Iván Ojlobystin nació en 1966. Su padre era cirujano, un materialista enamorado de la revolucion bolchevique. Nacido en 1905 tuvo a su hijo Iván con 61 años. Su madre era, según Iván, "una pionera con trenza [de la rama juvenil del Partido Comunista] que creía sólo en Lenin".
Iván siempre tuvo vocación de hacerse escuchar. Y para ello, dice, hay dos grandes vías: hacerse pastor espiritual o gurú bohemio, estrella del arte. "Mi herencia atea fue decisiva. Con la religion nada me unía. Toda mi familia era comunista practicante y convencida. Así que con el tiempo me hice director de películas".
Siendo niño, un incidente escolar activó en él la fe, contra toda previsión. Una compañera de clase le regaló un curioso libro de antes de 1917 a cambio de una cámara fotográfica. El libro cautivó al joven Iván: era el Salterio, el Libro de los Salmos. Cuando el padre de la niña vino a devolver la cámara y recoger el libro Iván ya se había enamorado del "espíritu antiguo" de los cantos del Rey David.
Eso le animó a leer la Biblia. Le pareció cercana, misteriosa, incognoscible. Lo sedujo. Se bautizó a los 16 años, como una locura adolescente. Con ardor de neófito intentaba convertir a sus familiares. Su madre le llamaba "el pequeño pope". Pero nadie le tomaba en serio. Cosas de chavales, decían.
Triunfando en el cine
Ni el ambiente ni la sociedad de entonces podían alimentar esa fe. Se centró en sus estudios y en el arte. Sacó su licenciatura en la Universidad Nacional de Cinematografia. Siendo aún estudiante, fue elegido secretario de la Asociacion de Cinematografistas. Llegó la vida adulta. Empezó a recibir premios, hasta unos cuarenta: premios nacionales e internacionales al director, mejor guión y mejor actor principal. Escribía artículos de cultura en periódicos de alcance nacional, colaboraba en los principales canales de TV, dirigió dos obras teatrales en uno de los teatros principales de Moscú.
Iván en su época de joven actor
Iván seguía reflexionando sobre la fe cuando conoció en el bar de un club nocturno para VIPs a la que sería su esposa. Ella era actriz y guionista, Oksana Arbúzova, nacida en 1973. Entre sus 13 películas había de todo: alguna película erótica, dramas, tragicomedias... “Cuando vi a Oksana - dice Iván años después - aparecieron en mi mente siete críos, una lavadora y una predisposición a la hipertonía”. En aquella época ella era creyente "a su manera", pero no ortodoxa. Apenas dos semanas después de conocerse ya se casaban.
Pocos años después, Iván tenía ya tres hijas y firmes convicciones religiosas. Recibía encargos de filmar películas poco compatibles con su fe reavivada. “Me comí el coco pensando cómo negarme a participar en la película Ocho dólares y medio. Se me ocurrió exigir unos honorarios desorbitados. Les pedí 500 dólares diarios. Se rascaron la cabeza ¡y aceptaron!", comenta divertido.
"Mi creatividad era entonces una forma de divertirme y ganar dinero. Yo era muy rico para ser tan joven. Me podía permitir mucho, pero era muy tonto y no adquirí nada útil pensando en el futuro, como un piso o un terreno. Empecé a pensar en estas cosas después de ordenarme, con 33 años. Soy un niño de maduración tardía”, admite Iván.
aquí, con los seis niños del matrimonio
Iván siempre quiso una familia numerosa. De niño sólo había tenido hermanastros mucho mayores que él y se había sentido solo. Oksana también quería muchos hijos, algo infrecuente en una Rusia en pleno invierno poblacional. A pesar de ser una actriz exitosa, llegado el momento eligió las alegrías sencillas de la vida familiar. Hoy tienen seis hijos.
Bombazo: de bohemio a sacerdote
En el año 2000 llega el bombazo: Iván Ojlobystin, cineasta y bohemio famoso, anuncia en prensa que deja el cine para servir a Dios en la Iglesia Ortodoxa Rusa. En 2001 se ordena diácono y después sacerdote.
Su mujer aceptó ilusionada su nuevo estatus de "mátushka" ("madrecita", esposa de pope). Dejó su nombre artístico ("Oksana" es un nombre informal, Ksenia en ucraniano) y ahora todos la conocen como "mátushka Ksenia".
La Iglesia Ortodoxa ordena sacerdotes a hombres casados. Lo que no hace es casar a hombres ordenados: quien se ordena siendo soltero renuncia a casarse. Las esposas de los popes tienen casi siempre un papel intenso en la vida parroquial. Muchas veces son hijas o sobrinas de popes, chicas "de familia eclesiástica". No era el caso de la familia Ojlobystin.
