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miércoles, 25 de junio de 2008

Examen de conciencia del empresario / Autora: Asociación Cristiana de Diregentes de Empresa


Los expertos de la Asociación Cristiana de Diregentes de Empresa, Argentina (ACDE) nos ofrecen una guía para elaborar un examen de conciencia y verificar así si cumplimos con los principios básicos de la DSI y la ética empresarial.

Un completo examen de conciencia debe permitir una mirada amplia, profunda y personal sobre las propias conductas tanto activas como pasivas (“Yo confieso.. que he pecado mucho, de pensamiento, palabra, obra y omisión”.). No vamos a sugerir una reflexión sobre muchas de ellas que son similares a las de cualquier hombre o mujer en relación con Dios o con otros hombres. Nos vamos a concentrar en algunos de los pecados sociales cercanamente vinculados a los hombres de empresa.

Antes de hacerlo, creemos oportuno recordar la enseñanza de Juan Pablo II en su exhortación apostólica “Reconciliación y Penitencia”, en la cual detalla tres sentidos del concepto de “pecado social”. En primer lugar, dice el Santo Padre es “reconocer que –en virtud de una solidaridad humana tan misteriosa e imperceptible, como real y concreta- el pecado de cada uno repercute en cierta manera en los demás”.

En segundo lugar, son sociales los pecados que constituyen “una agresión directa al prójimo”. Es social todo pecado contra el bien común y sus exigencias, dentro del amplio panorama de los derechos y deberes de los ciudadanos. Puede ser social el pecado de obra u omisión por parte de la dirigencia política, sindical y empresaria que –aún pudiéndolo- no se empeña con sabiduría en el mejoramiento o en la transformación de la sociedad según las exigencias y las posibilidades del momento histórico”.

Finalmente, en determinadas circunstancias se entiende como pecados sociales a “la acumulación y la concentración de mucho pecados personales...de quien engendra, favorece o explota la iniquidad, de quien pudiendo hacer algo por evitar, eliminar, o al menos limitar determinados males sociales, omite el hacerlo por pereza, miedo y encubrimiento, por complicidad solapada o por indiferencia de quien busca refugio en la presunta imposibilidad de cambiar el mundo; y también de quien pretende eludir la fatiga y el sacrificio, alegando supuestas razones de orden superior”.

Es importante que asumamos nuestra responsabilidad tanto por nuestros actos como por la contribución, activa o pasiva, que hacemos a la persistencia de los males y pecados sociales. “La conducta cristiana no puede tolerar pasivamente la existencia de este marco de condicionamiento. Debe tratar de cambiarlo para favorecer conductas correctas y buenas” (R.P 16). Y por lo tanto, al hacer el examen de conciencia deberíamos preguntarnos si hemos combatido de palabra y con acciones estos males y pecados; si hemos tolerado y nos hemos acomodado sin protesta a estos pecados; si hemos contribuido con nuestra acción personal de palabra y de obra a agravarlos.

Invitamos a los hombres y mujeres de empresa –con la ayuda de las preguntas que formulamos- a identificar las propias fallas tanto frente a los pecados sociales, como frente a los propios de la acción y responsabilidad empresaria. Invitamos al examen de conciencia personal. Invitamos a pedir perdón y reconciliarnos. Invitamos a hacer realidad en nuestras vidas al hombre de empresa que necesita la Argentina en el comienzo de un nuevo milenio. Invitamos a formar un nuevo espíritu empresario.

Invitamos, como dijo Monseñor Jorge M. Mejía, a “santificarnos como hombres de empresa”. ¿Amo al Señor, mi Dios, sobre todas las cosas...?

§ Dónde está mi tesoro allí está mi corazón, ¿dónde está el mío? ¿Tengo inmoderados deseos de fama, de figuración, de riqueza y de poder? ¿Cómo distribuyo mi tiempo? ¿Qué valores estoy privilegiando con ello?

§ ¿Considero los bienes materiales como simples medios, expresión del esfuerzo de mi trabajo, o los concibo como un fin en sí mismo que reemplazan, o al menos comparten, su posición con la del Señor?

§ ¿En que medida a causa de los defectos de mi vida cristiana, tanto en lo religioso, como en lo social y moral, soy responsable de una atmósfera cultural secularista y carente de la presencia de Dios?

§ ¿Tomo conciencia de que en ocasiones vivo con una indiferencia religiosa, pérdida del sentido trascendente de la existencia humana, extravíos en el campo ético y un marcado relativismo moral?

§ ¿Confío en Dios, o muchas veces ante la adversidad en los negocios pienso que nada tiene solución y pierdo la esperanza? ¿Amo a mi prójimo y le deseo el bien?

§ ¿Considero realmente con felicidad el progreso y los logros que otros obtienen en su carrera empresaria? ¿Me alegro de corazón ante los bienes materiales que mis colegas obtienen del fruto de su trabajo?

§ ¿Tengo sentimientos de envidia ante el éxito de los otros? ¿Con la gente que es más capaz que yo, soy envidioso o trato de imitarlos?

§ ¿Soy consciente de que en la búsqueda del éxito no puedo anteponer mis intereses personales o sectoriales en desmedro de la dignidad de las personas que interactúan conmigo?

§ ¿Busco siempre y a toda costa quedar bien con mis superiores, aún cuando para hacerlo deba perjudicar a otros o renunciar a mis valores o principios?

§ ¿Hago lo suficiente por promover y mejorar la educación de todos los miembros de mi empresa, no importando su exposición? ¿Me preocupo por entusiasmarlos y capacitarlos en su tarea diaria para posibilitar su desarrollo personal y laboral?

§ ¿Me preocupo de mantener una fluida comunicación entre todos los miembros de la empresa, canalizando inquietudes, sugerencias y aprovechando la potencialidad y creatividad de cada uno?

§ ¿Cultivo la amistad como un don superior o someto sus posibilidades a los avatares de las relaciones empresarias?

§ ¿Cuido realmente el alcance de mis palabras cuando me refiero a otras personas, especialmente si se trata de mis competidores? ¿Es la honestidad una norma en mi accionar empresario?

§ ¿Velo para que se vivan en mi empresa los valores cristianos de austeridad, justicia, verdad, honestidad, solidaridad? ¿Estoy seguro de que mis actitudes diarias en los negocios son coherentes con el modelo de vida cristiana?

§ ¿Doy testimonio o simplemente declamo? ¿Puedo ser considerado un ejemplo? ¿Las personas que me rodean ven en mi accionar la aplicación de los principios que proclamo o me ven que los uso cuando me conviene?

§ ¿Antepongo la verdad ante todo? ¿O a veces falto a ella o la digo a medias para obtener determinados fines?

§ ¿Tengo la valentía de destacar públicamente mis principios cristianos como respaldo o explicación para la toma de una decisión favorable o no a mis intereses privados y personales?

§ ¿Existen códigos de ética en mi empresa? ¿Los cumplo, los promuevo y soy testimonio de los mismos? Si no existen, ¿qué estoy haciendo para formularlos?

§ ¿Asumo la responsabilidad de que en mi empresa los empleados trabajen con ética? ¿O pongo excesiva presión en los resultados de cada acción individual justificando tácitamente comportamientos no éticos?

§ Aún perdiendo posibilidades de obtener negocios, ¿evito asociarme a empresarios con conductas claramente reñidas con la moral que proclamo?

