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Bienvenido a Escuchar y a Dar

Este blog, no pretende ser un diario de sus autores. Deseamos que sea algo vivo y comunitario. Queremos mostrar cómo Dios alimenta y hace crecer su Reino en todo el mundo.

Aquí encontrarás textos de todo tipo de sensibilidades y movimientos de la Iglesia Católica. Tampoco estamos cerrados a compartir la creencia en el Dios único Creador de forma ecuménica. Más que debatir y polemizar queremos Escuchar la voluntad de Dios y Dar a los demás, sabiendo que todos formamos un sólo cuerpo.

La evangelización debe estar centrada en impulsar a las personas a tener una experiencia real del Amor de Dios. Por eso pedimos a cualquiera que visite esta página haga propuestas de textos, testimonios, actos, webs, blogs... Mientras todo esté hecho en el respeto del Amor del Evangelio y la comunión que siempre suscita el Espíritu Santo, todo será públicado. Podéís usar los comentarios pero para aparecer como texto central enviad vuestras propuestas al correo electrónico:

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martes, 4 de diciembre de 2007

El sexo en el matrimonio / Autor: Padre Silvio Andrei

Es encuentro, donación y medio de santificación

El sexo es una bendición de Dios. Pero, él necesita estar en su debido lugar, o sea, dentro de una orden y de un proyecto. Podemos afirmar con todo énfasis que el sexo es una bendición de Dios en la vida y en la relación matrimonial, pues, en el matrimonio, él tiene la fuerza de unir a los cónyuges y de generar vida. Dios cuenta con las parejas para el aumento de la familia y de Él mismo. ¡Los hijos son una bendición! Y son cómo que presentes de Dios para las parejas. Ellos vienen de Dios por medio del sexo santo y respeto dentro del matrimonio.

A veces, somos tentados a tener el siguiente pensamiento: “Ya que estoy casado puedo hacer de todo con mi esposa, con mi marido”. O aún: “Dentro de cuatro paredes, todo es permitido a la pareja”. Pero, a la luz de la fe, de la Palabra de Dios y de la Doctrina Católica, necesitamos corregir ese pensamiento. Pues, el sexo no es simplemente una opción de ocio; no es para que la pareja se “divierta” a cuestas de la relación sexual. ¡El sexo es tan sagrado como el propio matrimonio! La relación sexual, aunque sea marcada por el placer, no es sólo placer. Es también, y por sobre todo, encuentro, donación y medio de santificación.

Por cuenta de una vasta fábrica de la pornografía, traída a través de varios medios, hoy más que nunca necesitamos estar vigilantes, para que no seamos engañados por las astutas asechanzas del enemigo de Dios. Se intenta difundir la idea de lo “todo es permitido en búsqueda del placer y de la realización”. Hay una verdadera presión para llevar a las personas a que piensen que es normal todo lo que da placer; algunos ejemplos: sexo anal, sexo oral, cambio de parejas y tantas otras cosas. Quien se entrega a esta “fuerza del mal” se ilusiona y tiene una pseuda felicidad, una falsa realización. Pues, todo eso sólo puede llevar a las personas y a las parejas al vacío, a la frustración y al desencanto con la vida afectiva.

Por eso, estemos todos atentos y vigilantes en la oración para que nuestra opción de vida no sea causa de pecado, sino, medio de santificación. Concluyo con las palabras de San Pablo: “Porque esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación; que os alejéis de la fornicación, que cada uno de vosotros sepa poseer su cuerpo con santidad y honor, pues no nos llamó Dios a la impureza, sino a la santidad.” (1Tes 4,3-5.7).

Vivir el sexo en el matrimonio – de modo puro y santo – puede ser difícil y hasta parecer imposible; pero no lo es. Con la gracia de Dios y con el esfuerzo personal es posible aproximarse a la santidad en el día a día de nuestra vida. ¡Que Dios nos ayude a buscar la santidad para que el mundo crea!

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Fuente: Comunidad Canción Nueva

¡Animo, no temáis! Nuestro Dios viene a salvarnos / Autor: Juan Pablo II

¡Que todos los hombres lo acojan!

En este tiempo de Adviento nos acompaña la invitación del profeta Isaías: «Decid a los de corazón intranquilo: ¡Animo, no temáis! Nuestro Dios viene a salvarnos» (35, 4). Se hace más apremiante al acercarse la Navidad, enriqueciéndose con la exhortación a preparar el corazón a la acogida del Mesías. El esperado por la gente vendrá y su salvación será para todos los hombres.

En la Nochebuena volveremos a evocar su nacimiento en Belén, volveremos a vivir en cierto sentido las emociones de los pastores, su alegría y estupor. Contemplaremos con María y José la gloria del Verbo que se ha hecho carne por nuestra redención. Rezaremos para que todos los hombres acojan la vida nueva que el Hijo de Dios ha traído al mundo al asumir nuestra naturaleza humana.

La Liturgia del Adviento, empapada de constantes alusiones a la espera gozosa del Mesías, nos ayuda a comprender en plenitud el valor y el significado del misterio de la Navidad. No se trata sólo de conmemorar el acontecimiento histórico, que hace más de dos mil años tuvo lugar en una pequeña aldea de Judea. Es necesario comprender más bien que toda nuestra vida debe ser un «adviento», una espera vigilante de la venida definitiva de Cristo. Para predisponer nuestro espíritu a acoger al Señor que, como decimos en el Credo, vendrá un día para juzgar a vivos y muertos, tenemos que aprender a reconocerlo en los acontecimientos de la existencia cotidiana.

El Adviento es, por tanto, por así decir un intenso entrenamiento que nos orienta con decisión hacia Aquél que ya vino, que vendrá y que viene continuamente.

Con estos sentimientos, la Iglesia se prepara a contemplar extasiada el misterio de la Encarnación. El evangelio narra la concepción y el nacimiento de Jesús, y refiere las muchas circunstancias providenciales que precedieron y rodearon un acontecimiento tan prodigioso: el anuncio del ángel a María, el nacimiento del Bautista, el coro de los ángeles en Belén, la venida de los Magos de Oriente, las visiones de san José. Son todos signos y testimonios que subrayan la divinidad de este Niño. En Belén nace el Emmanuel, el Dios con nosotros.

La Iglesia nos ofrece, en la liturgia de estos días, tres singulares «guías», que nos indican las actitudes que hay que asumir para salir al encuentro de este divino «huésped» de la humanidad.

1. Ante todo, Isaías, el profeta de la consolación y de la esperanza, proclama un auténtico evangelio para el pueblo de Israel, esclavo en Babilonia, y exhorta a mantenerse vigilantes en la oración para reconocer los «signos» de la venida del Mesías.

2. Después aparece Juan el Bautista, precursor del Mesías, que se presenta como «voz del que clama en el desierto», proclamando «un bautismo de conversión para perdón de los pecados» (Cf. Marcos 1, 4). Es la única condición para reconocer al Mesías ya presente en el mundo.

3. Por último, está María que, en este tiempo de preparación a la Navidad, nos guía hacia Belén. María es la mujer del «sí» que, a diferencia de Eva, hace propio y sin reservas el proyecto de Dios. Se convierte de este modo en una luz clara para nuestros pasos y el modelo más elevado de inspiración.

Queridos hermanos y hermanas, dejémonos acompañar por la Virgen hacia al Señor que viene, permaneciendo «vigilantes en la oración y exultando en la alabanza».

A todos les deseo una buena preparación para las próximas fiestas navideñas.

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Intervención de Juan Pablo II en la audiencia general del 18 de diciembre 2002, dedicada a la preparación espiritual de la Navidad.

"Paz en la tierra a los hombres que Dios ama" / Autora: Madre Elvira, fundadora de la Comunidad Cenáculo

Navidad es la fiesta de Dios, el único bien, sumo y verdadero. El Dios que se entrega, se manifiesta, toma un rostro y un cuerpo en el Niño Jesús. Queremos vivir para este Bien, queremos acoger el Bien, ser parte del Bien, para ayudar a los demás a ser buenos. Muchas personas han perdido de vista ese rostro, perdiendo el objetivo de la vida, el diálogo con Aquel que es el autor de todo.
Dios es nuestro Padre, Él nos pensó, nos quiso, nos ha amado y puso en nosotros la capacidad de colaborar con Él para generar la vida. Dios es nuestro padre y nuestra madre, nos conoce y nos ama con ternura infinita, a Él podemos hablarle con libertad, sin temores, porque nos ama y nos perdona.

El pecado nos divide, nos hace pedazos. El amor de Dios reconstruye en nosotros la unidad porque Él no se cansa de nuestros fracasos, de nuestras recaídas.

El rostro de Dios se ha revelado en Jesús, nuestro Dios no es un fantasma, una idea, sino que está vivo, es un niño nacido en Belén del seno de María.

En la Navidad debemos hacernos pequeños, para encontrar a un Dios que se ha hecho niño, para estar con Él, para reencontrarnos a nosotros mismos en Él.
Vivamos la Navidad mirando a la pequeña mujer que todos quisieran encontrar. Justamente porque es pequeña y débil, tiene un corazón grande como la humanidad.

En esta espera simple y profunda, encomendémonos a María, nuestra Madre con la disposición de los pequeños, para que en esa noche de Luz también nosotros abracemos nuevamente la vida, la recibamos como el “fruto bendito” de un seno inmaculado, del Amor misericordioso de Dios por nosotros.

Dios tiene un plan de amor para ti / Autor: Jaume Boada i Rafí O.P.

Teresa de Jesús, en su conocida poesía Vivo sin vivir en mí, nos da una hermosa, sencilla y profunda definición de la vida contemplativa. Ella dice: "Porque vivo en el amor que me quiso para sí". Y en otra poesía titulada En las manos de Dios dice: "Pues por vuestra me ofrecí, ¿qué mandáis hacer de mí?. Decid, dulce amor, decid, ¿qué queréis hacer de mí?".

Hermano, eres de Dios, porque él te ha llamado. Te has abandonado en sus manos de Padre. Sientes tu pobreza, tus limitaciones. No dejas de ser consciente de tus pecados. Pues bien: en medio de esta pobreza puedes pensar que vives en el amor que te quiso para sí, o que deseas vivir en el amor que te quiso para sí. Porque Dios tiene un Plan de Amor para ti.

Muy pronto, al comenzar mi interés por el camino de la oración, descubrí la realidad del Plan de Amor del Padre. No me atrevía a hablar de él. Me parecía algo tan profundo y tan difícil de expresar en palabras que no podía ni escribir, ni decir nada del Plan de Amor del Padre.

Pero el Señor me lo hizo conocer poco a poco, a medida que iba entrando en el camino interior de las almas, consagradas o no.

Dios tiene un plan de Amor para ti.

¿Qué es el Plan de Amor?

Voy a intentar responder con unas palabras sencillas y, créeme, unas palabras pobres. Siempre quedarán lejos de poder definir y de poder explicar en su plenitud la realidad del Plan de Amor del Padre.

Pues bien, el Plan de Amor es una fuerza interior que invita, atrae y arrastra. Empiezas a sentir que el Señor te invita a un camino interior. Después, sientes una fuerte atracción a realizar la voluntad del Padre, hasta que llega un momento en que no puedes decir que no. Dices un SÍ incondicional.

El Plan de Amor es un sello que marca nuestra vida. Se vive con la convicción de que solamente respondiendo a este don podrás ser plenamente fiel y feliz.

