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Bienvenido a Escuchar y a Dar

Este blog, no pretende ser un diario de sus autores. Deseamos que sea algo vivo y comunitario. Queremos mostrar cómo Dios alimenta y hace crecer su Reino en todo el mundo.

Aquí encontrarás textos de todo tipo de sensibilidades y movimientos de la Iglesia Católica. Tampoco estamos cerrados a compartir la creencia en el Dios único Creador de forma ecuménica. Más que debatir y polemizar queremos Escuchar la voluntad de Dios y Dar a los demás, sabiendo que todos formamos un sólo cuerpo.

La evangelización debe estar centrada en impulsar a las personas a tener una experiencia real del Amor de Dios. Por eso pedimos a cualquiera que visite esta página haga propuestas de textos, testimonios, actos, webs, blogs... Mientras todo esté hecho en el respeto del Amor del Evangelio y la comunión que siempre suscita el Espíritu Santo, todo será públicado. Podéís usar los comentarios pero para aparecer como texto central enviad vuestras propuestas al correo electrónico:

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Oremos todos para que la sabiduría de Jesús Resucitado presida estas páginas y nos bendiga abundamente.

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jueves, 31 de enero de 2008

Testimonio Místico de Catia RIvas / La Misa es el Cielo en la Tierra

Testimonio Místico de Catia RIvas, mística católica quien en esta oportunidad nos narra un acontecimento extraordianrio tal como ella lo experimento , Guiada de la Mano de nuestra Madre Santísima, Catia puede ver todo lo que sucede detras de Misa , eso que nuestros ojos no pueden ver pero que es real , ella ve a los Angeles descendiendo . al mismo Jesus en la persona del sacerdote.

PARTE 1

PARTE 2

PARTE 3

PARTE 4

PARTE 5

PARTE 6

PARTE 7

PARTE 8

PARTE 9

PARTE 10

lunes, 21 de enero de 2008

Cardenal Tettamanzi a los divorciados: «La Iglesia no os ha olvidado»

Les exhorta a participar en la misa y en la caridad

MILÁN,(ZENIT.org).- No poder comulgar no significa quedar excluido de la Iglesia, explica el arzobispo de Milán, el cardenal Dionigi Tettamanzi.

Lo aclara la carta pastoral «El Señor está cerca de quien tiene el corazón herido», dirigida a personas que se han divorciado y que viven una nueva unión.

«La imposibilidad de acceder a la comunión eucarística para los casados que viven establemente un segundo enlace», observa, no implica un juicio sobre «la relación que une a los divorciados vueltos a casar».

«El hecho de que con frecuencia estas relaciones sean vividas con sentido de responsabilidad y con amor en la pareja y hacia los hijos es una realidad que tienen en cuenta la Iglesia y sus pastores», reconoce.

«Es un error considerar que la norma que reglamenta el acceso a la comunión eucarística signifique que los cónyuges divorciados y vueltos a casar estén excluidos de una vida de fe y de caridad, vividas dentro de la comunidad eclesial».

Ciertamente «la vida cristiana tiene su cumbre en la plena participación en la Eucaristía, pero no se reduce sólo a su cumbre».

Por este motivo, el purpurado italiano pide a los divorciados vueltos a casar que «participen con fe en la misa», aunque no puedan comulgar, pues «la riqueza de la vida de la comunidad eclesial sigue a disposición de quien no puede acercarse a la santa comunión».

Y asegura que la Iglesia espera de estas personas «una presencia activa y una disponibilidad para servir a quienes tienen necesidad e su ayuda», comenzando por la tarea educativa que como padres tienen que desempeñar con las familias de origen.

El cardenal afirma que escribe la carta para «entablar un diálogo», «para tratar de escuchar algo de vuestra vida cotidiana, para dejarme interpelar por algunas de vuestras preguntas».

«¡La Iglesia no os ha olvidado y no os rechaza ni os considera indignos», escribe. «Para la Iglesia y para mí, como obispo, sois hermanos y hermanas amados».

Cuando se rompe un matrimonio, según el cardenal, no sólo sufren los interesados, sino que también sufre la Iglesia: «¿Por qué permite el Señor que se rompa el vínculo que constituye el gran signo de su amor total, fiel e inquebrantable?».

