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Bienvenido a Escuchar y a Dar

Este blog, no pretende ser un diario de sus autores. Deseamos que sea algo vivo y comunitario. Queremos mostrar cómo Dios alimenta y hace crecer su Reino en todo el mundo.

Aquí encontrarás textos de todo tipo de sensibilidades y movimientos de la Iglesia Católica. Tampoco estamos cerrados a compartir la creencia en el Dios único Creador de forma ecuménica. Más que debatir y polemizar queremos Escuchar la voluntad de Dios y Dar a los demás, sabiendo que todos formamos un sólo cuerpo.

La evangelización debe estar centrada en impulsar a las personas a tener una experiencia real del Amor de Dios. Por eso pedimos a cualquiera que visite esta página haga propuestas de textos, testimonios, actos, webs, blogs... Mientras todo esté hecho en el respeto del Amor del Evangelio y la comunión que siempre suscita el Espíritu Santo, todo será públicado. Podéís usar los comentarios pero para aparecer como texto central enviad vuestras propuestas al correo electrónico:

escucharlavoz@yahoo.es

Oremos todos para que la sabiduría de Jesús Resucitado presida estas páginas y nos bendiga abundamente.

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lunes, 18 de febrero de 2008

En el Vientre Materno

El nacimiento de un nuevo ser, un documental de la evolución biológica de una nueva vida. Por The National Geographics.

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Testimonios acerca del aborto

El arrepentimiento de una madre:
Testimonio de Ana Lía López, voluntaria de Vida Humana Internacional



Testimonio de Lili acerca de un aborto practicado en su propia vida

jueves, 14 de febrero de 2008

Como descubrir la vocación a la que Dios te llama / Autor: Carlo M. Martini

Pasos para un compromiso cristiano

Carta abierta del cardenal Martini a un joven

Querido amigo:

Esta carta, quizá, te pille de sorpresa, porque no responde a una carta previa o a una pregunta precisa.

Ha sido una iniciativa mía y, con ella, quiero contarte, calmada y meditati­vamente, algunas cosas que hubiera querido decirte ayer, apresuradamente, después de la misa celebrada en tu parroquia con ocasión de la visita pastoral.

Fuiste el representante de los jóvenes en la oración de los fieles. No recuerdo, exactamente, tus palabras precisas. Pedías por todos los jóvenes, para que sepan
"regalar un poco de su propio tiempo y de sus energías" al servicio de los hermanos, tanto en el seno de la comunidad cristiana como en el de la sociedad.

Aprecio cualquier esfuerzo con el que un joven intenta vencer su propio egoísmo. Pero ayer se trataba de una oración en la que pretendíamos trazar, no ese camino
de las pequeñas luchas humanas contra el egoísmo, sino un ideal de vida cristiana para el que invocábamos la gracia y la bendición del Padre. Y es sobre este punto que quiero compartir mi reflexión contigo. Perdona la claridad: tu oración estaba equivocada, no se trataba de un ideal auténtico de vida cristiana. Cuando está en juego la entrega a los hermanos no se puede hablar de "un poco" o de "un tanto así" como si se pudiera medir lo que debe ser dado.

La entrega interpersonal sea la que sea y a quien sea, es, por su propia naturaleza, absoluta e incondicional.

Una consideración profunda sobre las relaciones entre las personas, debe hacerte comprender que, éstas, no exigen esta o aquella cosa, este o aquel servicio,
este o aquel tiempo.., como si pudieras medir la cantidad y el grado de las energías y del tiempo que debes entregar.

La persona humana exige muchas cosas. Pero son siempre concreciones momentáneas; son expresión de una amistad, de un interés, de una acogida que no pueden agotarse en ese gesto particular que has realizado. Esos signos sobrepasan las acciones concretas y se convierten en la raíz fecunda de otros gestos siempre nuevos y de otros servicios mucho más intensos.

Tú crees en serio y, por tanto, puedes encontrar el sentido profundo de esa "totalidad" que acompaña la entrega de la persona humana, cuando, juntamente con
otras, con humildad y tesón, busca aquel bien misterioso y divino que habita en el interior de todo hombre y le confiere su dignidad absoluta: la libertad y el deseo de infinito.