El Plan de Amor es una manera de ser y de entender la vida en Dios. Una sensibilidad espiritual especial que percibes que es de Dios, que va definiendo tu vida y orientando las opciones interiores concretas que la conforman.

El Plan de Amor es un camino interior que vas haciendo en Dios, hasta que descubres que es el Señor quien lo hace en ti.

Ya que eres consagrado te diré que, más que la vocación, el Plan de Amor es el alma que da sentido a tu vocación.

Es un Plan de Amor, sí, concreto, personal, radical que Dios Padre ha pensado, con amor, perdona la reiteración, lo ha pensado con amor para ti.

¿Cómo se manifiesta el Plan de Amor?

Pienso que empieza a manifestarse como un deseo interior, una sed del alma que te hace percibir que Dios quiere algo concreto de ti. Se manifiesta también como una inquietud por buscar: yo, penosa y calladamente, busco y descubro que es Dios quien me está buscando a mí, que es Dios quien, con amor, sembró en mi corazón el deseo de buscar, de buscarle solo a Él.

A veces, el Plan de Amor se manifiesta como una luz: veo claro lo que Dios quiere de mí. Pero en otras ocasiones es, ciertamente, una noche. Y entonces preguntas, necesitas preguntar: ¿Señor, qué quieres de mí? ¿Porqué no me lo dices con claridad? ¿Dónde estoy? ¿Porqué, Señor, esto en mi vida? ¿Porqué sembraste este deseo en mi alma?

Y antes de recibir una respuesta, te darás cuenta de que no hay luz sin una entrega previa en la más absoluta oscuridad.

Se manifiesta también como algo interior, a veces inexpresable, casi siempre indecible. Es un misterio de amor en Dios que todos tenemos y que, en la vida de fraternidad, hemos de respetar.

Se manifiesta como un camino de amor en el que experimentas, de verdad, que Dios te ama y que Dios te ama en la alegría, pero que también te ama en la cruz: cuando sufres te sientes, te sabes amado por Dios.

Dios te ama, sí, y quiere de ti una respuesta concreta de amor.

Finalmente, te diré que se manifiesta como un don especial del amor de Dios en ti.

En todo caso, puedes percibir que estás respondiendo, que ya estás en el Plan de Amor del Padre cuando tienes paz de alma y un fuerte deseo de ser fiel: la paz de alma, la fidelidad son signos que manifiestan claramente que tu vida está en la onda del Plan de Amor del Padre.

¿Cuál es el objetivo del Plan de Amor?

Creo que el objetivo del Plan de Amor es único y múltiple a la vez.

La unidad proviene de la inserción en Cristo, en su misterio salvador, en su amor por los hombres, en su deseo de hacer cercana y visible la verdad del amor del Padre. Yo veo resumida esta realidad en las palabras que ya te cité del Apóstol Pablo a los Gálatas: "Estoy crucificado con Cristo. Vivo yo, más no soy yo. Es Cristo quien vive en mí". La unidad, pues, viene de este objetivo, es común para todos: la inserción en el misterio de Cristo, la cristificación de cada una de nuestras vidas.

La diversidad está en los diferentes caminos y senderos que Dios tiene designados para cada uno de nosotros, hasta poder llegar a este objetivo, centro único y radical de toda vida cristiana y, por lo tanto, de la vida consagrada.

Precisamente, los consagrados tenemos en la Iglesia un camino muy concreto: el seguimiento radical y significativo del Señor Jesús. Y cada Institución de vida consagrada, de acuerdo con su carisma propio, asume unas connotaciones peculiares. Dentro de cada familia diremos que cada comunidad debe buscar su camino concreto hasta poder llegar al camino personal, único e irrepetible que Dios ha pensado, con amor, para ti, para mí, para cada uno de nuestros hermanos.

En este contexto cristiano y eclesial, el Plan de Amor del Padre queda insertado en el misterio salvador de Cristo en la Iglesia. Diré más: es un peldaño necesario -Dios lo dispuso así- de la Historia de la Salvación.

Todo ello me hace pensar en la gran responsabilidad que supone para ti, para mí, para todos, la fidelidad al Plan de Amor personal que el Padre pensó para nosotros.

El Apóstol Pablo era muy consciente de ello y, en una ocasión, dijo: "Suplo en mi cuerpo lo que falta a la pasión de Cristo".

Nuestra fidelidad al Señor no es cosa nuestra, como si fuera algo exclusivamente personal que sólo nos compete a cada uno de nosotros. La fidelidad, nuestra fidelidad, entra a formar parte del conjunto del Plan Salvador de Dios Padre en Cristo Jesús.

¿Te das cuenta de la importancia y de la responsabilidad que tienes a la hora de conocer y responder al Plan de Amor del Padre?

¿Qué exigencias comporta?

Yo las resumiría en estas pocas palabras.

La primera exigencia, la cruz. Para Cristo fue un elemento esencial y el discípulo no es mayor que el Maestro. María, la Virgen María, Madre del Silencio, Madre de la Oración, en su fidelidad al Plan de Amor del Padre vivió fuertes momentos de cruz. Pablo llega a declarar con fuerza y entusiasmo: "Lejos de mí el gloriarme de otra cosa que no sea la Cruz de Cristo. En Él está la salvación, la vida, la resurrección. Él nos ha salvado y nos ha liberado".

La fidelidad al Plan de Amor se manifestará, se manifiesta siempre -créeme, es así-, con la presencia de la cruz en la vida: la presencia de la cruz en el cuerpo o en el alma.

Una segunda exigencia: la disponibilidad de vida. Cuando, entre los consagrados hablamos de disponibilidad, pensamos muchas veces en la obediencia, esto es, la disponibilidad para hacer, para ir, para volver, para obedecer, en una palabra.

El Plan de Amor exige una disponibilidad radical en la vida, una vida disponible, plenamente abierta a la voz, a la voluntad de Dios, plenamente libre para responder al viento del Espíritu Santo.

Una tercera exigencia: la fidelidad. Es una exigencia fundamental. Se te pide, se nos pide, una fidelidad total, que se manifestará en las grandes opciones de la vida y en las pequeñas cosas que la conforman. A mi entender se trata de una fidelidad sencilla, fidelidad delicada, fidelidad profunda, fidelidad alegre. Es importante que sea una fidelidad alegre, pues en la fidelidad está nuestra felicidad.

Una nueva exigencia: la entrega. Es la oblación total de tu vida al Padre en Cristo Jesús. Una oblación que, en algunos casos, Dios hace ver que quiere que sea un ofrecimiento victimal. Pero en todo caso, esta oblación te lleva a no anteponer nada al amor de Cristo, como manda San Benito en su Regla monástica.

Otra exigencia: la pobreza, la pobreza de alma, de la que te hablé. En palabras de los místicos, sin embargo, la pobreza como exigencia del Plan de Amor del Padre es el abismo de la pobreza, o el despojo, que es una obra de Dios en nosotros. Es una pobreza que tú no puedes conseguir con tus propios medios por mucho interés que tengas en desposeerte de todo o en desposeerte de ti mismo. Es el abismo de la pobreza, es la pobreza obra de Dios en ti cuando te despoja de todos y de todo.

Y, finalmente, como exigencia, repito e insisto: el abandono. El Plan de Amor del Padre te exige que vivas el abandono con amor, pero que lo vivas con gozo y con confianza porque sabes que Él te ama.

Por ello, pones con ilusión todas tus cosas, tus deseos, tus esperanzas, tus proyectos, la cruz y el gozo de tu vida de cada día, en una palabra todo, absolutamente todo, lo pones en las manos del Padre porque sabes que así está, estás tú mismo, en las mejores manos.

¿Qué actitudes comporta?

La actitud radical del Plan de Amor del Padre pide que vivas el silencio y la escucha. No el silencio exterior ni el silencio-acto, sino la actitud de silencio y la actitud de escucha desde una vida de oración y de encuentro contemplativo con el Señor. Cada uno de nosotros tendrá que intentar descubrir cuál es la voluntad de Dios concreta sobre su vida.

Piensa, ahora que estás haciendo este camino del silencio, cuál es la voluntad de Dios concreta para ti, qué es lo que espera el Señor de ti. Tendrás que hacer, que suplicar, con el profeta: "Habla, Señor, que tu siervo escucha".

La actitud básica será la búsqueda llena de esperanza, pero también con una pacífica inquietud; sí, es importante que vivas en una actitud de deseo de responder, pero ha de ser una inquietud con paz. No tengas prisa, pero tampoco te detengas en el camino.

Ten en cuenta también que toda búsqueda comporta, al mismo tiempo, una aceptación, por adelantado y sin condiciones, del Plan de Amor del Padre, de lo que Dios quiera para ti: antes de entrar en este camino del Plan de Amor del Padre has de estar dispuesto a asumir y aceptar por adelantado todo lo que Dios te pueda pedir o todo lo que Dios te vaya a pedir, porque sabes bien que pide, pide como un mendigo, como dice San Agustín, pero pide.

La actitud que comporta el Plan de Amor del Padre también es la actitud de disponibilidad, pero la disponibilidad de vivir el Plan de Amor del Padre hasta las últimas consecuencias. Pero piensa que esto no es posible sin una actitud orante en la vida. El que quiera ser fiel al Plan de Amor del Padre no puede contentarse con hacer oración: ha de ir viviendo la vida en una actitud orante, contemplativa. Se tendría que poder decir de él que es un orante, un contemplativo. Todo consagrado, por su vocación, yo diría como una exigencia de su virginidad, ha de ser orante, ha de ser contemplativo.

El Plan de Amor de Dios para nosotros presupone una vida de constante comunión con Él, un vivirlo todo en Dios y, al mismo tiempo, este Plan de Amor, pasa a ser el elemento esencial del encuentro, del diálogo, de la comunión y de la vida en Dios. Y por esto podrás comprender la gran verdad de las palabras de Teresa de Jesús: Porque vivo en el amor que me quiso para sí.

Pienso que Dios Padre te manifestará el Plan de Amor del Padre cuando encuentre en tu vida un corazón sencillo y amante, un corazón pobre y disponible.

En todo caso quiero recordarte que ni el Plan de Amor, ni el poderlo conocer, ni el intentarlo vivir puede ser obra nuestra. Es siempre un don de la gracia del Padre en Cristo Jesús.

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Fuente: Abandono.com

«Emergencia Belén»: urge ayuda para niños, ancianos y enfermos / Autora: Marta Lago

S.O.S. de la Custodia Franciscana de Tierra Santa

(ZENIT.org).- La parroquia franciscana de Belén -a través de la Custodia de Tierra Santa (CTS)- hace un llamamiento global de ayuda por la minoría cristiana local, dada la permanente situación de emergencia social que padecen por el prolongado conflicto regional.

«EMERGENCIA BELÉN - Tu contribución de Navidad en apoyo a los cristianos de Belén» es el nombre de la campaña que ha dado a conocer la Custodia en su web.

El mayor desafío «ante el que nos encontramos ahora [en Tierra Santa] es el de no limitarnos a sufrir las difíciles situaciones en las que vivimos, sino lograr introducirnos en ellas con una actitud activa y crítica», escribe el padre Pierbattista Pizzaballa ofm., custodio de Tierra Santa.

El grito de socorro se lanza a través de la Asociación Tierra Santa (ATS), una ONG (Organización no Gubernamental sin fin de lucro) cuyo objetivo es sostener las obras e iniciativas de la Custodia de Tierra Santa -provincia franciscana de la Orden de los Frailes Menores (franciscanos)--, desde hace casi ocho siglos en los Santos Lugares.

