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viernes, 14 de marzo de 2008

«La letra mata; el Espíritu da vida» / Autor. Raniero Cantalamessa, O.F.M. Cap.

IV Meditación de Cuaresma al Papa y a la Curia

«Viva y eficaz es la Palabra de Dios» (Hebreos, 4, 12) es el tema de las meditaciones que siguen esta Cuaresma Benedicto XVI y sus colaboradores de la Curia por el predicador de la Casa Pontifica. La preparación al Sínodo de los obispos (del 5 al 26 de octubre) orienta también estas reflexiones.

Ante el Papa, el padre Raniero Cantalamessa O.F.M. Cap. ha pronunciado este viernes la cuarta y última de ellas, cuyo contenido ofrecemos íntegramente.


* * *
Cuaresma 2008 en la Casa Pontificia

Cuarta predicación

«LA LETRA MATA; EL ESPÍRITU DA VIDA»

La lectura espiritual de la Biblia

1. La Escritura divinamente inspirada

En la segunda carta a Timoteo se contiene la célebre afirmación: «Toda la Escritura es inspirada por Dios» (2 Tm 3, 16). La expresión que se traduce: «inspirada por Dios», o «divinamente inspirada», en la lengua original es una palabra única: theopneustos, que contiene los dos vocablos de Dios (Theos) y de Espíritu (Pneuma). Tal palabra tiene dos significados fundamentales: uno muy conocido, el otro en cambio habitualmente descuidado, si bien no menos importante que el primero.

El significado más conocido es el pasivo, evidenciado en todas las tradiciones modernas: la Escritura es «inspirada por Dios». Otro pasaje del Nuevo Testamento explica así este significado: «Hombres [los profetas] movidos por el Espíritu Santo, han hablado de parte de Dios» (2 P 1,21). Es, en resumen, la doctrina clásica de la inspiración divina de la Escritura, aquella que proclamamos como artículo de fe en el Credo, cuando decimos que el Espíritu Santo «habló por los profetas».

Podemos representarnos con imágenes humanas este evento en sí misterioso de la inspiración: Dios «toca» con su dedo divino -esto es, con su energía viva que es el Espíritu Santo-- ese punto recóndito donde el espíritu humano se abre al infinito y desde ahí ese toque -en sí sencillísimo e instantáneo como es Dios que lo produce-- se difunde como una vibración sonora en todas las facultades del hombre -voluntad, inteligencia, fantasía, corazón--, traduciéndose en conceptos, imágenes, palabras.

El resultado que en tal modo se obtiene es una realidad teándrica, esto es, plenamente divina y plenamente humana: las dos cosas íntimamente unidas, auque no «confundidas». El Magisterio de la Iglesia -encíclicas Providentissimus Deus de León XIII y Divino afflante Spiritu de Pío XII-- nos dice que los dos datos, divino y humano, se han mantenido intactos. Dios es el autor principal porque asume la responsabilidad de lo que está escrito, determinándose el contenido con la acción de su Espíritu; sin embargo el escritor sagrado es también él autor, en el sentido pleno de la palabra, porque ha colaborado intrínsecamente en esta acción mediante una normal actividad humana, de la que Dios se ha servido como de un instrumento. Dios -decían los Padres-- es como el músico que, tocándola, hace vibrar las cuerdas de la lira; el sonido es todo obra del músico, pero no existiría sin las cuerdas de la lira.

De esta obra maravillosa de Dios se saca a la luz, habitualmente, casi sólo un efecto: la inerrancia bíblica, o sea, el hecho de que la Biblia no contiene error alguno, si entendemos correctamente el «error» como ausencia de una verdad posible humanamente, en un determinado contexto cultural, teniendo en cuenta el género literario utilizado y, por lo tanto, exigible de quien escribe. Pero la inspiración bíblica funda mucho más que la simple inerrancia de la palabra de Dios (que es algo negativo); funda, positivamente, su inagotabilidad, su fuerza y vitalidad divina y aquello que san Agustín llamaba la mira profunditas, la maravillosa profundidad [1].

Así ya estamos preparados a descubrir el otro significado de la inspiración bíblica. Por sí, gramaticalmente, el participio theopneustos es activo, no pasivo. La tradición misma ha sabido captar en ciertos momentos este significado activo. La Escritura, decía san Agustín, es theopneustos no sólo porque es «inspirada por Dios», sino también por que «respira a Dios», ¡emana a Dios! [2].

