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Bienvenido a Escuchar y a Dar

Este blog, no pretende ser un diario de sus autores. Deseamos que sea algo vivo y comunitario. Queremos mostrar cómo Dios alimenta y hace crecer su Reino en todo el mundo.

Aquí encontrarás textos de todo tipo de sensibilidades y movimientos de la Iglesia Católica. Tampoco estamos cerrados a compartir la creencia en el Dios único Creador de forma ecuménica. Más que debatir y polemizar queremos Escuchar la voluntad de Dios y Dar a los demás, sabiendo que todos formamos un sólo cuerpo.

La evangelización debe estar centrada en impulsar a las personas a tener una experiencia real del Amor de Dios. Por eso pedimos a cualquiera que visite esta página haga propuestas de textos, testimonios, actos, webs, blogs... Mientras todo esté hecho en el respeto del Amor del Evangelio y la comunión que siempre suscita el Espíritu Santo, todo será públicado. Podéís usar los comentarios pero para aparecer como texto central enviad vuestras propuestas al correo electrónico:

escucharlavoz@yahoo.es

Oremos todos para que la sabiduría de Jesús Resucitado presida estas páginas y nos bendiga abundamente.

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miércoles, 11 de junio de 2008

El viaje de la esperanza continúa / Autora: Madre Elvira, fundadora de la Comunidad Cenáculo

Hace veinticinco años el amor de Dios ha iniciado en la Comunidad Cenacolo un viaje que continúa: aquel de la esperanza! La esperanza que teníamos en el corazón en ese entonces, cuando dimos los primeros pasos de esta aventura encomendándonos solamente al amor de Dios, ha crecido y se ha radicado aún más confirmándonos en la fidelidad de Dios en la cual nos hemos sumergido, en aquel amor que hemos visto y en el cual hemos creído.

Esta fe en Él ha tenido encendida en nosotros la llama de la esperanza viva, que se ha vuelto servicio a través de pequeños gestos de acogida y de amor cotidianos. Hoy este amor es visible a todos los que contemplan asombrados con nosotros el milagro vivo de la resurrección, que se da en las vidas de los jóvenes que la Comunidad recibe: no podemos negar más que el resucitado está vivo en medio de nosotros, porque es Él que nos hace renacer cotidianamente.

Su amor se extiende y se dona gratuitamente a todos los hombres, nos protege, nos defiende, se sumerge en nuestra vida hecha de bien y de mal, de salud y enfermedad, de fuerza y de debilidad, de fe y de ateísmo… nuestro Dios no pasa por alto a nadie, es un Dios universal que siempre, todos los días y en todas las situaciones, está presente y continúa a inclinarse hacia nosotros. También aquellos que no quieren reconocerlo, que niegan la resurrección, también ellos son abrazados por el sol de Su misericordia que cada día sale sobre buenos y malos, sobre justos e injustos, sobre todos nosotros y que llega también a aquellos que lo rechazan. Él es la ternura infinita que reviste e ilumina todo el mundo, que realza y perdona.

Dios ama más allá de nuestras medidas, es amor infinito que no tiene barreras, es misericordia sin límites que se ha mostrado a nosotros en los gestos de Jesús: nosotros lo hemos escuchado, lo hemos contemplado, lo hemos tocado, lo hemos comido… y ahora deberíamos decir como el apóstol Juan “lo anunciamos a ustedes”.

El ser cristianos debe recorrer nuestra vida desde la cabeza a los pies; en cada gesto, mirada y sentimiento se debe manifestar espontáneamente nuestra pertenencia, nuestro credo. No se es cristiano solo cuando los otros nos piden de serlo, sino siempre!