Bajo la presidencia del custodio de Tierra Santa, la citada asociación promueve proyectos en el campo socio-educativo y socio-asistencial, además de intervenciones de recuperación y valoración de santuarios y áreas arqueológicas

Niños maltratados, ancianos abandonados y enfermos necesitados son la prioridad de la petición de ayuda que hace la ATS con ocasión de la próxima Navidad, en coordinación con la parroquia latina de Santa Catalina de Alejandría en Belén, que garantiza arraigo en el territorio y una dilatada experiencia en la realización de iniciativas educativas y sociales.

«Pedimos vuestra ayuda para sostener a las "piedras vivas" en Tierra Santa -escriben los promotores--, precisamente donde Dios se hizo Niño».

Belén sufre prácticamente la imposibilidad de cruzar a diario los límites establecidos; son muchos los que han perdido su trabajo o tienen fuertes dificultades para desarrollar su actividad laboral.

Además, la afluencia turística que aporta recursos a las pequeñas actividades de carácter familiar comerciales y artesanales se detiene en Belén sólo en una rápida visita, insuficiente para que se recupere la economía local.

Actualmente -se lee en la web de la CTS-- escasean recursos de primera necesidad, como educación, alimentos, medicinas y servicios hospitalarios.

De ahí la apremiante ayuda requerida para la parroquia franciscana de Belén en la acción de socorro de la minoría cristiana.

El primer proyecto en que se emplearán los donativos se denomina «Niños y chavales en dificultad». Sostendrá algunas necesidades primarias y las redes escolares de estos pequeños, que no sólo afrontan situaciones económicas durísimas -con el riesgo de abandono de las aulas, en busca de medios de subsistencia--, sino hogares rotos. Asimismo se ofrecerán doscientas becas de estudio -cuidadosamente atribuidas-- para el próximo año.

El párroco y los directores de las escuelas de Tierra Santa, masculinas y femeninas, supervisan la ejecución del proyecto.

La «Acogida de ancianos» centra el segundo proyecto, a fin de ofrecer a aquellos una vida digna. Se realiza con la Sociedad Antoniana de Caridad de Belén, la cual funciona como casa de reposo de ancianas --actualmente son treinta y cinco--, la mayor parte sin capacidad para cubrir sus gastos. Se preve además crear un espacio para acoger de día a ancianos y darles un ámbito de convivencia y de asistencia. En la nueva estructura se ofrecerán comidas calientes y actividades de esparcimiento. Se desea crear, lo antes posible, una zona con camas para ofrecer, en situaciones urgentes, una asistencia completa.

La «Asistencia médica» es igualmente apremiante, dado que en los territorios palestinos no existe atención pública sanitaria; ello depende sólo de las familias, pero aquellas de la parroquia franciscana de Belén en situación de pobreza son más numerosas que en el pasado, dada la desocupación tras las segunda Intifada.

De acuerdo con la CTS, estas familias se dirigen a la parroquia en busca de ayuda cuando son diagnosticadas de afecciones graves o necesitan tratamientos económicamente inaccesibles. El párroco verifica la seriedad y urgencia de la necesidad, busca ayuda financiera primero en la Custodia, y si es posible en donantes privados sensibilizando a las comunidades locales e internacionales.

La parroquia intenta ayudar a las familias más pobres (se trata de casos de leucemias, infartos, tumores o diálisis) comprando medicinas en farmacias locales y a veces cubriendo los costes hospitalarios en intervenciones en estructuras sanitarias israelíes capaces de cirugía; ésta, frecuentemente y en forma creciente los hospitales del Territorio Palestino no pueden llevarla a cabo. Los fondos que se piden, para este tercer proyecto, se destinarán a la adquisición de fármacos y a tales internamientos hospitalarios por razones quirúrgicas urgentes.

La ATS se compromete con el donante a dar cuentas con precisión de los gastos que se hayan sostenido, además de preparar una valoración completa del proyecto en una política de transparencia para favorecer un sostenimiento eficaz de la parroquia y de sus necesidades.

Se puede solicitar más información escribiendo a: t.saltini@custodia.org

Los datos bancarios para enviar donativos son los siguientes:

Titular de la cuenta: ATS - ASSOCIAZIONE DI TERRA SANTA
Banco: CARIGE
Número de cuenta corriente: 1833 80
Código ABI 6175
Código CAB 5018
Código CIN K
Concepto a especificar: EMERGENZA BETLEMME

Datos para enviar donativos desde otros países fuera de Italia:

Código SWIFT CRGEITGG511
Código IBAN IT25 K061 7505 0180 0000 0183380


La Custodia franciscana de Tierra Santa, en nombre de la Iglesia católica, realiza su misión por la reconciliación y la paz en Israel, Palestina, Jordania, Siria, El Líbano, Egipto y las islas de Chipre y Rodas. En ella trabajan tres centenares de religiosos, a los que ayudan un centenar de religiosas de diversas congregaciones.

Los franciscanos prestan asimismo su servicio en medio centenar de lugares queridos por la Cristiandad, como el Santo Sepulcro en Jerusalén, la Natividad en Belén, o la iglesia de la Anunciación en Nazaret.

Además del ministerio pastoral, son numerosas las obras de carácter social de la Custodia, la cual subraya que la misión de la Iglesia no se dirige sólo a los cristianos, sino también a los que no lo son, como es el caso de musulmanes y judíos.

La presencia franciscana en Belén se remonta a 1347.

Los sin techo, «icono de Cristo» sediento de dignidad / Autor: Mirko Testa

Encuentro internacional sobre la pastoral de la calle

(ZENIT.org).- Más de mil millones de personas sin techo hay en el mundo y son cincuenta mil --en su mayoría mujeres y niños-- las que mueren cada día porque no tienen una casa para protegerse, viviendo en condiciones higiénicas inhumanas y con agua contaminada.

Es este el drama a menudo ignorado en la sociedad de hoy que se ha denunciado en el primer Encuentro Internacional de Pastoral de las personas sin vivienda estable, en la sede del Consejo Pontificio de la Pastoral para los Emigrantes e Itinerantes, del 26 al 27 de noviembre pasados.

Cincuenta personas participaron en las dos jornadas de estudio sobre el tema «En Cristo y con la Iglesia, al servicio de los sin morada fija», entre obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, miembros de asociaciones de apostolado y de voluntariado, en representación de 28 países de cuatro continentes.

El encuentro es el tercero de una serie de congresos internacionales y constata la continua atención del Consejo Pontificio a la pastoral de la movilidad humana también en la calle, que ha llevado a la publicación, el pasado mes de mayo, del documento «Orientaciones para la Pastoral de la Calle».

El dicasterio ha reunido a lo largo de los años a agentes pastorales comprometidos en los diferentes ámbitos de este apostolado, promoviendo el primer Encuentro Internacional para la Pastoral de los Niños de la Calle (25-26 de octubre de 2004) y el de Pastoral para la Liberación de las Mujeres de la Calle (20-21 de junio de 2005).

Del congreso han surgido cifras útiles para enmarcar el fenómeno de los sin techo, que incluye tanto a quienes no cuentan con una vivienda estable como a quienes tienen una casa o alojamiento inadecuados. Se ha estimado que, en las ciudades, hay más de cien millones de chicos de la calle, y que millones de personas viven en inmensas barriadas de chabolas.

Además, se calcula que, en los próximos cincuenta años, la población urbana mundial, debido a la tendencia de superpoblación y de la globalización, pueda duplicarse, pasando de 2,5 mil millones a 5 mil millones de personas.

Al indagar en las diversas realidades globales y locales de este fenómeno, emergieron también los motivos principales que impulsan a la gente a vivir en la calle o a perder su vivienda: escasa formación cultural, insuficiente preparación profesional, toxicomanía, alcoholismo, trastornos mentales, aunque también la libre elección de una vida excéntrica.

Al delinear el perfil temático en el encuentro inaugural, el cardenal Renato Raffaele Martino, presidente del dicasterio vaticano que convocaba el encuentro, dijo que «la falta de techo no es algo nuevo. Existió en el momento en el que el pecado apareció en el mundo y nuestros ancestros fueron arrojados del lugar que había sido preparado para ellos».

Dirigiéndose a los presentes, el purpurado subrayó la llamada a hacerse «testigos auténticos y ejemplo para gobiernos y comunidades, invitando a todos a reconocer la dignidad de cada ser humano», y a «ofrecer y a recibir el amor de Dios, en una ‘catequesis activa'». «Sobre todo --subrayó--, en el centro de nuestra actuación debe estar el amor», que da «fuerza a través del encuentro personal con Cristo», alimentado por la oración constante.

Pero todavía más, una profunda «dedicación»: «No es suficiente dar cosas temporales sino que debemos estar presentes a nivel personal en todo lo que hacemos», afirmó el cardenal Martino.

En su intervención, el arzobispo Agostino Marchetto, secretario del Consejo Pontificio de Pastoral para los Emigrantes e Itinerantes, recordó que «desde finales de la II Guerra Mundial, el número de los sin techo en Europa occidental ha llegado a su más alto nivel, con una estimación de tres millones de personas, mientras que en Estados Unidos se habla de 3,5 millones, de los que 1,4 millones son menores».

A pesar de la escasez y dispersión de los datos de países en vías de desarrollo, añadió, «India es unos de los pocos países que han tratado de hacer un censo, en 1981, cuyo resultado es de cerca de 2,5 millones de personas sin techo. Otro censo, hecho diez años más tarde, mostró sin embargo una disminución de más de un millón respecto al anterior».

Añadió que el mayor aumento de personas sin vivienda fija se ha dado en África, Asia y América Latina, donde parece ser que «cerca del 30% de la población vive en asentamientos ilegales, carentes de infraestructuras y servicios, o hacinados en locales deteriorados»

Al trazar las líneas guía para un enfoque pastoral eficaz, el prelado recordó que «la situación de los sin techo no es sólo la de quien no tiene casa, es el derrumbe del propio mundo, la propia seguridad, las relaciones personales y la dignidad. Es la pérdida de la capacidad de tener una vida ‘verdaderamente humana'».

Por esto, dijo, los agentes pastorales deben comprender que no basta con satisfacer las necesidades fundamentales e inmediatas para la supervivencia humana porque «en lo profundo, cada persona sin morada tiene una necesidad originaria, más grande, la de ser aceptada y trata con dignidad».

Toda la comunidad eclesial está por tanto llamada a un acompañamiento generoso y personal «en el delicado camino de recuperación e integración» de los sin techo.

Por último, concluyó invitando a ver en los sin techo »el icono de Cristo que proyecta su sombra sobre el mundo, sobre la Iglesia y sobre la sociedad»; «Cristo manifiesta su presencia en las personas sin morada fija y nos llama a aquél amor y a aquella caridad que son el sello auténtico de su vida».

Por Mirko Testa

La “REDEMPTORIS MISSIO” de Juan Pablo II / Autor: Hº Jaime Ruiz Castro CM

Del 7 de Diciembre de 1990, recoge toda la trayectoria bíblica y la actualiza a la luz del Concilio Vaticano II y la situación actual, presentando a la Iglesia como continuadora de la obra de Cristo.

El primer areópago del tiempo moderno es el mundo de al comunicación, que está unificando a la humanidad convirtiéndola en una "aldea global."

