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Bienvenido a Escuchar y a Dar

Este blog, no pretende ser un diario de sus autores. Deseamos que sea algo vivo y comunitario. Queremos mostrar cómo Dios alimenta y hace crecer su Reino en todo el mundo.

Aquí encontrarás textos de todo tipo de sensibilidades y movimientos de la Iglesia Católica. Tampoco estamos cerrados a compartir la creencia en el Dios único Creador de forma ecuménica. Más que debatir y polemizar queremos Escuchar la voluntad de Dios y Dar a los demás, sabiendo que todos formamos un sólo cuerpo.

La evangelización debe estar centrada en impulsar a las personas a tener una experiencia real del Amor de Dios. Por eso pedimos a cualquiera que visite esta página haga propuestas de textos, testimonios, actos, webs, blogs... Mientras todo esté hecho en el respeto del Amor del Evangelio y la comunión que siempre suscita el Espíritu Santo, todo será públicado. Podéís usar los comentarios pero para aparecer como texto central enviad vuestras propuestas al correo electrónico:

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Oremos todos para que la sabiduría de Jesús Resucitado presida estas páginas y nos bendiga abundamente.

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Mostrando entradas con la etiqueta predicador Casa Pontificia. Mostrar todas las entradas
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jueves, 24 de diciembre de 2020

3ª predicación de adviento del Cardenal Cantalamessa al Papa, 18-12-2020: «Navidad es la fiesta de la humildad de Dios y la humildad es hacerse pequeños por amor para elevar a los demás»


 * «Con las restricciones que plantea al culto público y a la asistencia a las iglesias, la pandemia podría ser la oportunidad para que muchos descubran que a Dios no lo encontramos sólo yendo a la iglesia; que podemos adorar a Dios «en espíritu y en verdad» y recrearnos con Jesús incluso estando encerrados en casa, o en nuestra habitación. El cristiano nunca podrá prescindir de la Eucaristía y de la comunidad, pero cuando esto es impedido por una fuerza mayor no debe pensar que su vida cristiana se interrumpe. Si nunca se ha encontrado a Cristo en el propio corazón, nunca se le encontrará en ningún otro lugar en el sentido fuerte de la palabra»

Vídeo completo en italiano de la 3ª predicación de Adviento del Cardenal Raniero Cantalamessa

* «San Juan XXIII, en el mensaje de Navidad de 1962, elevaba esta ardiente oración: ‘Oh Palabra Eterna del Padre, Hijo de Dios y María, renueva también hoy, en el secreto de las almas, el admirable prodigio de tu nacimiento’. Hagamos nuestra esta oración, pero, en la dramática situación en la que nos encontramos, añadamos también la súplica ardiente de la liturgia navideña: ‘Rey de los pueblos, esperado por todas las naciones, piedra angular que unes a los pueblos en uno: Ven y salva al hombre que has formado de la tierra’. Ven y levanta de nuevo a la humanidad exhausta por la larga prueba de esta pandemia»   

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jueves, 17 de diciembre de 2020

2ª predicación de adviento del Cardenal Cantalamessa al Papa 11-12-2020: «La fe en la vida eterna se basa en la resurrección de Cristo y significa ir a estar con Jesús»

 


* «Con Cristo, Verbo encarnado, la eternidad ha irrumpido en el tiempo. Lo experimentamos cada vez que hacemos un verdadero acto de fe en Cristo, porque quien cree en él ya posee la vida eterna (cf. 1 Jn 5,13); cada vez que recibimos la comunión, porque en ella «se nos da la promesa de la gloria futura»; cada vez que escuchamos las palabras del Evangelio, que son «palabras de vida eterna» (cf. Jn 6,68). Santo Tomás Aquino dice que «la gracia es el comienzo de la gloria». Esta presencia de la eternidad en el tiempo se llama Espíritu Santo. Se le define como «las arras de nuestra herencia» (Ef 1,14; 2 Cor 5,5), y se nos ha dado porque, habiendo recibido las primicias, anhelamos la plenitud. «Cristo —escribe san Agustín—, nos dio las arras del Espíritu Santo con las que él, que en cualquier caso no podría engañarnos, quiso asegurarnos del cumplimiento de su promesa. ¿Qué prometió? Prometió la vida eterna cuyas arras son el Espíritu que nos dio»

