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domingo, 2 de septiembre de 2007

Evangelio en las playas / Autor: Carlos Padilla, L.C.



Noche, arena y mar no son sinónimos de pecado; un grupo de jóvenes en traje de baño no son para nada una banda de irreverentes. Es más, ¡son sitios y auditorios excelentes para predicar a Cristo!

De ello están persuadidos algunos de los grupos misioneros que salieron este verano a predicar un evangelio sin fronteras. No importaba el lugar, la fama o la aparente hostilidad de predicar en una playa, fuera de una discoteca o en medio de piazza Navona. "Vosotros jóvenes, conocéis los ideales, el lenguaje, y también las heridas, las esperanzas y el deseo de bien que hay en vuestros coetáneos. No tengáis miedo de convertiros en santos misioneros." Así les espoleaba Benedicto XVI, y así respondían ellos con valentía.

Entre los intrépidos y originales grupos eclesiales, parroquiales y misioneros aparecen los Papa Boys. Como primer campo de misión, estos chicos eligieron el “Alto Adriático” de Italia (la parte norte de la costa oriental de la península). Ciento cincuenta jóvenes están involucrados en el proyecto, decenas de ellos se dan cita en la playa de Ricione para cantar, bailar e involucrar a los turistas en juegos de diverso tipo. Son animadores llenos de alegría, ¡de una alegría cristiana! Entre tanto, en un lugar cercano a la playa, algunos sacerdotes se sientan en sus confesionarios, y con la estola sobre los hombros confiesan a los bañistas sedientos del perdón.

“Es necesario ir más allá de la parroquia, y andar a esas tierras (o arenas) donde nadie había hablado de Cristo” afirma Don Benzi, pionero de esta inédita misión. “Yo conozco mis ovejas y ellas me conocen a mí; si ellas no vienen a mí, soy yo quien tengo que ir a buscarlas. Dios así me lo ha confiado, y siento una gran responsabilidad con todos los que quieren ser encontrados” concluye.

En Padova, Verona y Vicenza los Papa Boys han hecho un pacto con la comunidad Exodus, dirigida por el sacerdote católico Antonio Mazzi. Este trato consiste en calendarizar los días de animación en la playa, las tardes de dance cristiana y las exhibiciones de música Gospel. Eso sí, han cuidado con esmero que las y los animadores vayan vestidos sobriamente, que la formación de los misioneros (en Borgo San Lorenzo, Florencia) no sea superficial y que todo sirva al fin propuesto: acercar a esas almas que han perdido toda relación con la Iglesia.

A un lado de la pista, los jóvenes encuentran “la sala de la escucha” donde hay personas disponibles para entablar un diálogo espiritual y poner en los corazones jóvenes las preguntas de fondo sobre el sentido de la vida y la existencia de Dios. “Si queremos llevarles el evangelio, pues hay que ir a donde se divierten ¿no?” Afirma Caterina Coltorti una Papa girl de veinte años. “Ayer, en una discoteca de Rimini, una chica me dijo que creía en Dios, pero que a los curas no los podía ni ver. Después de una hora, nos quedamos hablando con ella y sus amigos, sobre Cristo y la verdadera fe”. En fin, si amas a la Iglesia te convences de esa penetrante invitación misionera: ¡Que nada os detenga!

Ésta no es una llamarada en solitario. El fuego también se extiende a la asociación de laicos Juan XXIII, con la “disco - misión”; a la comunidad de Sant`Egidio y sus proyectos de caridad cristiana; a los Focolares “sub - 25”, a quienes Chiara Lubich encargó el hacer resonar la palabra del Maestro en los pubs, en las plazas y en los sitios de descanso. En Roma, por ejemplo, los promotores de la jornada mundial de la juventud organizan momentos de oración entre los turistas de Piazza Navona y mantienen abiertas las iglesias hasta el amanecer, a fin de interceptar al “pueblo de la noche”.

La fe no es para vivirse en las sacristías, quien así lo crea ¡que mire a esta Iglesia joven, de altavoz e ingenio! “Solo el amor crea” decía Maximiliano Kolbe. Sólo el amor revoluciona el corazón venciendo los tópicos de siempre: “No se puede”, “son otros tiempos”, “la juventud está perdida” y un largo etcétera de vanos conformismos que anestesian.

Este verano no solo brilló el sol. Junto a él, brillaron estos valientes apóstoles, convertidos en la antorcha de Dios, en la luz de una Iglesia que conoce sus tiempos y sus hombres; una Iglesia dispuesta a salir al paso con arrojo y vibrar con las palabras de su Pastor: “No tengáis miedo de convertiros en santos misioneros”.

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