Los medios de comunicación social tienen tanta importancia que se han llegado a ser para muchos el instrumento principal de información y formación, guía e inspiración para el comportamiento individual, familiar y social.

Las nuevas generaciones crecen condicionadas por ellos. Es una pena que todavía haya gente que piense que son secundarios en la evangelización. La evangelización de la cultura moderna depende en gran parte de su influjo. No basta usarlos para difundir el mensaje cristiano y el Magisterio de la Iglesia, sino que hay que integrar el propio mensaje en esta "nueva cultura" creada por la comunicación moderna.

Es un problema complejo, ya que esta cultura nace, antes incluso que sus contenidos, del hecho mismo de que existan nuevos modos de comunicar con lenguajes nuevos, técnicas nuevas y nuevos impulsos psicológicos.

Son muchos los areópagos del mundo moderno hacia los que se debe orientar la actividad misionera de la Iglesia. Por ejemplo, el compromiso por la paz y el desarrollo de los pueblos; los derechos del hombre y de los pueblos, sobre todos los de las minorías; la promoción de la mujer y de niño; la salvaguardia del medio ambiente son sectores que se deben iluminar con la luz del Evangelio.

Hay que recordar el vastísimo areópago de la cultura...en la que los hombres están llamados a una mayor unidad y solidaridad: las soluciones a los problemas existenciales se estudian, se discuten, se experimentan con el concurso de todos. He aquí por qué los organismos y convenciones internacionales se muestran cada vez más importantes en muchos sectores de la vida humana, desde la cultura a la política, desde la economía a la investigación. Los cristianos, que viven y trabajan en esta dimensión internacional, deben recordar siempre su deber de testimoniar el Evangelio.

Animación y formación misionera del Pueblo de Dios

La formación misionera es obra de la Iglesia local con la ayuda de los misioneros y de sus Institutos, así como del personal de las Iglesias jóvenes.

Este trabajo debe entenderse no como marginal, sino como central en la vida cristiana. Para la misma nueva evangelización de los pueblos cristianos, el tema misionero puede ser de gran ayuda: el testimonio de los misioneros conserva su encanto incluso para los alejados y los no creyentes y transmite valores cristianos.

Las Iglesias locales inserten la animación misionera como elemento-cardinal de su pastoral ordinaria en las parroquias, asociaciones y grupos, especialmente juveniles.

Para este fin vale la información mediante la prensa misionera y los subsidios audiovisuales. Su papel es de gran importancia en cuanto que dan a conocer la vida de al Iglesia universal, las voces y experiencias de los misioneros y de las Iglesia locales, con las que ellos trabajan.

En las Iglesia más jóvenes, que no tienen dinero para la prensa y otros subsidios, los Institutos misioneros dediquen personal, medios e iniciativas.

El clamor del Adviento / Autor: Padre Luis María Etcheverry Boneo

Si todo fin y todo comienzo de año debe ser siempre, para las personas serias, responsables, un momento de balance: de mirar al pasado y a la vez al futuro, de sacar experiencia de lo ocurrido para asegurar un mejor rendimiento del porvenir, esto debe ocurrir de un modo mucho más particular y más exigente cuando se trata del fin y del comienzo del año eclesiástico y, por lo tanto, en relación con lo que más importa que es nuestra vida espiritual.

El año eclesiástico comienza con el Adviento, es decir, con la preparación para el nuevo nacimiento de Jesucristo en la Iglesia y en nuestras almas.

El Adviento, en la liturgia de la Iglesia, no sólo es una preparación para la conmemoración y para el nacimiento místico de Jesucristo en Navidad; no sólo mira a ese fin práctico, sino que -en esa actitud de la Iglesia de renovar cada año los misterios relativos al ciclo humano de la vida de Jesús- quiere comenzar con un signo de la larga expectación de la humanidad con respecto a la venida del Mesías anunciado.

Textos del Antiguo Testamento

Durante un mes vamos a renovar místicamente ese período de la historia de la humanidad que transcurre desde el pecado del primer hombre hasta la llegada visible del Redentor a este mundo.

Por eso es comprensible que la Iglesia asuma, en su liturgia de este tiempo, abundantes textos del Antiguo Testamento y sobre todo un espíritu tomado de la imagen de la tierra, por una parte seca, árida, sedienta de lluvia, y por otra, bien preparada para recibir en su seno la buena semilla en el momento de la siembra que espera le ha de llegar. Así como todo el tiempo del trabajo de la tierra previo a la siembra, está destinado a asegurar que cuando venga la semilla no encuentre ningún obstáculo a su supervivencia y a su desarrollo: a su germinación, al producir la planta, las flores, los frutos (es decir, una expansión total de esa vida latente que traía la semilla), así también todo el Antiguo Testamento, y el Adviento para nosotros, debe ser un trabajo de arada, de rastreo, de preparación de la tierra.

¿Para qué se ara? Primero para matar todos los yuyos, es decir, todas las plantas, todas las vidas que puedan entrar en competencia con la vida de la semilla y llevarse para ellas los frutos, las sales, las riquezas de la tierra; se requiere que cuando venga la semilla, nada en el seno de la tierra pueda disputarle la posesión de los alimentos.

Y se rastrea, en segundo lugar, para romper todos los cascotes y sacar todas las piedras y consecuentemente todos los huecos que haya entre cascote y cascote, lo cual, de no hacerse, haría que la semilla quede sin entrar en la tierra o al lanzar una raíz no pueda ella expandirla y se vea impedida de germinar o, en todo caso, limitada en su crecimiento.

¿Y para qué se riega, cuando se puede, la tierra? O ¿por qué clama la tierra que venga el agua del cielo, si el hombre no puede proporcionársela? Para que esa agua, además de incorporarse a la semilla y enriquecerla por sí misma, se convierta en el vehículo por el cual las sales y los elementos vitales que la tierra contiene se pongan al alcance y puedan entrar en contacto con la planta e introducirse dentro de ella y así enriquecerla, fortificarla, hacerla desarrollar y alcanzar todo lo apetecido.

El agua de la gracia

La literatura del Antiguo Testamento está embebida en esta semejanza de la tierra que se trabaja y de la tierra que clama por la lluvia para que venga esa semilla a traer su vida. Y la liturgia de este Tiempo nos trae, con esta misma comparación, toda la fuerza de su sugerencia y de su sacramentalidad para que trabajemos nuestra alma, de tal manera que, en el Adviento quitemos todo lo que en nosotros pueda oponerse al nacimiento o a la futura expansión de Jesús con su vida, cuando llegue una vez más, en Navidad.

Que no quede ningún sector de nuestra persona: ni la inteligencia, ni la voluntad, ni el corazón, ni la sensibilidad, invadido por cualquier semilla que impida la entrada de Jesucristo con su vida, en ese sector.

Y que no haya en nosotros ningún cascote, ninguna costra, nada que, aunque no sea usufructuado por alguna otra vida, u otra semilla, o por algún otro organismo, sin embargo esté cerrado como un caparazón, a la penetración de Jesucristo cuando venga a nuestra alma místicamente el día de Navidad.

Y que, por otra parte, no falte el agua de la gracia que consigamos a fuerza de pedirla, a fuerza de clamar como clama la tierra -simbólicamente- cuando está seca; la gracia que merezcamos con nuestras oraciones y nuestras buenas obras, y que dentro de nosotros disponga todo lo necesario para que la vida de Jesús, el mundo de sus sugerencias mentales, de sus ilustraciones a la inteligencia, de sus mociones a la voluntad, de sus sentimientos para nuestro corazón, todo eso encuentre el vehículo apropiado, la tierra blanda, permeable, para que la haga llegar hasta todos los límites y dimensiones de nuestra persona.

Tengámoslo, entonces, muy en cuenta: se trata de quitar lo que pueda disputarle al Señor la posesión de nuestra persona; se trata de romper cualquier caparazón que nos cierre, que impida, que encallezca nuestra alma a la acción del Señor; se trata de ablandarla y de vehiculizarla toda, con la lluvia de la gracia que merezcamos y obtengamos por medio de la oración, y de las buenas obras ofrecidas con ese objeto.

Por otra parte, en el Adviento, la Iglesia nos pone la figura de san Juan Bautista, y con él otra nueva imagen. Ya no se trata de preparar una tierra capaz de acoger adecuadamente la buena semilla: se trata de preparar un camino para que pueda, por él, llegar a nuestra alma la Persona adorable del Señor.

Los consejos de San Juan Bautista

Son cuatro las órdenes, los consejos o las consignas que san Juan Bautista -y la Iglesia con él- nos da.

La primera consigna de san Juan el Bautista es bajar los montes: todo monte y toda colina sea humillada, sea volteada, bajada, desmoronada. Y cada uno tiene que tomar esto con mucha seriedad y ver de qué manera y en qué forma ese orgullo -que todos tenemos- está en la propia alma y está con mayor prestancia, para tratar en el Adviento -con la ayuda de la gracia que hemos de pedir-, de reducirlo, moderarlo, vencerlo, ojalá suprimirlo en cuanto sea posible, a ese orgullo que obstaculizaría el descenso fructífero del Señor a nosotros.

En segundo lugar, Juan el Bautista nos habla de enderezar los senderos. Es la consigna más importante: Yo soy una voz que grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos 3. Y aquí tenemos, entonces, el llamado también obligatorio a la rectitud, es decir, a querer sincera y prácticamente sólo el bien, sólo lo que está bien, lo que es bueno, lo que quiere Dios, lo que es conforme con la ley de Dios o con la voluntad de Dios según nos conste de cualquier manera, lo que significa imitarlo a Jesús y darle gusto a El, aquello que se hace escuchando la voz interior del Espíritu Santo y de nuestra conciencia manejada por Él.

A cada uno corresponde en este momento ver qué es lo que hay que enderezar en la propia conducta, pero sobre todo en la propia actitud interior para que Jesucristo Nuestro Señor, viendo claramente nuestra buena voluntad y viéndonos humildes, esté dispuesto a venir a nuestro interior con plenitud, o por lo menos con abundancia de gracias.

El tercer aspecto del mensaje de san Juan el Bautista se refiere a hacer planos los caminos abruptos, los que tienen piedras o espinas, los que punzan los pies de los caminantes, los que impiden el camino tranquilo, sin dificultad. Y ese llamado hace referencia a la necesidad de ser para nuestro prójimo, precisamente, camino fácil y no obstáculo para su virtud y para su progreso espiritual: quitar de nosotros todo aquello que molesta al prójimo, que lo escandaliza, que lo irrita o que le dificulta de cualquier manera el poder marchar, directa o indirectamente, hacia el cielo.

El cuarto elemento del mensaje de san Juan Bautista es el de llenar toda hondonada, todo abismo, todo vacío. Los caminos no sólo se construyen bajando los montes excesivos, ni sólo enderezando los senderos torcidos, o allanando los caminos que tengan piedras: también llenando las hondonadas o cubriendo las ausencias. Este mensaje se refiere a la necesidad de llenar nuestras manos y nuestra conciencia con méritos, con oraciones, con obras buenas -como hicieron los Reyes Magos y los pastores- para poder acoger a Jesucristo con algo que le dé gusto; no sólo con la ausencia de obstáculos o de cosas que lo molesten, no sólo con ausencia de orgullo o con ausencia de falta de rectitud o de dificultades en nuestra conducta para con el prójimo, sino también positivamente con la construcción: con nuestras oraciones y con nuestras buenas obras y un pequeño -al menos- caudal, capital de méritos, que dé gusto al Señor cuando venga y que podamos depositar a sus pies.