Además, tú no crees en un Dios genérico, sino que has tenido la gracia incomparable de amar al Dios de Jesucristo; es decir, al Dios que en Cristo se ha entregado al hombre totalmente hasta la muerte de cruz, y ha querido al hombre consigo hasta la plenitud de la resurrección. Quizá te asustes ante estos ideales tan exigentes de
totalidad. Quizá no llegas a comprender toda la profundidad de algunas de las palabras que te escribo. Por eso quiero trazarte algunos pasos de ese camino en
el que podrás realizar el sentido de lo que, aquí y ahora, te escribo sencilla y fraternalmente.

El primer paso es el de empezar a mirar a todas las personas con las que te encuentres y los acontecimientos CON OJOS NUEVOS, no pensando sólo en
qué necesidad tendrán, o si son simpáticos o antipáticos. Con demasiada frecuencia etiquetamos a las personas que vemos cada día; nos pasa a todos; a mí también.

Somos perezosos y nos conformamos con la etiqueta del primer prejuicio que tuvimos; luego, sólo esperamos confirmarlo, en vez de cambiarlo. Peor todavía, al encontrarnos con alguien, pensamos enseguida: qué cosas podré sacarle, según aquel instinto egoísta, con frecuencia inconsciente, de disfrute de los otros que
se desencadena en nuestro corazón.

He aquí el por qué te pido ojos nuevos: para superar la superficialidad y la codicia y mirar con atención los interrogantes y esperanzas ocultas de aquellos con
los que nos encontramos y ver en profundidad las necesidades y motivos que mueven los hilos de la historia.

El segundo paso es el hacer fructificar más ampliamente los recursos. Comprométete cada día a un rato de oración o meditación.

Sabes que Dios nos ha hablado en Jesús y que esta Palabra viviente está custodiada por la comunidad cristiana.

Prueba a confrontarte con frecuencia con esta PALABRA, prueba cada día a tomar unos fragmentos de la Palabra de Dios y a sumergirla en tus comportamientos cotidianos; te darás cuenta de cuántas sacudidas y de cuántas crisis será fuente esta operación que te acabo de sugerir.

El tercer paso es el de adquirir alguna de las grandes actitudes de acogida a los otros con humildad, con maleabilidad y con responsabilidad creativa: el saludo; el diálogo y la acogida incondicional de la persona tal cual es; también la atención a las más pequeñas necesidades; el perdón recíproco que, seguramente, con muchos defectos, verás practicado en tu familia y en la comunidad cristiana.

El cuarto paso es ver y hacer todo con sentido de Iglesia. Para ello participa en un grupo, pero no en cualquier tipo de grupo, sino en los que te dan sentido de pertenencia eclesial y tensión apostólica. En el grupo maduras tu fe y tu compromiso; aprenderás a ver, juzgar y actuar a la luz de la Palabra, que crea hábitos de vigilancia y discernimiento; celebras los sacramentos, que son alimento y vida, en la comunidad eclesial; en él maduras tu vocación futura en contacto con todas las vocaciones eclesiales, que iluminarán tu opción y anima tu compromiso.

El quinto paso es de acoger como gran signo del Espíritu Santo, para los jóvenes de nuestro tiempo, las grandes iniciativas de voluntariado. Habrás oído hablar de ello, y, quizá, ya lo hayas experimentado. Veo en estas experiencias una escuela real hacia un modo nuevo de afrontar los problemas de relación entre las personas, incluso, a nivel internacional.

Y existe, por fin, un último paso, que da el sello y confiere autenticidad a todo el resto del camino propuesto, y es el de comprender y de qué manera. Relativamente estable, completa y concreta, podrás vivir y jugar TODA TU VIDA COMO UN DON TOTAL DE TI hacia los demás.

Esta opción importante la llamamos con una palabra que, por desgracia, se ha hecho ambigua. Se trata de la VOCACIÓN, que alguno considera un lujo para alguna categoría de cristianos.