Hablando de la creación, san Agustín dice que Dios no hizo las cosas y después se fue, sino que aquellas, «venidas de Él, permanecen en Él» [3]. Igual ocurre con las palabras de Dios: venidas de Dios, permanecen en Él y Él en ellas. Después de haber dictado la Escritura, el Espíritu Santo es como si se hubiera encerrado en ella, la habita y la anima sin descanso con su soplo divino. Heidegger dijo que «la palabra es la casa del Ser»; nosotros podemos decir que la Palabra (con mayúsculas) es la casa del Espíritu.

La constitución conciliar Dei Verbum recoge también este movimiento de la tradición cuando dice que las Sagradas Escrituras «inspiradas por Dios (¡inspiración pasiva!) y escritas de una vez para siempre, comunican inmutablemente la palabra del mismo Dios, y hacen resonar la voz del Espíritu Santo en las palabras de los Profetas y de los Apóstoles» (¡inspiración activa!) [4].

2. Docetismo y ebionismo bíblico

Pero ahora debemos tocar el problema más delicado: ¿cómo acercarnos a las Escrituras de manera que «liberen» de verdad para nosotros el Espíritu que contienen? He mencionado que la Escritura es una realidad teándrica, esto es, divino-humana. Ahora bien: la ley de toda realidad teándrica (como son, por ejemplo, Cristo y la Iglesia) es que no se puede descubrir en ella lo divino más que pasando a través de lo humano. No se puede descubrir en Cristo la divinidad más que a través de su concreta humanidad.

Quienes en la antigüedad pretendieron actuar de manera distinta cayeron en el docetismo. Despreciando, de Cristo, el cuerpo y las características humanas como simples «apariencias» (dokein), perdieron también su realidad profunda y, en lugar de un Dios vivo hecho hombre, se encontraron en sus manos con una idea distorsionada de Dios. De igual forma, no se puede, en la Escritura, descubrir el Espíritu más que pasando a través de la letra, esto es, a través del revestimiento concreto humano que la palabra de Dios asumió en los diferentes libros y autores inspirados. No se puede descubrir en ellos el significado divino más que partiendo del significado humano, aquél intentado por el autor humano, Isaías, Jeremías, Lucas, Pablo, etc. En ello encuentra su plena justificación el inmenso esfuerzo de estudio e investigación que rodea el libro de la Escritura.

Pero éste no es el único peligro que corre la exégesis bíblica. Ante la persona de Jesús no existía sólo el riesgo del docetismo, o sea, de descuidar lo humano; existía también el peligro de quedarse ahí, de no ver en Él más que lo humano y no descubrir la dimensión divina de Hijo de Dios. En resumen, existía el peligro del ebionismo. Para los ebionitas (que eran judeo-cristianos) Jesús era, sí, un gran profeta, el mayor profeta, si se quiere, pero no más. Los Padres les llamaron «ebionitas» (de ebionim, los pobres) para decir que eran pobres de fe.

Así sucede también para la Escritura. Existe un ebionismo bíblico, esto es, la tendencia a quedarse en la letra, considerando la Biblia un libro excelente, el más excelso de los libros humanos, si se quiere, pero un libro sólo humano. Lamentablemente corremos el riesgo de reducir la Escritura a una sola dimensión. La ruptura del equilibrio, hoy, no es hacia el docetismo, sino hacia el ebionismo.

La Biblia se explica por muchos estudiosos intencionadamente sólo con el método histórico-crítico. No hablo de los estudiosos no creyentes, para los que ello es normal, sino de estudiosos que se profesan creyentes. La secularización de los sagrado en ningún caso se ha revelado tan aguda como en la secularización del Libro Sagrado. Ahora bien: pretender comprender exhaustivamente la Escritura estudiándola con el único instrumento del análisis histórico-filológico ¡es como pretender descubrir el misterio de la presencia real de Cristo en la Eucaristía basándose en un análisis químico de la ostia consagrada! El análisis histórico-crítico, aunque se llevara al máximo de la perfección, no representa, en realidad, más que el primer escalón del conocimiento de la Biblia, el relativo a la letra.