«Cuando se rompe este lazo, la Iglesia en cierto sentido se empobrece, queda privada de un signo luminoso que debía ser motivo de alegría y consuelo», concluye.

miércoles, 16 de enero de 2008

Haced lo que Él os diga / Autor: P. Jesús Higueras

Al tercer día hubo una boda en Caná, un pueblo de Galilea. La madre de Jesús estaba allí, y Jesús y sus discípulos también habían sido invitados a la boda. En esto se acabó el vino, y la madre de Jesús le dijo:
–Ya no tienen vino.
Jesús le contestó:
–Mujer, ¿por qué me lo dices a mí? Mi hora aún no ha llegado.
Dijo ella a los que estaban sirviendo:
–Haced lo que él os diga.
Había allí seis tinajas de piedra, para el agua que usan los judíos en sus ceremonias de purificación. En cada tinaja cabían entre cincuenta y setenta litros.
Jesús dijo a los sirvientes:
–Llenad de agua estas tinajas.
Las llenaron hasta arriba, y les dijo:
–Ahora sacad un poco y llevádselo al encargado de la fiesta.
Así lo hicieron, y el encargado de la fiesta probó el agua convertida en vino, sin saber de dónde había salido. Solo lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua. Así que el encargado llamó al novio y le dijo:
–Todo el mundo sirve primero el mejor vino, y cuando los invitados ya han bebido bastante, sirve el vino corriente. Pero tú has guardado el mejor hasta ahora.

Jn 2, 1-10

A todos se nos gastan las “pilas”. Es algo que muchas veces hemos comprobado en nuestra vida, cuando después de un tiempo largo de esfuerzo y de lucha, las cosas parece que empiezan a perder sentido y nos cansamos. Esa ilusión inicial con que comenzamos la tarea, si no se tiene cuidado, se puede ir convirtiendo en rutina, e incluso en hastío y desesperanza.

Algo parecido les pasó a los novios de Caná, cuando dieron sin medida lo que tenían y se les gastó el vino. Se dieron cuenta que habían calculado mal y sólo les quedaba agua, pura y simple agua. Pero supieron a quien recurrir, a quien pedir consejo, porque entre sus invitados había una mujer discreta y sensata, que inmediatamente les llenó de sosiego: María.

¡Que grande es María, siendo tan pequeña y silenciosa! Ella sí que sabe hacer intervenir en nuestras vidas el poder y la fuerza de un Dios que muchas veces se esconde, y parece como si quisiera pasar desapercibido. Se le ha llegado a llamar la Omnipotencia suplicante, porque todo lo que María pide es escuchado y amado por Dios. Y el método de María es muy fácil, y a la vez difícil: “Haced lo que Él os diga”. Porque ella sabe, que aquél que es capaz de escuchar en su interior la voz de su hijo Jesús, e intentar ponerla por obra, siempre saldrá adelante.

Esto es especialmente importante cuando en nuestra vida se nos gastan las “pilas”. Perdemos las fuerzas, la esperanza, la ilusión, y parece que la monotonía y la rutina es la dueña de nuestro tiempo. Es el momento de recurrir a María y ella nos enseñará a poner ante su hijo esas carencias nuestras, esos fracasos, esas desilusiones, e incluso esos errores que nos pueden torturar y hacer daño. Sólo Jesucristo es capaz de transformar nuestra agua en un vino nuevo, capaz de volver a darnos alegría e ilusión por las cosas. Simplemente hace falta que seas capaz de poner ante Él tu vida, y desear sinceramente hacer lo que te diga. A veces te pedirá sosiego y que des tiempo al tiempo, otras veces Él mismo te cogerá de las manos, y te levantará de tu postración, diciéndote: “Ánimo, te ofrezco un futuro nuevo, un vino nuevo para tu vida. Te queda mucha belleza por ver y por hacer para los demás, me tienes contigo, basta con que seas consciente de ello y pidas fe”. Porque la fe en la fuerza y el poder de Dios es esencial. Solo cuando nos convenzamos que el Señor es el verdadero motor de nuestra vida, que Él siempre da primero lo que luego nos pide, entonces acometeremos las cosas importantes de nuestra vida.