Nuestra misión de creyentes es anunciar la alegría de aquel encuentro, que ha transformado nuestras vidas a través del amor que se hace don en nosotros con sonrisas que comunican esperanza, con bondad vivida en la gratitud, con el corazón libre de intereses y ambiciones. Estos gestos de bien auténtico permiten a nuestro Dios, que ha tomado sobre sí en Jesús de Nazaret nuestra naturaleza humana, de santificar también nuestra fragilidad haciéndonos capaces de dar la vida y de experimentar así el secreto de la alegría verdadera, aquel céntuplo que Jesús nos ha prometido: la vida es un don de amor que se debe donar! La misericordia de Dios ha iniciado con nosotros un viaje que paso tras paso, se está abriendo con asombro delante de nuestros ojos como una verdadera, original, fascinante y bellísima historia que continúa.

El Señor nos conceda la fidelidad de seguirlo y la alegría de servirlo.
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Fuente: Comunidad Cenáculo

viernes, 21 de marzo de 2008

No está aquí: HA RESUCITADO! / Autores: Madre Elvira y toda la Comunidad Cenáculo

Pascua de Resurrección 2008

“Jesús, Dios lo ha resucitado
y nosotros somos testigos”
(At 2,32)


…sí, también nosotros somos testigos después de estos cuarenta días
de pequeñas y grandes cruces cotidianas: cada día de la vida
Jesús renace dentro de nosotros cuando como Él permanecemos en
silencio delante de la cruz, continuando a confiar que Dios nuestro Padre,
como no ha abandonado a Jesús, nunca abandona a ninguno de nosotros.
Entonces testimoniemos estas resurrecciones cotidianas los unos a los otros,
para contemplar y encontrar la presencia de Jesús vivo hoy y siempre en medio nuestro.
Deseamos con la alegría de nuestra vida, un tiempo muerta y ahora resucitada, desearles
FELICES PASCUAS DE RESURRECCIÓN, de esperanza, de confianza, de amor, de paz… y de todas las cosas hermosas que deseen!
Gracias por vuestra amistad y generosidad con nosotros!


ALELUYA, ALELUYA, ALELUYA!
ALEGRÍA MIA, CRISTO HA RESUCITADO!
SÍ VERDADERAMENTE HA RESUCITADO!

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Fuente: Comunidad Cenáculo

jueves, 24 de enero de 2008

La Palabra de Dios te realiza en tu humanidad / Autora: Madre Elvira, fundadora de la Comunidad Cenáculo

Cada vez estoy más convencida que la única fuente de vida es Dios. Nosotros hemos nacido de esa fuente de Luz. Aún inconcientemente el abrazo del amor de Dios envuelve nuestra historia; cada respiro nuestro es el aliento de Dios que sopla dentro de nosotros.

El encuentro que hoy vivimos con este Dios que se ha revelado espontáneamente en la plenitud de los tiempos, a través de la Palabra del Padre y que se llama Jesús de Nazareth, nos revela que nuestra historia es amada por Dios. Hoy tenemos la posibilidad de rescatar toda la verdad de nuestro Credo porque la fe se hace Amor que camina, que se entrega. No basta solamente creer, conocer a Dios con la mente: la experiencia de Dios no es sólo intelectual, científica, sino que Él es el Amor, así lo definió San Juan. Dios se reveló como don de amor, y con gestos concretos de amor.

En estos días me resuena en la mente esta Palabra: “El que cree en mí no cree en mí, sino en El que me ha mandado…Yo he venido al mundo como Luz y el que cree en mí no permanece en las tinieblas”¨ Tenemos la certeza de que si creemos en El no permanecemos en las tinieblas: la oscuridad no está solo en la noche sino también cuando estamos insatisfechos, también es la oscuridad de nuestras confusiones mentales, de nuestros miedos, de nuestras huidas. Cuando vivimos esto quiere decir que decaemos en nuestra fe, que no creemos en El, porque “Él como Luz ha venido al mundo”, principalmente Luz del mundo interior. Tenemos una luz dentro nuestro: la Palabra de Dios. Jesús no se burla de nosotros, Él es la verdad. Si hay algo que es verdaderamente concreto humano, profundamente humano, que te realiza en tu humanidad como mujer, como hombre, es la Palabra de Dios. Porque no es simplemente una Palabra, sino que es la Vida de nuestra vida, Carne de nuestra carne, la sustancia de nuestro ser, el camino de la verdadera libertad. A menudo me pregunto: “¿Por qué tenemos entonces tanto miedo?¿En que punto está nuestra Fe?”