Jesús afirma solemnemente en el Evangelio que Abrahán «vio su día» (Cf. Jn 8,56), que Moisés había «escrito de Él» (Cf. Jn 5,46), que Isaías «vio su gloria y habló de Él» (Cf. Jn 12,41), que los profetas y los salmos y todas las Escrituras hablan de Él (Cf. Lc 24,27.44; Jn 5,39), pero hoy día cierta exégesis científica duda en hablar de Cristo, ya prácticamente no lo entrevé en ningún pasaje del Antiguo Testamento o, al menos, teme decir que lo percibe ahí, por la cuestión de desacreditarse «científicamente».

El inconveniente más grave de cierta exégesis exclusivamente científica es que cambia completamente la relación entre el exegeta y la palabra de Dios. La Biblia se convierte en un objeto de estudio que el profesor debe «dominar» y ante el cual, como se dice a cualquier hombre de ciencia, debe permanecer «neutral». Pero en este caso único no está permitido permanecer «neutral» y no es dable «dominar» la materia; más bien hay que dejarse dominar por ella. Decir de un estudioso de la Escritura que él «domina» la palabra de Dios, pensándolo bien, es decir casi una blasfemia.

La consecuencia de todo ello es el cierre y «replegamiento» de la Escritura sobre sí misma; vuelve a ser el libro «sellado», el libro «velado», porque -dice san Pablo-- ese velo «sólo en Cristo desaparece», cuando existe la «conversión al Señor», o sea, cuando se reconoce, en las páginas de la Escritura, a Cristo (Cf. 2 Co 3,15-16). Sucede, en la Biblia, como en ciertas plantas sensibilísimas que cierran sus hojas en cuanto las tocan cuerpos extraños, o como ciertos moluscos que se pliegan para proteger la perla que contienen. La perla de la Escritura es Cristo.

No se explican de otro modo las muchas crisis de fe de estudiosos de la Biblia. Cuando surge la cuestión de por qué la pobreza y aridez espiritual que reinan en algunos seminarios y lugares de formación, no se tarda en descubrir que una de las causas principales es el modo en que se enseña en ellos la Escritura. La Iglesia ha vivido y vive de lectura espiritual de la Biblia; truncado este canal que alimenta la vida de piedad, el celo, la fe, entonces todo se agosta y languidece. Ya no se comprende la liturgia, que está toda construida en un uso espiral de la Escritura, o bien se vive como un momento desprendido de la verdadera formación personal y desmentido por lo que se ha aprendido antes en clase.

3. El Espíritu da la vida

Un signo de gran esperanza es que la exigencia de una lectura espiritual y de fe de la Escritura empieza ya a advertirse precisamente por algunos eminentes exégetas. Uno de ellos escribió: «Es urgente que cuantos estudian e interpretan la Escritura se interesen de nuevo en la exégesis de los Padres para redescubrir, más allá de sus métodos, el espíritu que les animaba, el alma profunda que inspiraba su exégesis; en la escuela de ellos debemos aprender a interpretar la Escritura, no sólo desde el punto de vista histórico y crítico, sino igualmente en la Iglesia y para la Iglesia» (I. de la Potterie). El P. H. de Lubac, en su monumental historia de la exégesis medieval, evidenció la coherencia, la solidez y la extraordinaria fecundidad de la exégesis espiritual practicada por los Padres antiguos y medievales.

Pero hay que decir que los Padres no hacen, en este campo, más que aplicar (con los instrumentos imperfectos que tenían a disposición) la pura y sencilla enseñanza del Nuevo Testamento; no son, en otras palabras, los iniciadores, sino los continuadores de una tradición que tuvo entre sus fundadores a Juan, Pablo y al propio Jesús. Estos no sólo practicaron todo el tiempo una lectura espiritual de las Escrituras, o sea, una lectura con referencia a Cristo, sino que también dieron la justificación de tal lectura, declarando que todas las Escrituras hablan de Cristo (Cf. Jn 5,39), que en ellas era ya «el Espíritu de Cristo» que estaba a la obra y se expresaba a través de los profetas (Cf. 1 P 1,11), que todo, en el Antiguo Testamento, está dicho «por alegoría», esto es, en referencia a la Iglesia (Cf. Ga 4,24), o «para nuestro aviso» (1 Co 10,11).

Por ello decir lectura «espiritual» de la Biblia no significa decir lectura edificante, mística, subjetiva, o peor aún, fantasiosa, en oposición a la lectura científica que sería, en cambio, objetiva. Aquella, al contrario, es la lectura más objetiva que existe porque se basa en el Espíritu de Dios, no en el espíritu del hombre. La lectura subjetiva de la Escritura (la que se basa en el libre examen) se ha difundido precisamente cuando se ha abandonado la lectura espiritual y allí donde tal lectura se ha dejado de lado más claramente.