§ ¿Hasta que punto justifico prebendas, coimas, o favores con el argumento de que ello es necesario para mantener la fuente de trabajo para mis empleados y sus familias? ¿Me esfuerzo por ser correcto, o elijo la vía más cómoda?

§ ¿Cumplo con mis obligaciones como ciudadano adecuadamente? ¿Me escudo en que las obligaciones que me impone el Estado son desmesuradamente gravosas, imposibles de cumplir y, por lo tanto, dejan de ser un deber moral para mí? Y aún creyendo en conciencia que las cosas son así, ¿no debería replantearme el tema?

§ ¿Denuncio lo que está mal o por comodidad, tranquilidad y conveniencia mantengo actitudes pasivas y no comprometidas? ¿Hago buen uso de los bienes que administro y poseo?

§ ¿Soy consciente de que como hombre de empresa soy sólo un administrados de los bienes que Dios me dio en custodia, y que de todos ellos deberé rendir cuentas?

§ ¿Qué uso hago de los bienes de la empresa? ¿Me apropio de ellos indebidamente al usarlos para mis fines personales, no siempre consistentes con los intereses de la empresa?

§ ¿Soy austero? ¿Cómo manejo los gastos de representación, decoración de oficinas, automóviles, viajes, y otros a los que puedo acceder por mi posición? ¿Evito la ostentación con mis propios bienes personales?

§ ¿Siento tristeza o envidia ante los bienes de los otros y deseo desordenado de apropiármelos?

§ ¿Tengo conciencia de que el retener y no dar lo que corresponde a los otros es faltar al mandamiento de no robar? ¿Pago los salarios justos? ¿Cumplo con mis proveedores? ¿Les doy a mis clientes los bienes y servicios comprometidos?

§ ¿Creo que como empresario debo satisfacer todas las necesidades de mis clientes, o existen límites en la oferta de bienes y servicios? ¿Cuáles son esos límites? ¿Qué principios me orientan? ¿Puedo alentar exageradamente el consumismo inútil aunque convenga a los intereses de mi empresa?

§ ¿Mantengo la calidad de los productos y servicios que fabrico y vendo? ¿Cuido el medio ambiente, entendiendo como una responsabilidad propia la preservación de la tierra para las generaciones futuras?

§ ¿Fijo los precios de mis productos teniendo en cuenta un razonable margen de utilidad, más allá de que el mercado me permita elevarlo por encima de ello?

§ ¿Qué criterios orientan mis decisiones de inversión? ¿Tengo en cuenta que además de análisis económicos hay opciones morales, sociales y culturales en juego? ¿Respeto a los hombres y mujeres vinculados con mi trabajo?

§ ¿Qué actitudes tengo en el ámbito de mi empresa frente a personas de otro sexo que veo atractivas y sensuales? ¿Transmito deseos o ejerzo presiones no adecuadas? ¿Hago bromas que provoquen incomodidades?

§ ¿Soy respetuoso de la dignidad como persona de mis colaboradores cuando me tientan pensamientos impuros? ¿Logro dominar las situaciones que muchas veces se dan cuando comparto tantas horas con una persona del otro sexo por la cual puedo sentir alguna atracción?

§ ¿Cómo razono y aconsejo cuando veo que estas circunstancias están ocurriendo en mi lugar de trabajo?

§ ¿Soy discriminatorio en la empresa con respecto a las personas que pueden tener problemas de homosexualidad? ¿Trato de apoyarlas y busco que eviten el escándalo y la degradación? ¿También evito todo tipo de discriminación racial, religiosa o basada en otros problemas morales?

§ ¿Cuido de no transigir en mi actividad empresaria con prácticas de negocios que se basan en invitar a posibles clientes o socios a lugares donde se practica la pornografía y la prostitución?

§ ¿Tengo en cuenta en las formas de comunicación, tantos internas como externas de mi empresa, la búsqueda de respeto y ejemplaridad? ¿Vigilo que las políticas, contenidos y forma de las comunicaciones empresarias estén en línea con los principios cristianos que proclamo?

§ ¿Cuido que las actividades comunicacionales se mantengan dentro de lo moral y éticamente sano, aún por encima de eventuales indicadores, ratings o tendencias?

§ Si en mi empresa no existiera una clara inquietud por vigilar estos marcos para comunicaciones comerciales, ¿qué puedo y que debo hacer? ¿Trato de comunicar a mis colegas, proveedores y asesores mis normas, valores y principios?

¿Trato de crear una comunidad de trabajo?


§ Desde mi empresa o desde mi posición profesional, ¿contribuyo a que las personas puedan desarrollarse y crecer como personas? ¿Es mi empresa una comunidad de personas o un conjunto de piezas de una maquinaria? ¿Genera alegría y esperanza en sus miembros, o sólo preocupación y angustia?

§ ¿Me preocupo del bienestar de mis trabajadores y sus familias? ¿Veo a cada integrante de mi empresa como un hijo de Dios y un hermano mío, con mi misma dignidad, con una familia que debe alimentar y educar como la mía, y con sus propias inquietudes, sueños e ilusiones? ¿Escucho sus problemas personales?

§ ¿Qué tipo de dirigente soy? ¿Me detengo a escuchar a mis empleados, no sólo a decirles buenos días, sino a escuchar sus opiniones e ideas? ¿Actúo en la vida diaria entendiendo que mi función de dirigente es servir a los demás?

§ ¿Respeto como personas a quienes trabajan conmigo? ¿Trato a cada empleado con dignidad, sin elevar la voz y de manera amable y respetuosa? ¿O el trato depende de su jerarquía y del grado de necesidad que tengo de alguno de ellos?

§ Cuándo debo tomar decisiones que afectan a los empleados de mi empresa ¿tengo en cuenta en la medida de lo posible la situación de cada uno de ellos? ¿Aprovecho mi situación dominante al definir una desvinculación laboral? ¿Dedico el tiempo necesario para la toma de decisiones difíciles que afectan a otros? ¿Además de buscar ser eficiente soy solidario?

§ Durante mi accionar empresario ¿enfoco mis obligaciones con responsabilidad social? ¿Soy plenamente consciente de que todos los bienes y autoridad que poseo no son exclusivas de mi propiedad, sino que debo usarlas al servicio de los demás?

§ Cuando debo actuar y tomar decisiones estratégicas de negocios, presionado por la obtención de ganancias para subsistir, por la necesidad de crecer para no perder posicionamiento frente a la competencia local e internacional, por la exigencia de una mayor productividad laboral y otros factores, ¿analizo el impacto integral demis decisiones? ¿Qué priorizo?

§ ¿Qué papel tiene la solidaridad en mi vida? Al tomar opciones en lo empresarial, en lo social y en lo político, ¿tomo en cuenta a los pobres y a los excluidos? ¿Estoy comprometido con el bienestar de la gente?

§ ¿Apoyo a las instituciones que trabajan en acciones solidarias? ¿Busco hacer el bien y ser solidario en forma consistente, evitando acciones facilistas que sólo intentan tranquilizar mi conciencia?

¿Busco mi propia santificación en mi acción empresarial?

§ ¿Reflexiono sobre mis responsabilidades como dirigente empresario cristiano? ¿Vivo y comunico en ideas, palabras y actitudes los principios que proclamo? ¿Es mi conducta real coincidente con mis expresiones? ¿Vivo el trabajo de todos los días con alegría?