La Inmaculada Concepción

Finalmente el Adviento, además de la conmemoración y el sentido del Antiguo Testamento -de la tierra que espera la buena semilla-, además de la figura límite entre el Antiguo Testamento y el Nuevo -san Juan Bautista-, este Tiempo nos acerca más al Señor por aquélla que, en definitiva, fue quien nos entregó a Jesucristo: la Virgen. No sólo en el hemisferio sur entramos al Adviento por la puerta del Mes de María, sino que en toda la Iglesia se entra al Adviento por la novena de la Inmaculada Concepción.

Y la Inmaculada Concepción significa dos cosas: por una parte, ausencia de pecado original y, por otra, ausencia de pecado para y por la plenitud de la gracia. La Virgen fue eximida del pecado original y de las consecuencias del pecado original que en el orden moral fundamentalmente es la concupiscencia, es decir, la rebelión de las pasiones, la falta de orden dentro de nuestra persona, el rechazo que nuestra materia y nuestros apetitos indómitos oponen a la reyecía de la voluntad y de la razón iluminadas por la fe, por la esperanza y por la caridad; iluminadas y encendidas y sostenidas por la gracia. La Virgen, preservada del pecado original en el momento mismo de su concepción y liberada de todo obstáculo, tuvo el alma plenamente capacitada desde el primer instante para recibir la plenitud de la gracia de Jesucristo. Por lo tanto su fiesta de la Inmaculada Concepción, con ese carácter sacramental que tienen todas las fiestas de la Iglesia, ese carácter de signo que enseña y de signo eficaz que produce lo que enseña, nos trae la gracia de liberarnos del pecado y de vencer, de moderar, de sujetar en nosotros las pasiones sueltas por la concupiscencia, a los efectos de que nos pueda llegar plenamente la gracia; y naturalmente, si estamos en Adviento, para que pueda venir la gracia del nacimiento de Jesucristo místicamente a nuestra alma, el día de Navidad.

Por lo tanto, unamos a toda la ayuda que nos pueden prestar los patriarcas del Antiguo Testamento que desde el cielo ruegan por nosotros (ellos que tanto pidieron la venida del Mesías), unamos a la intercesión y a la figura sacramental de san Juan Bautista, unamos por encima de ellos la presencia de la Santísima Virgen en la novena que precede a su fiesta y en todo este tiempo, pidiendo bien concretamente el poder liberarnos del pecado, de todo lo que en nosotros haya de orgullo, de falta de rectitud, de falta de caridad con el prójimo, de ausencia de virtud; liberarnos de todo ello para que, cuando venga Jesucristo el día de Navidad, no encuentre en nosotros ningún obstáculo a sus intenciones de llenar nuestra alma con su gracia.

Tiempo de Oración

La perspectiva de un nuevo nacimiento del Señor, en nosotros y en el mundo tan necesitado de Él, tiene que ser objeto de una preocupación, de todo un conjunto de sentimientos y de actos de voluntad que estén polarizados por el deseo de poner de nuestra parte todo lo que podamos, para que el Señor venga lo más plenamente posible sobre cada uno y sobre el mundo.

Y si esto vale siempre, se hace más exigente en las circunstancias del mundo presente que desvirtúa precisamente lo que Jesucristo trajo con su nacimiento. ¡Qué necesario es que pongamos todo de nuestra parte para que Jesús venga a nosotros con renovada fuerza el día de Navidad y, a través nuestro, sobre las personas que están cerca, sobre la Iglesia y sobre el mundo!

Quedémonos en espíritu de oración, fomentando en nuestro interior el deseo de que las cosas ocurran según las intenciones y los deseos del mismo Señor.

El Adviento es una época muy linda del año. Después de las fiestas de Navidad y de Pascua, quizá es la más linda, porque es una época de total esperanza, de seguridad alegre y confiada. En ese sentido nuestro Adviento es más lindo que el del Antiguo Testamento: se esperaba lo que todavía no había venido, en cambio nosotros sabemos que el Señor ya ha venido sobre el mundo, sobre la Iglesia, sobre cada uno y entonces tenemos mucho más apoyo para nuestra seguridad de que ha de venir nuevamente, a perfeccionar lo ya iniciado.

Por otra parte, esa presencia del Señor en la Iglesia y en nosotros nos ha hecho ir conociendo a Jesús, amándolo y tratándolo con confianza; por tanto, este esperar su nuevo nacimiento tiene que ser mucho más dulce, mucho más suave, mucho más seguro, mucho más esperanzado (con el doble elemento de seguridad y alegría de la esperanza) que lo que fue la espera de los hombres y mujeres del Antiguo Testamento.

Quedémonos, pues, unidos con Jesús, conversemos sobre estos temas, preguntémosle qué nos sugiere a cada uno en particular para que podamos, desde el comienzo, vivir el Adviento del modo más conducente para obtener la plenitud de Navidad que Él sin duda quiere darnos.

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Fuente: Catholic.net

lunes, 3 de diciembre de 2007

La verdadera madurez: vivir los mandamientos / Autor: P. Fernando Pascual

Sus amigos, sus padres, el párroco: todos le decían que no se casara con aquel señor divorciado. Pero ella insistió, cerró los oídos a todo consejo y se casó por lo civil. A los pocos meses ya estaban separados.

Sus compañeros de parroquia le habían avisado que con esos amigos iba a tener problemas. Pero aquel joven no hizo caso. Quería llevar “su” vida sin que nadie le estorbase. Acabó en un hospital, a punto de morir, por una sobredosis de droga.

Sus padres le habían aconsejado que no leyese aquel libro lleno de mentiras. Pero como todos hablaban de esa obra, aquella universitaria decidió comprarla y darle un vistazo. Perdió la fe.

Las tres escenas anteriores, en miles de formatos que varían de persona a persona, se repiten continuamente. Desde luego, la historia no acaba allí: quienes han llegado a una situación de fracaso, de derrota, de engaño, de desorientación moral, de pérdida de fe, de pecado, pueden recuperarse, pueden convertirse, pueden volver al buen camino.

Pero surge la pregunta: ¿es posible recorrer el camino de la vida sin pasar por esos malos momentos? ¿Son capaces los adolescentes, los jóvenes, los adultos, de prevenir un mal paso para mantenerse en el camino del bien?

Algunos consideran que es imposible evitar las caídas, los pecados, las desgracias provocadas por uno mismo. El hombre es libre, tiene una ambición profunda de autonomía, quiere vivir sin ataduras ni mandamientos.

Sólo después, más tarde o más temprano, uno descubre el engaño del pecado. Tal descubrimiento es acompañado por una profunda pena interior. Muchas veces quedan dolorosas secuelas en uno mismo y en los demás. El pasado no perdona: hay heridas que duran años y años.

Existen, sin embargo, adolescentes, jóvenes y adultos que saben evitar las ocasiones de pecado, que vigilan y que rezan para no caer en la tentación, que piden consejo y lo acogen seriamente, que dicen “no” a las ocasiones de peligro.

La actitud de estas personas, según algunos, podría originarse de un miedo infantil al fracaso. Otros añaden que la grandeza del ser humano radica en la libertad que sabe decir “no” a las normas externas y que acepta el riesgo y las derrotas como parte necesaria del camino para madurar.

Pero lo anterior es sumamente falso. Porque no es un camino necesario para madurar el secundar los propios caprichos, egoísmos e injusticias. Porque cada fracaso deja siempre heridas dolorosas. Porque la verdadera madurez consiste precisamente en vivir según los buenos principios, en percibirlos como válidos, en cerrar las puertas al egoísmo para vivir con el deseo profundo de amar y servir a los hermanos.

Hemos de desenmascarar la mentira y no creer que hace falta pecar para ser más maduros. El pecado, por sí mismo, nunca nos puede llevar a ser buenos. Optar por el propio capricho destruye. Buscarse a uno mismo como el centro de la propia vida engendra la frustración y el fracaso. Vivir según las ocasiones, con ansias por aprovechar placeres fugaces (a pesar de que duren meses) como si fuesen nuestra meta es abrazarse a un río que escapa y nos deja áridos y sin amor.

Es cierto que algunos llegan a descubrir la grandeza de la vida honesta después de pasar por el triste llanto del fracaso y la caída. Pero otros interiorizan la belleza de los Mandamientos y de la vida cristiana sin haber vivido el trago de malas experiencias.

Todos podemos comprender, a cualquier edad, que las normas éticas, los mandamientos de Dios, la fidelidad a los buenos principios, no son una limitación, sino una luz que indica un horizonte de bien y de alegría, para uno mismo y para los demás.

Las familias, los catequistas, las escuelas, tienen como parte de su misión hacen ver esto a los hijos y a los jóvenes. La enseñanza de la fe católica no puede limitarse a dar prohibiciones sin mostrar, al mismo tiempo, la belleza del cristianismo. De lo contrario, los adolescentes se cansarán y buscarán aventuras fuera de las normas recibidas.

Pero si la enseñanza cristiana es ofrecida en toda su riqueza, como cauce que nos orienta al encuentro con Dios y al compromiso por la justicia y la caridad, entonces llega a lo profundo de los corazones y desencadena, en quienes están bien dispuestos, ese deseo de bien que es propio de las almas grandes y buenas.

El Papa Benedicto XVI lo explicaba así a los jóvenes: (Los mandamientos) “conducen a la vida, lo que equivale a decir que ellos nos garantizan autenticidad. Son los grandes indicadores que nos señalan el camino cierto. Quien observa los mandamientos está en el camino de Dios (...) No nos son impuestos de fuera, ni disminuyen nuestra libertad. Por el contrario: constituyen impulsos internos vigorosos, que nos llevan a actuar en esta dirección. En su base está la gracia y la naturaleza, que no nos dejan inmóviles. Necesitamos caminar. Somos lanzados a hacer algo para realizarnos nosotros mismos. Realizarse, a través de la acción, en verdad, es volverse real. Nosotros somos, en gran parte, a partir de nuestra juventud, lo que nosotros queremos ser. Somos, por así decir, obra de nuestras manos” (a los jóvenes durante su visita a Brasil, 10 de mayo de 2007).

La enseñanza de Cristo nos invita a mirar hacia la meta verdadera: el cielo. Y si el cielo es amor, nos pide que vivamos cada mandamiento, aquí en la tierra, como parte de nuestra vocación auténtica y plena: amar sin medida.

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Fuente: Catholic.net

La noche oscura / Autor: Alfonso Aguiló

La noche oscura
La verdad padece,
pero no perece.

Santa Teresa de Ávila

La Madre Teresa de Calcuta nació en 1910 en una pequeña ciudad albanesa llamada Skopje. "No había cumplido aún doce años cuando sentí el deseo de ser misionera", contó más tarde ella misma. "Seguir mi vocación fue un sacrificio que Cristo nos pidió a mi familia y a mí, pues éramos una familia muy unida y muy feliz.

"Durante cerca de veinte años, en tanto permanecí en las Hermanas de Nuestra Señora de Loreto, mi misión fue la de enseñar en el Colegio St. Mary's, frecuentado en su mayoría por chicas de clase media. Era el único colegio católico de Secundaria que había por entonces en Calcuta. La enseñanza me gustaba mucho. Enseñar es algo que, hecho por Dios, constituye una hermosa forma de apostolado. Entre las Hermanas de Nuestra Señora de Loreto, yo era la monja más feliz del mundo."