La lectura espiritual es por lo tanto algo bien preciso y objetivo; es la lectura realizada bajo la guía, o a la luz, del Espíritu Santo que ha inspirado la Escritura. Se basa en un evento histórico, esto es, en el acto redentor de Cristo que, con su muerte y resurrección, cumple el proyecto de salvación, lleva a cabo todas las imágenes y las profecías, desvela todos los misterios ocultos y ofrece la verdadera clave de lectura de toda la Biblia. El Apocalipsis expresa todo esto con la imagen del Cordero inmolado que toma en la mano el libro y rompe sus siete sellos (Cf. Ap. 5,1ss.)

Quien quisiera, después de Él, continuar leyendo la Escritura prescindiendo de este acto, se asemejaría a uno que sigue leyendo una partitura musical en clave de fa después de que el compositor ha introducido en el pasaje la clave de sol: cada nota expresaría, desde ahí, un sonido falso y desentonado. Así, el Nuevo Testamento llama a la clave nueva «el Espíritu», mientras que define a la clave vieja «la letra», diciendo que la letra mata, pero que el Espíritu da la vida (2 Co 3, 6).

Contraponer entre sí «letra» y «Espíritu» no significa contraponer entre sí Antiguo y Nuevo Testamento, casi como si el primero representara sólo la letra y el segundo sólo el Espíritu. Significa más bien contraponer entre sí dos modos distintos de leer tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento: el modo que prescinde de Cristo y el modo que juzga, en cambio, todo a la luz de Cristo. Por esto la Iglesia puede valorar uno y otro Testamento, dado que ambos le hablan de Cristo.

4. Lo que el Espíritu dice a la Iglesia

La lectura espiritual no se refiere sólo al Antiguo Testamento; en un sentido distinto también tiene que ver con el Nuevo Testamento; también éste debe leerse espiritualmente. Leer espiritualmente el Nuevo Testamento significa leerlo a la luz del Espíritu Santo derramado en Pentecostés en la Iglesia para conducirla a toda la verdad, o sea, a la plena comprensión y actuación del Evangelio.

Jesús explicó Él mismo, anticipadamente, la relación entre su palabra y el Espíritu que enviaría (aunque no debemos pensar que lo haya hecho necesariamente en los términos precisos que utiliza, al respecto, el evangelio de Juan). El Espíritu -se lee en Juan-- «os enseñará y os recordará» todo lo que Jesús ha dicho (Cf. Jn 14,25 s.), o sea, lo dará a entender a fondo, con todas su implicaciones. Él «no hablará de sí mismo», esto es, no dirá cosas nuevas respecto a las que dijo Jesús, sino -como dice Jesús mismo-- recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros (Jn 16,13-15).

En ello es posible ver cómo la lectura espiritual íntegra sobrepasa la lectura científica. La lectura científica conoce una sola dirección, que es la de la historia; explica en efecto lo que viene después, a la luz de lo que viene antes; explica el Nuevo Testamento a la luz del Antiguo que le precede, y explica la Iglesia a la luz del Nuevo Testamento. Buena parte del esfuerzo crítico en torno a la Escritura consiste en ilustrar las doctrinas del Evangelio a la luz de las tradiciones veterotestamentarias, de la exégesis rabínica, etc.; consiste, en resumen, en la investigación de las fuentes (sobre este principio se basa el Kittel y tantos otros apoyos bíblicos).

La lectura espiritual reconoce plenamente la validez de esta dirección de investigación, pero a ella añade otra inversa. Consiste en explicar lo que viene antes a la luz de lo que llega después, la profecía a la luz de la realización, el Antiguo Testamento a la luz del Nuevo y el Nuevo Testamento a la luz de la Tradición de la Iglesia. En ello la lectura espiritual de la Biblia encuentra una singular confirmación en el principio hermenéutico de Gadamer de la «historia de los efectos» (Wirkungsgeschichte), según el cual para comprender un texto hay que tener en cuenta los efectos que ha producido en la historia, introduciéndose en esta historia y dialogando con ella [5].