§ ¿Soy consciente de que el ámbito laboral es un lugar de evangelización? ¿Cómo puedo colaborar con otros colegas empresarios para que también guíen sus acciones de acuerdo con los principios y valores que sostengo?

§ ¿Trato de ser auténticamente coherente en mi vida persona, familiar, profesional y social, cuestionándome diariamente si mis hábitos y actitudes son coherentes con un modelo de vida cristiana?


§ ¿Doy a mis hijos una verdadera formación, o las correcciones más que paternales o fraternas son muchas veces fruto del estado de ánimo con que llego a mi casa después del trabajo?

§ ¿Tengo algún momento en mis días de descanso que dedico a quienes me pueden necesitar? ¿Doy lugar a los momentos necesarios para amar y atender a mi cónyuge y a mis hijos, y para dejarme amar y atender por ellos?

§ ¿Me doy los tiempos necesarios para dialogar con Dios, y tratar de conocer su voluntad?

"Por sus frutos los conoceréis" / Video-reflexión: P. Jesús Higueras

Organismos internacionales potencian aborto como "sistema de control de la natalidad"

Un estudio de la Fundación Madrina afirma que de aquí al año 2010 se pasará en España de un aborto cada siete minutos a un aborto cada tres minutos, produciéndose cada hora más de diez abortos
Supondrá un gasto de 14.000 euros a la hora en adopciones y 9.000 euros por hora en abortos
MADRID, (ACI/Europa Press).- La maternidad se ha convertido en "un recurso caro y limitado para unos pocos" gracias a las políticas familiares de los gobiernos occidentales, orientadas en su mayoría a potenciar el aborto como "un sistema de control de la natalidad", según afirmó el presidente de la Fundación Madrina, Conrado Giménez, en la sede de la Real Academia de Medicina de Cataluña, en Barcelona.

El presidente de la fundación advirtió además que la "importación de la maternidad" de manera "estratégica, pero improvisada y apresurada" realizada por la Unión Europea a través de la inmigración, genera importantes bolsas de pobreza y marginalidad, con el consiguiente riesgo económico y político para los países que la realizan. De hecho, la maternidad inmigrante y las adopciones internacionales (que suponen un 16% del total de nacimientos en España, según Giménez) le suponen cada año al Estado español una factura equivalente al 10 por ciento del Producto Interior Bruto.

En este sentido, según un estudio de la Fundación Madrina, de aquí al año 2010 se pasará en España de un aborto cada siete minutos a un aborto cada tres minutos, produciéndose cada hora más de diez abortos frente a solo un bebé extranjero que será dado en adopción internacional, lo que supondrá un gasto de 14.000 euros a la hora en adopciones y 9.000 euros por hora en abortos. El aborto "nunca puede ser utilizado como sistema de planificación familiar, ni como primera y única alternativa en el sistema sanitario y social, como se realiza en la actualidad", concluye el informe.

"Restos fetales para experimentos dermatológicos"

Por otra parte, Giménez destacó este miércoles la "importancia de reconocer los restos fetales como restos humanos, ante una legislación que los considera restos no humanos y por tanto permite que puedan ser comprados y vendidos a laboratorios dermatológicos". "Esos restos no son una mercancía", afirmó; "a todo se le ha puesto un precio, pagando un elevado coste e impuesto de corrupción, que sale de las economías domésticas y que muchas familias no pueden pagar", sentenció.

Giménez pidió a la clase médica y social, "más delicadeza" para tratar los casos de fetos con malformaciones, dado el "grave riesgo psicológico" para la madre y el entorno familiar que conlleva el aborto, con una incidencia de suicidios siete veces superior a la media, y pidió seguir el "código deontológico" y la legislación internacional, que amparan y protegen la
vida de todo ser humano. La legislación actual, que está regulando improcedentemente "hechos naturales" pone entre la espada y la pared al médico haciéndole renunciar a su 'código deontológico' por el que está obligado a luchar por la dignidad, la salud y la vida humana e investigar para vencer la enfermedad, denunció.

Fundación Madrina pide que haya una campaña de sensibilización para que al menos un porcentaje de abortos vaya hacia adopciones nacionales. La entidad entiende que con un diez por ciento se resolvería la demanda interna de adopción internacional en España, potenciando la misma con una mejora en la Ley del menor. Estas medidas deberían acompañarse con más información y protección para las mujeres y madres, garantizándoseles el "derecho a no abortar", a través de un derecho al trabajo, vivienda, alimentación y educación para ellas y el menor, todo ello estipulado en la legislación internacional.

Fundación Madrina
(
www.madrina.org ) es una entidad social apolítica y aconfesional, de carácter 'benéfico asistencial', sin ánimo de lucro; dedicada a la asistencia integral de jóvenes y adolescentes embarazadas, sin recursos y en riesgo de exclusión social, violencia o abuso. Trabaja en pro del restablecimiento y la potenciación de la dignidad humana mujer en general y de la madre en particular, especialmente en su feminidad y libertad, defendiendo una nueva "cultura de maternidad", basada en la defensa de los valores femeninos, de la paz y de la vida.

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Adolescente polaca se sometió a aborto por presión anti-vida
La Agencia de Información Católica Polaca (KAI, por sus siglas en polaco) dio a conocer que ante la incesante presión de su madre, las activistas abortistas de la International Planned Parenthood Federation (IPPF) y algunos medios de comunicación, la adolescente de 14 años de Lublin conocida solo con el seudónimo de "Agata" abortó a su bebé.
Según la prensa polaca el
aborto se practicó el 17 de junio probablemente en la localidad de Gdansk.

Hace unos días, se informó que la rama polaca de la IPPF exigió al Primer Ministro, Donald Tusk, intervenir para obligar a la adolescente –presuntamente violada– a abortar según los deseos de su madre. La infortunada joven había expresado su intención de conservar al bebé y, según algunas versiones, habría resultado embarazada de su novio. Distintos grupos pro-
vida ofrecieron ayuda.

El Obispo de Lomza, Mons. Stanislaw Stefanek, lamentó el trágico desenlace y consideró que lo ocurrido "es un reflejo de la ideología de la muerte. Es una tragedia. Ha sido asesinado un niño y como consecuencia también ha sido dañado el corazón de la madre, quien sufrió y no pudo hacer frente a las presiones".

El Arzobispo de Lublin, Mons. Jósef Miroslaw Zycinski, también lamentó "la muerte de un niño inocente".

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Donde comen siete, comen ocho / Autor: Fernando Pascual, L.C.

Ocurrió en Argentina, el año 2004. La señora Matilde (nombre ficticio) vivía con su esposo y cinco hijos, el mayor de 22 años y la menor de 11. Suena el teléfono. Una amiga con cuatro hijos y uno adoptado le pregunta si conoce a alguien que pueda encargarse de una niña de 4 años. Su madre la maltrata continuamente. En una crisis muy fuerte había golpeado a la pequeña, y ahora los jueces buscaban una nueva familia para la niña.

La señora Matilde podía ponerse a buscar alguna familia con menos hijos, llamar por teléfono, encontrar una solución. Pero también la niña podía quedarse allí, en su casa, donde ya comían siete... Así lo explica ella misma, después de que han pasado 4 años: “A partir de ese momento ya no pude quedarme en paz. Sentía que no podía mirar para otro lado, así que lo hablé con toda la familia, primero con mi esposo, después juntos lo hablamos con cada uno de los chicos, y al día siguiente me fui al tribunal de menores a averiguar cómo estaban las cosas”.