No puedo hablarte extensamente sobre este argumento. No puedo hablarte, ahora, de los instrumentos con los que descubrir y cultivar la propia vocación. Sólo te
digo que cualquier bautizado está llamado por Dios a vivir, ya no para sí mismo, sino para los otros, a ejemplo de Jesús y con la fuerza del Espíritu Santo, en una forma concreta de vida que es igual para todos por la plenitud de la fe y. por el heroísmo de la caridad.

Después se hace diversa para cada uno, según el compromiso y función que se va a desarrollar en el seno de la comunidad cristiana en nombre de la Iglesia.

Es importante que cada uno pueda decir que el camino elegido es, para él, el modo más sincero, más rezado, más sufrido y más fecundo de no pertenecerse más a si
mismo.

TODA VIDA ES VOCACIÓN.

Para ti, que vives a tope tus años jóvenes, hacerse prójimo significa todo esto.

Carlo M. Martini

sábado, 9 de febrero de 2008

Que los buenos no hagan nada / Autor:Jaime Sanz Santacruz

Muchos de los que saben donde está el bien y cómo hacerlo no están moviendo un dedo.
Que los buenos no hagan nada... De esta forma comienza un libro de Federico Suárez. Nos cuenta que cuando Edmund Burke, crítico de la Revolución Francesa, escribió que "lo único necesario para el triunfo del mal, es que los buenos no hagan nada", dijo una gran verdad.

No parece que se requiera una inteligencia particularmente despierta para hacerse cargo de que si el mal no encuentra oposición ni resistencia, acaba siempre por imponerse. Me parece más actual que nunca este peligro de la pasividad de los “buenos”. Pero, ¿qué entiendo por “buenos”? “Buenos” no son los que lo son, sino los que deberían serlo. Llamo “buenos” a los que saben dónde está el bien y cómo tienen que hacerlo. Los que cuentan con los medios para discernir el camino a seguir en las encrucijadas de la vida. Conocen el camino y no sólo deben seguirlo ellos, sino indicar a los demás la dirección correcta. Quienes no actuaran así, casi se podría decir que “no tendrían perdón de Dios”; “casi”, porque el perdón lo tienen, siempre y cuando lo pidan –sean conscientes del mal realizado o el bien no hecho- y se arrepientan –reconozcan su culpa-.

Los tiempos que vivimos son complejos, como por otra parte siempre han sido todos los demás. Ahora los “tiros” van por dar un testimonio valiente de nuestra fe, en medio de una sociedad indiferente y cada vez más hostil a la Verdad. En toda batalla, y ésta es una batalla ideológica, cuyos efectos se prolongan en el tiempo (acordémonos de mayo del 68), si uno de los flancos del frente decae, el enemigo lo aprovecha y hace mella por allí. ¿En qué estamos decayendo los “buenos”?


No todos, pero una buena parte de los “buenos” (saben donde está el bien y cómo hacerlo) no hacen nada. Se limitan a señalar el bien o a observar a distancia, desde la atalaya de sus “organigramas” y ocupaciones, la batalla que algunos, unos pocos, están librando “cuerpo a cuerpo” en la defensa del bien.

Y quizá habría que preguntarse cada uno, en la tranquilidad de un sincero reconocimiento de la propia vida que cada uno lleva, ¿a cuántos he explicado las tesis cristianas sobre la defensa de la vida, el derecho de los padres a tutelar la educación de sus hijos, las experimentaciones biomédicas, la defensa de la libertad religiosa, etc, etc, en un boca a boca personal e intransferible, en este último mes, por ejemplo?

¿Cuántas cartas, artículos, comentarios en blogs, intervenciones en foros de opinión, envíos de correos de interés, he hecho en los últimos treinta días? ¿A cuántos actos en defensa de mis ideas he dado mi apoyo, con mi presencia y la de mis familiares y amigos en este tiempo? Las teorías cósmicas sólo son válidas en Astronomía, pero no en la defensa de los valores cristianos. No sirve decir que ya hay quién hace y piensa por mi, quien sabe lo que hay que hacer y lo lleva a cabo; ni la postura escéptica de quien piensa que esto es cosa de los tiempos y que ya pasará; ni la del que cree que esta no es mi guerra, porque yo ya tengo resueltos mis problemas y vacunada a mi gente contra estos males, y basta con buscar “refugio” en lugares comunes, hasta que pase el temporal…

