20 de febrero de 2011.- Nada me extrañaría que a algunos de cuantos lean el texto del Evangelio y mi comentario les pudiera parecer que lo dicho no es políticamente correcto. Lo correcto para los que escuchaban a Jesús era la ley del talión y, por desgracia, los criterios de hoy en día no suelen andar muy lejos. Nos cuesta entrar a corazón abierto en lo que Jesús dice en este texto, que es de una extraordinaria novedad y radicalidad. Siguiendo con el clima del Sermón del Monte, ahora se atreve a tocar una materia especialmente sensible: se atreve con la medida del amor y apunta hasta el límite máximo de la generosidad del corazón humano, hasta el amor que se hace perdón. Y no admite las medias tintas. A cuantos sean capaces de comprender a Jesús, los llama a la perfección en el amor. Y el horizonte que propone es el de ser perfectos, no a nuestra medida -¡apañados estábamos!-, sí a la de Dios (como el Padre celestial es perfecto). Dice Jesús que los hijos de Dios, al sentirse amados por su Padre, han de amar del modo que más les identifique con el amor que reciben. Por eso, el pobre dice al pedir: Por amor de Dios, hermano. Leer más...
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