El Amor y la Luz de Dios alejan el miedo, “en el amor no hay temor”. El Amor genera la Confianza, la Confianza genera la Paz, al principio de este año renovamos con alegría nuestra confianza en el Amor de Dios, que nos ha ofrecido María. Repitamos día y noche en nuestra mente en nuestro corazón y en cada situación que vivamos:”Jesús en vos confío”, con la certeza de que cada momento de nuestro vivir será iluminado por Su Luz.
¡Feliz Año nuevo a todos!

miércoles, 3 de octubre de 2007

La verdadera libertad deriva de la verdad / Autora: Madre Elvira, fundadora Comunidad Cenáculo

Toma tu vida entre tus manos y date cuenta de que es un don precioso, importante. Nuestra vida debemos vivirla con plenitud dentro de nosotros. Hay algo grande en nosotros que no podemos imaginar.

Comenzamos agradeciendo sin rabia por nuestra vida. El rencor, la ansiedad y los miedos, no le hacen bien a nuestra vida. Aprendamos a hacer análisis muy simples, como hacemos con los chicos y las chicas, a reconocer por los frutos que árbol somos.

Una chica vino a decirme que estaba muy agitada; entonces le pregunté en qué había estado pensando una hora antes, qué había visto, qué es lo que la había turbado para cambiar de humor. Algunas veces somos como el tiempo, porque estamos sumergidos en la naturaleza, somos de naturaleza frágil. No debemos asombrarnos porque cambiemos de humor. Ni nosotros ni otra persona tiene la culpa. No debemos culpar a nadie: es un momento de fragilidad que debemos aceptar y superar. Pero debemos reflexionar porque esto nos pone en la condición de conocernos y de aceptarnos, para luego finalmente amarnos así como somos.

Debemos estar siempre dispuestos a una vida de libertad, porque la verdadera libertad deriva de la verdad. Este es nuestro objetivo: descubrir que sólo en la verdad se puede sentir y vivir la libertad. Esto es lo que nosotros enseñamos a los chicos que siempre se han escondido, siempre han mentido.

Las mentiras las decían antes de drogarse y ustedes, padres, nunca se dieron cuenta porque eran como ellos. Hablaban muy libremente, por teléfono o personalmente, haciendo comentarios de otras personas… después esa persona llega a casa y le sonríes, la abrazas, ¡pero si hace poco la has criticado! Y tus hijos han escuchado todo, y te juzgan. Estas cosas desvían, perturban la mente y el corazón de los jóvenes porque son más sensibles que nosotros, están mucho más atentos a la parte interior, a la verdad.
Después se acostumbraban a todo esto y comienzan ellos también a mentir a sus padres. Ahora les estoy diciendo estas cosas, queridos chicos, y se los estoy diciendo delante de sus padres porque también ustedes mañana serán padres, y aquello que han sufrido cuando eran pequeños , no lo deben repetir otra vez para no hacer sufrir sus niños…

Los hijos deben encontrar unos padres distintos de cuando los han dejado. Nosotros no queremos su dinero porque sus hijos no tienen necesidad de dinero sino de vida transparente, leal, buena. Entonces cuando regresen a casa comprenden que la Comunidad no los ha engañado. La confianza final de los hijos está en ustedes ,padres, y no en nosotros.

La Comunidad les pide que recen, que tomen el Rosario en la mano, que lean la Biblia, que se acerquen a los Sacramentos… Todo esto nunca lo hemos hecho y entonces nuestros jóvenes no han creído en nosotros y se han ido alejando.
Pensamos que el cuerpo se debe mantener bien y comemos tres veces al día, ¿ por qué entonces tenemos miedo de rezar al menos una vez al día? Es una injusticia que le haces a tu vida.