La llamada dentro de la llamada

El momento crucial para su vida se produjo de improviso: "Ocurrió el 10 de septiembre de 1946, durante el viaje en tren que me llevaba al convento de Darjeeling para hacer los ejercicios espirituales. Mientras rezaba en silencio a nuestro Señor, advertí una "llamada dentro de la llamada". El mensaje era muy claro: debía dejar el convento de Loreto y entregarme al servicio de los pobres, viviendo entre ellos." Dios le pedía que saliese de la comodidad de su congregación para ir en busca de los más pobres de entre los pobres.

Recibió el permiso desde la Santa Sede y empezó por llevar a los moribundos de las calles a un hogar donde pudieran morir en paz y dignidad. También abrió un orfanato. Gradualmente, otras mujeres se le unieron. En 1950, recibió la aprobación oficial para fundar una congregación de religiosas, las Misioneras de la Caridad, que se dedicarían a servir a los más pobres entre los pobres. Hoy, son casi cuatro mil, repartidas en quinientas casas establecidas en cerca de cien países.

Todos los pontífices han expresado una especial admiración hacia esta valiente misionera. Recibió el Premio Nobel de la Paz en 1979. Y aunque no faltaron las calumnias, algunas especialmente malintencionadas e insidiosas, lo cierto es que cuando la Madre Teresa falleció, en 1997, todo el mundo se volcó en su despedida. Su proceso de beatificación ha sido el más rápido de la historia reciente de la Iglesia, lo que testimonia su fama mundial de santidad.

La experiencia de la "noche oscura"

Sin embargo, un dato de especial interés es que una santidad tan deslumbrante no estuvo exenta de crisis interiores. Dios quiso que pasara, como sucedió también a Santa Teresa de Ávila o a San Juan de la Cruz, por la dolorosa experiencia de la "noche oscura del alma". En 1956, confiaba al Arzobispo de Calcuta: "Quiero ser apóstol de la alegría". Pero, por una misteriosa disposición de la Providencia, tenía que llevar a cabo ese apostolado de la alegría en medio de una ausencia de Dios que le resultaba insoportable: "En ocasiones la agonía de la ausencia de Dios es tan grande, y es a la vez tan profundo el vivo deseo del Ausente, que la única oración que aún consigo recitar es "Sagrado Corazón de Jesús, confío en ti. Saciaré tu sed de almas.""

Todavía cuatro años más tarde, aquella prueba le atormentaba, pero ella seguía buscando a Dios obstinadamente, confiadamente, segura de que obtendría respuesta: "He comenzado a amar la oscuridad. Porque ahora creo que es una parte, una pequeñísima parte, de la oscuridad y del dolor que Jesús conoció en la tierra". Pasó largas etapas sin notar el amor de Dios en el corazón, sin escuchar sus respuestas. Las miles de personas que ella atendía, sentían consuelo, amor y acogida, mientras que ella continuaba en la oscuridad. Pero siguió adelante.

Seguir adelante en la oscuridad

— Pues menos mal que superó esa noche oscura, pues, de lo contrario, la humanidad se habría visto privada de una aportación extraordinaria.

Sin duda es así. Y es una referencia interesante a la hora de pensar en la perseverancia en los momentos de oscuridad o de tribulación. Muchas veces, el secreto de la fecundidad de los santos está simplemente en que son capaces de perseverar en esos momentos difíciles, en los que otros se rinden. Y la dificultad, muchas veces, no está tanto en resistir ataques, sino en superar esos momentos de oscuridad o de penumbra por los que todos pasamos en algún momento.

También los Reyes Magos de Oriente tuvieron sus momentos oscuridad, según cuentan los Evangelios. Cuando llegaron a Jerusalén, habían abandonado sus tierras y sus reinos, guiados solamente por el signo confuso de una estrella. Habían asumido la aventura de lanzarse a buscar lo desconocido, arrastrados por algo que tampoco era una llamada llena de evidencias. Y probablemente tuvieron que soportar alguna que otra incomprensión por lanzarse a hacer semejante viaje solo por haber visto una estrella. Y al acercarse a la gran ciudad, se encuentran con que la ciudad dormía. Y ven que los mismos sacerdotes a quienes los Magos consultaron, que sabían que el Salvador podía ya haber nacido a poquísimos kilómetros de allí, ni se han molestado en ir a comprobarlo. Incluso después de conocer la historia de la estrella, se limitaron a encaminar hacia Belén a los Magos, pero ellos siguieron durmiendo.

Preguntar a quién sabe

A pesar de todo, los Magos tuvieron la humildad de preguntar, mantuvieron su apuesta y su fe sin escandalizarse por la actitud de esos sacerdotes, llegaron hasta Belén y cumplieron su misión. Y traigo aquí este ejemplo, pensando en que quizá algunas personas que buscan el camino de su vocación pasan a veces por esto mismo. Han descubierto, tal vez entre oscuridades, el resplandor de una estrella. Han comenzado a caminar hacia ella, renunciando probablemente a la tierra firme de muchas certezas fáciles de este mundo. Han soportado los comentarios, simples o ingeniosos, de quienes consideran su entrega a Dios como algo disparatado. Y han tenido que sufrir, por último, el desconcierto de encontrar a su llegada, dentro de la Iglesia, algunos ejemplos que no resultan muy edificantes, de ciudad dormida, de desconfianza y de recelo, quizá precisamente en aquellos de quienes debían esperar ánimo y apoyo.

La tentación de los Magos es quizá una de las más difíciles de vencer en nuestro tiempo. Pero no por eso debemos dejar de seguir nuestra estrella, como ellos hicieron. Y eso aunque a veces nos sintamos rodeados del frío del ambiente, y aunque tengamos que dejar atrás la ciudad de Jerusalén y a sus dormidos habitantes.

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Fuente:Interrogantes.net

El dios que no puede negar nada / Autor: Louis de Wohl

Parece increíble, pero es así: un gran número de personas con una inteligencia aceptable en otros terrenos, cree, sin embargo, en el Dios que no puede negar nada. Se dirigen a Él con oraciones, y exigen que no sólo escuche sus oraciones, sino que las atienda. Es su obligación y su deber, y pobre de Él si no lo cumple. Porque entonces o bien se le insulta violentamente o se le deja de lado y se le ignora en el futuro, a veces hasta se llega a negar su existencia. Esas buenas gentes no se dan cuenta de que al obrar así han colocado lo más inferior por encima de todo en el sentido literal de la palabra, al haberse instituido a sí mismos en tribunal supremo, convirtiendo a Dios en su recadero, en su criado, que ha de realizar sus encargos transmitidos en forma de oración, si no quiere ser amonestado, amenazado con el despido y finalmente expulsado.

Tampoco se dan cuenta de que se comportan como el más primitivo de los fetichistas, que destruye o quema su fetiche si no «sirve». Y además proceden con su Dios con mucho mayor rigor que el que osarían emplear con un dignatario humano.

El médico que prohíbe fumar más de quince cigarrillos al día, puede por lo menos continuar con vida, no se reniega sin más de su existencia. Que el médico se empeñe en un máximo de quince cigarrillos es sin duda una decisión dura, pero hay que admitir que lo hace con buena intención. Piensa en lo mejor para uno. El alcalde, el concejal, el tío rico, cualquier funcionario, todos los jefes militares, el marido, la mujer, e incluso los subordinados, todos pueden decir que no sin que por ello sean despedidos bruscamente. Pero Dios no puede permitírselo; a Dios no se le conceden circunstancias atenuantes. Tiene que hacer lo que nosotros queremos, según el principio de los hidalgos campesinos prusianos: «Nuestro rey absoluto será, si hace nuestra voluntad».

¿Acaso no alumbra en estas cabezas, ni siquiera algunas veces, la idea de que el Omnisapiente sabe también muy bien por qué nos niega nuestro deseo? ¿Que lo sabe incluso en aquellas ocasiones en que no somos capaces de imaginarnos en absoluto por qué?

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Traducción: Carmen Shàd de Caneda
ConoZe.com

Descansar / Autor: Enrique Monasterio

— ¿Qué vas a hacer este verano?

Elena y Sofía, sentadas en el suelo del pasillo, hacen planes, entre examen y examen agarradas a sendas latas de cocacola light. Sofía pone cara de mártir antes de responder:

— Descansar.

Por supuesto, ninguna de las dos presenta síntomas alarmantes de agotamiento. Si acaso unas leves ojeras, mínima secuela del estudio o del botellón nocturno. A los veinte años, el verbo descansar es pura exageración, una metáfora de significado impreciso.

Aparece Ramón y dice que él se va a Noruega quince días ("a ver los fiordos; ya le mandaré una postal"). Luego, viajará a Toronto con el Papa, y a la vuelta a lo mejor va a Jerez con unos amigos. O a Santander, aunque tampoco está muy seguro.

— No vives mal –le digo tratando de disimular la envidia que me corroe–.

— Bueno, todo el año currando..., hay que descansar un poco.

Cansarse para descansar

Para descansar es preciso estar cansado, y uno piensa que a estos chavales no hay forma humana de agotarlos. Por eso, su descanso suele ser de lo más fatigoso, y cuando regresen en octubre necesitarán una pausa de inactividad absoluta para superar el inevitable síndrome post vacacional.

Sin embargo tienen razón: todos necesitamos descansar, pero no sólo del trabajo. Hay mil cosas en la vida que agotan bastante más. Me revienta hablar del estrés, pero existe aunque se abuse del término hasta el colmo de la cursilería. Por eso no está mal mirar hacia el verano con la esperanza de recuperar algunas energías.

Otros sanos descansos

¿Qué plan os propongo? Éste es el mío:

— Descansar del Ayuntamiento, de sus zanjas, y del estrépito de los martillos neumáticos que ya han trepanado suficientemente nuestros urbanos tímpanos. (Yo, de paso, descansaré de los perritos madrileños y de los aromáticos restos orgánicos que depositan en las aceras.)

— Descansar de las tertulias radiofónicas y televisivas. Por favor, señores contertulios, tómense unas largas y reparadoras vacaciones; olvídense de interrumpirse los unos a los otros con el ingenio que les caracteriza; renuncien por unos meses a agitar las madrugadas de los automovilistas solitarios. (En todo caso, aunque sigan ahí, conmigo no cuenten: yo descanso).

Hay mucho de qué descansar

— Descansar de los insultos que propinan unos políticos a otros; de las invectivas contra los árbitros, contra el gobierno o contra la oposición; contra los futbolistas del equipo contrario o del propio. (Si alguna vez he insultado a alguien, aunque sea en voz baja, hago ahora el propósito de no volverlo a hacer. Más que nada porque cansa una barbaridad).

— Descansar de las disputas sobre meras palabras. Ya se lo dijo San Pablo a Timoteo: "no sirven para nada, y son catastróficas para los oyentes". ¿No tenéis la impresión de que la mayor parte de los debates políticos son pura y agotadora verborrea?

— Descansar de la revistas y de los programas del corazón y otras vísceras. Es cierto que en verano suelen estar más activos que nunca y hacen su agosto en agosto explotando la estupidez estival. Pero hay que defenderse: si es necesario, tiremos la tele al mar para descansar un poco.

— Si nos dejan, descansar también de los atascos y del tráfico; del lenguaje de los cláxones –impacientes, gruñones, acusadores, camorristas o simplemente bullangueros–, que ponen incandescente mi vieja y entrañable úlcera de duodeno.