Es momento de salir a la calle, de acordarse de esa queja de nuestro Señor, “la mies es mucha y los obreros pocos” (Mt. 9, 37). Es momento de una oración más intensa, de sacrificar el propio tiempo y sumar voluntades y esfuerzos, para que no vuelvan a escucharse esas lamentaciones de Jesucristo, pero referidas en esta ocasión a cada uno de nosotros: “Ay de ti Corazaín, ay de ti Betsaida “ (Mt 11, 21) ¡Que los buenos sí hagan y mucho!

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Fuente: www.forumlibertas.com

Una mentalidad machista ignora la novedad del cristianismo / Autor: Benedicto XVI

Discurso al congreso internacional «Mujer y varón, la totalidad del humanum»

CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 10 febrero 2008 (ZENIT.org).- Publicamos el discurso que dirigió Benedicto XVI este sábado a los participantes en el congreso internacional «Mujer y varón, la totalidad del humanum», celebrado en Roma del 7 al 9 de febrero para recordar los veinte años de la publicación de la carta apostólica de Juan Pablo II «Mulieris dignitatem».
* * *

Queridos hermanos y hermanas:

Con mucho gusto os doy la bienvenida y os saludo a todos vosotro, que participáis en el Congreso internacional sobre el tema «Mujer y varón, la totalidad del humanum», organizado en el XX aniversario de la publicación de la carta apostólica «Mulieris dignitatem».
Saludo al señor cardenal Stanislaw Rylko, presidente del Consejo Pontificio para los Laicos, y le doy las gracias por haber manifestado los sentimientos comunes de los presentes. Saludo al secretario el obispo Josef Clemens, a los miembros y colaboradores del dicasterio. En particular, saludo a las mujeres, que son la gran mayoría de los presentes, y que han enriquecido con su experiencia y competencia las sesiones de trabajo del congreso.
El argumento sobre el que estáis reflexionando es de gran actualidad: desde la segunda mitad del siglo XX hasta hoy, el movimiento de valorización de la mujer en las diferentes instancias de la vida social ha suscitado innumerables reflexione y debates, y ha multiplicado muchas iniciativas que la Iglesia católica ha seguido y con frecuencia acompañado con interés.
La relación hombre-mujer en su respectiva especificidad, reciprocidad y complementariedad constituye, sin duda, un punto central de la «cuestión antropológica», tan decisiva en la cultura contemporánea. Numerosas intervenciones y documentos pontificios han tocado la realidad emergente de la cuestión femenina. Me limito a recordar los publicados por mi querido predecesor, Juan Pablo II, quien en junio de 1995 quiso escribir una Carta a las mujeres, mientras que el 15 de agosto de 1988, exactamente hace veinte años, publicó la carta apostólica «Mulieris dignitatem». Este texto sobre la vocación y la dignidad de la mujer, de gran riqueza teológica, espiritual y cultural, inspiró a su vez la Carta a los obispos de la Iglesia católica sobre la colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y en el mundo, de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

En la «Mulieris dignitatem», Juan Pablo II quiso profundizar en las verdades antropológicas fundamentales del hombre y de la mujer, en la igualdad de dignidad y en la unidad de los dos, en la arraigada y profunda diversidad entre lo masculino y lo femenino, y en su vocación a la reciprocidad y a la complementariedad, a la colaboración y a la comunión (Cf. n. 6). Esta unidad dual del hombre y de la mujer se basa en el fundamento de la dignidad de toda persona, creada a imagen y semejanza de Dios, quien «les creó varón y mujer» (Génesis 1, 27), evitando tanto una uniformidad indistinta y una igualdad estática y empobrecedora, como una diferencia abismal y conflictiva (Cf. Juan Pablo II, Carta a las mujeres, 8).