Yo agradezco al Espíritu Santo que me ha inspirado para decir que no al dinero de las instituciones gubernamentales, porque la vida vale más que todos los millones que existen.

Queridos padres, deben dedicarse a hacer lo que les decimos, no basta solo ir al grupo, sino que deben obedecer a la Virgen que nos pide la oración, como hemos hecho nosotros.

Luego aprenderemos que no basta sólo con hablar a nuestros jóvenes, sino que hay que vivir lo que les decimos a ellos que deben hacer. Primero vivamos nosotros y ellos aprenden a vivir mirándonos. Y si tienen grandes heridas que no les permiten aceptar lo que la Comunidad vive en estos días, por favor vayan a confesarse, porque tenemos necesidad de liberarnos la conciencia. Es dentro de nosotros que se desarrolla toda la historia de la vida, no en la apariencia, la imagen, el maquillaje. Las cosas externas han engañado a todos y hay algunos que continúan engañándose.

Si hay alguien que tiene el corazón herido y triste y quizás se siente forzado porque la esposa lo ha traído a toda costa, sepa ese papá que está aquí, como cada uno de nosotros, porque ha sido invitado por la Virgen que está aquí en medio de nosotros y quiere sanar en estos días nuestro corazón.

martes, 26 de mayo de 2009

Santiago: De la droga y el odio a formar parte de la familia de los Hijos de Dios
*"Sentía una vocecita que me empujaba a buscar el bien, pero no sabía dónde buscarlo: probé con la política, con la carrera, con la literatura. . . pero la droga todo lo volvía una ilusión."
*"Luego comenzaron años cargados de psicólogos, psiquiatras, clínicas, hospitales y demás. Siempre recaía, cada vez estaba peor; la rabia y la falta de confianza en mí me habían hecho perder los estímulos vitales y siempre estaba fuera de control. Me odiaba, odiaba a todos, odiaba a Dios."
*"Nadie había tenido el coraje de proponerme el encuentro con Dios y una vida cristiana. Al ingresar en una clínica psiquiátrica, mi mamá que también estaba agotada de tantos fracasos y sin saber qué hacer, me hablo de la Virgen de Medjugorgie y de una Comunidad que había ahí."
25 de mayo de 2009.- (Comunidad Cenáculo) Soy Santiago y hoy vivo en la Fraternidad de Argentina de la Comunidad Cenáculo, mi tierra de origen. Crecí en una familia que deseaba lo mejor para mí, creyendo que lo mejor era el estudio y el éxito.

Buscaba en los libros una respuesta que se convirtió en un medio para hacerme ver y aplastar a los otros. Me aislaba, me sentía diferente de mis compañeros de
escuela y detrás de la máscara de “chico muy inteligente”, crecía en mí el miedo y la inseguridad.

Cuando finalicé el colegio me hice los primeros amigos de la droga: me parecía que eran más fuertes, más inteligentes, más profundos. También yo me zambullí en la droga con toda la insatisfacción que llevaba adentro.

En poco tiempo la droga fue mi refugio, la anestesia para todos mis miedos, la fuerza para recorrer las calles del mal, la mentira y la violencia. Ahora comprendo que todo ese mal, no sólo la droga, me despojaba de la dignidad, me hacía cada vez más débil y desilusionado, hasta incapaz de pensar en una vida mejor.

Sin embargo, sentía una vocecita que me empujaba a buscar el bien, pero no sabía dónde buscarlo: probé con la política, con la carrera, con la literatura. . . pero la droga todo lo volvía una ilusión.

Luego comenzaron años cargados de psicólogos, psiquiatras, clínicas, hospitales y demás. Siempre recaía, cada vez estaba peor; la rabia y la falta de confianza en mí me habían hecho perder los estímulos vitales y siempre estaba fuera de control. Me odiaba, odiaba a todos, odiaba a Dios.