— Pero, sobre todo, hay que descansar de lo que más agota: de la soberbia, la envidia, la codicia, la lujuria…, es decir, de los siete pecados capitales y de la reata de pecados provinciales que uno, por desgracia, va acumulando con los años. El egoísmo, que los resume todos, puede fatigar hasta la extenuación.

Lo que más descansa

Gracias a Dios, el remedio está al alcance de cualquier fortuna: el Sacramento de la Penitencia. Una confesión personal, sincera, serena y profunda, puede ser más saludable que el primer baño del verano. No hay mejor forma de ponerse a tono, de preparar el alma para descubrir que lo que realmente descansa no es la huida del trabajo, ni las caravanas hacia la costa, ni el tostadero de la playa, ni las siestas eternas, sino el cariño de la familia, el encuentro con los amigos, el diálogo con Dios y la generosidad con todos.

Jesús nos lo explicó muy bien en el Evangelio: "venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Llevad mi yugo sobre vosotros, y encontraréis descanso para vuestras almas"

Como casi siempre, enseño el artículo al que tengo más cerca.

— Usted lo que quiere es el descanso eterno –me dice Luis–.

— Por supuesto; pero sin prisas.

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Fuente: Fluvium.org

jueves, 29 de noviembre de 2007

¿Qué guardas en tu corazón? / Autores: Conchi y Arturo


"Se presentaron donde él su madre y sus hermanos, pero no podían llegar hasta èl a causa de la gente, le anunciaron: Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren verte. Pero él les respondió: Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen." (Lc. 8, 19-21)

En artículos anteriores hemos hablado de buscar y vivir la voluntad de Dios como único camino hacia la salvación y medio de tener una vida plena en éste mundo. Esto comporta cada día dar un pequeño paso en el abandono a la Divina Providencia y en crecer en la humildad. O sea, crecer hacia el Padre haciéndome más y más pequeñito, pasando más y más desapercibido como YO, el SER egoísta que la vida y la sociedad nos ayuda tanto a alimentar. Nuestro EGO nos convierte en un monstruo enorme que somos incapaces de dominar y que acaba con nuestra vida como hijos de Dios, como Templos del Espíritu Santo y como madre y hermanos de Jesús que escuchan su palabra y la ponen en práctica.

Damos pie a que nuestro corazón se convierta en aquel Templo sagrado en el que Jesús enseñaba y del que los vendedores hicieron una cueva de ladrones, de engaño, de manipulación. El Hijo de Dios hecho hombre no pudo soportar tanto desprecio hacia su Padre y cogiendo un látigo los echó a todos de allí: "Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus puestos. Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: Quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado. Sus discípulos se acordaron de que está escrito: El celo por tu Casa me devorará". (Jn. 2, 13-17)

Comportandonos como vendedores

¿Nos devora el celo por la Casa de nuestro Padre?. ¿Por mantener puro e inmaculado nuestro Templo?. ¿Por procurar que ningún otro "dios" habite en él?. ¿Hemos dejado paso a los vendedores o comerciales que todos llevamos dentro?. ¿Vendemos palomas o vendemos ya bueyes y no somos conscientes?. Verdaderamente nadie es o puede hacerse santo por sus propios méritos, sino por gracia de Dios, pero tenemos tendencia a caer en la monotonía y acostumbrarnos a ver ciertas conductas y acontecimientos como normales o como que ya no puedo hacer nada por cambiarlos, porque están instaurados en mí y yo soy así.

Al igual que cada poco tiempo limpiamos nuestras casas, quitamos el polvo de los muebles, lavamos la ropa, etc... Así debemos tomar conciencia con la oración de aquellos tics, defectos, impulsos de carácter, vocabulario, gestos, acomodamientos, omisiones..., que caracterizan mi forma de ser. Nuestras emociones y mecanismos de defensa me hacen ser manipulador, egoísta, tener mal genio, impaciente, interesado, despiadado, mentiroso, vago...Jesús jamás tendría estas actitudes con los demás. Los vendedores del espíritu del mundo ocupan nuestro corazón y nos impulsan a ser comerciantes y comerciales compulsivos que buscan su propio interés y satisfacción inmediata.

Hoy! Este mensaje, articulo o enseñanza es para mí o para ti, no para aplicárselo a los demás. Soy yo quien necesita cambiar. No me hace bien lavarme las manos como Pilatos y exigir que mejoren únicamente los otros.Yo soy quien necesita sencillez para aceptar errores, y mucha dedicación para corregir defectos. Soy yo el llamado a seguir al Señor y dar lo mejor de mí mismo. Hoy es el día para convertirme. Me engaño al prometer un cambio para un mañana que nunca llega. "Hoy quiero perdonar, hoy quiero amar, hoy quiero renacer. hoy quiero dejar de ser parte del problema y ser parte de la solución, en mi hogar y en mi trabajo. Este mensaje no es sólo para este familiar o aquel amigo, es para mi, como debieran ser todos. El cambio debe empezar por mí, ¿Cuándo? ¡Hoy mismo!.

A lo largo de la Biblia, desde el Antiguo Testamento hasta el Nuevo, encontramos testimonios de como ha ido cambiando la vida de personas que vivían en situaciones difíciles y extremas y para las cuales sólo ha existido un hilo conductor: buscar y vivir la voluntad de Dios.

* ABRAHAM

Abraham es el ejemplo de fe por excelencia. Un hombre sencillo, de su tierra al que Yaveh había bendecido en bienes y al que había llamado a dejar su tierra, a su padre y toda la seguridad que tenía. Un buen día escucha la voz de Dios y le dice que le dará otra tierra para establecerse con todos los suyos. Además, ya era mayor y no tenía descendencia. El Altísimo le anuncia que será padre de un hijo.

¿Qué tenia de especial Abraham?, ¿Era un modelo de hombre bueno y justo?. No tenemos muchos datos sobre él. Uno es que estuvo a punto de ofrecer a su hijo Isaac a Dios en sacrificio cuando éste se lo pidió. Era lo más grande que tenía, lo que había deseado y esperado toda su vida. Sin embargo, hasta llegar a ese punto de entrega también había sido un hombre con sus debilidades y sus miedos, con dudas y momentos de falta de fe.

Cuando sale de su país se dirige a Egipto. Allí tiene miedo de que por la hermosura de su mujer alguien pueda matarlo para quitársela. Así es como decide que ella se haga pasar por su hermana y Sara es llevada ante el faraón, quien la toma junto a él. Cuando Dios castiga al faraón y su familia, éste le pregunta a Abraham porque lo ha engañado y tienen que marcharse.

También, cuando Dios hace con él la Alianza y le promete un hijo propio, Abraham y Sara, no creen. Sara le da a su esclava para que sea ella quien conciba ese hijo y Abraham acepta. Esto no era exactamente lo que Yaveh le había anunciado. A pesar de ello Dios mantiene su promesa, bendice al hijo que tiene con la esclava y les sigue protegiendo. Abraham escucha y espera la voluntad de Dios en sus pecados y limitaciones.

Sus descendientes siguieron esperando y guiándose por la promesa de Dios hecha a Abraham, renovada en Isaac y posteriormente en Jacob, José, Moisés...

* JOSÉ

José es el hijo predilecto de Jacob, es su debilidad, es un muchacho inteligente, educado y espiritual; muy diferente de sus hermanos mayores, bastante más toscos y brutos que él, acostumbrados al trabajo duro y a las adversidades de la vida.

José es muy joven y hasta ahora ha estado muy protegido por sus padres. Sus hermanos le envidian por ser el favorito de su padre y por cómo Dios se manifiesta a través de él, dándole sabiduría y discernimiento, ellos piensan que José se cree superior y cuando tienen oportunidad lo venden como esclavo, aunque algunos de ellos estaban dispuestos a matarle.

Pongámonos primero en la piel de los hermanos que acaban de cometer una gran traición hacia Dios, hacia su hermano, hacia su padre, a quien engañan haciendo creer que su hijo ha sido devorado por una fiera salvaje, y hacia ellos mismos. ¿Qué vendedores había en el corazón de estos hombres que no se mostraron temerosos de Dios?. Les "iluminó" el odio, la envidia, el deseo de venganza, la mentira, creyeron que sin José sus problemas desaparecerían. Sucedió todo lo contrario, sólo consiguieron aumentarlos pues ahora tenían que luchar contra sus conciencias que denunciaban sus actos continuamente.

Ahora miremos a José. Él ama a su familia, venera a Dios y se encuentra, primero en un pozo encerrado y luego en manos de unos extraños entregado por sus hermanos. Es una situación que podría trastornar psicológica y emocionalmente a cualquiera. No entiende nada, está asustado, piensa que nunca volverá a ver a sus seres más queridos, está roto de dolor por lo que han hecho sus propios hermanos, ¿qué va a ser de mí ahora?

¿Qué le queda a José para seguir adelante?. Dios, su Dios en medio de extranjeros, con costumbres y dioses diferentes. José entrega su confusión y su miedo a Yaveh en todos los acontecimientos que le tocan vivir, en los buenos y en los malos. Cuando es bendecido y digno de confianza de los jefes egipcios y cuando es difamado y encarcelado. Cuando es nombrado primer ministro del faraón y se convierte en el hombre más poderoso de todo el país; y a la hora de acoger, ayudar y perdonar a sus hermanos, incluso en esos momentos, José siempre es el mismo. Su corazón mira a Dios y lo bendice y alaba porque entiende que todo ha entrado dentro de sus planes de salvación. Incluso el arrepentimiento de sus hermanos, estos hijos de Jacob, los doce, son las cabezas de las doce tribus de Israel. ¡Cuánto debieron meditar estos hechos en sus corazones durante los años que vivieron!

* MOISÉS

Escogido y protegido por Dios desde el momento de su nacimiento en el que se vive un preludio de lo que será después la matanza de los inocentes por parte de Herodes queriendo acabar con Jesús. También el faraón decide que deben morir todos los niños judíos. Moisés, dejado en el río en una canastilla por su hermana, es encontrado y educado por la hermana del faraón como un príncipe de Egipto. Criado en un ambiente de seguridad y superioridad, va tomando conciencia de su origen, de la situación de su pueblo. En su corazón nace rechazo por el comportamiento de los egipcios hacia los judíos, hasta el punto de que se llena las manos de sangre matando a un egipcio que maltrataba a un judío. Sabiendo lo que había hecho y cual era el castigo, huye y empieza una nueva vida.

Al cabo de los años, Yaveh le llama y deja a su mujer e hijos para emprender una misión humanamente imposible, de locos. ¿Qué sabía Moisés del Dios de los judíos?. ¿Qué podía pensar, y más importante aún, sentir su corazón ante este acontecimiento?. "¿Por qué me voy a complicar la Vida?. Me matarán si vuelvo, el faraón se va a reír de mí, incluso los judíos ¿qué dirán?. ¿Quién soy yo para decir que me ha enviado Dios?," etc. No sabemos, pero pongámonos cada uno en su lugar.

Fue fiel en la desconfianza inicial de los judíos en Egipto, en la cerrazón del faraón, en la huida y paso del Mar Rojo, en 40 años de desierto, en tierra de nadie, llena de incomodidades, inhóspita y acompañado de gente rebelde, infiel, caprichosos. Nunca están contentos, no acaban de volverse y abrir su corazón a Dios, le niegan una y otra vez. Pero él siguió adelante, porque escuchó su voz y la puso en práctica y con él, su hermano Aarón y su hermana Miriam y otras personas realmente temerosas de Dios.