Esta unidad de los dos lleva en sí, inscrita en los cuerpos y en las almas, la relación con el otro, el amor por el otro, la comunión interpersonal que indica que «en la creación del hombre se da también una cierta semejanza con la comunión divina» («Mulieris dignitatem», n. 7). Por tanto, cuando el hombre o la mujer pretenden ser autónomos y totalmente autosuficientes, corren el riesgo de encerrarse en una autorrealización que considera como una conquista de la libertad la superación de todo vínculo natural, social o religioso, pero que en realidad les reduce a una soledad opresora. Para favorecer y apoyar la auténtica promoción de la mujer y del hombre no es posible descuidar esta realidad.

Ciertamente se necesita una renovada investigación antropológica que, basándose en la gran tradición cristiana, incorpore los nuevos progresos de la ciencia y las actuales sensibilidades culturales, contribuyendo de este modo a profundizar no sólo en la identidad femenina, sino también en la masculina, que con frecuencia también es objeto de reflexiones parciales e ideológicas.

Ante corrientes culturales y políticas que tratan de eliminar, o al menos de ofuscar y confundir, las diferencias sexuales inscritas en la naturaleza humana considerándolas como una construcción cultural, es necesario recordar el designio de Dios que ha creado al ser humano varón y mujer, con una unidad y al mismo tiempo una diferencia originaria y complementaria. La naturaleza humana y la dimensión cultural se integran en un proceso amplio y complejo que constituye la formación de la propia identidad, en la que ambas dimensiones, la femenina y la masculina, se corresponden y complementan.

Al inaugurar las sesiones de trabajo de la Quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, en mayo pasado en Brasil, quise recordar que todavía hoy persiste una mentalidad machista, que ignora la novedad del cristianismo, que reconoce y proclama la igual dignidad y responsabilidad de la mujer con respecto al hombre. Hay lugares y culturas en los que la mujer es discriminada y minusvalorada sólo por el hecho de ser mujer, en los que se recurre incluso a argumentos religiosos y a presiones familiares, sociales y culturales para defender la disparidad de los sexos, en los que se perpetran actos de violencia contra la mujer, haciendo de ella objeto de malos tratos o de abusos en la publicidad y en la industria del consumo y de la diversión.

Ante fenómenos tan graves y persistentes parece más urgente todavía el compromiso de los cristianos para que se conviertan por doquier en promotores de una cultura que reconozca a la mujer la dignidad que le compete, en el derecho y en la realidad concreta.

Dios encomienda al hombre y a la mujer, según sus peculiaridades, una vocación específica y una misión en la Iglesia y en el mundo. Pienso en estos momentos en la familia, comunidad de amor abierto a la vida, célula fundamental de la sociedad. En ella, la mujer y el hombre, gracias al don de la maternidad y de la paternidad, desempeñan juntos un papel insustituible en relación con la vida.

Desde su concepción, los hijos tienen el derecho de poder contar con un padre y una madre para que les cuiden y les acompañen en su crecimiento. El Estado, por su parte, tiene que apoyar con políticas sociales adecuadas todo lo que promueve la estabilidad y la unidad del matrimonio, la dignidad y la responsabilidad de los cónyuges, su derecho y tarea insustituible como educadores de lo hijos. Además, es necesario que se le permita a la mujer colaborar en la construcción de la sociedad, valorando su típico «genio femenino».

Queridos hermanos y hermanas: os doy las gracias una vez más por vuestra visita y, deseando pleno éxito para vuestro congreso, os aseguro un recuerdo en la oración, invocando la materna intercesión de María para que ayude a las mujeres de nuestro tiempo a realizar su vocación y su misión en la comunidad eclesial y civil. Con estos deseos, os imparto a cuantos estáis aquí presentes y a vuestros seres queridos una especial bendición apostólica.

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[Traducción del original italiano realizada por Jesús Colina

© Copyright 2007 - Libreria Editrice Vaticana]

jueves, 7 de febrero de 2008

Perdonar

El camino para aprender a amar
es "Perdonando", quien desea crecer
en el amor lo logra amando en el perdón.

Perdonar es el camino de la liberación,
el que auténticamente se libera es quien perdona,
echando fuera de su alma al rencor y la venganza
que solamente lo envilece y lo consume.

