajo.

Te deseo un día de cosas pequeñas de las cuales estar agradecido:
- La fila más rápida en el supermercado
- Tu canción favorita en la radio
- Encontrar tus llaves justo donde buscas.

Te deseo un día de felicidad y perfección:
Pequeños trozos de perfección que te hagan sentir
que Dios te está sonriendo, sosteniéndote tan tiernamente porque eres alguien especial y único.

Te deseo un día de paz, felicidad y dicha.

Dicen que toma un minuto encontrar a una persona especial, una hora para apreciarlos, un día para amarlos, pero una vida entera para olvidarlos.

“Estaba en la cárcel, y vinisteis a verme…” / Autor: Benjamin Cieply, L.C.


Hace treinta años, cerca de quinientas personas poblaban la zona maya de Cancún, en México. Hoy, más de un millón de habitantes pasean por las playas blancas, trabajando en los hoteles y restaurantes. Pero entre el éxito de este nuevo atractivo turístico, también creció el crimen y… la necesidad de una cárcel local.

En C.E.R.E.S.O, la cárcel de Cancún, se encuentran unos de los cien criminales más notorios de la región. Entre ellos hay ladrones, vándalos, asesinos, etcétera, pero todos necesitados de amor.

El año pasado, un católico de Cancún, al reflexionar sobre las palabras del Evangelio según san Mateo “estuve en la cárcel y vinisteis a verme” sintió la necesidad de aplicarlo. El señor Ruvalcaba no sabía qué tipo de reacción encontraría ahí. Simplemente quería asegurarles que no importaba qué crimen hubieran cometido, pues Dios les amaba; aún podían encontrar en el horizonte la reconciliación y la esperanza.

En una ocasión invitó a que los presos se reunieran juntos, y allí les preguntó:

“¿Cuántos de ustedes han sido insultados?” Unos cuantos alzaron sus manos, y les respondió: “Cristo también”. De nuevo les preguntó, “Y ¿cuántos de ustedes han sido empujados o escupidos en la cara?”. Nuevamente, algunas manos levantadas, seguidas de la misma respuesta: “Cristo también”. Finalmente preguntó: “¿Y cuántos han sido encarcelados?”. Esta vez, todos alzaron sus manos, y el Señor Ruvalcaba exclamó: “¡Cristo también!”.

Y sentenció: “Cristo era inocente y, sin embargo, experimentó el sufrimiento de uno castigado por sus crímenes. En este sentido, Cristo se hace cercano incluso a los peores criminales”.

En otra ocasión el señor Ruvalcaba dio a cada uno de los presos un pergamino, envuelto y atado con un listón dorado, representando una carta de Dios. Cada carta era personalizada y buscaba ayudar a los presos a reflexionar sobre el valor de Dios en sus vidas. A cambio, el señor animaba a los presos a escribir una respuesta. Éstas fueron algunos de esos “gritos” elevados al cielo:

Carta num. 1 –
“Padre, siento la necesidad de saber de Ti porque Tú sabes todo de mí, pues Tú me creaste, cada vez que escucho de Ti, más quiero conocerte, enséñame tus caminos, enséñame a amarte igualmente. ¡No permitas que me pierda o que me aleje de Ti!

Carta num. 2 –
“Ahora comprendo que me has traído a esta cárcel para darme cuenta que la verdadera cárcel estaba en mis malos pensamientos y errores que cometía, haciendo daño al que me quería. Es por eso Padre que te pido que me perdones mis errores y mis equivocaciones, he llorado porque te he hecho sufrir y no quiero seguirte lastimando”.

Carta num. 3 –
“Sabes Papi, te extraño mucho, Te necesito mucho, perdóname por ser muy pecador, me arrepiento de todos mis pecados, Papi. Perdóname por ser muy pecador. Papi ayúdame te lo pido mucho, perdóname por toda la maldad que hice. Papi daría todo, pero todo, haz mi vida para entregártela a Ti, Todopoderoso”.



Información tomada de un testimonio personal, mayo de 2007. El Señor Rodolfo Ruvalcaba es voluntario de un apostolado en Cancún que se llama «La ciudad de la alegría».

Judas y Simón, hombres que cambiaron sus valores / Autor: P Juan J. Ferrán

Vamos a contemplar en estos dos Apóstoles ese cambio profundo de vida. Son para nosotros los hombres que cambiaron sus valores políticos religiosos por una vida al lado de Cristo basada en la humildad, en la mansedumbre y en el perdón.


Pertenecían según podemos saber al grupo de los celotes, un grupo de judíos convencidos de su fe y de sus tradiciones, pero que combatían al opresor romano y esperaban un Mesías que los liberara de aquella opresión. Cristo les sale al paso, sin importarle su militancia y sus convicciones, y les invita a seguirle. Ello va a suponer un cambio de mentalidad, una conversión interior, un abandono de algo muy metido en sus corazones. Así se convertirán con el tiempo en hombres que lucharán por liberar al hombre de otras esclavitudes distintas a las políticas: la esclavitud del pecado, la esclavitud de las pasiones, la esclavitud, sobre todo, del propio yo. En este contexto vamos a contemplar el cambio que lógicamente se tuvo que realizar en ellos.


Del odio al amor.

Sabemos que todo judío odiaba a los romanos. Aquello sólo era símbolo de una realidad que se repite en el corazón del hombre: el rencor, el odio, la acepción de personas. Al ser llamados por Cristo Judas y Simón empiezan a comprender que el Maestro centra su mensaje en el amor, en el perdón, en el olvido de las ofensas. Sin duda, en su interior tuvo que darse una revolución profunda, difícil, sangrante. Pero poco a poco empezó a entrar en ellos la comprensión de una nueva visión del hombre, no como enemigo, sino como hermano, hijo del mismo Padre, que ama a todos y hace salir el sol sobre buenos y malos. Así el odio, el rencor, la venganza fueron desapareciendo y en su lugar se situaron la paz, la oración por los enemigos, el amor.


De la ira a la mansedumbre.

Los celotas emprendían campañas de acoso violentas contra los romanos, aunque casi siempre llevaron las de perder. Les movía en rencor, y el rencor engendra ira y violencia. Desde el principio Judas y Simón empezaron a escuchar del Maestro palabras de mansedumbre: Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra (Mt 5,4). ¡Qué difícil debió ser para ellos abandonar el camino de la ira para acercarse a los hombres con bondad, con respeto, con comprensión! Sin embargo, estamos seguros de que pronto comprendieron que aquel camino lograba mejores frutos en la relación entre los hombres. No les pedía Cristo que destruyeran su forma de ser, sino que emplearan para el bien aquella fuerza interior que un día usaron mal, porque la pusieron al servicio de sus pasiones.


Del Dios de la venganza al Dios del amor.

También Judas y Simón tuvieron que entrar por medio de Cristo, Dios hecho hombre, a la comprensión de un Dios distinto, un Dios que es Padre bondadoso, amable, bueno. Esta conversión debió ser dura para hombres que tenían una clara conciencia de ser parte del pueblo elegido y que precisamente rechazaban a los romanos porque éstos intentaban arrebatarles su fe, sus costumbres, sus tradiciones. Es curioso, pero Dios nos pide que amemos incluso a quienes le odian a Él, a quienes le persiguen en su Iglesia, a quienes parecen enemigos irreconciliables de la fe. Más aún, nos asegura que con el amor convenceremos al mundo de la autenticidad de nuestra fe.


A la luz del Evangelio de Cristo y del ejemplo de estos dos Apóstoles, nosotros, hombres de hoy, tenemos que revisar nuestra vida y decidir qué cambios debemos realizar para ser cristianos de veras. ¿Qué nos puede pedir Dios tomando como punto de referencia los valores de la humildad, de la pobreza y de la abnegación? Sin duda, podrían ser muchísimas cosas e, incluso, cada uno tendrá necesidades distintas. Sin embargo, vamos a repasar algunas de las exigencias contenidas en estos valores para nosotros, hombres, padres de familia, esposos, profesionales, miembros de la Iglesia.

Dios nos pide en primer lugar un cambio de mentalidad. Con frecuencia nuestra mente, nuestra inteligencia, nuestra razón están prisioneras de lo material, de lo cotidiano, de lo intrascendente, de lo inmediato. Parecemos ciudadanos de una tierra sin horizontes y sin futuro. Nos parecemos a aquel hombre rico que, tras una buena cosecha, se construye unos grandes graneros y se invita a sí mismo a vivir bien (Lc 12, 16-21). ¡Cómo necesitamos levantar nuestra mirada a la eternidad, dar prioridad a lo espiritual, apreciar más las realidades importantes de la vida como la fe, la familia, la amistad! No nos resulta fácil esta liberación, porque además vivimos en una sociedad que sólo nos habla de bienestar, de comodidad, de éxito, de eficacia. Sin embargo, con los días y con los años vamos saboreando el sabor amargo de una vida que se encierra sobre sí misma sin horizontes y sin futuro.

