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jueves, 4 de octubre de 2007

Mente vencedora y mente perdedora / Autor: José H. Prado Flores
















Cuando el pueblo hebreo salió de Egipto hubo dos acontecimientos muy parecidos: El paso del Mar Rojo a la salida y el paso del río Jordán en la frontera de la tierra prometida.

El primero fue para levantarles el ánimo a los fugitivos esclavos. Hoy día se dice, la autoestima. Con esta experiencia se sintieron capaces de superar problemas invencibles. Era la gasolina que necesitaban para atravesar las inclemencias del desierto y poder vencer el sin número de obstáculos que se les habrían de presentar.

El paso del río Jordán era para que los habitantes de Canaán constataran que eran acompañados por un Dios poderoso que era fiel a la alianza y que cumpliría la promesa de entregarles la tierra prometida. Los habitantes de Jericó percibieron que se trataba de un Dios poderoso que caminaba al lado de los hebreos y era capaz de
intervenir con una fuerza sobrenatural para cumplir sus promesas.

Cuando el pueblo se encontraba en la frontera de la tierra prometida Josué elaboró un plan para lograr la conquista del territorio:

Enviar espías a la tierra: Antes de iniciar lucha alguna es necesario saber contra quien se va a pelear. Conocer sus fuerzas y sus debilidades. Cuando no conocemos al enemigo, nos exponemos a un ataque sorpresa que puede ser fatal. Para no sobre valorar ni menospreciar al enemigo, hay que conocerlo. Josué quiere saber quienes son los cananeos para poder establecer la estrategia para vencerlos.

Hay dos versiones de este reporte: Josué envió unos espías que exploraron e indagaron cuidadosamente todo lo referente a los moradores de Canaán
La versión pesimista: Son gigantes invencibles. Sus murallas llegan al cielo. Somos simples chapulines a sus pies, Eran gigantes, con murallas que llegaban al cielo. Se trataba de un ejército invencible que tenia armas defensivas (las murallas) y armas ofensivas (gigantes bien armados).La versión optimista: La tierra es maravillosa, la mas hermosa de todas las tierras. Vale la pena cualquier esfuerzo.

Pero lo mas importante fue que desde antes de ingresar a Canaán, Josué ya la había pintado en la imaginación y anhelos de los nómadas sedientos de territorio. Josué realiza un gesto simbólico y profético: Antes de comenzar la lucha, Josué ya reparte el territorio. Esta tierra la tomamos en posesión hoy mismo. Ya es nuestra. Está seguro de ganar la batalla. Quien no tiene la certeza de la victoria en la mente, jamás la conseguirá en el campo de batalla de la vida.

Así, cuando los hebreos llegaron a la frontera de la tierra prometida, su fama y sus hazañas ya habían penetrado estas fronteras y habían conquistado la mente de sus enemigos, los cuales comenzaron a tener miedo.

En contraste con la actitud de los hebreos que ya sienten suya la tierra, los habitantes de Jericó tenían todo para derrotar fácilmente a un ejército, que todavía arrastraba la sombra de la esclavitud. Eran nómadas, sin armas, sin experiencia ni poderío militar. Sin embargo, los habitantes de Jericó decidieron no luchar: Dice la palabra que “se encerraron dentro de sus murallas a cal y canto”. Se encerraron y sólo se miraban a sí mismos. El temor crecía como las sombras en el crepúsculo. Estaban ya derrotados, pues no querían luchar.

La táctica de Josué:

Dar siete vueltas a la ciudad para hacer crecer el miedo de un ataque que no llegaba.... “De un momento a otro ustedes caerán en nuestras manos”. Esta nueva táctica sorprendió a los habitantes de Jericó, pues los hebreos hacían cosas diferentes a las que hacían otros que los habían atacado antes. El miedo creció tanto que ellos decidieron mejor renunciar a la defensa. Ya antes habían renunciado a enfrentar el ataque. Ahora se desmoronan y caen las murallas defensivas de su vida.

Porque perdieron los de Jericó

Entonces fueron presa fácil de unos enemigos que eran mucho menos fuertes y capacitados que ellos.

Su problema fue no atacar. Su problema fue no defenderse. Se dieron por vencidos antes de entrar en batalla.

Tuvieron miedo por la fama que precedía a los hebreos. Su Dios era un Dios poderoso.
Los israelitas no conquistaron Jericó porque sus murallas cayeron milagrosamente sino porque sus habitantes no quisieran luchar. Se dieron por derrotados desde antes de entrar en batalla.

Porque ganaron los hebreos

Ya habían tomado posesión de ella antes de entrar en el territorio. Estaban convencidos de la victoria. Su mente era una mente victoriosa.
Tenían un Dios poderoso al lado de ellos, que los hizo pasar el Mar Rojo para darles seguridad en sí mismos. Tenían un Dios maravilloso que aspaventó a los pobladores de la región, haciéndolos pasar el río Jordán.

Nosotros: Jericó

Cuando estamos esperando las desgracias, basta que ésta merodee siete veces a nuestro alrededor para que caigan nuestras manos y nos sintamos derrotados.
Cuando cruzamos los brazos y no luchamos, ya estamos en poder de nuestros adversarios.

Nosotros: Josué

Cuando nos decidimos cruzar el Jordán para no poder regresar atrás, entonces no queda otra estrada que la lucha y la victoria hasta el final.

Cuando conocemos las fuerzas y debilidades del enemigo o la empresa que queremos conquistar, estamos mejor preparados para enfrentar la batalla

Cuando logramos que nuestros soldados ya tengan la tierra en su mente y en su corazón, hemos ganado la batalla más importante

Cuando con un acto real tomamos posesión de aquel desafío que tenemos delante, entonces somos capaces de superarlo.

Pero sobre todo, en la victoria como en la derrota interviene un factor definitivo: El Dios que nos ha liberado de la esclavitud, que nos conduce por medio del desierto y que ha prometido una tierra.

Cuando ya hemos experimentado el paso del Mar Rojo, perdemos el miedo a cualquier otro problema.

Cuando ya hemos recorrido un largo camino, ya no se puede volver atrás. Sólo queda abierta la posibilidad de la victoria.

Cuando sabemos que todo depende de una promesa hecha por Dios, cambia nuestra actitud, tenemos confianza y esperanza. Sabemos que lo lograremos porque Él lo ha prometido y Él es fiel.

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