Nadie había tenido el coraje de proponerme el encuentro con Dios y una vida cristiana. Al ingresar en una clínica psiquiátrica, mi mamá que también estaba agotada de tantos fracasos y sin saber qué hacer, me hablo de la Virgen de Medjugorgie y de una Comunidad que había ahí.

Todo me parecía ciencia ficción, pero ya no tenía nada que perder, estaba desesperado y ya no podía ocultar mi fracaso: acepté y la Comunidad Cenáculo me acogió..

Los primeros meses todavía estaba muy enojado, perdido en las fantasías del pasado, no tenía ni un poquito de fe y toda la vida comunitaria me parecía imposible. Me recuerdo que todos los días pensaba en escaparme y me decía a mí mismo: “Mañana, mañana”. Porque aunque no tenía deseos de quedarme en la Comunidad Cenáculo, comprendía que por algún motivo esos jóvenes estaban contentos ¡aún sin tener nada! Y yo también quería esa felicidad, dentro mío todavía estaba encendido el deseo de alegría, de plenitud, de luz.

Hasta que en un momento, por gracia de Dios, empecé a abrir los ojos y descubrí que lo que toda la vida había buscado, lo tenía delante de mí: la amistad sincera y limpia, una vida sencilla, un trabajo que me hace madurar y el pertenecer a una nueva familia, sana, que continuamente me ayuda a ver quién soy, a reconciliarme con mi pasado, a aprender a amar. Ese fue el momento en que Dios entró en mi existencia. El mal había tratado de arrancarme la vida y Él me daba una nueva… ¡sólo por amor! Comprendí entonces que no había terminado en otra institución sino que había entrado a formar parte de la familia de los hijos de Dios.

Empecé a percibir los signos de la Providencia, a madurar en el sacrificio y la amistad, a confrontar mi vida con el Evangelio, a rezarle a un Amigo, a un Padre a quien veía concretamente en las pequeñas cosas de cada día y que se hacía sentir en el corazón. Dentro de mí, en ese período explotó una “bomba” de alegría y de entusiasmo que colmó de sentido lo que estaba viviendo. Ahí emprendí mi camino para transformarme en un hombre cristiano, para conquistar la confianza en Dios, en mí mismo, la constancia, la fidelidad.

En suma, entablé una “lucha” santa. En el año 2005 se abrió la Fraternidad en la Argentina y tuve el regalo más grande de mi camino que fue formar parte del grupo de los “fundadores”. Una vez más sentí cómo la Comunidad me quiere bien: la confianza, el deseo de hacernos vivir aventuras grandes, bellas. . . y además experimentar el Amor de Dios y de la Virgen por nosotros, que se manifiesta en la Providencia que cada mañana nos precede, que se ocupa de nuestro futuro, que nos mantiene unidos, que aún en el sacrificio nos hace vivir en armonía, que nos hace comprender con la vida las palabras que escuchamos en el Evangelio, de Madre Elvira, de los hermanos . . . la Santa Providencia que me hace decir ¡Gracias!!

martes, 13 de noviembre de 2007

Aprender a no tener miedo de la verdad / Autora: Madre Elvira, fundadora de la Comunidad Cenáculo


Debemos recibir cualquier situación que nos toque en la vida sabiendo que Jesús está vivo y que nos ayuda a enfrentarla. Decirle: “Señor, ocupáte vos.”

Jesús nos llama a cada uno por nuestro nombre, nos pregunta qué necesitamos, qué es lo que queremos que Él haga por nosotros. Frente a esta pregunta de Jesús no sabemos qué contestar si nos falta la oración. Así, el momento de la humillación, de la marginación, del sufrimiento, de la crítica negativa, es el momento de saber vivir la fe.