Tenemos que decidirnos, pues, por dar prioridad al espíritu y a sus cosas sobre la materia, poniendo a Dios como centro de nuestro vida, y no a nosotros como centro de Dios. Tenemos que optar por la oración, por los sacramentos, por las practicas religiosas en lugar de dejarlas relegadas por culpa de nuestras ocupaciones. Tenemos que ser hombres de vida interior más que de acción. Tenemos que defender más la familia que el trabajo. Tenemos que cuidar más la paz interior que las cuentas bancarias.


Dios nos pide en segundo lugar un cambio de corazón. Y os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne (Ez 36, 26). El corazón de piedra es ese corazón endurecido por el racionalismo, el orgullo, la autosuficiencia, la vanidad, el sentido de superioridad. Y el corazón de carne es ese otro corazón humilde, anclado en la fe, sencillo, sin complicaciones, cordial. Es muy necesario para nosotros los hombres abandonar esa falsa madurez que nos conduce frecuentemente a actitudes marcadas por el individualismo, la seguridad, la fuerza, pero que encierran tal vez posturas egoístas, cobardías inconfesables, miedo a la verdad. Tenemos que hacernos como niños. Tenemos que aceptarnos como limitados. Tenemos que aprender a equivocarnos sin rubores. Tenemos que decidirnos a pedir ayuda a los demás y a recibir de los demás con paz sugerencias, correcciones. Tenemos, en definitiva, que dejar los hábitos del hombre viejo para asumir los del hombre nuevo, creado a imagen de Cristo.

Dios nos pide en tercer lugar un cambio de actitudes. Con frecuencia nuestra vida responde a un esquema que difícilmente alteramos con los años. Nos convencemos de unas prioridades que casi sacralizamos; nos instalamos en unas costumbres que no dejamos por ningún motivo; nos hacemos dueños de unos prejuicios que nadie nos hará cambiar; nos aficionamos a un estilo de vida que no nos complique nuestra relación con el entorno; nos ponemos unos límites para no dar más de nosotros mismos; nos diferenciamos de todos para poder vivir a gusto con nuestra mediocridad. Hay que cambiar en todos estos campos, tras los cuales se puede ocultar desde la pereza hasta la presunción, desde la mentira hasta la avaricia, desde la cobardía hasta la falsa prudencia.

Por el contrario, tenemos que abrirnos al cambio, abandonar prejuicios, convencernos de nuestras mentiras, romper con nuestros hábitos egoístas, abrir las puertas a una vida más marcada por los sentimientos y la afectividad. Y evidentemente todo ello para ser personas equilibradas, ricas interiormente, abiertas a la felicidad, pues Dios nos quiere así.

sábado, 27 de octubre de 2007

Introspección, diálogo… oración / Autor: Jesús Manuel Valencia, LC

Mundo interior. Mundo exterior. Una de las muchas divisiones que podemos hacer en nuestra vida. Así es: nuestro peregrinar por este mundo está íntimamente marcado por estas dos realidades. Nos sabemos, nos reconocemos existentes a nosotros mismos en un mundo de existentes distintos de nosotros. Percatamos todos los días que, más allá de nuestro yo activo y pensante, nos envuelve, nos oprime la existencia de otros seres, y es aquí donde se funda la dualidad mas cotidiana de un día cualquiera: tu y yo. Somos diversos y, sin embargo nos relacionamos, tropezamos “fortuitamente”, porque recibimos de manera gratuita la existencia, sin ni siquiera haberla pedido.

Esta dualidad parece insalvable, o al menos, difícil de realizar en un mismo acto, pues, todo mi mundo interior, que por muy pequeño que sea será infinito, ¿Es comunicable a los demás? ¿Hasta dónde me comprenden, hasta dónde me acompañan los que me escuchan, los que me atienden, los que me quieren?

Todos los días entramos en nuestro interior más o menos profundamente. El conocimiento personal se va haciendo indispensable con el pasar de los años. Examinarse con objetividad y sinceridad da como resultado una persona coherente y madura, en marcha ascendente hacia la superación y la perfección. El ejercicio de examinarse continuamente forma un hombre que difícilmente se presentará en quiebra total y a quien difícilmente las abatirán las pruebas y contrariedades de la vida. Y sin embargo ¡cuántas formas hay de hacerlo!

Piénsese en esas formas existencialistas de Camus, Sartre o el famoso psicoanálisis de Freud, todos, amigos de los “grandes discursos mentales”, de parrafadas y monólogos con nuestro yo más egoísta, más antipático y menos sincero. Introspecciones de minería que terminan por derrumbar nuestra estima, nuestros proyectos y, en no pocas ocasiones, la fe y la moral. Por fortuna existen formas mucho más serenas y objetivas.

Después está la otra esfera, más evidente si se quiere: el diálogo. Ya lo dijimos: nos movemos entre seres, en un mundo que nos define y a la vez nos limita; entre realidades diversas de mí: cosas inertes o animadas, sonidos, imágenes. Pero es sobre todo con personas con las que esta estructura de comunicación llega a su punto más alto.

Nadie lo niega: la sola mirada humana es capaz de entrar en relación con los demás. Sin necesidad de palabras revelas gran parte del corazón y del alma. El hombre no puede evitarlo, es social por naturaleza, lo necesita para realizarse como persona y ser feliz. Y así la palabra TU llega a ser esencial. “Ya no se refiere a una cosa entre las cosas, sino que llena el horizonte. No es que nada exista fuera de él; sino que todas las cosas subyacen, se subordinan a su luz”, escribía Martin Buber.

Puestos a pensar, nos resulta claro que, en el fondo, la amistad es un diálogo íntimo y prolongado, que supera la barrera del tiempo, del espacio y de la misma muerte. Aristóteles en su “Ética a Nicómaco” habla de las características de la amistad:

En primer lugar, el amigo busca el bien del otro, cueste lo que cueste. Después, reciprocidad: yo te quiero, tú me quieres. Y por último conocimiento recíproco del recíproco amor. En palabras de Pedro: “Tú lo sabes todo, sabes que te quiero”. La amistad jamás se debe viciar por el interés o la inclinación placentera desenfrenada.

Pero no debemos olvidar el problema planteado: mi amigo, mi mejor amigo, tal vez el único, ¿hasta dónde me conoce? ¿Cuál es su experiencia de mi existencia? El comparte mis alegrías y mis dolores, los siente suyos, pero no lo son. Existe en el alma humana una profundidad tan honda que es difícil descifrarla por completo. Por más que nos esforcemos en participarla, siempre hay algo, aunque sea sutil, que el otro no alcanza entender hasta sus más profundas raíces o que nosotros no logramos desvelar.

Lo único que saltaría esta barrera sería un Amigo -así, en mayúscula- que viviese dentro de mí, pero que fuera distinto de mí. Uno a quien por virtud propia le esté permitido asomarse a los rincones más profundos de mis ser. Un Amigo con quien pueda hablar y llamar confiadamente de TU. ¿Imposible? Bien se sabe que no. La síntesis de introspección y diálogo se llama oración. Sí. A la oración se va a hablar con el Buen Dios que habita en nosotros pero que es distinto de nosotros. Sabe de ante mano lo que queremos confiarle y, como son los buenos amigos, tiene la paciencia de escucharlo íntegramente, aunque sea la enésima vez. Como nos movemos en un plano de amistad profunda sobran los formalismos, basta abrir el corazón. Se trata de una renovación desde Dios hecha en un diálogo sencillo, sin mezcla de vanidades o amor propio. Te conoce tal cual eres, pero tú tienes que reconocerlo de frente a Él y así emprender el camino hacia la superación personal, que en palabra más cristiana se llama santidad, la amistad más limpia y sincera que el hombre puede concebir.

Empezar a orar siempre es un reto. Como sucede con todos los hábitos, se forma y fortalece poco a poco. Primero se empieza, reloj en mano, con cinco minutos, procurando que sea un momento concreto del día (antes de salir al trabajo o a la universidad, antes de la comida o después de clases, o durante un trayecto de rutina). Así se inicia. Con distracciones, dificultades, obstáculos. No con revelaciones o éxtasis, que además no hacen falta. Lo que si hace falta es un alma sedienta de Dios y un corazón dispuesto a tomar en serio los compromisos que de ella nazcan.

La oración es un gran horizonte donde se funden dos realidades que parecían tan distantes como el cielo y la tierra. Los une porque tiene como objeto a quien es capaz de todo. Aquel que dijo que “lo que pidierais a mi Padre Él os lo dará”.

Allí están los dos mundos: el interior y el exterior reconciliados por la oración.