En enero de 2005 la familia ajustaba los espacios para acoger a una niña con 4 años y 9 meses. La pequeña llegaba inquieta, confundida, casi sin instrucción. Con paciencia y cariño, empezó a aprender cosas nuevas, a sentirse segura. Sobre todo, descubrió que era amada. No todo fue fácil. Hubo momentos duros, difíciles.

La señora Matilde y su familia, gracias a Dios, recibieron ayuda de otras personas, especialmente de los sacerdotes de la parroquia, para salir adelante. El milagro se hizo realidad. La niña adoptada, ahora con 8 años, sigue en un hogar que siente como suyo, que le enseñó lo maravilloso que es la vida cuando hay amor y generosidad. Donde comen siete, comen ocho... y quizá más. Ese es el “problema” del amor: carece de límites. Y entonces uno descubre, misteriosamente, que cuando más da más tiene...

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Fuente: Buenas-noticias

Mark Gibson llegó a España para aprender castellano y encontró la fe / Autor: José Antonio Méndez

Mark leyó su oración-testimonioa Jesús Sacramentado, en la celebración del Corpus Christi, en Madrid
«Noviazgo limpio y alegría fueron como un imán»
Hace unos años, un joven norteamericano llegó a nuestro país, como otros muchos, para pasar las vacaciones de verano. Buscaba el sol y aprender español. Sin embargo, se encontró con una persona que le iba a cambiar la vida para siempre

La escena se repite cada verano: un joven estadounidense llega a España en busca del sol, la diversión y alguna que otra clase de castellano. Sin embargo, para Mark Gibson el final de la historia no tiene nada que ver con el de otros muchos turistas que visitan nuestro país. Porque aquí, en España, aquel chico acomodado, volcado en su vida fácil y vacía, encontró a Cristo.

Mark lo recordó ante cientos de personas en la celebración del Corpus Christi, en Madrid: «Antes era un hombre sin religión, que llevaba una vida cómoda, muy cómoda y sin sentido…, una vida vacía. En los Estados Unidos tenía de todo, pero no era feliz». Aquel sinsabor vital le llevó a alzar sus ojos al Cielo, a pesar de no estar ni siquiera bautizado.

«Aunque era un hombre sin fe -recordó Mark-, sabes que un día te pedí: ¡Jesucristo, ayúdame! Luego vine a veranear a España. Quería practicar el castellano y me presentaron a una chica que quería practicar el inglés. Y nada más verla, sentí cómo Tú, Señor, me decías en lo más hondo del alma: Ésta es».

Aquel encuentro contaba con todos los ingredientes para ser un simple amor de verano entre jóvenes. Sin embargo, el estudiante de Ohio se topó con un elemento imprevisto: «Yo me enamoré, pero ella no me lo puso fácil. Cuando vio que me interesaba, me dijo: Mira, yo soy católica. Por eso, si estás buscando a una chica para divertirte una temporada, no cuentes conmigo». Lejos de reírse o desanimarse, Mark se sintió cautivado por la valentía de aquella fe: «Al escucharle decir eso, me enamoré aún más. Me llamaba la atención su coherencia de vida y, sobre todo, su alegría». Hoy, aquella joven es su esposa, la madre de sus dos hijas y la persona por la que encontró a Dios.

Como recordó el día del Corpus, «cuando nos casamos, al comienzo de la Misión Joven, yo no era católico. Ella no me presionó, mi me forzó para que me bautizara, pero el noviazgo limpio que vivimos, el ejemplo de su vida y de su alegría fueron como un imán para mí». Por eso, cuando nació su primera hija volvió a pedir ayuda a Dios, como años atrás lo había hecho en los Estados Unidos, aunque por otro motivo: «Te pedí, Señor -aseguró Mark ante cientos de personas, en Madrid-, que mi hija fuera como su madre. Entonces me hiciste comprender que para que mi hija fuera buena cristiana, debía tener no sólo una madre, sino también un padre cristiano; y que yo debía dar el paso y bautizarme. Es lo que hice, y en la pasada Vigilia Pascual me bautizó el señor cardenal, don Antonio María Rouco».

De este modo, el joven que vino a España buscando la diversión del verano se encontró con un regalo inesperado -la fe en Cristo y en su Iglesia-, por el que da gracias a Dios: «Gracias por los milagros que haces en nuestras vidas; por el regalo de la fe. Gracias por mi mujer, mis dos hijas y todos los hijos que quieras seguir enviándome. Porque Tú, Señor, eres la verdadera alegría de nuestra vida».
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Fuente: Alfa y Omega

Ex Evangelica - "Para mi el rosario era la mayor herejía"


Principales prejuicios protestantes contra los Catolicos

Testimonios de conversiones / Autor: Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo

La fe que lo cambia todo
«No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida»: son palabras de Benedicto XVI en su encíclica Deus caritas est.


Así, con un encuentro imprevisto, con una respuesta inesperada al deseo profundo del corazón, comienzan las historias de conversión que llenan las siguientes lineas. Las palabras de estos testigos de la fe podrían ser las de cada uno de nosotros en algún momento de nuestra vida.

La Casa de Dios es ahora mi casa
La desorientación es una característica propia de la juventud, en España y en cualquier parte del globo. También lo es la búsqueda, el deseo de algo más. Todo ello marcó, hace años, la vida de Etsuro, un joven japonés con inquietudes artísticas, dispuesto a embarcarse en cualquier barco que apuntase hacia la felicidad. Hoy, años después, es escultor en los trabajos de reconstrucción del templo de la Sagrada Familia, en Barcelona: «Desde joven, yo buscaba algo, pero no sabía qué era lo que estaba buscando, como todos los jóvenes. Y como escultor, la piedra era mi obsesión; a través de ella pensaba que iba a encontrar eso que estaba buscando. Así, después de unos años, la piedra me llevó a Europa, a trabajar en la Sagrada Familia, y la Sagrada Familia me presentó a don Antonio Gaudí. Y él me ha llevado al mundo de la fe».

La mentalidad oriental de profundizar y no quedarse en la superficie llevó a Etsuro Sotoo de Japón a Europa, y de Gaudí a Cristo. «La Sagrada Familia -explica- me aceptó como escultor. Como japonés, pensé que tenía que conocer a Gaudí. Yo pensaba que, para saber qué era lo que tenía que hacer, tenía que preguntar a Gaudí. Pero no había casi escritos suyos; para saber qué era lo que quería hacer Gaudí, ¿dónde mirar? Entonces tomé la decisión de no mirar a Gaudí, sino mirar adonde miraba Gaudí, e intentar llegar adonde quería llegar Gaudí. Con este pensamiento en mente, he sentido mucha libertad. Gaudí miraba a Cristo, y yo ahora miro a Cristo. En Japón, el cristianismo es minoritario, pero existe la buena costumbre de, si quieres aprender algo, tienes que aprender a amar el trabajo, amar tus herramientas, amar los materiales. Entonces, ¿quién fue el que dijo que el amor es lo más importante? Jesús. Y decidí seguirle. Me bauticé hace años. Mi vida ha cambiado totalmente. Antes de convertirme, entraba en la Sagrada Familia y me sentía como si entrara en la casa de otro; hoy, cada día me siento como si entrara en mi casa; es la Casa de Dios, pero es como mi casa».