Sólo después de que Dios ha realizado su plan, se entiende plenamente el sentido de aquello que lo ha preparado y prefigurado. Si todo árbol, como dice Jesús, se reconoce por sus frutos, la palabra de Dios no se pude conocer plenamente antes de haber visto los frutos que ha producido. Estudiar la Escritura a la luz de la Tradición es un poco como conocer el árbol por sus frutos. Por ello Orígenes decía que «el sentido espiritual es lo que el Espíritu da a la Iglesia» [6]. Esto se identifica con la lectura eclesial o incluso con la Tradición misma, si entendemos por Tradición no sólo las declaraciones solemnes del Magisterio (que se refieren, por lo demás, a poquísimos textos bíblicos), sino también la experiencia de doctrina y de santidad en donde la palabra de Dios se ha como encarnado nuevamente y «se ha explicado» en el curso de los siglos por obra del Espíritu Santo.

Lo que se necesita no es por lo tanto una lectura espiritual que ocupe el lugar de la actual exégesis científica, con un retorno mecánico a la exégesis de los Padres; es más bien una nueva lectura espiritual que se corresponda al enorme progreso registrado desde el estudio de la «letra». Una lectura, en síntesis, que tenga el aliento y la fe de los Padres y, al mismo tiempo, la consistencia y la seriedad de la actual ciencia bíblica.

5. El Espíritu que sopla a los cuatro vientos

Ante la extensión de huesos secos, el profeta Ezequiel oyó la pregunta: «¿Podrán estos huesos revivir?» (Ez 37,3). La misma cuestión nos planteamos hoy nosotros: ¿podrá la exégesis, agostada por el prolongado exceso de filologismo, reencontrar el impulso y la vida que tuvo en otros momentos de la historia de la Iglesia? El padre de Lubac, después de haber estudiado la larga historia de la exégesis cristiana, concluye más bien tristemente, diciendo que nos faltan, a los modernos, las condiciones para poder volver a suscitar una lectura espiritual como la de los Padres; nos falta esa fe llena de impulso, ese sentido de plenitud y de unidad que tenían ellos, por lo que pretender hoy imitar su audacia sería exponerse casi a la profanación, al faltarnos el espíritu del que procedían aquellas cosas [7].

Sin embargo no cierra del todo la puerta a la esperanza y dice que «si se quiere reencontrar algo de aquello que fue en los primeros siglos de la Iglesia la interpretación espiritual de las Escrituras, hay que reproducir sobre todo un movimiento espiritual» [8]. A distancia de algunas décadas, con el Concilio Vaticano II de por medio, me parece hallar, en estas últimas palabras, una profecía. Ese «movimiento espiritual» y ese «impulso» comenzaron a reproducirse, pero no porque los hombres los hubieran programado o previsto, sino porque el Espíritu se puso a soplar de nuevo, inesperadamente, a los cuatro vientos sobre los huesos secos. Contemporáneamente a la reaparición de los carismas, se asiste a una reaparición de la lectura espiritual de la Biblia y es, también esto, un fruto, de los más exquisitos, del Espíritu Santo.

Participando en encuentros bíblicos y de oración, me quedo sorprendido al oír, a veces, reflexiones sobre la palabra de Dios del todo análogas a las que hacían en su tiempo Orígenes, Agustín o Gregorio Magno, si bien en un lenguaje más sencillo. Las palabras sobre el templo, sobre la «tienda de David», sobre Jerusalén destruida y reedificada tras el exilio, se aplican, con toda sencillez y pertinencia, a la Iglesia, a María, a la propia comunidad o a la propia vida personal. Lo que se narra de los personajes del Antiguo Testamento induce a pensar, por analogía o por antítesis, en Jesús, y lo que se narra de Jesús se aplica y actualiza en referencia a la Iglesia y al creyente.

Muchas perplejidades respecto a la lectura espiritual de la Biblia nacen de no tener en cuenta la distinción entre explicación y aplicación. En la lectura espiritual, más que pretender explicar el texto, atribuyéndole un sentido ajeno a la intención del autor sagrado, se trata, en general, de aplicar o actualizar el texto. Es lo que vemos en acto ya en el Nuevo Testamento ante las palabras de Jesús. A veces se constata que, de una misma parábola de Cristo, se realizan aplicaciones distintas en los sinópticos, según las necesidades y los problemas de la comunidad para la que cada uno escribe.