Prostitución, ¿trabajo legal o esclavitud? / Autor: P. John Flynn, L. C.


Una oportunidad fallida de defender la dignidad de la mujer

(ZENIT.org).- En algunos países se debate la legalización de la prostitución.
Hungría decidía hace poco legalizarla, al parecer debido en parte al deseo del gobierno de sacar provecho de una actividad que calculan podría generar cerca de mil millones de dólares al año, informaba el 24 de septiembre Associated Press.

Bulgaria, por el contrario, ha dado un paso en la dirección opuesta, invirtiendo un plan para legalizar la prostitución, según el New York Times del 6 de octubre.

«Debemos ser muy decididos al decir que la venta de carne es un crimen», afirmaba Rumen Petkov, ministro del interior, durante un reciente forum sobre tráfico de seres humanos, informaba el artículo. El New York Times comentaba también que el año pasado Finlandia ilegalizó el pagar por sexo con mujeres traídas al país por traficantes, mientras que Noruega planea imponer una prohibición completa a la compra de sexo.

Italia está considerando cómo tratar la extendida práctica de la prostitución en las calles. El ministro del interior, Giuliano Amato, declaró que el gobierno estaba pensando medidas como multar a los clientes, informaba el diario italiano Avvenire el 26 de septiembre.

También se debate sobre la prostitución en Gran Bretaña, donde una nueva serie de televisión, «Belle de Jour», presenta una visión glamorosa de la industria del sexo –una imagen que Emine Saner criticaba con dureza en un artículo publicado el 20 de septiembre en el periódico Guardian.

«De las 80.000 mujeres que trabajan en el sexo en el Reino Unido, la gran mayoría lo hacen porque tienen problemas de drogas o familias que sostener y no tienen ninguna otra forma viable de hacer dinero», comentaba Saner.

Sostenía, además, que dos tercios de las trabajadoras del sexo han sufrido violencia, incluyendo la violación. Los datos del gobierno también revelan que al menos 60 han sido asesinadas en los últimos 10 años.

La articulista del Guardian, Madelaine Bunting, volvía sobre el debate en un artículo publicado el 8 de octubre. Cerca del 90% de las prostitutas quieren dejar su actividad, afirmaba. En una época en que el tráfico del sexo está aumentando como una de las formas más lucrativas del crimen organizado, no necesitamos cuentos de hadas sobre la prostitución, defendía Bunting.

Error australiano

Los países que debaten si legalizar o no la prostitución podrían aprender de lo ocurrido en el estado australiano de Victoria. El gobierno del estado legalizó la prostitución en 1984 y, desde entonces, ha florecido la industria del sexo. Después de 20 años de experiencia, no se han materializado, sin embargo, muchas de las ventajas prometidas, según un libro publicado a principios de este año.

La autora de «Making Sex Work: A Failed Experiment With Legalised Prostitution» (Trabajar en el Sexo: un Experimento Fallido de Legalización de la Prostitución) (Spinifex Press), un examen detallado de la situación en Victoria, es Mary Lucille Sullivan, quien se declara a sí misma «activista feminista».

«El sistema de prostitución legalizada de Victoria consiste en mantener la dominación masculina, la objetificación sexual de las mujeres, y la aprobación cultural de la violencia contra las mujeres», es su tesis.

Normalizar la prostitución, como si simplemente se tratara de una suerte de empleo, ha minado también la igualdad de las mujeres en el puesto de trabajo y contradice otras políticas del gobierno dirigidas a proteger los derechos de las mujeres, acusaba Sullivan.

Con demasiada frecuencia, añadía, las presiones para tratar la prostitución como sólo otro trabajo provienen de una visión neoliberal del libre mercado, que ve a las mujeres y a las chicas como una mercancía. Algunas feministas que han apoyado la legalización de la prostitución, continuaba Sullivan, también están influenciadas por una perspectiva libertaria y un deseo malentendido de establecer los «derechos» de las prostitutas. Por su parte, el estado vio ventajas económicas en la legalización, puesto que podía imponer impuestos a una actividad, hasta ese momento, clandestina e ilegal.

Sullivan explicaba que la legalización en Victoria también fue defendida con la excusa de minimizar el daño a las mujeres implicadas, al traer una regulación formal y protecciones legales a la industria del sexo.

Violencia intrínseca

Esto no ha ocurrido, afirmaba, porque intentar presentar la prostitución como una ocupación que se pondrá bajo el control de normas salud y de seguridad ignora la violencia intrínseca de la prostitución y el hecho de que el acoso sexual y la violación son indistinguibles del producto que compran los clientes.

Por otro lado, la legalización misma ha introducido una nueva serie de consecuencias dañosas para las mujeres, sostiene Sullivan. Entre estas está, irónicamente, una expansión mayor del lado ilegal de la prostitución. De hecho, el fenómeno de la prostitución callejera, lejos de desaparecer con la legalización, ha seguido creciendo en Victoria.

Asimismo, la legalización, lejos de quitar la influencia del crimen organizado, ha dado, por el contrario, más pie al papel de la ilegalidad al introducir mayores incentivos económicos para traficar con mujeres y chicas para burdeles tanto legales como ilegales. Sullivan citaba también a expertos en crimen organizado que alegan que la industria de la prostitución legalizada en Victoria todavía tiene fuertes lazos con la criminalidad clandestina.

Con respecto a este tráfico humano, Sullivan dirige su atención a los estudios internacionales que colocan en miles de millones los beneficios de esta moderna forma de esclavitud. Las estimaciones del número de mujeres y chicas con las que se trafica van de las 700.000 a las 2 millones cada año.

La legalización de la prostitución no ha hecho nada por reducir el tráfico ilegal del sexo, sostiene Sullivan. Además, desde la legalización, sigue siendo un problema la prostitución infantil.

Una industria de millones de dólares

Nos encontramos ahora en una situación, apuntaba Sullivan, en que los medios, las compañías aéreas, los hoteles, la industria turística y los bancos buscan promover y expandir la industria de la prostitución. Además, la legalización ha traído una irrupción de la prostitución en la vida pública.

Según datos citados en el libro, en 1999, la cifra de negocios anual de la prostitución en Victoria alcanzaba los 360 millones de dólares australianos, que al cambio actual serían unos 323,3 millones de dólares. En total en Australia han legalizado la prostitución tres estados y un territorio. Un servicio de información de negocios citado por Sullivan ponía en 1.780 millones de dólares australianos el volumen de negocio en el año fiscal 2004-2005.

En vez de la legalización, Sullivan recomendaba seguir el ejemplo de Suecia, donde la ley criminaliza la compra de servicios sexuales y no penaliza a las mujeres y a los niños. Suecia también ayuda a las mujeres que han sufrido violencia como resultado de la prostitución.

La legalización de la prostitución, concluía Sullivan, constituye un error fundamental puesto que considera un «derecho» del hombre la capacidad de comprar mujeres y chicas para su gratificación sexual. Una vez que esto está hecho, se vuelve mucho más difícil controlar la industria o prevenir la explotación de las mujeres.

Esclavitud

«La prostitución es una forma de esclavitud moderna»,
comentaba un documento reciente del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, publicado el 16 de junio. La publicación, «Directrices para la Pastoral de la Carretera», atrajo la atención de los medios debido a sus diez mandamientos para los conductores, pero su contenido también incluye una sección sobre la prostitución en la calle (Nos. 85-115).

«La explotación sexual de mujeres es claramente una consecuencia de diversos sistemas injustos», comentaba el Pontificio Consejo. Causas como la necesidad de dinero, el uso de la violencia, y el tráfico de seres humanos contribuyen a atrapara a las mujeres en la prostitución.

«Las víctimas de la prostitución son seres humanos, que en muchos casos gritan pidiendo ayuda, que les liberen de la esclavitud, porque vender su propio cuerpo en la calle no es lo que voluntariamente habrían escogido hacer», añadía el documento.

El consejo pidió mayores esfuerzos para liberar a las mujeres de los abusos contra su dignidad humana resultado de la prostitución. Las instituciones católicas, añadía la declaración, han ayudado con frecuencia a las mujeres a escapar de esta situación. Las mujeres necesitan ayuda para poder recuperar su estima y respeto, y para reintegrarse a la vida familiar y comunitaria.

Los clientes», por otro lado, «necesitan luz sobre el respeto y dignidad de las mujeres, los valores interpersonales y la entera esfera de las relaciones personales y la sexualidad», afirmaba el documento. Los explotadores también necesitan ser iluminados sobre la jerarquía de los valores de la vida y los derechos humanos, recomendaba.

«Comprometerse a diverso nivel –local, nacional e internacional – por la liberación de las prostitutas es por ello un verdadero acto de seguimiento de Jesucristo, una expresión del auténtico amor cristiano», concluía el consejo.