Hay que cargar las pilas. Lo importante es saber donde, porque mucha gente hoy en día, recurre a la evasión, al olvido temporal e incluso a las pastillas, para querer recobrar unas fuerzas que se han gastado en el camino, y todo ello no está mal. Pero hay una fuente siempre abierta, la fuente de la Vida, que al acercarte a ella y probarla, transformará tu agua en vino. Esa fuente es Cristo, y está en su Palabra, en la oración, y especialmente en la Eucaristía. No tengas miedo de acudir a la fuente con toda la frecuencia que necesites, aunque para ello tengas que gastar un poco de tu tiempo, y elegir entre el Señor y otras actividades. Haz la prueba de orar, de escuchar y leer despacio su Palabra, y sobre todo de recibir con frecuencia la Comunión o el Sacramento de la Reconciliación. Pero no te olvides, quien mejor te guiará, es la mano sencilla y cálida de María.

domingo, 13 de enero de 2008

La visita diaría a Jesús Sacramentado / Autor: P. Ángel Peña Benito, O.A.R.

Antes era el hombre quien esperaba a Dios, ahora resulta que es Dios quien espera al hombre y éste ni se entera. Por eso, no te pierdas la visita diaria a Jesús. "La visita al Santísimo Sacramento es una prueba de gratitud, un signo de amor y un deber de adoración hacia Cristo Nuestro Señor" (Cat 1418). Y la Iglesia concede una indulgencia plenaria al fiel que visite a Jesús para adorarlo en la Eucaristía, durante media hora.

¡Cuántas bendiciones traerá a tu vida la visita diaria a Jesús! Si la haces en la mañana, antes de ir al trabajo, será como un acumulador eléctrico, pues durante todo el día te irradiará amor, paz y alegría. ¡Llénate de energías por la mañana delante del Santísimo! Y si vas por la noche, después de un día de trabajo agotador, entonces te parecerá que se abre una válvula de escape, que te relajará de tus tensiones y así te apaciguará y te dará tranquilidad para dormir mejor.

¿Acaso es demasiado pedir que todos los días visites a tu Dios? ¿No tienes acaso nada que agradecerle en este día?, ¿nada, nada? Visitar a Jesús Sacramentado cada día es exponer nuestra alma enfermiza y anémica a la irradiación invisible de su amor. De este modo, nuestra alma comenzará a renovarse con una nueva vitalidad, florecerá como en primavera y brotará con vigor la alegría y la paz dentro del corazón.

"Jesús es un Dios cercano, un Dios que nos espera, un Dios que ha querido permanecer con nosotros para siempre. Cuando se tiene esta fe en su presencia real, ¡Qué fácil resulta estar junto a El, adorando al Amor de los amores! ¡Qué fácil es comprender las expresiones de amor con que a lo largo de los siglos los cristianos han rodeado la Eucaristía" (Juan Pablo II, Lima 15-5-88). S. Alfonso María de Ligorio escribió su famoso libro "Visitas al Santísimo Sacramento y a María Santísima", que ha superado las dos mil ediciones y dice así: "¿Dónde tomaron las almas santas más bellas resoluciones que al pie del Santísimo Sacramento? ¡Y quién sabe si tú resolverás las tuyas al darte del todo a Dios ante este sacramento! ¡Qué ventura es conversar amorosamente con el Señor que, sobre el altar, está rogando por nosotros al Eterno Padre, ardiendo en llamas de amor! Este amor es quien lo hace permanecer escondido, desconocido y hasta despreciado de los hombres. Pero ¿a qué más palabras? Gustad y ved".

"Venid y veréis" (Jn 1,39). Pero alguno me dirá: es que las Iglesias están cerradas. Ciertamente, que esto ocurre con demasiada frecuencia. ¡Cuántas bendiciones y gracias se pierden así para la persona y para sus familias, para la Iglesia y para el mundo en general, porque los fieles no tienen facilidad para visitar a Jesús! "La visita al Santísimo Sacramento es un gran tesoro de la fe católica... Y todo acto de reverencia, toda genuflexión que hacéis delante del Santísimo Sacramento es importante, porque es un acto de fe en Cristo, un acto de amor a Cristo.