Los demás son libres de amarnos o de odiarnos, de hablar bien o criticarnos. Nosotros también somos libres de perdonar, de quedarnos callados, de no buscar justificarnos. Al tener la fe nosotros creemos que esa situación va a terminar bien en la fe.

Una chica que hacía varios años que estaba en la Comunidad, me escribió una carta donde decía que luego de haber hecho el camino de la Comunidad sentía la necesidad de pedirme que la envíe donde yo quiera (nosotros tenemos muchas casas en el mundo) para hacer el bien a los demás, y agregaba: “esto te lo pido en la fe”.

No me pedía que la mande a tal o cual casa donde seguro que la iba a pasar bien con los amigos –por esto los cambio de lugar cada cierto tiempo . Tampoco porque yo soy Elvira, sino “en la fe, donde quieras mandarme yo voy a estar bien.” Ni por gusto ni por ambición: en la fe. Vivir la vida en la fe es el fundamento de la vida cristiana. Es la fuerza para levantarse cada mañana, lo que enseña a perdonar, a reconciliarse.

Sin embargo, a veces no estamos listos para reconocer que la fe es Cristo resucitado. No es un concepto ni una teoría ni un regalo que viene del cielo. Es Jesús resucitado, una persona, si nos atrevemos a vivir en la fe sentimos esa presencia de Jesús, y se ilumina la verdad en cada situación.

Tenemos unos jóvenes que están en Rusia –esto siempre lo cuento porque me hace bien a mí. Se habían quedado casi sin comida y justo habían entrado tres chicos nuevos. Cuando recién entran, sin la droga y sin el cigarrillo, tienen un hambre… En un momento el responsable me dijo que tenían sólo papas: papas al desayuno, papas al almuerzo, papas a la cena. En un momento decidieron hacer una novena, por la noche, frente a Jesús Eucaristía. Al llegar el día noveno estaba convencido de que ese día se le iba a llenar la despensa, pero, en cambio, no llegó nada…

Después el Señor da todo lo que uno necesita, pero no cuando nosotros queremos. Hay que tener la fe de seguir creyendo aún cuando no entendemos, no veamos ni sepamos. Pero creemos en un Dios que es fiel y ama a sus criaturas, que se sacrificó a sí mismo para mostrarnos su amor y la resurrección que luego vendrá para cada uno: primero para Jesús, pero luego para cada uno de nosotros.

Hoy no es igual que ayer ni a mañana, porque dentro nuestro está la novedad perenne de la belleza de Dios, aceptemos esta fantasía, cambiemos la cara: nuestro Dios es la fuente del Amor, Amor que se hace vida, regalo…y nosotros ¡siempre con la misma cara! No seamos egoístas, Él nos entrega todo, solamente tenemos que abrir la puerta y recibirlo. Recibimos apenas una miguita de todo lo que quiere darnos y luego nos preguntamos porqué somos tan pobres.

Sí, Él quiso darnos todo el amor, la alegría, la misericordia, la amistad. Cuando rezamos, hablamos con un amigo, omnipotente. Tenemos que pedirle en la intimidad y no sólo con la boca, comunicar la boca con los sentimientos.

Yo les digo a los chicos que el primer escalón de la oración es pensar lo que dicen y no ir a dar una vuelta con la cabeza, con la memoria, con la imaginación (¡que se hace unos viajes…!) No se puede rezar y estar viajando con la cabeza, eso no es fe, es una burla. En la Comunidad, siempre les decimos a los jóvenes que tienen que ser coherentes entre lo que se dice y lo que se hace.

También se lo enseñamos a los niños, acabamos de llegar de Brasil donde tenemos las misiones con muchos chicos de la calle, y a los niños les enseñamos que en la mesa se come y se come bien, cuando llega el momento de jugar, se juega bien, y que hay otro ambiente donde se reza y otro donde se va a dormir. Cada cosa hay que hacerla bien, en su lugar, para formarlos en el respeto hacia cada cosa que hacen.