Cambiar para cambiar / Enviado por Vivy

El sufí Bayacid dice acerca de sí mismo:

De joven yo era un revolucionario y mi oración consistía en decir a Dios:

"Señor, dame fuerzas para cambiar al mundo"

A medida que me fui haciendo adulto y caí en la cuenta de que me había pasado media vida sin haber logrado cambiar a una sola alma, transformé mi oración y comencé a decir:

"Señor, dame la gracia de transformar a cuantos entran en contacto conmigo, aunque sólo sea mi familia y mis amigos, con eso me doy por satisfecho"

Ahora que soy viejo y tengo los días contados, he empezado a comprender lo estúpido que yo he sido. Mi única oración es la siguiente:

"Señor, dame la gracia de cambiarme a mí mismo"

Si yo hubiera orado de este modo desde el principio no habría malgastado mi vida.

TODO EL MUNDO PIENSA EN CAMBIAR A LA HUMANIDAD. CASI NADIE PIENSA EN CAMBIARSE A SÍ MISMO.

"El paquete de galletas" / Autor: Alfonso Aguiló


Aquella tarde, cuando ella llegó a la estación, le informaron de que el tren en que viajaba se retrasaría casi media hora. La elegante señora, bastante contrariada, compró una revista, un paquete de galletas y una botella de agua. Se dirigió hacia el andén central, justo donde debía llegar su tren, y se sentó en un banco, dispuesta para la espera.

Mientras hojeaba su revista, un chico joven se sentó a su lado y comenzó a leer el periódico. De pronto, la señora observó con asombro que aquel muchacho, sin decir una palabra, extendía la mano, agarraba el paquete de galletas, lo abría y comenzaba a comerlas, una a una, despreocupadamente. La mujer se sintió bastante molesta. No quería ser grosera, pero tampoco le parecía correcto dejar pasar aquella situación o hacer como si no se hubiese dado cuenta. Así que, con un gesto manifiesto, quizá exagerado, tomó el paquete, sacó una galleta y se la comió manteniendo la mirada de aquel chico.

Entre enfados y sonrisas

Como respuesta, el chico tomó otra galleta e hizo algo parecido, esbozando incluso una ligera sonrisa. Aquello terminó de alterarla. Tomó otra galleta y, de modo aún más ostensible, se la comió manteniendo de nuevo la mirada a aquel muchacho tan atrevido. El diálogo de miradas y pensamientos continuó entre galleta y galleta. La señora cada vez más irritada, y el muchacho parecía estar cada vez más divertido.

Finalmente, cuando ya sólo quedaba la última galleta, ella pensó: «No podrá ser tan descarado». El chico alargó la mano, tomó la galleta, la partió en dos y ofreció la mitad a la señora. «¡Gracias!», dijo la mujer, intentando a duras penas contener su enfado.

Entonces el tren anunció su llegada. La señora se levantó y subió hasta su asiento. Antes de arrancar, desde la ventanilla todavía podía ver al muchacho en el andén y pensó: «¡Qué insolente, qué mal educado, qué será de este país con una juventud así!». Sintió entonces que tenía sed, por las galletas y quizá por la ansiedad que aquella situación le había producido. Abrió el bolso para sacar la botella de agua y se quedó petrificada cuando encontró dentro del bolso su paquete de galletas intacto.

Los juicios demasiado rápidos

No es infrecuente que nos suceda esto. Hacemos juicios rotundos, implacables, incuestionables..., pero con un pequeño detalle: están fundamentados sobre un dato que hemos supuesto pero que luego resulta equivocado.

Muchas personas tienden a hacer ese tipo de juicios de modo habitual. Presuponen con gran facilidad la mala acción o la mala intención ajena, construyen enseguida una explicación de lo que creen que sucede o ha sucedido, y deducen una rápida conclusión que luego les cuesta mucho variar. Son personas que suelen manifestar un exceso de seguridad, una especial predilección por las evidencias que no son tales, y una gran velocidad de juicio, sobre todo cuando se trata de malinterpretar lo que hacen los demás. Es un fenómeno que suele ir asociado al victimismo, pues quien se ha acostumbrado a pensar mal de los demás suele ceder pronto a la comodidad del papel de víctima, que, aunque sea triste y amargo, ofrece la seguridad de las explicaciones maquinativas y de las conclusiones irreductibles.

Si con demasiada frecuencia las cosas nos parecen evidentes e intolerables, debiéramos tener el valor de preguntarnos de vez en cuando si realmente nuestras ideas son tan claras y tan comprobadas como pensamos, si otorgamos a los demás al menos el beneficio de la duda y, por último, si nosotros mismos resistiríamos unos juicios tan demoledores como nosotros hacemos de los demás.

viernes, 26 de octubre de 2007

¿También tú liberas a Barrabás? / Autores: Conchi y Arturo


Decía, pues, Jesús a los judíos que habían creído en él: "Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres." Jn 8, 31-32.

La fe no consiste sólo en "creer en Dios" sino en "creer a Dios". La única forma de poner en práctica nuestras profundas convicciones es aplicar la Palabra de Jesús a cada situación de la vida cotidiana. Eso es mantenerse en la Palabra. Es fruto de la perseverancia lograr crecer como discípulos. La verdad va ocupando nuestro corazón y son erradicadas toda mentira y pecado.

Es difícil mantenerse en la Palabra de Dios ante el mundo que nos llama a armarnos de razones intelectuales y oratoria fácil para aparecer ante todos como los mejores. Cristo hace lo que dice: "la voluntad del Padre del Cielo". Fijémonos en el texto de Juan 18, 29-40, donde Jesús no deja de manifestar su divinidad pese a saber que sería condenado. Pilato tenía autoridad para librarle de la muerte, pero Cristo ha escuchado antes la voluntad del Padre y ya había anunciado a sus discípulos como iba a morir:

"Salió entonces Pilato fuera donde ellos y dijo: "¿Qué acusación traéis contra este hombre?"
Ellos le respondieron: "Si éste no fuera un malhechor, no te lo habríamos entregado."
Pilato replicó: "Tomadle vosotros y juzgadle según vuestra Ley." Los judíos replicaron: "Nosotros no podemos dar muerte a nadie."
Así se cumpliría lo que había dicho Jesús cuando indicó de qué muerte iba a morir.
Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: "¿Eres tú el Rey de los judíos?"
Respondió Jesús: "¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?"
Pilato respondió: "¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?"
Respondió Jesús: "Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí."
Entonces Pilato le dijo: "¿Luego tú eres Rey?" Respondió Jesús: "Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz."
Le dice Pilato: "¿Qué es la verdad?" Y, dicho esto, volvió a salir donde los judíos y les dijo: "Yo no encuentro ningún delito en él.
Pero es costumbre entre vosotros que os ponga en libertad a uno por la Pascua. ¿Queréis, pues, que os ponga en libertad al Rey de los judíos?"
Ellos volvieron a gritar diciendo: "¡A ése, no; a Barrabás!" Barrabás era un salteador."


Alguien nos comentó que, el pasado domingo, quedó impresionado por las palabras del sacerdote en la homilía: "Jesús nunca negó nada a nadie. Curó a ciegos, leprosos, tullidos, endemoniados. Resucitó muertos. Todos cuantos pedían algo a Cristo siempre recibían una respuesta positiva al interceder Él ante el Padre. Jesús lo obtuvo todo del Padre para los demás. Únicamente una petición no fue escuchada, la que hizo para si mismo: "Padre que pase de mi este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya"".

Todos conocemos esta realidad de la vida de la fe. Jesús sólo pide a sus discípulos que oren también mientras hace la petición más difícil de su vida. Todos se duermen. Cristo quiere enseñarles que cuando la voluntad del Padre parece locura para el mundo es necesario orar por aquellos que deben vivirla. Lo que humanamente era inconcebible acaba salvándonos a todos del pecado y de la muerte. Cristo es crucificado pero resucita para siempre. El juicio de este mundo se celebró hace casi 2000 años, cuando Jesús entregó su vida. La sentencia establece la Verdad que Cristo había predicado en palabras:

"Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.
Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto."
Jn 14, 6-7

Jesús declara que Él es la Verdad y que nosotros podemos ser testimonios de la Verdad. Para hacerlo sólo debemos seguir el camino de Jesús dando la vida. Podemos ser auténticos testigos si hacemos de nuestras obras una verdadera oración al Padre, en el nombre de Jesús por el don del Espíritu Santo: "Que se haga Tu voluntad y no la mía Padre Santo."

Conocemos a una mujer que en el momento de dar luz los médicos le advirtieron que corría peligro su vida y la de su hija. Preguntada por cual debía ser la prioridad sanitaria en caso de tener que elegir en salvar a una de las dos, esta persona contestó, haciendo en su interior una oración: "Mi hija". Las dos viven para la gloria de Dios y siguen a Cristo en medio de no pocas dificultades, pero su fidelidad es una gracia poderosa del Altísimo.