Vídeo completo en italiano de la 2ª predicación de Adviento del Cardenal Raniero Cantalamessa

* «Una fe renovada en la eternidad no nos sirve sólo para la evangelización, es decir, para que el anuncio que hay que hacer a los demás; nos sirve, antes todavía, para imprimir un nuevo impulso a nuestro camino de santificación. Su primer fruto es hacernos libres, no apegarnos a las cosas que pasan: aumentar el propio patrimonio o el propio prestigio. Todos somos «desalojados» en este mundo y nos parecemos a ese hombre necio si sólo pensamos en embellecer nuestra casa terrena, sin preocuparnos por hacer obras buenas que nos sigan después de la muerte. El enfriamiento de la idea de eternidad actúa sobre los creyentes, disminuyendo en ellos la capacidad de afrontar con valentía el sufrimiento y las pruebas de la vida. Debemos redescubrir parte de la fe de san Bernardo y de san Ignacio de Loyola. En toda situación y ante cada obstáculo, se decían a sí mismos: «Quid hoc ad aeternitatem?», ¿qué es esto frente a la eternidad?»   

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jueves, 10 de diciembre de 2020

1ª predicación de adviento del Cardenal Cantalamessa al Papa, 4-12-2020: «Participar en la Eucaristía es la forma más verdadera, justa y eficaz de ‘prepararnos’ a la muerte»

 


* «Jesús libera del miedo a la muerte a quien lo tiene, no al que no lo tiene e ignora alegremente que debe morir. Vino a enseñar el miedo a la muerte eterna a aquellos que sólo conocían el miedo a la muerte temporal. ¡Ay de los que mueran en pecados mortales! «El aguijón de la muerte es el pecado», dice el Apóstol (1 Cor 15,56). Lo que da a la muerte su poder más temible para angustiar al hombre y atemorizarle es el pecado. Si uno vive en pecado mortal, para él la muerte todavía tiene el aguijón, el veneno, como antes de Cristo, y por eso hiere, mata y envía a la Gehena. No temáis —diría Jesús— a la muerte que mata el cuerpo y luego no puede hacer nada más. Temed a esa muerte que, después de haber matado el cuerpo, tiene el poder de arrojar a la Gehena (cf. Lc 12,4-5). ¡Quita el pecado y has quitado también a tu muerte su aguijón!»

Vídeo completo en italiano de la 1ª predicación de Adviento del  Cardenal Raniero Cantalamessa OFM Cap.

* «Al instituir la Eucaristía, Jesús anticipó su propia muerte. Nosotros podemos hacer lo mismo. De hecho, Jesús inventó este medio de hacernos partícipes de su muerte, para unirnos a él. En ella celebramos también nuestra muerte y la ofrecemos, día a día, al Padre. En la Eucaristía podemos elevar al Padre nuestro «amén, sí», a lo que nos espera, al tipo de muerte que quiera permitir para nosotros. En ella «hacemos testamento»: decidimos a quién dejar la vida, por quién morir. Nacimos, es verdad, para morir; la muerte no es sólo el final, sino también el fin de la vida. Esto, sin embargo, lejos de parecer una condena parece en cambio un privilegio. «Cristo mismo —dice san Gregorio de Nisa— nació para morir» , es decir, para poder dar la vida en rescate por todos. Nosotros también hemos recibido la vida como don para tener algo único, precioso, digno de Dios, que poder, por nuestra parte, ofrecerle como don y sacrificio. ¿Qué utilización más hermosa se puede pensar de la vida, que para darla, por amor, al Creador que nos la dio por amor?»   

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