El segundo escalón de la oración es hacer bajar la palabra pensada, que descienda al corazón, para poder vivirla. Sumergirse en la oración que estamos haciendo. Por ejemplo, medito sobre el misterio del Bautismo de Jesús por san Juan Bautista. Con ese gesto Jesús se mezcla con nosotros los pecadores y se hace bautizar. No tuvo vergüenza de las críticas de quienes lo podían estar mirando y murmurando…porque de Jesús también dijeron muchas cosas feas.

Nuestra oración tiene un valor concreto, real. Jesús dijo que rezáramos siempre, lo que significa estar siempre en gracia de Dios: cuando mirás, rezás; cuando trabajás, rezás: rezar es lo que nos da una gran fuerza y esperanza. Cuando tengamos un problema, vayamos a decírselo a Jesús, y estemos seguros de que nos ha escuchado, aunque, como en el caso de los chicos de Rusia, no te responda en seguida. A veces nos toca esperar para madurar y crecer en la fe. Jesús sabe cuándo y cómo tiene que hacerlo. Eso es la fe: creer en Jesús, no pretender, exigirle.

Ustedes vinieron a ver unos chicos que antes no rezaban, nos llamamos a nosotros mismos la Comunidad Cenacolo de “pecadores públicos”, porque todos lo saben, sabemos muy bien quiénes somos nosotros –probablemente ustedes también son pecadores pero más “camuflados.” Ya todos saben que el drogadicto es un mentiroso, son egoístas, prepotentes, ladrones, muy mentirosos y son todos pecados. ¿Qué vamos a hacer? ¿Lo vamos a esconder? Si justamente esto es lo que nos hace ricos en misericordia.

El que esconde su propio pecado y quiere aparentar lo que no es, es un falso, no puede recibir la misericordia de Dios si se justifica “yo no fui”, “yo no estaba”. Es mejor callarse. La tristeza viene de la indiferencia, ¿a quién le rezamos si cuando entramos a Misa estamos con trompa y cuando salimos tenemos más trompa aún? La presencia de Jesús nos garantiza la fe, entremos en la fe.

(¡Cómo se ríen cuando los reto…! La miro a la Virgen que está allí atrás y siento como que me dice: “Dale, Elvira, aflojá un poco.”)

La fe es que ustedes vinieron porque vieron el cambio, el milagro del corazón de los jóvenes que se va transformando de la tristeza a la alegría, de la violencia a la paz, de la bronca al servicio, porque se ayudan entre ellos. Es pura fe en aquel que nos salvó y nos sigue salvando cada día. Esa es nuestra fuerza. Sí, sí, también está sor Elvira…pero desde el primer día les dijimos a los chicos: la oración y el sacrificio.

No tuvimos miedo de que se escaparan porque no les dábamos cinco cigarrillos por día; no tuvimos miedo de decirles que se tenían que levantar temprano, que disfrutar de la vida es levantarse a las seis, y empezar el día rezando el Rosario. Nosotros les hicimos esta propuesta, que es la verdadera: la oración les indica el camino para vivir cada día, ilumina, da claridad, para saber qué hacer con tu vida, con la oración ya no te puedes mentir. Al dejar de mentirse a uno mismo, tampoco se le miente a los demás.

En un diálogo que tuve con adolescentes de 13, 14 años, sobre la droga, yo les preguntaba cómo es lo de la mentira porque no se nace mentiroso, ¿quién les enseña a los hijos, a los drogadictos a mentir? Se levantó un chico de 12 años y contestó: “Lo aprendimos en casa, de papá y mamá.” Y es una gran verdad. No tenemos respeto por nuestros hijos. Por ahí nos llaman por teléfono para invitarnos a cenar, y muy cortésmente le respondemos que gracias pero que tenemos un compromiso previo. Cuando colgamos, le decimos al hijo que está mirando: “¡qué pesada que es ésta!” Aunque no hablemos, aunque sólo sea un gesto de la cara, los chicos aprenden solos.