San Pablo ya nos advierte de la dificultad de caminar en la verdad en Efesios 6, 14: "ceñida vuestra cintura con la Verdad". Llevar el cinturón ceñido significa ponerlo apretado, ajustado. La Verdad revelada en Jesús siempre es ajustada para cada situación. Ser testimonios de la Verdad es actuar según la Voluntad de Dios manifestada en su Palabra.

Llevar ceñida la cintura con la Verdad es entrar por la puerta estrecha. Estamos más cómodos cuando el cinturón no nos aprieta. Andar por el camino ancho del mundo es acomodar la Palabra de Jesús a nuestra comodidad humana, sin pensar que el paso por esta vida debe ser un trabajo continuo por instaurar el Reino de los Cielos. Creerán que somos testigos si hacemos lo que decimos y reconocemos que sólo podemos llevarlo a cabo con la ayuda de la gracia de Dios.

Releamos nuevamente un párrafo del texto de Juan de Jesús ante Pilato: "Todo el que es de la verdad, escucha mi voz."Le dice Pilato: "¿Qué es la verdad?" Y, dicho esto, volvió a salir donde los judíos y les dijo: "Yo no encuentro ningún delito en él." Escuchar la voz de Jesús que nos muestra la Voluntad del Padre es lo único que nos puede hacer partidarios y testimonios de la Verdad. Pilato escucha perfectamente la voz de Jesús, pero sabiendo su autoridad le plantea un falso debate: "¿Qué es la verdad?"

Pilato es consciente que la Verdad está en Jesús pero hace ver que no entiende. Sin embargo, al salir delante de los judíos manifiesta la Verdad: "Yo no encuentro ningún delito en él". Lejos de pronunciarse a favor de Jesús, Poncio Pilato es partidario de salvar su prestigio ante el pueblo y les pide que le digan a quien desean que deje en libertad. Los judíos eligen a Barrabás, un salteador. A cada decisión nuestra nos encontramos ante la pregunta: ¿También tú liberas a Barrabás? ¿Deseas iluminar tu camino dejando que Cristo inunde tu ser? ¿Verdad que es difícil en ocasiones liberar a Jesús? Estos interrogantes debemos discernirlos siempre como se lee en el libro del Deuteronomio 30, 19-20: "Yo he puesto delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida, y vivirás, tú y tus descendientes, con tal que ames al Señor, tu Dios, escuches su voz y le seas fiel".

A veces, optamos por el papel de Pilato ante determinadas situaciones, para salvar nuestro prestigio social, laboral o personal. Recordemos que después Pilato se lava las manos. Un acto con el que quiere mostrar ante el pueblo que él no es responsable ante Dios de ésta sentencia de muerte, pero eso no le (o nos) quita responsabilidad. En el caso de Pilato de la sangre derramada por su acción de omisión de justicia y en nuestro caso por las lágrimas, sufrimientos y consecuencias de nuestros actos u omisiones. Al no optar por la Verdad, lo hacemos por la mentira y dejamos libre a Barrabás, que asalta nuestro corazón en forma de pecado y mal y nos daña a nosotros y a los demás.

Un salteador es un hombre que saltea y roba en los despoblados o caminos. Jesús cuando se declara el Buen pastor dice en Juan 10, 8-11: Todos los que han venido delante de mí son ladrones y salteadores; pero las ovejas no les escucharon.
Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto. El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia. Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas.
Barrabás es lo contrario del Buen Pastor en lugar de dar la vida por las ovejas, las roba y mata. Como afirma San Pablo: "el salario del pecado es la muerte". Barrabás es igual a mentira, pecado y muerte. Jesús es el Camino, la Verdad, la Vida, el Buen Pastor.

Cristo murió por todos. Ante cualquier situación en la que nos decantemos por el mal siempre Dios va a venir a rescatarnos. Lo intentará de mil formas. En Juan 3, 16-21, leemos: "Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios. Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras. Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios."

Oremos con el capítulo 9 del libro de la Sabiduría:

"Dios de los Padres y Señor misericordioso, que hiciste todas las cosas con tu palabra,
y con tu Sabiduría formaste al hombre,
para que dominara a los seres que tú creaste,
para que gobernara el mundo con santidad y justicia
e hiciera justicia con rectitud de espíritu:
dame la Sabiduría, que comparte tu trono,
y no me excluyas del número de tus hijos.

Porque yo soy tu servidor y el hijo de tu servidora,
un hombre débil y de vida efímera,
de poca capacidad para comprender el derecho y las leyes;
y aunque alguien sea perfecto entre los hombres,
sin la Sabiduría que proviene de ti, será tenido por nada.

Tú me preferiste para que fuera rey de tu pueblo
y juez de tus hijos y de tus hijas.

Tú me ordenaste construir un Templo sobre tu santa montaña
y un altar en la ciudad donde habitas,
réplica del santo Tabernáculo
que habías preparado desde el principio.

Contigo está la Sabiduría, que conoce tus obras
y que estaba presente cuando tú hacías el mundo;
ella sabe lo que es agradable a tus ojos
y lo que es conforme a tus mandamientos.

Envíala desde los santos cielos,
mándala desde tu trono glorioso,
para que ella trabaje a mi lado
y yo conozca lo que es de tu agrado:
así ella, que lo sabe y lo comprende todo,
me guiará atinadamente en mis empresas
y me protegerá con su gloria.
Entonces, mis obras te agradarán,
yo gobernaré a tu pueblo con justicia
y seré digno del trono de mi padre.

¿Qué hombre puede conocer los designios de Dios
o hacerse una idea de lo que quiere el Señor?

Los pensamientos de los mortales son indecisos
y sus reflexiones, precarias,
porque un cuerpo corruptible pesa sobre el alma
y esta morada de arcilla oprime a la mente
con muchas preocupaciones.

Nos cuesta conjeturar lo que hay sobre la tierra,
y lo que está a nuestro alcance lo descubrimos con esfuerzo;
pero ¿quién ha explorado lo que está en el cielo?

¿Y quién habría conocido tu voluntad
si tú mismo no hubieras dado la Sabiduría
y enviado desde lo alto tu santo espíritu?
Así se enderezaron los caminos de los que están sobre la tierra,
así aprendieron los hombres lo que te agrada
y, por la Sabiduría, fueron salvados".

jueves, 25 de octubre de 2007

La mujer que encuentra la moneda extraviada / Autor:José H. Prado Flores











Una de las tres parábolas de la misericordia, está representada por una mujer.

¿Qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca cuidadosamente hasta que la encuentra?: Lc 15,8.

Las mujeres solteras llevaban como diadema en su frente un collar con las monedas de su dote para el día de su matrimonio. Una mujer extravió una de estas dracmas que eran parte de su historia y una inversión para su porvenir. Su descuido fue muy grave, ya que no se trataba sólo de dinero, sino de aquello que no se puede comprar con dinero. En la fiesta con sus amigas gastará más que lo que valía su dracma.

Lo primero que hace no es llorar o quejarse. Emprende la búsqueda. Las casas de aquella época eran generalmente muy oscuras, sin ventanas; y hasta los animales entraban y hasta dormían dentro de ellas, por lo cual no siempre estaban muy limpias.

La mujer, antes que nada enciende la luz, porque de otra forma no podrá localizar su valiosa moneda. La luz ilumina los objetos que están a su alrededor. Cuando el resplandor se refleje en la moneda, entonces se le podrá encontrar, porque brilla. Nos podemos descarriar, pero no debemos perder “el brillo”, para que seamos encontrados más fácilmente.

Cuando el texto afirma que la mujer enciende su lámpara, se debe entender que ella la tenía, pero estaba apagada. Usa lo que tiene a la mano, pero hay que encenderla porque de otra manera no sirve para nada. Los Escribas y Fariseos tenían la lámpara de la Palabra de Dios y los profetas, pero desgraciadamente parece que no la tenían encendida, porque no se dejaban dirigir por ella, sino que preferían depender de sus tradiciones humanas y costumbres religiosas.

La mujer no maldice la oscuridad, sino que busca una solución. No se lamenta frente a la adversidad sino que la supera. Enciende la luz para ver claro. Este es el comienzo del remedio a cualquier problema.