De pronto, conocí a un sacerdote...
«Yo estaba hundido. Vivía en la nada más absoluta. No tenía ninguna esperanza, y lo único que quería era morirme»: quien así habla es Emilio. Echa la vista atrás y sólo ve sufrimiento. «Me dedicaba a vegetar -dice-. Estaba matriculado en la Universidad, pero llevaba diez años y no hacía nada. Lo único que hacía era esperar a que la vida pasase, porque ya ni siquiera esperaba una respuesta. Todos los días eran lo mismo: fumarme unos porros y esperar a que la vida pasase. A todo el mundo que encontraba le hacía la misma pregunta: ¿Quiénes somos?, ¿por qué estamos aquí? Dime algo. Y la gente lo único que me decía era: Tómate en serio la Universidad, tómate en serio tu trabajo, búscate un hobby. Eran respuestas finitas, cuando yo necesitaba una respuesta infinita,
total, a todo. De pronto, de forma casual e imprevista, conocí a un hombre, un sacerdote, que en apenas diez minutos que estuve con él, me miró de una manera tal que comprendí que sabía lo que a mí me pasaba.


Sabía qué era lo que yo buscaba, y él me devolvió el sentido que yo buscaba. Ese día me fumé un par de porros y le fui a ver. Y aquel hombre me dio la respuesta; yo no me acuerdo de lo que me dijo, fue una conversación de cinco minutos, pero intuí que él se daba cuenta, que comprendía lo que me pasaba. Me puse en sus manos. Él me dijo que hay un lugar, un sitio en el que todo esto que yo me planteaba tiene un significado, y ese sitio es la Iglesia. Me invitó a un campamento y yo me fui para allá, porque no tenía nada que perder y sí todo que ganar, como así fue. Lo que más me sorprendió fue la unidad que vi allí, una unidad hermosa. Entre aquellos monitores había algo que a mí me conmovió. Y yo me entregué; pensaba: Esto es lo que yo busco».

Hoy, después de tantos años, Emilio afirma ser «un hombre feliz y libre, y me pongo el mundo por montera. Luego creces, te casas y tienes hijos, y hay momentos duros, pero las cosas ya no me determinan. Soy un hombre absolutamente de todas las circunstancias, con un sentido de la vida, que es lo fundamental, que es lo que me faltaba a mí y que le falta al hombre de hoy. Quien encuentra este sentido, lo tiene todo».

Si antes era feliz, ahora lo soy más
María Vallejo-Nágera es hoy una escritora de éxito. Sus libros gozan de una gran popularidad, pero quizá el mayor logro de su vida sea el haber encontrado la fe. «Yo era una persona feliz -afirma-, y mi vida estaba centrada en mi familia, mi marido y mis hijos. Después encontré la fe y la ha enriquecido muchísimo. Si ya era feliz, ahora lo soy muchísimo más. Fue un encontronazo de lo más inesperado». ¿Cómo sucedió? Ella misma lo cuenta: «Yo era una persona muy agnóstica y muy rebelde. Unos amigos me pidieron que les acompañara a una peregrinación a Medjugorje. Yo fui con ellos, más guiada por la curiosidad que por la fe. Me cautivó el ambiente, no lo puedo explicar con palabras, me cautivó ver la cantidad de gente joven que había allí, orando en misa, cuando yo siempre me había aburrido en misa y me parecía una celebración vacía. Me quedé perpleja al descubrir esa fe tremenda de todos aquellos jóvenes. Eran los años siguientes a la guerra de Bosnia, y vi la fe de esta gente en los peores momentos de su vida».

Después de este primer contacto, María quiso profundizar en la fe católica, «porque yo había sido bautizada, mis padres eran muy creyentes y yo siempre había ido a colegios católicos. Lo primero que hice fue acudir a un sacerdote que me ayudara y él me lo explicó todo, porque yo no entendía el significado de la misa, y me pidió que leyera los evangelios, que me cautivaron como escritora. Acudí a las fuentes de mi fe. Fui investigando quién me podía ayudar y fui tirando del hilo hasta que descubrí los tesoros impresionantes que tiene mi fe».

Hoy, María hace balance y afirma: «Mi vida ha cambiado, a nivel personal poco, porque sigo siendo la misma persona, pero a nivel de felicidad me ha cambiado mucho los esquemas. Ahora soy una mujer mucho más agradecida; cada día que pasa es un pequeño milagro; cada vez que veo un bebé por la calle, veo un milagro. Me he dado cuenta de que vivimos rodeados permanentemente de milagros. Agradezco la vida a cada segundo que pasa».

Os haré salir de vuestros sepulcros...
Un encarcelado recibe la Sagrada Comunión Al paso de una procesión
Son días de Semana Santa. A las calles salen los pasos con las representaciones de la pasión y muerte de nuestro Señor. A los creyentes, esta expresión de la fe les mueve a la reflexión y a la oración; y a los alejados, les puede llevar incluso a la conversión, así de sorprendente es Dios. Es la historia de Javier:
«Yo andaba interesado por la cultura, la política, los viajes y cualquier cosa de este mundo. Una mala experiencia y unas decepciones personales, durante las cuales llegué a sufrir un accidente, me crearon un intenso malestar de animo. Viendo una procesión de Semana Santa, me surgió la siguiente reflexión: Dios me ha creado, Cristo ha muerto por mí, ¿cuántas veces y de qué manera me acuerdo de Él? ¿No será este mundo un gran teatro que nos esconde la verdad de Dios?»

Lo siguiente es seguir abriendo la puerta que Dios entorna para nosotros, y que nos lleva a descubrir otros tesoros. Dice Javier que, «poco después, la lectura de temas religiosos y la devoción me descubrieron otras cosas que antes no había visto. Especialmente la devoción a la Madre de Dios; creo que es la mística mas correspondida por la gracia, la que recibe un auxilio o una respuesta inmediata».


El Señor no ha querido dejarme escapar
«Mi conversión empieza justo en el momento en que voy a darme de baja como católico»: así de rotundo se expresa Alfonso. Su historia es parecida a la de muchos que, poco a poco, van dejando la Iglesia y luego, al cabo de los años, la redescubren como un tesoro. Afirma:


«Yo, cuando tuve uso de razón, le prometí a Dios que iba a rezar un Padrenuestro cada día. Antes, hice la Comunión y fue la primera y la última vez que piso una iglesia, pero no dejo de rezar ese Padrenuestro. Van pasando los años, y llega un momento en que me topo con una frase de monseñor Setién, cuando dice que él nunca oficiaría un funeral por una víctima de ETA porque sus feligreses no lo entenderían. Entonces yo me reboté y no entendía cómo alguien que creía en Dios podía decir tal brutalidad. Tenía 17 años, y entonces decido que ya no quiero ser católico. Cojo a Jesucristo y me lo llevo al budismo y a cualquier otro sitio menos a la religión católica. En ésas, tengo una fuerte experiencia de preguntarme por aquello en lo que yo siempre había creído, y decido darme de baja como católico. Entonces me entero de que hay una cosa que se llama curso para hacer la Confirmación -yo no sabía ni que era un sacramento-. Lo hago, y en este proceso reconozco a Jesucristo y Él me va poniendo en mi camino a muchas personas que me ayudaron, entre ellas a una religiosa que me ayuda mucho».

Para Alfonso, más que un fogonazo, la conversión ha sido «un camino lento. Hoy veo que el Señor me ha mimado mucho desde pequeño y no me ha querido dejar escapar. Yo me siento un elegido del Señor, que en un momento de mi vida le abandonó, pero luego vino en mi busca. Ha sido muy intenso; ahora echo la vista atrás y me da vértigo. Mi vida ha cambiado radicalmente, en valores, y la veo llena de gracia, muy cerca del Señor. Ha cambiado radicalmente».