Aarón y su descendencia fueron nombrados por Dios pueblo sacerdotal, ejemplos de entrega, tanto él como su hijo Eleazar fueron muy respetados en Israel.

* PINJÁS

Era nieto de Aarón e hijo de Eleazar, también fué un sacerdote reconocido por su celo hacia Dios y su Ley. En uno de los momentos en que el pueblo era infiel a Dios, dejándose seducir y uniéndose a pueblos extranjeros, adorando a sus dioses y ofreciendo sacrificios, sufrieron una epidemia que costó la vida a muchos judíos. Moisés y los sacerdotes trataban el tema y un judío desafiando a todos tomó a una extranjera y la llevó a su tienda. Pinjás, cogió una lanza y los atravesó a los dos, no pudiendo soportar esa afrenta hacia su Dios. En ese momento paró la epidemia, porque hubo un hombre que escuchó la palabra de Dios y la puso en práctica.

* MATATIAS

Fue un sacerdote respetado en su época, padre de los llamados Macabeos. Le tocó ver cómo Israel era invadido por reyes extranjeros que destruyeron y saquearon todo el país. Profanaron el Templo de Jerusalén y se llevaron todas las cosas de valor. Hubo judíos que se aliaron con los invasores, que renegaron de Dios y de su Ley Sagrada, se convirtieron a sus costumbres y adoraron a sus dioses, les ofrecieron sacrificios abominables.

También hubo una gran multitud que permanecieron fieles a su fe y que se jugaron la vida, e incluso la perdieron, por desafiar los edictos reales: quemar lo Libros de la Ley, no circuncidar a los hijos, comer cosas impuras, ofrecer en holocausto animales considerados impuros como el cerdo.

Muchos se unieron y lucharon contra los opresores, liderados primero por Matatías y posteriormente por sus hijos, defendieron la Alianza con Dios. Matatías antes de morir les bendijo y les dejó como testamento lo que había guardado como Tesoro Sagrado en su corazón:

"Cuando se acercó su muerte, Matatías dijo a sus hijos: «Ahora mandan los insolentes y los violentos; es un tiempo de crisis en que Dios descarga su enojo. Por eso, hijos míos, tengan celo por la Ley y arriesguen su vida para defender la Alianza de nuestros padres. Acuérdense de las hazañas que nuestros padres cumplieron en su tiempo, y alcancen también ustedes la gloria y la fama que no perecen.
Acuérdense de Abraham, que se mostró fiel en la hora de la prueba y, por eso, Dios lo consideró justo. José, en el tiempo de su desgracia, observó el mandamiento de Dios y pasó a ser el señor de Egipto. Finjas, nuestro padre, por su gran celo, recibió el sacerdocio para él y sus hijos para siempre. Josué llegó a ser jefe de Israel porque había sido cumplidor. Caleb obtuvo su herencia en esta tierra porque había proclamado la verdad frente al pueblo reunido. A David, por su piedad, le fue concedido el trono de un reino que no tendrá fin. Elías, por su ardiente celo por la Ley, fue arrebatado hasta el cielo. Ananías, Azarías y Misael fueron salvados de las llamas por haber tenido fe. Daniel, por su rectitud, fue liberado de la boca de los leones. Recorran, pues, todos los siglos y verán que quienes confían en Dios jamás serán defraudados.
No se acobarden ante las amenazas de un hombre impío, porque su gloria terminará en estiércol y en gusanos. Hoy es ensalzado y mañana desaparecerá; habrá vuelto al polvo de donde vino y no quedará nada de sus proyectos. Ustedes, hijos míos, cobren ánimo, y manténganse firmes en la Ley, que de ella recibirán la gloria."

(1 Mac. 2,49-64)

* DANIEL

Vivió durante la deportación de Israel en país extranjero. Desde bien joven sobresalió por su entrega a Dios y éste le bendijo con una sabiduría y discernimiento sin igual, superando a los ancianos más venerados. Sólo él supo interpretar los sueños, según los designios de Dios, de los diferentes reyes que gobernaron aquel país. No temió por su vida cuando tuvo que decir cosas desagradables para ellos, ni cuando en dos ocasiones le pusieron en el foso de los leones por dar testimonio del Dios verdadero y negarse a adorar a dioses falsos y transgredir las Leyes Santas. Yaveh siempre le protegió cómo prueba de su divinidad y de que su poder está al lado de aquellos que le adoran en espíritu y en verdad.

Siendo Daniel un muchacho, se produjo un gran escándalo. Cuando dos jueces ancianos, escogidos por el pueblo, acusaron falsamente de adulterio a Susana, una mujer muy bella y de gran fe de la que se habían enamorado y que se negó a sus deseos por temer a Dios más que a los hombres. Ante el Tribunal, los dos ancianos declararon contra ella. Susana puso la defensa de su inocencia en manos de Dios, y sin juicio ni prueba, sólo el testimonio de los jueces, todos decidieron que debía morir.

Cuando la llevaban a matar, entre la muchedumbre, gritó Daniel: "¡Soy inocente de la sangre de esta mujer!". La gente se volvió y le preguntaron que quería decir, él les hizo volver al Tribunal y allí, con la sabiduría del Espíritu Santo, demostró que los dos ancianos mentían y que Susana no había hecho nada de lo que era acusada; así que los mentirosos recibieron el castigo que preparaban para ella.

Hay muchos más testimonios en el Antiguo Testamento de cómo los hijos de Israel fueron reconociendo la voz de Dios, hasta convencerse de que era el único Dios verdadero en un mundo lleno de ídolos muertos.

Ellos que no conocían al Padre, tal y como Jesús nos lo reveló muchísimos años después, escucharon su Voz y vivieron su Palabra, todos ellos forman la família de madres y hermanos de Jesús, porque creyeron, aunque aun no entendieran su profundidad, la promesa de Salvación de Dios, hecha vida en Jesucristo y a pesar de sus pecados, errores y debilidades se pusieron en sus manos y se dejaron moldear.

"No hagan nada por rivalidad o vanagloria. Que cada uno tenga la humildad de creer que los otros son mejores que él mismo. No busque nadie sus propios intereses, sino más bien preocúpese cada uno por los demás. Tengan unos con otros las mismas disposiciones que estuvieron en Cristo Jesús: El, siendo de condición divina, no se apegó a su igualdad con Dios, sino que se redujo a nada, tomando la condición de servidor, y se hizo semejante a los hombres. Y encontrándose en la condición humana, se rebajó a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte en una cruz. Por eso Dios lo engrandeció y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al Nombre de Jesús se doble toda rodilla en los cielos, en la tierra y entre los muertos, y toda lengua proclame que Cristo Jesús es el Señor, para gloria de Dios Padre."
[(Flp.2,3-11)

Bendigamos a Dios alabándole con el canto de Ananías, Azarías y Misael, cantando en el horno encendido en medio de las llamas totalmente ilesos, protegidos por el ángel del Señor. Dándole gracias por haber puesto sus ojos en nuestras pobres personas, por pronunciar nuestros nombres y darnos la gracia de escuchar su voz, que ha dado sentido a nuestras vidas. Pese a las dificultades que pasemos y caidas que tengamos, pidamos la gracia de volver siempre nuestra mirada a Él que siempre es fiel a su promesa de Salvación:

"Entonces los tres, a coro, se pusieron a cantar, glorificando y bendiciendo a Dios dentro del horno, y diciendo:
Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres, alabado y exaltado eternamente.
Bendito sea tu santo y glorioso Nombre, cantado y exaltado eternamente.
Bendito seas en el templo de tu santa gloria, cantado y alabado eternamente.
Bendito seas en el trono de tu reino, cantado y glorificado eternamente.
Bendito seas tú, que sondeas los abismos, que te sientas sobre querubines, alabado y ensalzado enternamente.
Bendito seas en el firmamento del cielo, alabado y glorificado eternamente.
Obras todas del Señor, bendíganlo, alábenlo, ensálcenlo eternamente.
Angeles del Señor, bendíganlo, alábenlo y glorifíquenlo eternamente.
Cielos, bendigan al Señor, alábenlo y ensálcenlo eternamente.
Aguas todas del cielo, bendigan al Señor, alábenlo y exáltenlo eternamente.
Potencias todas del Señor, bendigan al Señor, alábenlo y ensálcenlo eternamente.
Sol y luna,
alábenlo y ensálcenlo eternamente.
Astros del cielo,
alábenlo y ensálcenlo eternamente.
Lluvia y rocío,
alábenlo y ensálcenlo eternamente.
Vientos todos,
alábenlo y ensálcenlo eternamente.
Fuego y calor,
alábenlo y ensálcenlo eternamente.
Frío y ardor,
alábenlo y ensálcenlo eternamente.
Rocíos y escarchas,
alábenlo y ensálcenlo eternamente.
Hielos y frío,
alábenlo y ensálcenlo enternamente.
Heladas y nieves,
alábenlo y ensálcenlo eternamente.
Noches y días,
alábenlo y ensálcenlo eternamente.
Luz y tinieblas,
alábenlo y ensálcenlo eternamente.
Rayos y nubes,
alábenlo y ensálcenlo eternamente.
Tierra,
alábalo y ensálzalo eternamente.
Montes y cerros,
alábenlo y ensálcenlo eternamente.
Todo lo que brota en la tierra,
alábelo y ensálcelo eternamente.
Vertientes,
alábenlo y ensálcenlo eternamente.
Mares y ríos,
alábenlo y ensálcenlo eternamente.
Ballenas y peces,
alábenlo y ensálcenlo eternamente.
Aves todas del cielo,
alábenlo y ensálcenlo eternamente.
Fieras y animales,
alábenlo y ensálcenlo eternamente.
Hijos de los hombres,
alábenlo y ensálcenlo eternamente.
Israel, alábalo y ensálzalo eternamente.
Sacerdotes del Señor,
alábenlo y ensálcenlo eternamente.
Servidores del Señor,
alábenlo y ensálcenlo eternamente.
Espíritus y almas de los justos,
alábenlo y ensálcenlo eternamente.
Santos y humildes de corazón,
alábenlo y ensálcenlo eternamente.
Ananías, Azarías, Misael,
bendigan al Señor,
alábenlo y ensálcenlo eternamente.
Porque él nos ha arrancado del infierno, nos ha salvado de manos de la muerte, nos ha librado del horno de ardientes llamas y nos ha sacado de en medio de ellas.
Den gracias al Señor, porque es bueno, porque su misericordia es eterna.
Todos los que adoran al Señor, bendigan al Dios de los dioses, alábenlo y reconózcanlo porque su misericordia es eterna."

(Dn. 3, 51-90)

Ahora reza desde el corazón:

Señor,
en el silencio de este día,
vengo a pedirte la paz,
la prudencia, la fuerza.
Hoy quiero mirar el mundo
con ojos llenos de amor,
ser paciente, comprensivo,
dulce y prudente.
Ver por encima de las apariencias,
a tus hijos como Tú mismo los ves,
y así no ver más que el bien
en cada uno de ellos.
Cierra mis oídos a toda calumnia,
guarda mi lengua de toda maldad,
que sólo los pensamientos caritativos
permanezcan en mi espíritu,
que sea benévolo y alegre,
que todos los que se acerquen a mí
sientan tu presencia.
Revísteme de Ti, Señor,
y que a lo largo de este día yo te irradie.
Amén.