Cabe en este momento interrumpir el relato para aplicarlo a nuestra realidad: Cuántas veces en nuestra vida disponemos de la luz, pero no la aprovechamos. Pudiendo ver claro, preferimos la penumbra de la confusión, o simplemente buscamos soluciones fáciles, pero temporales. Por otro lado, frente a una desgracia ¿encendemos la luz o la apagamos? Cuando alguien nos confía sus penas, ¿alimentamos su depresión contándole las nuestras, o abrimos la ventana para que se ilumine la dificultad? Cuando hablamos por teléfono o nos encontramos con un amigo ¿lamentamos qué mal está el mundo y acentuamos la inseguridad social, o dejamos una huella de esperanza, abriendo horizontes y desentrañando laberintos? Los faroleros apagan los faroles en las mañanas y los encienden cuando se aproxima la penumbra de la noche. ¿Nosotros somos de los que encendemos o apagamos la luz?

Si comparamos esta parábola con la de la oveja perdida, la oveja que se perdió tuvo gran parte de responsabilidad en su extravío. En cambio, la moneda se cayó por negligencia de la mujer. Si el pastor no reprochó a la oveja, la mujer no se castiga a ella misma con el peso de la acusación, sino que inicia una limpieza general. No se trata de barrer como ordinariamente lo había hecho. La gravedad de la situación actual exige un trabajo meticuloso y profesional. Sólo las mujeres son capaces de barrer con cuidado y delicadeza. Está dispuesta a limpiar la casa entera, sacando toda la basura, con tal de completar su tesoro, donde no puede faltar ninguna moneda.

Y la halla entre la basura. No tiene asco de meter sus manos entre la tierra y la mugre para entresacarla. Su afán por recuperarla está por encima de todo. Se enloda las manos con tal de recoger la moneda revolcada entre la suciedad. Luego, sin duda, la limpia de toda escoria para devolverle su brillo original y la coloca en su collar. Ahora sobresale entre las otras monedas por su brillo. Es la moneda más hermosa de todas.

Si la oveja se escapó y el pastor no tenía la menor idea en dónde buscarla, la mujer está segura de que su moneda se encuentra en el interior de la casa. Es factible extraviarnos en las cosas de Dios. No es necesario desbarrancarnos por los caminos del pecado. Podemos proclamar: “Señor, Señor”, hacer milagros y profetizar en su Nombre y, sin embargo, estar perdidos. Nos extraviamos en la viña cuando nos interesa más el trabajo en el viñedo que la relación con el viñador.

Conclusión

No olvidemos dónde está el centro de la parábola: identificarnos con la mujer. El acento de este ejemplo no es el objeto perdido, sino la mujer que busca cuidadosamente. ¿Serías capaz de encender la luz en vez de maldecir la oscuridad? ¿Estarías dispuesto a emprender una limpieza general, con tal de encontrar la dracma? ¿Vencerías el asco para rescatar la moneda que se encuentra en la inmundicia? ¿Estarías dispuesto a gastar más en la fiesta por haber encontrado la dracma, que el valor de ésta?

Pero la conversión no es la meta del cristiano, sino la transformación: llegar a reproducir las actitudes tanto del pastor como de la mujer: arriesgar sin límites y cargar el peso de las heridas de los demás, así como ser capaz de una limpieza general y luego meter nuestras manos a la basura para rescatar al extraviado. Lo más importante es identificarnos con el pastor y con la mujer.

La responsabilidad hacia la familia y las exigencias del ministerio pastoral / Autor :Nikol Baldacchino



Una vez leí una historia triste sobre un dirigente cristiano muy admirable y de mucho "éxito". Esta persona era realmente un hombre de visión. Sentía que Dios le llamaba a servir en el ministerio de sanación, especialmente en el área de sanación interior. Un día escribió en el margen de su Biblia, "Que mi corazón se rompa con las cosas que rompen el corazón de Dios". Fue capaz de inspirar a otras personas dotadas y juntos fundaron una organización misionera que sirvió a la gente herida de todo el mundo durante más de treinta años.

Pero desgraciadamente su vida también encerraba una tragedia. El trabajo que tenía que hacer para este ministerio le dejaba poco tiempo para su familia. Estaba creando un ministerio internacional, pero su familia se venía abajo. Estaba sirviendo a gente herida, pero no podía ver que el mayor dolor estaba en su casa. Con el tiempo su mujer le abandonó y terminó alejado de sus hijos.

Esta historia es un recordatorio terrible de la importancia de mantener un equilibrio entre el trabajo al que Dios nos ha llamado y la responsabilidad hacia nuestras familias.

Yo creo que dos de las decisiones más importantes que hace una persona en su vida son: primero, la decisión de aceptar a Jesús como el Señor y Salvador personal de uno, y a obedecerle y servirle incondicionalmente. Esta decisión dirige y guía toda la orientación de toda la vida de uno. Como resultado de esta decisión, hemos visto tantas personas que son bautizadas en el Espíritu Santo abriendo sus vidas al poder del Espíritu Santo. Tantos laicos en la Renovación Carismática Católica que se implican en ministerios y muy especialmente en la dirección pastoral. Hemos visto nacer grupos de oración, comunidades y ministerios que están sirviendo a la renovación y resurgimiento de la Iglesia; muchas veces resultado del trabajo de laicos.

Pero otra decisión importante que tenemos que tomar es aceptar a otra persona como compañera de nuestra vida y a compartir permanentemente las alegrías y las cargas de la vida, los sueños y las visiones. En todas las áreas de nuestra vida, pero muy especialmente sirviendo como dirigentes de grupos de oración, ministerios y comunidades, el trabajo en equipo del marido y la mujer es de crucial importancia. Por "trabajo en equipo" quiero decir que nosotros como pareja hemos entendido primero de todo la llamada a ser dirigentes, y estamos dispuestos a servir a Dios y a la Iglesia no como individuos sino como una familia. Cada uno necesita ser el apoyo completo del otro.

Personalmente he conocido muchos dirigentes poderosos tanto sacerdotes, religiosas como personas casadas. De los últimos, los dirigentes más fuertes son los que tienen matrimonios buenos, sólidos y felices. Sin embargo, he visto tantos dirigentes heridos y rotos porque no tenían una pareja que les apoyara en su ministerio. He visto parejas, cada uno con sus propias ambiciones personales, aspiraciones y programas. Pero no eran un equipo. Cada uno tiraba en direcciones opuestas. He visto tantas personas potenciales que nunca pudieron desarrollar sus carismas y sus cualidades de dirigente porque no eran completamente entendidos y apoyados por su cónyuge.

Uno de los peligros con que un dirigente eficaz se encuentra es el peligro de verse demasiado implicado. Muy a menudo los que decimos "Sí" a todo el mundo acabamos diciendo "No" a aquellos que están más cerca de nosotros, y que nos necesitan más que cualquier otro. ¿De qué sirve un dirigente que es capaz de inspirar espiritualmente a otro y olvida a su familia?

Como dirigentes pastorales y como maridos, mujeres y padres, a menudo nos tenemos que preguntar: "¿Dónde están mis prioridades? ¿Cómo podemos encontrar el equilibrio entre el compromiso al Señor y al servicio pastoral y la responsabilidad hacia nuestra familia y sus necesidades, tanto sociales, espirituales, financieras y emocionales?" Cuando tenemos la respuesta correcta a estas preguntas, cuando existe un equilibrio adecuado entre las exigencias pastorales y las necesidades familiares, la vida fluye a través nuestro a nuestra familia así como hacia los otros que son beneficiarios de nuestro ministerio.

Yo personalmente he fallado, descuidado y luchado con estas preguntas durante más de quince años. Me gustaría hacer tres sugerencias que, cuando junto con mi esposa pongo en práctica con determinación, siempre acarrean buenos resultados.

1. Tenemos tiempo juntos. Los horarios caóticos acompañan al ministerio, y esto puede mantener alejadas a las parejas. Sin un tiempo diario para orar juntos, discutiendo nuestras alegrías y dificultades y compartiendo nuestra visión y cargas, no podríamos comunicarnos como familia excepto para intercambiar saludos. La comunicación real es probablemente el nutriente más importante de la familia y la vida ministerial.

2. Escuchamos a Dios juntos. Tantas impresiones -algunas impías, muchas mundanas- bombardean nuestras mentes cada día. Sin un tiempo y lugar específico para escuchar a Dios, no podríamos ser capaces de oírle. Así que nuestro tiempo de oración juntos es una oportunidad en el día para Él para guiarnos en nuestro matrimonio y ministerio.

3. Experimentamos la intimidad a un nivel más profundo. La intimidad conyugal es más que una relación sexual o emocional; implica vivir como una sola carne, no simplemente como dos individuos, creciendo juntos en nuestro caminar con Dios y uno con el otro. Esto depende de lo capaces que seamos de tener un tiempo de calidad juntos.

Todos conocemos y creemos en la importancia y permanencia del matrimonio y la familia. Todos profesamos que la familia es la base de la Iglesia, de una sociedad sana y de una nación próspera. Cuan importante es, entonces, que nosotros como dirigentes, junto con nuestras familias, seamos un buen ejemplo. El Señor, por el poder de su Espíritu Santo puede renovar y reanimar no sólo nuestra vida familiar y nuestros ministerios, sino que Él puede y quiere ayudarnos a encontrar el equilibrio adecuado entre los dos.