En la Iglesia es donde realmente se está bien
Marcos y Arlene son cubanos. Llegaron a España hace seis años; su historia es también la de un viaje espiritual hacia la fe católica. «En Cuba -afirma Marcos- conocimos a Jesús en la Iglesia evangélica, y, al llegar a España, intentamos seguir en alguna comunidad, pero poco a poco nos fuimos alejando y dejándolo todo, hasta que llegamos a una fase de nuestra vida bastante mala, de estar incluso a punto de separarnos, con un hijo en común. Entonces una compañera de trabajo nos invitó a hacer un cursillo. Ahí me di cuenta de que el Señor me estaba trayendo otra vez hacia Él, a la Iglesia, donde realmente se está bien, y ello me sirvió para encontrarme con Él y conmigo mismo».

En la forma de hablar de Marcos se nota la pasión de los conversos, de los que tienen presentes los días en los que andaban por la cunetas de la vida. Hoy recuerda agradecido: «Mi vida era un desastre, y ahora es todo muy diferente. Doy gracias a Dios cuando miro mi vida. Al darte cuenta de que eres hijo de Dios, sabes que tienes Alguien muy por encima, dueño de todo cuanto sucede en nuestra vida. Sé que Dios siempre está a mi lado y me lleva sobre sus hombros, que me acompaña en los momentos más difíciles y en los más felices. Todo ello es lo que da sentido a mi vida. Vivo con la certeza de que en todo lo que me pasa Dios está ahí, que no hay casualidades. Además, para mí, el vivir esto en el matrimonio es una magnitud superior. Si vivir la vida como cristiano es mirar el mundo desde un piso 60, vivirlo en matrimonio es algo superior. Vives la fe en tu pequeña Iglesia doméstica, con tu mujer y tu hijo, rezando juntos antes de dormir. Es algo que te hace vivir la vida al cien por cien. Después de todo el día trabajando fuera de casa, llegas a casa y es como si te metieras de nuevo dentro de esa Iglesia doméstica y vuelves a estar otra vez muy pegado a Dios».

Llegué a pensar en el suicidio
La conversión de Vidal comienza al darse cuenta de que las cosas no lo llenan todo, que el mundo no da lo que prometen los anuncios y la mentalidad dominante. Echa la vista atrás y dice que fue «educado en la fe; hice la Comunión, y luego pasé de todo. Desde muy joven empecé con la fiesta y la diversión; no caí en la droga, pero siempre estuve en torno a ella y al alcohol. Así hasta los 18 años, en que me dio por lo contrario: cambié mi vida, pero la centré en el trabajo y en el dinero. Al poco tiempo, conseguí mi propia empresa, tenía empleados, ganaba mucho dinero. Entonces yo estaba en contra de Dios, de la Iglesia, del Papa; para mí, todo eso era un engaño. En un momento dado, todo lo que tenía se derrumbó y me vine abajo. Yo tenía mujer e hijos -ella quería casarse por la Iglesia, pero yo no- y tenía mucho dinero, pero yo no era feliz.

Tenía todo, pero este apego al dinero, la autosuficiencia, el ser más que nadie..., todo ello me produjo un vacío. Estaba asqueado y todo se vino abajo, incluso la empresa que tenía. Vi que no tenía sentido mi vida, y llegué a pensar en el suicidio. Incluso preparé los papeles para que a mi mujer no le faltara de nada y que la hipoteca se quedase pagada.

Entonces apareció una persona, una tía mía, que me dijo: A ti lo que te pasa es que tienes un gran vacío de Dios en tu vida. Eso me hizo empezar a buscar un sacerdote, y cuando lo encontré le dije: Tengo que hablar con usted, porque me está pasando algo. Me empezó a hablar de su propia vocación, que él también venía del fango, y me invitó a hacer un Cursillo de Cristiandad. Yo no sabía lo que era y me lo tomé como último recurso para mi vida. A través de este encuentro personal con el Señor, me encontré con un Dios cercano, un Dios amigo, y me reencontré con la Iglesia. A los dos meses me casé con mi mujer y bautizamos a nuestros hijos en la misma celebración».

Han pasado ya cuatro años, y Vidal afirma estar «cada vez más enamorado del Señor, de mi familia. Y mi vida ha cambiado; ahora trabajo lo justo para vivir, sin otra ambición que perseverar en la fe y, sobre todo, transmitir a mis hijos la mejor herencia, que es lo que me ha dado el Señor. He aprendido a amar, a querer a mi mujer, siento en mi interior una paz indescriptible. Me falta mucho por limar, por supuesto, pero siento que mi vida no soy yo el que la llevo, y que el Señor, inmerecidamente, me ha elegido».
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Fuente: Alfa y Omega

“No podemos quedarnos impasibles ante la explotación sexual de la mujer”

La Asociación Comunidad Papa Juan XXIII pide una lucha “seria” contra la prostitución
CIUDAD DEL VATICANO, (
ZENIT.org) Los gobiernos deben afrontar seriamente el problema de la prostitución con medidas encaminadas a la supresión de este fenómeno, afirma el responsable general de la Asociación Comunidad Papa Juan XXIII, Giovanni Paolo Ramonda.
En un artículo publicado en L'Osservatore Romano, Ramonda afirma que "en el tercer milenio, la mercantilización de la persona es un fenómeno que aún hay que combatir", y ante el cual los cristianos "no podemos quedarnos impasibles y resignados".

"A las mujeres esclavizadas por la prostitución no hay que consolarlas ni asistirlas, hay que liberarlas", afirma. La explotación sexual de la mujer, afirma Ramonda, no supone "el encuentro de dos libertades, la de la prostituta y la del cliente" sino que es "consecuencia directa de sistemas injustos en los que las víctimas, para mejorar sus condiciones de vida o simplemente para sobrevivir, se convierten en mercancía fácil para traficantes sin escrúpulos".

Para el responsable de la asociación, la situación se ha agravado con la inmigración masiva al Occidente rico que ofrece el bienestar fácil, con lo que "intermediarios y explotadores han organizado verdaderas bandas a costa de las mujeres más indefensas, alimentando un incremento de violencias y crueldades".

Recordando las condenas expresadas por los dos últimos Papas, Ramonda pide a los Gobiernos que actúen de forma determinante contra la prostitución como una forma de violencia sexual. "El respeto por el prójimo no es sólo la regla fundante de nuestra religión, sino una conquista imprescindible en el plano de la cultura y de la civilización".
"Don Oreste Benzi, fundador de nuestra asociación, sostenía que ninguna mujer nace prostituta, pero que siempre hay alguien que la hace serlo".

Más penas a los traficantes
Para acabar con este fenómeno, Ramonda cree que no caben soluciones "tolerantes": no es posible, afirma, "hacer pasar por legítimo lo que es expresión de mera posesión de la persona reducida a objeto, de ofensa a la dignidad y a la libertad de las conciencias. Un acto injusto sigue siéndolo más allá de las situaciones que lo condicionan"

"Es desconcertante la tesis de quienes piensan poder resolver el problema circunscribiéndolo a áreas urbanas con luces rojas, o dando el negocio en gestión a cooperativas. ¿Cómo es posible contrarrestar un mal delimitándolo geográficamente o regulándolo con normas? También el robo es un mal, como tantas otras formas de abuso que niegan el sentido del prójimo, pero nunca se ha pensado combatirlo disciplinándolo o regularizándolo para concederle apariencia de legitimidad".

