* Pedro: “En mis visitas a los enfermos, los domingos, antes de que éstos reciban el Cuerpo de Nuestro Señor, es Él mismo el que me habla de distintas formas, pero siempre con un mensaje muy claro: Aquí estoy Yo”
* Concha: “Rafael nos decía que no creía en nada, que él sólo era comunista y bético. Me pidió que fuera un sacerdote. Empezó a ir dos o tres veces por semana, hasta que en febrero le pidió confesarse, y recibió la Comunión. Murió con el sacerdote y dos señoras del equipo al lado”
* Marisa: “La invité, si quería, a rezar juntas a Dios; yo le prestaría mi voz. Me dijo un rotundo Sí con los ojos y la cabeza. Le pedí a Dios, en su nombre, que la acompañara y le diera paz. Con sus labios silenciosos, marcaba conmigo el Padrenuestro”
9 de octubre de 2011.- La asistencia humana y espiritual a los enfermos no sólo es una ayuda insuperable para éstos. Para quienes la ofrecen, la presencia de Dios en los enfermos, su fe y su gratitud suponen un aprendizaje continuo. Éstas son algunas de las experiencias de las diócesis de Sevilla y Bilbao compartidas en las XXXVI Jornadas Nacionales de Delegados de Pastoral de la Salud, que se han celebrado en septiembre en Madrid y que ha recopilado Alfa y Omega.