Te parece algo normal, pero no es normal. Si por dentro no estás luminoso, estás en la oscuridad, y cuando uno está en la oscuridad siempre se tropieza. Nuestra lucha es para vivir en la luz.

En la Comunidad el trabajo más duro es enseñarles a no tener miedo de la verdad. Un chico me decía: “Yo no tengo miedo de la verdad, sino de las consecuencias de la verdad, si digo la verdad, el hermano me manda a hacer un pozo…” Tienen que amarse a sí mismos evitando la falsedad. Aunque uno termine en la cárcel, tiene que decir la verdad, porque así es fiel a sí mismo, se mantiene digno. Se lo ensañamos a los jóvenes porque en este mundo pagano, tan falso, está todo muy tergiversado: papá y mamá son capaces de vivir juntos durante 40 años y no conocerse, en el sufrimiento, en todo lo que él o ella se han “tragado” y el otro ni se dio cuenta.

Nosotros se lo propusimos a los drogadictos porque sabíamos que ellos son los “profesionales” de la mentira. Apenas entran les decimos que dentro de la Comunidad no tienen que tener miedo de decir la verdad ya que las mentiras las decimos porque tenemos miedo a los otros, a sus juicios, a las consecuencias de la verdad.

No tenemos que tener miedo. Recuerdo que Juan Pablo II tantas veces nos lo dijo: “¡No tengan miedo!”. El miedo a la verdad nos altera, nos cambia, impide la comunicación, no hablamos para no equivocarnos, les damos distintas versiones a distintas personas… ¡Cómo hacen los chicos para volver a confiar en esos padres si en seguida se dieron cuenta de la mentira y el miedo!

Esta es nuestra propuesta, los jóvenes nos lo han pedido; ellos querían el sacrificio, la verdad, el trabajo, la oración. Como ven, aquí hay 30 jóvenes, no hay puerta cerrada con llave, y ellos no se van. Entonces, no tengan miedo de hacerles propuestas serias a sus hijos, ni de decirles que no cuando hay que decirles que no. Ellos dicen “pero total, todos lo hacen…” No, vos no sos “todos”, vos sos importante para mí.

Todas estas cosas ustedes ya las saben, solamente que hay poca gente que nos las recuerda. Esta tarde hicimos un poco de memoria acerca de nuestros fracasos pero creemos y seguiremos creyendo que todo es posible para el que cree. Todo puede cambiar para mejor, la alegría, la esperanza existen, están vivas.

Ustedes vinieron hoy porque sabían que una sonrisa se les iba a escapar. Los sacerdotes son los primeros que sobre el altar tienen que dar la homilía de la sonrisa, sin miedo.

Ustedes ya saben todo esto que les digo, yo tengo las mismas dificultades que ustedes, lo que pasa es que las vivo con alegría, con respeto hacia los demás. Para qué vamos a ocultar las cosas lindas de la vida: se puede vivir sin quejarse, ayudando, acompañando, y eso todos lo podemos hacer en vez de pensar nada más que en nosotros mismos: si estoy cansado, enfermo, si me duele algo.

Ahora vamos todos a cantar y a bailar una canción que tiene una sola frase: “Jesús me ama.”

miércoles, 1 de mayo de 2019

Elvira Arango Garcés se alejó de Dios en la universidad, volvió a Cristo al enfermar su madre, dejó novio y trabajo para ser monja

* «Me fui adentrando en una vida de oración, de búsqueda constante de la presencia de Dios y de evangelización, ya que nació en mí el fuerte deseo de que todos experimentarán lo que yo, que se acercaran a Dios, que pudieran encontrar esa paz que hacía desaparecer la tristeza y esa sensación constante de vacío y sin sentido. Terminar mi noviazgo no fue tampoco algo fácil pero, finalmente, con el valor y la gracia que sólo Dios puede dar, fui capaz de dejar todo atrás e iniciar un camino de unión perfecta con Él»

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