La solución es que los gobiernos aprueben instrumentos legislativos apropiados que "permitan la represión del fenómeno actuando contra los responsables de las bandas, agravando los controles y las penas".
Este endurecimiento debe ser acompañado de una regeneración de los valores, "indispensable para permitir a los jóvenes crecer en una sociedad más sana y menos hipócrita".

"Un Estado atento y prudente debe ser vigilante en la salvaguardia del bien común si quiere promover el verdadero crecimiento humano y cultural de sus ciudadanos, en lugar de someterse a soluciones hipócritas y rápidas, que son útiles a los 'listos' sin escrúpulos de siempre".

La Asociación Comunidad Papa Juan XXIII fue fundada en 1968 en Italia por el sacerdote Oreste Benzi (fallecido el pasado 2 de noviembre), y se dedica a la recuperación de ex drogadictos, personas con minusvalías, menores marginados y ex prostitutas. Está presente en veintisiete países de Europa, África, Asia y América Latina. La Asociación hasta ahora, ha ayudado a cerca de 6.000 chicas a abandonar la prostitución.
Más información:
www.apg23.org

Red abortista internacional usaría a obispos y grupos pro-vida en "proyecto multimedia"

Esclavitud doméstica en Latinoamérica: más niñas que niños / Autor: Víctor Ruiz

La mayoría es de escasa educación, empiezan a trabajar antes de los 11 años y, en muchos casos, reconocen haber sufrido acoso sexual
En el informe de
Save The Children sobre la esclavitud infantil doméstica en el mundo, al que hacíamos referencia en una anterior información, uno de los hechos constatados es que “la mayoría de la mano de obra infantil utilizada para el servicio doméstico es femenina”.

Esta cuestión es especialmente perceptible en Latinoamérica, según los datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Sobre todo, el informe de Save the Children destaca los casos detectados en Paraguay, Perú, Brasil y Colombia, entre otros países.

Según el estudio
Esclavos puertas adentro, el porcentaje de niñas empleadas en el servicio doméstico sobre el total en estos cuatro estados ronda el 83,5%.

Otra característica común entre los niños explotados en los hogares latinoamericanos, que se inician en esta actividad antes de cumplir los 11 años, es su escasa formación educativa, ya que
“durante su vida como trabajador doméstico normalmente no van a la escuela”.

Acoso sexual

Además, como sucede en casi todo el mundo, abundan los casos de niñas que denuncian haber sufrido acoso o abusos sexuales “por parte de los hombres de la casa en la que trabajaban”.

El informe hace referencia a los datos de otro estudio centrado en Guatemala, realizado por Human Rights Watch, en el que se pone de manifiesto que “un tercio de todas las niñas empleadas en los servicios domésticos reconocía haber sufrido algún tipo de acoso sexual”.

Las niñas no sólo están expuestas a los abusos por parte de los “adultos masculinos y los niños mayores más fuertes de la casa”, sino que también están expuestas a “abusos por parte de visitantes u otros trabajadores domésticos”, añade el informe.

“Subestimación del trabajo infantil”

El informe aclara que, en algunos países centro y sudamericanos, “dado que la mayoría de las estimaciones proviene de encuestas de hogares, seguramente existe una fuerte subestimación del trabajo infantil en general y del trabajo infantil doméstico en particular”.

Aún así, por ejemplo, a pesar de las limitaciones para estimar la magnitud del trabajo infantil doméstico en un mismo momento en la subregión de Guatemala, El Salvador, República Dominicana, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá, se puede adelantar que el trabajo infantil doméstico total de los siete países en 2000 abarcaba a unas 170.000 mil menores de 18 años, en labores domésticas fuera de su hogar.

El informe cita, entre otros casos, los de unos 40.000 niños en Guatemala que tenían entre 5 y 17 años y el 90% eran niñas. En Paraguay existían en el 2000 alrededor de 67.000 menores de entre 5 y 17 años que realizaban algún tipo de trabajo doméstico no remunerado.

También hace especial mención al caso de Haití, donde “se calcula que existen en torno a 250.000 niños empleados en trabajos domésticos, el 10% de los cuales es menor de 10 años”

En general, muchos de los niños trabajadores domésticos “afirman ser maltratados por sus empleadores, incluyendo ser insultados (33%), tener que comer las sobras (20%), ser golpeados o pateados (12%) o abusados sexualmente (5%)”

El informe concluye esta parte del estudio en Latinoamérica con algunas cifras:

“En Brasil hay en torno a 559.000 niños trabajadores domésticos entre 10 y 17 años.

En El Salvador existen unos 14.200 trabajadores domésticos menores de 19 años, de los cuales, 4.102 son menores de 14 años.

En Perú se calcula que existen en torno a 150.000 niños trabajadores domésticos.

En Honduras existen alrededor de 20.764 niños trabajadores domésticos.

En Nicaragua existen alrededor de 17.694 niños trabajadores domésticos.

En Costa Rica existen alrededor de 12.498 niños trabajadores domésticos.

En Panamá existen alrededor de 9.300 niños trabajadores domésticos”.


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Fuente: Forum Libertas

domingo, 22 de junio de 2008

Hay que tener temor, pero no miedo / Autor: Raniero Cantalamessa, OFM Cap.

Publicamos el comentario del padre Raniero Cantalamessa, OFM Cap., predicador de la Casa Pontificia, a la liturgia del domingo.

* * *
XII Domingo del tiempo ordinario
Jeremías 20, 10-13; Romanos 5, 12-15; Mateo 10, 26-33

¡Tened temor, pero no tengáis miedo!

El Evangelio de este domingo ofrece varias sugerencias, pero todas se pueden resumir en esta frase aparentemente contradictoria: "¡Tened temor, pero no tengáis miedo!". Jesús dice: "No temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna". No debemos tener temor ni miedo de los hombres; de Dios debemos tener temor, pero no miedo.

Por tanto hay una diferencia entre miedo y temor; tratemos de comprender por qué y en qué consiste. El miedo es una manifestación de nuestro instinto fundamental de conservación. Es la reacción a una amenaza para nuestra vida, la respuesta a un verdadero o presunto peligro: desde el peligro más grande, que es el de la muerte, a los peligros particulares que amenazan la tranquilidad o la incolumidad física, o nuestro mundo afectivo.

Según se trate de peligros reales o imaginarios, se habla de miedos justificados y de miedos injustificados o patológicos. Como las enfermedades, los miedos pueden ser agudos o crónicos. Los miedos agudos han sido determinados por una situación de peligro extraordinario. Si estoy a punto de ser atropellado por un coche, o comienzo a sentir que la tierra tiembla bajo mis pies a causa de un terremoto, entonces estoy ante miedos agudos. Estos sustos surgen improvisadamente, sin avisar, y así desaparecen al terminar el peligro, dejando quizá un mal recuerdo. Los miedos crónicos son los que conviven con nosotros, se convierten en parte de nuestro ser, e incluso acabamos encariñándonos de ellos. Los llamamos complejos o fobias: claustrofobia, agorafobia, etc.