Y cada señal de la cruz, cada gesto de respeto hecho todas las veces que pasáis ante una iglesia, es también un acto de fe. Que Dios os conserve esta fe en el Santísimo Sacramento" (Juan Pablo II, homilía en Dublin, 29-9-79). El Papa Pío XII en la encíclica Mediator Dei pide que "los templos estén abiertos lo más posible para que los fieles, cada vez más numerosos, llamados a los pies de Nuestro Salvador; escuchen su dulce invitación: "Venid a mí todos los que estáis agobiados y sobre cargados que yo os aliviaré". Y el canon 937 ordena que "la Iglesia en que está reservada la Santísima Eucaristía debe quedar abierta a los fieles, por lo menos algunas horas al día, a no ser que obste una razón grave, para que puedan hacer oración ante el Santísimo Sacramento" Esto mismo se dice en la Instrucción Eucharisticum mysterium y en el Ritual de la Eucaristía.

miércoles, 9 de enero de 2008

La mirada de Jesús / Autor: P. Ángel Peña Benito, O.A.R.

Una religiosa contemplativa me escribía: "Hace unos años vi los ojos de Jesús. Los vi en el fondo de mi alma. Era una mirada amorosa, dulce, cálida, elocuente, muy elocuente, pues me mostraba su Corazón inmenso, infinito. Vi los ojos de mi Amado y fue tal la impresión que sentí, que no lo podré olvidar jamás. La mirada que dejó grabada en mi alma no podrá ser borrada y espero reconocerla en la patria tan deseada. Cuando esta mirada me envuelve de nuevo, me lleno de una infinita delicia. Es algo tan sublime que no puede ser explicado con palabras".

Otra religiosa anciana me contó personalmente lo que le había sucedido, cuando era jovencita. Estaba de postulante y decidió marcharse a su casa. Pero la víspera de su salida del convento, tuvo un sueño: "Soñé que recogía mis cosas para el viaje, me vestía de seglar y caminaba por el claustro para ir a despedirme de la Comunidad. Entonces, vi a la M. Priora que caminaba delante de mí en compañía de un hombre. Al acercarme a ellos, el hombre se volvió y me miró. Era una mirada tan dulce y cariñosa, tan expresiva y amorosa, que nunca la olvidaré. Cada vez que recuerdo aquellos ojos divinos de Jesús, me pongo a llorar de emoción. Jesús no me dijo nada, pero yo lo entendí todo. Era como si me dijera: ¿Y me dejas? ¿Ya no me quieres? ¿Dónde está aquel amor que me prometiste? Y aquí estoy hasta la muerte".

Qué hermoso poder descubrir en los ojos de Jesús todo su amor por nosotros. Y, sobre todo, descubrir su amor en la celebración de la Eucaristía de cada día. Me manifestaba una religiosa muy enferma. "Un día estaba en la misa y, en el momento de la consagración, sentí mucho recogimiento y, como en un relámpago, vi a Jesús con mucha luz, más resplandeciente que el sol y me quedé anonadada sin poder articular palabra. Sólo lo amaba y sentía su amor. No sé cómo explicarlo, fue como en un relámpago y duró muy poco, pero se me quedó grabada dentro de mí esa mirada y sonrisa suya, como si me hubiese fundido totalmente con El."

Por eso, te digo que no tengas miedo. Acércate a Jesús, míralo a los ojos, no tengas miedo de su mirada. Si estás perdido y confundido, El es tu camino. Si eres ignorante, El es la Verdad. Si estás muerto por dentro, El es la Vida. El te iluminará, porque es la Luz de la vida. En el sagrario encontrarás el paraíso perdido que buscas. Entra en ese mundo fascinante de Jesús Eucaristía, donde encontrarás el amor infinito de tu Dios. Búscalo en el silencio, porque El es amigo del silencio. Si estás a solas con El, háblale de corazón, con confianza. Dile muchas veces: Jesús, yo te amo. Yo confío en Ti.

La Iglesia llama a la Eucaristía sacramento admirable, porque es digno de toda admiración. Pues admira a Jesús, quédate extasiado mirándolo, sobre todo, en la elevación de la misa y durante la Exposición del Santísimo Sacramento. Que tu adoración sea un mirarlo y dejarte mirar, un amarlo y dejarte amar. Haz la prueba y te prometo que no te arrepentirás "Sus ojos son como palomas posadas al borde de las aguas" (Cant 5,12). Y tú puedes decir: "He venido a ver sus ojos como un remanso de paz" (Cant 8,10). No tengas miedo, la mirada de Jesús es AMOR y la ternura de Dios se irradia a través de sus pupilas.