La mente renovada / Autora: Dra. Gloria Niño de Gómez.

“No sigan la corriente del mundo......”Romanos 12:2

Significado de la Corona de Espinas :

Hablaba a la humanidad sobre la importancia de la mente y, la importancia de la renovación de la mente en el creyente. Era como si el Señor dijera que toda la maldición que habías recibido en tu mente por haberte apartado de mí, por haber estado en el pecado, por haber dejado mis mandamientos, la estoy llevando en la corona de espinas. Debemos renovar el espíritu de nuestra mente. Las situaciones que estamos viviendo hoy en día dependen mucho del espíritu de nuestra mente.

Para renovar la mente lo primero que tiene que venir a nuestra vida es el Espíritu Santo de Dios. Cuando una recibe al Señor como su Salvador, nace a una nueva vida y le empiezan a hablar de victoria en todas las áreas. Pero, cuando empezamos a revisar nuestra vida vemos y analizamos que eso no nos está sucediendo, nos preguntamos el ¿Por qué?

La respuesta es: El Espíritu Santo no podrá traer a nuestra vida la victoria, hasta que nuestra mente no esté sujeta a El. Cuando la mente está aferrada a las cosas terrenales y no sujeta al Espíritu, al Espíritu de Dios, no podrá venir a mi; Porque el Espíritu Santo viene solo a una mente en paz, apacible. Esto nos lo explica: El viento suave en la cueva cuando llega el Espíritu a Elías. La mente tiene que estar en paz en el tiempo de oración.

El Espíritu de Dios nos guiará a toda la verdad. El Espíritu Santo cuando viene a nuestras vidas y cuando llega a mi vida habla a mi espíritu y lo comunica a mi mente. Pero si llega y encuentra una mente confusa que no busca el reino de Dios y su justicia, sino otras cosas a través de medios no cristianos, esto hace que el ser humano pierda su sensibilidad para escuchar lo que Dios quiere dar a su vida.

Tres partes del mensaje:

1. Importancia de los pensamientos.
2. Condiciones de la mente.
3. Como tener una mente en Cristo.

La primera habla sobre lo que está pasando en mi vida. La segunda habla de porqué está pasando eso en mi vida. La tercera, que hacer en mi mente para tener un cambio.

1. IMPORTANCIA DE LOS PENSAMIENTOS

Efesios 1: 17 y siguientes. v. 18, Alumbrando los ojos de nuestro entendimiento, esto significa la mente, o sea alumbrando mi mente. La única manera que tú tienes de conocer el propósito de Dios, y la voluntad de Dios para mi vida es, que mi mente sea ILUMINADA por el Espíritu de Dios. Ejemplo: Oración de Jesús en el huerto de Gestsemaní: “Que se haga tu voluntad y no la mía.” Jesús sabía cual era la voluntad de Dios; El sabía el propósito de Dios; de su muerte en la cruz para salvar al mundo. Nosotros huimos cuando hay dolor y confusión porque no hemos dejado que el Espíritu Santo de Dios ilumine nuestra mente.

Si no hay paz, si no hay quietud, no podrás conocer la perfecta voluntad de Dios. Invitar a Jesús para que controle nuestra mente y nos muestre cuál es el propósito para mi vida y nos de paz. 2 Corintios 10: 3-5 La Biblia dice: Cual es el pensamiento del hombre, tal es él. Los pensamientos mandan sobre sus actos. Cómo operan los pensamientos en la vida de una persona. Cómo opera un pequeño pensamiento en la vida de una persona hasta convertirse en una estructura, una fortaleza*.

*FORTALEZA: Espíritus malignos asignados por Satanás para influir y controlar la mente de las personas. Fortalezas ideológicas. *FORTALEZA es un área en la cual Satanás nos mantiene en atadura debido a cierta manera de pensar. De un pensamiento se pueden crear o fortalezas o muchas doctrinas. Que tipos de pensamientos ha tenido usted en su vida que hoy están dando frutos de mal, en su ser. Cuando acepto fortalezas y estructuras en contra de Dios, entran en mi mente espíritus que contribuyen a que esos pensamientos se afirmen. No solo hay que renunciar a los pensamientos que se han vuelto fortalezas, sino a los espíritus que controlan esos pensamientos y atan la mente porque quieren impedir que la Palabra y las Promesas se hagan realidad en su vida. Ejemplo: Fortalezas alrededor de su hogar, en prosperidad, etc.

2. QUE CONDICIONES HAY EN LA MENTE DEL SER HUMANO

-¿Porqué ese tipo de pensamientos que usted tiene? Hay cinco (5) tipos:

A) Mente Desconcentrada en características que pueden estar en nuestra mente: Indisciplinada Efesios 4:7 Habla de la mente que esta pensando siempre en el por qué, pregunta muchas cosas, no tiene quietud para recibir. Lo razona todo, lo racionaliza y viene también el doble ánimo en esa mente que trae a su vida indecisión, confusión. Ejemplo: Jonás. Una mente inquieta que no atendió el llamado, su espíritu estaba adormecido. Mente inquieta en el momento de oración.

B) Mente confundida y dudosa. La mente dudosa quiere razonar y no obedecer, es de doble ánimo. Santiago 5: 1-8 No deben existir vacilaciones sino firmeza.Ejemplo de Duda: La Higuera.

C) Mente Incrédula. Esta es algo muy diferente, es cuando usted tiene el llamado de Dios y no obedece. Ejemplo: Hijo Epiléptico. Marcos 9:14-28; Cuando usted cree al llamado, a la Palabra, cuando cree en las Promesas, es un hombre obediente y así vendrá el fruto y la multiplicación. Si usted, rinde su mente a Dios, recibirá unción de discernimiento, de sabiduría, de entendimiento para que sea sensible a las Promesas, al llamado y a la Palabra.

D) Mente ansiosa y preocupada. Es aquella que todavía está buscando las cosas del mundo, como dice Mateo 6: 25 y siguientes. En la Biblia, hay muchos versículos que hablan sobre la ansiedad. Dejad vuestra carga sobre Jesús. Una mente ansiosa y preocupada trae división. La preocupación se da en las personas porque no han experimentado el amor del Padre. La mente ansiosa y preocupada impide que el Espíritu le hable a su corazón.

E) MENTE CRITICA, SUSPICAZ Y ENJUICIADORA. Mateo 7:1 Mente Critica: el corazón. Cada vez que ve a alguien está mirando el problema de esa persona. Proverbios 4. Nuestra mente tiene que tener pensamientos de bien para los demás, nunca pensamientos que no corresponden . Hay que sujetar la mente y disciplinarla,

F) MENTE PASIVA. Es aquella que no hace nada. Efesios 4:22-24; 5:15 Una mente pasiva es la que está abierta totalmente a las artimañas del enemigo. Es la que está controlada por un espíritu de pereza, de negligencia. Son mentes que han estado en ignorancia. Todo hijo de Dios, debe tener una mente con sabiduría e inteligencia porque la inteligencia proviene de Dios, no de los libros. En una mente pasiva entran espíritus de ignorancia y ocultismo por prácticas en contra de la Palabra de Dios. Cuando no se han derribado las fortalezas de la mente, ni se han liberado los espíritus, tenemos bloqueos para entender la Palabra de Dios. Cuando la mente está pasiva o sea sin llenarla de Palabra de Dios, el enemigo pone en nuestra mente argumentos en contra de la Palabra, de la Fe de la familia, del llamado del servicio. Por eso debemos avivar la mente de Palabra para que usted pueda comprender las Escrituras.

El lugar que le damos a Satanás a menudo es un espacio vacío. Una mente vacía (en blanco), como la que utilizan en las dinámicas mentales, puede llenarse fácilmente con toda clase de pensamientos erróneos y no se da cuenta que un espíritu diabólico los ha inyectado en su mente porque había un espacio vacío allí que llenar. Una manera de alejar las ideas equivocadas de mi mente, es mantenerla llena de Palabra de Dios. El diablo puede ser echado fuera, pero si vuelve a su antiguo hogar y lo encuentra vacío, como dice en Lucas 11: 24-26, que regresa y trae siete peores que él y la condición de la persona es peor que la primera. Por eso, debemos instruir a las personas cómo llenar el espacio vacío. Detrás de los pensamientos malos a menudo hay espíritus malos.

3. COMO TENER LA MENTE DE CRISTO

1Corintios 2:16, Seis aspectos para tener la mente de Cristo

1. Tenga la mente en Dios. Isaías 26:3. Conocer quién es Dios, con todos sus atributos.

2. Medite en Dios y en sus obras, para que crezca su fe, su mente sea controlada y, tenga disciplinas espirituales en su vida.