El evangelio nos ayuda a liberarnos de todos estos miedos, revelando el carácter relativo, no absoluto, de los peligros que los provocan. Hay algo de nosotros que nadie ni nada en el mundo puede quitarnos o dañar: para los creyentes se trata del alma inmortal, para todos el testimonio de la propia conciencia.

Algo muy diferente del miedo es el temor de Dios. El temor de Dios se aprende: "Venid, hijos, escuchadme: os instruiré en el temor del Señor" (Salmo 33,12); por el contrario, el miedo, no tiene necesidad de ser aprendido en el colegio; la naturaleza se encarga de infundirnos miedo.

El mismo sentido del temor de Dios es diferente al miedo. Es un elemento de fe: nace de la conciencia de quién es Dios. Es el mismo sentimiento que se apodera de nosotros ante un espectáculo grandioso y solemne de la naturaleza. Es el sentimiento de sentirnos pequeños ante algo que es inmensamente más grande que nosotros; es sorpresa, maravilla, mezcladas con admiración. Ante el milagro del paralítico que se alza en pie y camina, puede leerse en evangelio, "El asombro se apoderó de todos, y glorificaban a Dios. Y llenos de temor, decían: 'hoy hemos visto cosas increíbles'" (Lucas 5, 26). El temor, en este caso, es otro nombre de la maravilla, de la alabanza.

Este tipo de temor es compañero y aliado del amor: es el miedo de disgustar al amado que se puede ver en todo verdadero enamorado, también en la experiencia humana. Con frecuencia es llamado "principio de la sabiduría", pues lleva a tomar decisiones justas en la vida. ¡Es nada más y nada menos que uno de los siete dones del Espíritu Santo (cf. Isaías 11, 2)!

Como siempre, el evangelio no sólo ilumina nuestra fe, sino que nos ayuda además a comprender nuestra realidad cotidiana. Nuestra época ha sido definida como una época de angustia (W. H. Auden). El ansia, hija del miedo, se ha convertido en la enfermedad del siglo y es, dicen, una de las causas principales de la multiplicación de los infartos. ¿Cómo explicar este hecho si hoy tenemos muchas más seguridades económicas, seguros de vida, medios para afrontar las enfermedades y atrasar la muerte?

El motivo es que ha disminuido, o totalmente desaparecido, en nuestra sociedad el santo temor de Dios. "¡Ya no hay temor de Dios!", repetimos a veces como una expresión chistosa, pero que contiene una trágica verdad. ¡Cuanto más disminuye el temor de Dios, más crece el miedo de los hombres! Es fácil comprender el motivo. Al olvidar a Dios, ponemos toda nuestra confianza en las cosas de aquí abajo, es decir, en esas cosas que según Cristo, el ladrón puede robar y la polilla carcomer (Cf. Lucas 12, 33). Cosas aleatorias que nos pueden faltar en cualquier momento, que el tiempo (¡la polilla!) carcome inexorablemente. Cosas que todos queremos y que por este motivo desencadenan competición y rivalidad. (el famoso "deseo mimético" del que habla René Girard), cosas que hay que defender con los dientes y a veces con las armas en la mano.

La caída del temor de Dios, en vez de liberarnos de los miedos, nos ha impregnado de ellos. Basta ver lo que sucede en la relación entre los padres y los hijos en nuestra sociedad. ¡Los padres han abandonado el temor de Dios y los hijos han abandonado el temor de los padres! El temor de Dios tiene su reflejo y su equivalente en la tierra en el temor reverencial de los hijos por los padres. La Biblia asocia continuamente estos dos elementos. Pero el hecho de no tener temor alguno o respeto por los padres, ¿hace que sean más libres o seguros de sí los muchachos de hoy? Sabemos que no es así.

El camino para salir de la crisis es redescubrir la necesidad y la belleza del santo temor de Dios. Jesús nos explica precisamente en el evangelio que la confianza en Dios es una compañera inseparable del temor. "¿No se venden dos pajarillos por un as? Pues bien, ni uno de ellos caerá en tierra sin el consentimiento de vuestro Padre. En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; vosotros valéis más que muchos pajarillos".

Dios no quiere provocarnos temor sino confianza. Justamente lo contrario de aquel emperador que decía: "Oderint dum metuant" (¡que me odien con tal de que me teman!). Es lo que deberían hacer también los padres terrenos: no infundir temor, sino confianza. De este modo se alimenta el respeto, la admiración, la confianza, todo lo que implica el nombre de "sano temor".

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[Traducción del original italiano realizada por Jesús Colina]


El Evangelio del domingo 22 de junio en video:
Mateo 10, 26-33
Para ver los videos haz click sobre la imagenes


"No tengáis miedo a los que matan el cuerpo" /
Video-reflexión: P. Jesús Higueras

sábado, 21 de junio de 2008

Decenas de trabajadores ya han abandonado voluntariamente sus puestos en la Expo



Hacen jornadas de hasta 12 horas y turnos de 6 y 7 días consecutivos.
Algunos abandonaron incluso antes de la inauguración oficial.

Decenas de trabajadores han dejado su puesto en la Expo antes de que la muestra cumpla su primera semana. En Ranillas trabajan más de 6.000 personas y las largas jornadas y el volumen de trabajo son ya los principales motivos de abandono.

Los trabajadores que se van aseguran que el sueldo (de 1.100 a 1.500 euros brutos al mes) no es suficiente para lo que se les exige. Turnos de seis o siete días seguidos, jornadas de hasta 12 horas o sólo 15 minutos de descanso en ocho horas son prácticas habituales.

Los despidos voluntarios se producen tanto entre el personal de los pabellones como entre la plantilla de atención al público contratada por la Expo. «Me contrataron para atender a visitantes y acabé en un torno de entrada haciendo el trabajo de los compañeros que se escaquean», comenta Sara G, una trabajadora que se acaba de despedir.

Expoagua no ha facilitado el número exacto de bajas registradas durante estos primeros días, aunque fuentes de la muestra señalan que no les han pillado por sorpresa. No en vano, hace mes y medio se creó una bolsa de empleo con más de mil currículos para cubrir vacantes.

Consideran que el sueldo es bajo para el esfuerzo que tienen que hacer
Las empresas de trabajo temporal que colaboran con los participantes también están cubriendo ya puestos vacantes. «En cuanto encuentran algo mejor, se van. Es normal, la Expo no es el trabajo de su vida», señalan.

El personal llegó a Ranillas la última semana de mayo y las primeras bajas se produjeron antes de la inauguración. «Aguanté diez días, lo que tardaron en darme el contrato, pero hay compañeros que se fueron al segundo día y otro cuando vio el uniforme », señala David S.

Ellos ya lo han dejado
«Ese trabajo era un caos. Me mandaban correos electrónicos por la noche para decirme a qué hora tenía que ir al día siguiente y a veces, cuando estaba de camino, me llamaban para que no fuera. Estaba 12 horas al día de pie y no podía beber agua porque decían que daba mala imagen», explica David, de 28 años, que trabajó en uno de los pabellones más emblemáticos de Ranillas.

«Pasar ocho horas seguidas de pie es agotador, sobre todo con los incómodos zapatos del uniforme. Además, me han asignado un puesto inferior a mi preparación, no han debido mirar ni el curriculum. Me voy porque creo que sirvo para algo más que recoger entradas en la puerta de la Expo», dice Sara, de 31 años, que acaba de presentar su dimisión.

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Fuente: Juventud Obrera Cristiana

"No podeis servir a Dios y al dinero" / Video-reflexión: P. Jesús Higueras