Por su condición de famosos, a menudo Iván y Ksenia conceden entrevistas. ¿Cómo es la vida familiar de estos ex-cineastas tan peculiares? "Después de ordenarme no ha cambiado nada en nuestras relaciones conyugales, no nos tratamos de usted ni nos hablamos en eslavo eclesiástico", bromea el padre Iván.
Iván considera que el marido debe aceptar la primacía de la mujer en la casa por causas evidentes: ella sabe donde esta la sopa, domina la situación de los niños. Mientras ella dirige la casa, el marido gana el dinero fuera. Iván explica que "de los hijos los dos nos preocupamos por igual, pero de formas diferentes".
Vídeo sí, TV no
La chiquillería familiar ni se dio cuenta de que su padre se había hecho cura. En su clase hay una mezcla social que los niños ni siquiera notan: hijos de empresarios, de funcionarios, de jefes del crimen... todos juegan juntos en el parque.
En la casa de los Ojlobystin no se permite a los niños ver la televisión, solo el video.
El P. Iván con 5 de sus seis hijos posando para una revista
Considera que los hijos son la mejor inversión. "Nadie de mi banco vendra a cambiarme el orinal cuando sea anciano", explica. "Para pagar esos servicios hace falta mucho dinero. Es más fácil parir y educar bien."
Actualmente el padre Iván tiene a su cargo tres parroquias. Aunque algunos famosos vienen a hablar o a confesarse con él, ha comprobado que no está preparado para llevar la dirección espiritual de ningún feligrés de manera estable. "Intento controlar todo y a todos, incluso durante la misa. Tengo muy poca experiencia personal, muy poca cultura eclesiástica como cura. Por eso no soy director espiritual de nadie", admite.
Confesión y relaciones públicas
Sí es un gran defensor del sacramento de la confesión. “La confesion es una forma ideal de autocontrol y autoperfección. Si una persona es capaz de confesar a tiempo sus errores anulará las posibles consecuencias de esos errores. El sacerdote es tan sólo un testigo de este milagro”, explica."Muchos profesionales de las relaciones públicas vienen a confesarse o simplemente a hablar conmigo. Saben que entiendo sus debilidades y pecados mejor que cualquier otro cura. Saben que no les tengo piedad ni tampoco les humillo", dice Iván, que durante una temporada formó parte del departamento de relaciones públicas de Asuntos Presidenciales, es decir, de Vladimir Putin.
Actualmente forma parte del comité de la Iglesia Ortodoxa que lleva las relaciones con la Federación Rusa. Mantiene por lo tanto experiencia en el mundo de las relaciones públicas. Por su experiencia en este campo, no todos se escandalizan cuando "predica fuerte" sobre las miserias del oficio. “A los de relaciones públicas hay que enterrarlos fuera de tierra sagrada", ha declarado, provocador, en algunas ocasiones. Luego se explica: “A veces para crearte publicidad no te paras ante el posible daño que puedes causar, sales de los limites del mundo civilizado. Así que es justo que cuando te entierren sea fuera de sus limites”.
Como hombre de cultura, se muestra escéptico con un posible “renacimiento” de la cultura ortodoxa en Rusia. Cuando le preguntan por sus películas cristianas preferidas menciona Sentido y Sensibilidad y El Señor de los Anillos. Éxitos de taquilla nacidos de libros ingleses.
Pero el padre Iván no ha dejado de todo el cine. En 2007, ya siendo clérigo, interpretó -con permiso de las autoridades eclesiásticas- al monje Rasputín en la pelicula El Complot, de Estanislao Libin. Actualmente se prepara para dirigir una serie televisiva de 365 documentales: La Vida de los Santos, uno para cada día. Además, forma parte de un proyecto que intenta conseguir que el cine y la novela rusa hablen bien de los hombres de negocios, que siempre aparecen asociados al crimen y el lujo desmedido.
"Hoy en día es muy común ver a comerciantes ricos que van a la iglesia y besan la mano al cura. No sé porqué. Pero es obvio que el retrato del hombre de negocios siempre en casinos y prostíbulos se ha quedado anticuado. Cansados de divertirse, ahora ya tienen principios y familias fuertes. Muchos de ellos han visto la proeza salvadora de Jesús, la nobleza de Dios que se sacrifica para salvar a los hombres. Creo que empezamos a ver muestras de que nuestra oligarquía empieza a convertirse en aristocracia", explica Iván esperanzado. Anima a los ricos a invertir en la Iglesia. "La Iglesia es la única estructura que se preocupa por la moral de la sociedad, la que asegura estabilidad", dice convencido.
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