Platicando durante la comida mi hija de siete años nos contó que un niño de su salón antes de iniciar la clase gritó “Ahí viene la bruja” refiriéndose a la maestra y corrió a sentarse. La maestra lo oyó, pero no alcanzó a ver quien había sido, les preguntó a los niños por el responsable, pero ellos no contestaron y ante la negativa para confesarlo optó por llamar a la directora.
La directora entró al salón y con cara de muy pocos amigos lanzó la temida pregunta nuevamente ¿Quién fue? Ante el silencio de los niños, decidió preguntarle a uno por uno de forma amenazante quien había llamado bruja a la maestra, si no respondían serian castigados todos. Los niños aterrados guardaban silencio viéndose unos a otros y diciéndose con la mirada que no dirían nada por solidaridad con el amigo, algunos tímidamente respondían “no se”. Cuando llego el turno de mi hija, ella dijo el nombre del niño que lo había gritado, en ese momento se acabo el interrogatorio y se llevaron al culpable a la dirección para hablar con el y reportarlo con sus papas
Nuestra primera reacción fue decirle que ella había cometido un error, que tenia que haber permanecido callada como el resto de sus compañeros y haber sido solidaria con su amigo, le dijimos que se crearía fama de ser la chismosa del salón, que los demás niños la molestarían por eso, etc. etc. Sin embargo pronto nos dimos cuenta que estábamos cometiendo un gran error; En nuestra casa hemos valorado mucho en la educación de nuestras hijas la importancia que tiene decir siempre la verdad por difícil que sea la situación, sin importar las consecuencias que esto pueda tener y ella fue lo que hizo, decir la verdad, no le importó lo que sus amigos podían pensar.
Cambiamos de inmediato nuestra actitud y le dijimos que estábamos en un error, que ella había hecho lo correcto, que había dicho la verdad sin importarle las consecuencias y que eso requería de mucho valor, la felicitamos por ello y le explicamos que es muy importante ser solidario con los demás siempre y cuando fuera en una causa buena. Cuando encubrimos o ayudamos a alguien en algo negativo, ilícito, tramposo, sucio, corrupto, etc. más que ser solidarios nos estamos convirtiendo en cómplices.
A simple vista puede parecer que nosotros que vamos por la vida con etiqueta de ser buenas personas somos solidarios y no cómplices, sin embargo: ¿Cuántas veces guardamos silencio en una conversación en la cual se ataca a nuestros valores, principios morales o religiosos para no ser tachados de retrogradas mochos o anticuados? ¿Cuántas veces encubrimos a nuestros hijos, nuestros amigos, conocidos e incluso a desconocidos porque podemos obtener algún beneficio o para evitar un castigo? ¿Cuántas veces nos hacemos de la vista gorda en nuestro trabajo ante el despilfarro de tiempo y talento de alguno de nuestros compañeros; al fin y al cabo no es nuestro dinero? ¿Cuántas veces ignoramos las injusticias y abusos que se comenten en contra de nuestros semejantes por evitarnos un conflicto? ¿Cuántas veces preferimos pasar desapercibidos que exponer valientemente nuestra posición y puntos de vista por miedo al que dirán o evitar una discusión? ¿Cuántas veces hacemos oídos sordos a los gritos que a nuestro alrededor dan nuestros hermanos en busca de apoyo y no hacemos nada al respecto porque no es nuestro problema; que trabajen? ¿Cuántas veces caminamos orgullosos con la cabeza levantada mirando al frente sin voltear a nuestro alrededor, sin bajar la mirada para no ver la miseria y las manos lastimadas que se levantan pidiéndonos ayuda? ¿Cuántas veces ignoramos con desden y desaire a los ancianos y los niños que son abusados por sus padres o terceros haciéndolos trabajar en la calle en condiciones infrahumanas?
“Lo mas atroz de las cosas malas de la gente mala, es el silencio de la gente buena" Mahatma Gandhi
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Fuente: Catholic.net