3. Tenga una Comunión directa con el Señor. Esta comunión hará que mi mente se abra.

4. Piense en el amor de Dios Cuando pienso en el amor de Dios, mis pensamientos cambiarán, serán diferentes comprenderé el amor de Dios y viviré confiado en que sus pensamientos me llevan a un camino de éxito y de bendición.

5. Tenga una mente agradecida. La mente agradecida hará que no se tenga una mente de queja. Esta mente rechaza cualquier pensamiento negativo y atrae bendiciones.

6. Tenga su mente en la Palabra de Dios. Josué 1:8. Si medita la Palabra, próspera y su camino será de éxito. Medite y sea sano. Proverbios 4: 20-22. Escuche y cosechará. La meditación en la Palabra hará que su mente sea renovada.

¡Proclamamos al Jesús vivo, y no simples doctrinas o teorías! / Autor: Raniero Cantalamessa omfcap.

"Israelitas, escuchad estas palabras: A Jesús, el Nazoreo, hombre acreditado por Dios entre vosotros con milagros, prodigios y señales que Dios hizo por su medio entre vosotros, como vosotros mismos sabéis, a éste, que fue entregado según el determinado designio y previo conocimiento de Dios, vosotros le matasteis clavándole en la cruz por mano de los impíos; a éste, pues, Dios le resucitó librándole de los dolores del Hades, pues no era posible que quedase bajo su dominio; porque dice de él David: Veía constantemente al Señor delante de mí, puesto que está a mi derecha, para que no vacile.
Por eso se ha alegrado mi corazón y se ha alborozado mi lengua, y hasta mi carne reposará en la esperanza de que no abandonarás mi alma en el Hades ni permitirás que tu santo experimente la corrupción.
Me has hecho conocer caminos de vida, me llenarás de gozo con tu rostro.
"Hermanos, permitidme que os diga con toda libertad cómo el patriarca David murió y fue sepultado y su tumba permanece entre nosotros hasta el presente.
Pero como él era profeta y sabía que Dios le había asegurado con juramento que se sentaría en su trono un descendiente de su sangre, vio a lo lejos y habló de la resurrección de Cristo, que ni fue abandonado en el Hades ni su carne experimentó la corrupción.
A este Jesús Dios le resucitó; de lo cual todos nosotros somos testigos.
Y exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y ha derramado lo que vosotros veis y oís.
Pues David no subió a los cielos y sin embargo dice: Dijo el Señor a mi Señor:Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos por escabel de tus pies. =
"Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado."
Hech 2, 22-36

Echemos un vistazo a algunas líneas de este pasaje: «Israelitas, escuchen mis palabras». Todos podemos recibir la autoridad de Pedro para hablar de esta manera. Recuerden que se trata del mismo hombre que, unos días antes, estaba tan asustado que fue intimidado en presencia de un siervo y una doncella. Ahora se yergue firme y se atreve a hablar de esta forma.

«Israelitas»
-hoy podría significar «Pueblos del mundo, escuchen mis palabras». Desafió a quienes lo escuchaban y dijo: «¿Recuerdan a cierto Jesús de Nazaret, lo recuerdan? Una vez que todos hubieran recordado a Jesús de Nazaret, Pedro hizo caer un nuevo relámpago: «Ustedes lo mataron». Repitió tres veces esta acusación utilizando diferentes palabras. «Ustedes lo hicieron morir. Pero Dios lo resucitó, librándolo de las garras de la muerte, y lo ha constituido Señor y Mesías."
El centro es Jesucristo

¿Qué significaba esto? Significaba que después de la llegada del Espíritu Santo, lo primero que hicieron los apóstoles (después de responder unas pocas preguntas de los judíos) fue dedicarse a lo más importante. Y lo más importante es Jesucristo. Cada vez que el Espíritu Santo viene a la Iglesia de manera renovada y refrescante, viene Jesucristo, el Viviente. Jesucristo se sitúa en el centro de todo. Se lo proclama en espíritu y poder, lo que significa en el poder del Espíritu.

Este es el primer modelo de evangelización, y si deseamos reevangelizar nuestro secularizado mundo moderno, así es como debemos comenzar: con Jesucristo en el centro, Jesucristo como el Señor. Se trata, repito, del modelo para cualquier evangelización. Debemos comenzar presentando al hombre moderno la persona de Jesús, o mejor aún, ayudando a la humanidad actual a establecer una relación personal con Jesús. Esta no es una consigna extraída de nuestros hermanos y hermanas evangélicos y pentecostales. Esta es una prueba, una gran realidad.

Lo que el mundo necesita es tener una relación personal con Jesús como Salvador y Señor. El problema es que el catolicismo, y otras denominaciones cristianas y protestantes están sufriendo más o menos el mismo problema. A mi entender, el problema es que nosotros los católicos hemos desarrollado en nuestra Iglesia una herencia doctrinal tan difundida, un Derecho Canónico, instituciones, liturgias, devociones y espiritualidad que podemos llegar a pasar por alto o abandonar las verdades básicas. Hemos desarrollado una herencia doctrinal tan enorme que no nos damos cuenta que es demasiado para una persona que todavía no conoce ni comprende a Jesús.

Es como ponerle una solemne vestimenta litúrgica a un niño. ¿Recuerdan ustedes una vestimenta muy ornamentada llamada «capa consistorial» que los sacerdotes se ponían para impartir la bendición o los sacramentos? Imagínense esa misma vestimenta muy pesada de oro sobre el cuerpo de un niño pequeño. Esta vestimenta se parece a nuestras ricas y sofisticadas concepción y doctrinas católicas, indiscriminadamente enseñadas a cualquier persona. Tenemos que seguir un orden correcto. Lo demás va llegando después y será muy apreciado.

Pero, primero debemos presentar a Jesucristo. Asegurarnos que las personas se acercan para conocer a Jesús, no necesariamente toda la teología sobre él, toda la Cristología, sino que conocen a Jesús de la manera que San Pablo lo hizo cuando dijo: Si alguien cree que puede confiar en la carne, yo puedo hacerlo con mayor razón: circuncidado al octavo día; de la raza de Israel, de la tribu de Benjamín; hebreo e hijo de hebreos; en cuanto a la Ley, un fariseo; por el ardor de mi celo, perseguidor de la Iglesia; y en lo que se refiere a la justicia que procede de la Ley, de una conducta irreprochable. Pero todo lo que hasta ahora consideraba una ganancia, lo tengo por pérdida a causa de Cristo. Más aún, todo me parece una desventaja comparado con el inapreciable conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor». En esta caso en particular, no llamó a Jesús «nuestro Señor» sino «mi Señor personal». «Así podré conocerlo a él» Filipenses 3:4-11).

Proclamando a Jesús vivo y resucitado

Recuerdo un tiempo en que me dedicaba a enseñar una materia llamada «Introducción al Cristianismo». Había escrito y leído muchos libros sobre Jesucristo, pero hubo un momento en que me fue dada por lo menos una pequeña experiencia del Espíritu Santo. Ese momento llegó cuando estaba leyendo este pasaje de San Pablo. Me sorprendió cuando Pablo decía «Así podré conocerlo a El», ese sencillo pronombre personal «él». Dice más que lo que podríamos obtener de la lectura de muchos libros sobre Jesús. Significa a Cristo de carne y hueso. Un Jesús vivo- no simplemente doctrinas, o teorías o libros sobre Jesucristo.

Hace poco tiempo, asistí a una conferencia ecuménica en Orlando, Florida, en la que la principal preocupación era encontrar una base para un testimonio común entre todos los cristianos. Convinimos muy fácilmente en que esta base común es Jesucristo -la persona de Jesús. Podemos proclamar juntos a Cristo, sin distinciones de ninguna clase. Esta es la única doctrina o dogma cristiano que comparten todas las denominaciones. Incluso la doctrina de la Trinidad no es algo sobre lo que todos estén de acuerdo; existen discusiones entre los griegos, los ortodoxos y los latinos sobre el «Filioque», sobre la forma de comprender la procesión de la Trinidad. Jesucristo es la única herencia que compartimos sin discusión. Esa es la razón por la que debemos proclamar a Jesús como Salvador y Señor.

A partir de mi propia experiencia puedo observar que incluso si hablo de muchos conceptos hermosos, parece que nada sucede. Debemos proclamar a Jesús como Señor y Salvador, ayudar a las personas a comprender lo que significa tener a Jesús como su Salvador -no sólo teóricamente, sino que cada día tengan un Salvador, alguien que los conforte de la fatiga diaria, de sus pecados y de sus errores, y que los renueve. Él nos salva. Cuando ustedes proclaman a este Jesús vivo, crucificado y resucitado, siempre sucede algo.