Perdonar a pesar de tener razón y mil justificaciones
para no hacerlo, se atreve a pronunciar
en el interior del corazón "Perdón".
Perdonar cuando te han ofendido y humillado
es cuando se manifiesta la grandeza del corazón
del ser humano.

Solamente el que ama auténticamente
puede decir "te perdono y lo olvido".
Perdonar es cuando a pesar de sentirse ofendido
te atreves a dar una sonrisa de amor.

Deja hoy tus rencores, tu venganza
que anhela ver al que te ha ofendido
de rodillas pidiendo clemencia,
deja hoy ese fuego que enciende tu cólera
y abraza tu ser de rabia y de rencor,
cuando ha sido pisoteado tu orgullo
y has sido lastimado en lo más profundo,
cuando deseas con todas tus fuerzas
ver fulminado al que te ha ofendido

Te pregunto, ¿Serás hoy capaz de perdonar
a ese amigo tuyo que te traicionó, aquella ofensa
de alguien que creías no te podía fallar
y hoy le puedes demostrar que lo amas?
¿Serás hoy capaz de llenar tu alforja de olvido,
y salir al encuentro con lo único que le puedes ofrecer,
tu perdón y continuar tu camino de paz
al encuentro de Dios?

Hoy libérate y camina como un niño extraviado
a los brazos de una madre llena de amor,
como el ciego al encuentro de la luz.
Hoy perdona y olvida, eleva tu alma
a las estrellas y encuentra la paz.

Dios, sé que tu grandeza y tu más
sublime expresión de amor es perdonar.
Dame la sabiduría, la comprensión
y la fuerza para convertirme en amor,
y sin dar espacio ni tregua al odio,
entregar la vida por los que amo.

Señor, tu lo sabes mejor que nadie,
conoces el corazón del hombre y sabes
que hoy deseo amar como nunca imaginé,
Señor gracias, hoy al fin he perdonado por amor.

Hoy perdonaré para siempre y arrojaré
de mi alma todos aquellos rencores
que me envilecen y me atan al pasado,
hoy estoy dispuesto a olvidar,
hoy me demostraré a mí mismo
mi capacidad de amar.

jueves, 24 de enero de 2008

Las puertas del cielo y del infierno / Envidado por Carmen Rubio










Cierto día un hombre santo estaba teniendo una conversación con el Señor
y dijo: "Señor, me gustaría saber como son el Cielo y el Infierno.'

El Señor llevó al hombre santo hacia dos puertas.

Él abrió una de las puertas y el hombre santo miró dentro y en medio del cuarto había una gran mesa redonda. En medio de la mesa había una gran olla de guisado que olía tan delicioso que hizo agua la boca del hombre santo. La gente sentada alrededor de la mesa estaba delgada y enferma y parecían hambrientos. Ellos estaban sosteniendo cucharas con mangos muy largos que estaban atados a sus brazos, así que cada uno fue capaz de meter la mano en el pote de guisado y tomar una cucharada, pero por causa de que el mango era más largo que sus brazos, no podían poner las cucharas dentro de sus bocas.

El hombre santo se estremeció ante semejante cuadro de miseria y sufrimiento.

El Señor le dijo: "Has visto el Infierno".

Luego fueron y abrieron la siguiente puerta. Era exactamente igual como el primer cuarto. Había gran mesa redonda con el gran pote de guisado que hizo agua la boca del hombre santo. La gente estaba equipada con las mismas cucharas de mangos largos, pero aquí la gente estaba bien alimentada y llena de salud, riéndose y hablando.

El hombre santo dijo: ¡No entiendo........!
-"Es simple' dijo el Señor:
"Esto requiere de una habilidad.......'
".....Mira: Ellos han aprendido a alimentarse el uno al otro, mientras
que los avaros piensan solamente en ellos mismos'.

El verdadero sentido del amor es dar.

Jesús murió para darte todo.... por amor.

Reflexión: Antes de pensar: "Señor... ¿que tienes para mi vida el día de hoy?' pregúntale: "Padre... ¿que puedo dar a otros de lo mucho que ya me has dado?

Cuándo Jesús murió en la cruz él estaba pensando en todos nosotros.