Las aplicaciones de los Padres y las de hoy no tienen evidentemente el carácter canónico de estas aplicaciones originarias, pero el proceso que conduce a ellas es el mismo y se basa en el hecho de que las palabras de Dios no son palabras muertas, «para conservar en aceite», diría Péguy; son palabras «vivas» y «activas», capaces de desplegar sentidos y virtualidades escondidas en respuesta a cuestiones y situaciones nuevas. Es una consecuencia de la que he llamado la «inspiración activa» de la Escritura, esto es, del hecho de que ella no es sólo «inspirada por el Espíritu», sino que «emana» también el Espíritu y lo hace continuamente, si se lee con fe. «La Escritura -dijo san Gregorio Magno-- cum legentibus crescit, crece con aquellos que la leen» [9]. Crece, permaneciendo intacta.

Concluyo con una oración que oí una vez a una señora, después de que se había dado lectura al episodio de Elías quien, subiendo al cielo, deja a Eliseo dos tercios de su espíritu. Es un ejemplo de lectura espiritual en el sentido que acabo de explicar: «Gracias, Jesús, porque ascendiendo al cielo no nos dejaste sólo dos tercios de tu Espíritu, ¡sino todo tu Espíritu! Gracias por que no lo dejaste a un solo discípulo, ¡sino a todos los hombres!».

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[Traducción del original italiano por Marta Lago]

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[1] Textos en H. de Lubac, Histoire de l'exégése médiévale, I,1, Paris, Aubier 1959, pp. 119 ss.

[2] S. Ambrosio, De Spiritu Sancto, III, 112.

[3] S. Agustín, Conf . IV, 12, 18.

[4] Dei Verbum, 21.

[5] Cf. H.G. Gadamer, Wahrheit und Methode, Tubingen 1960.

[6] Orígenes, In Lev. hom. V, 5.

[7] H. de Lubac, Exégèse médiévale, II, 2, p. 79.

[8] H. de Lubac, Storia e spirito, Roma 1971, p. 587.

[9] S. Gregorio Magno, Commento morale a Giobbe, 20,1 (CC 143A, p. 1003).

Chiara Lubich ha concluido su viaje terreno

Publicamos integramente la nota que puede leerse en el sitio internacional del Movimiento de los Focolares donde se informa del fallecimiento de su fundadora Chiara Lubich. Debajo publicamos también el articulo póstumo escrito para el mes de marzo.

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En un clima sereno, de oración y de intensa conmoción, Chiara Lubich ha concluido a 88 años su viaje terreno hoy, 14 de marzo de 2008, a las 2, en su residencia de Rocca di Papa (Roma), donde entrada la noche había regresado por su expresa voluntad después del internamiento en el Policlínico Gemelli.

Durante toda la jornada, en las horas conclusivas de su existencia, cientos de personas –parientes, estrechos colaboradores y sus hijos espirituales – han pasado para dirigirle el último saludo en la habitación, para luego detenerse en oración en la capilla del lado, permaneciendo largo rato en los alrededores de su casa. Una ininterrumpida y espontánea procesión. Con algunos Chiara intercambió algún gesto de acuerdo, a pesar de su extrema debilidad.

Están llegando del mundo entero mensajes de participación y condolencia por parte de líderes religiosos, políticos, académicos y civiles, pero sobre todo de tanta gente de “su” pueblo.

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Más información en http://www.focolare.org/home_es.html

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Santo Padre envía sus condolencias por tránsito de Chiara Lubich
VATICANO, 14 Mar. 08 (ACI).- El Papa Benedicto XVI envió un telegrama de pésame a Don Oreste Basso, copresidente del Movimiento de los Focolares, por el tránsito a la Casa del Padre a los 88 años de edad de Chiara Lubich, fundadora de esta institución, ocurrido esta madrugada en su casa de Rocca di Papa, en Roma.

"He recibido con emoción la noticia de la muerte de Chiara Lubich, al final de una vida larga y fecunda caracterizada incansablemente por su amor hacia Jesús abandonado. En esta hora de separación dolorosa estoy cercano espiritualmente y con afecto a los familiares y a toda la Obra de María, Movimiento de los Focolares, que ella fundó, como a todos los que han apreciado su compromiso constante por la comunión en la Iglesia, el diálogo ecuménico y la hermandad entre todos los pueblos", afirma el Santo Padre en el telegrama.

"Doy gracias a Dios por el testimonio de su existencia dedicada a la escucha de las necesidades del ser humano contemporáneo en plena fidelidad a la Iglesia y al Papa. Mientras confío su alma a la Bondad Divina para que la acoja en el seno del Padre, deseo que cuantos la conocieron y encontraron admirando las maravillas que Dios cumplió a través de su entrega misionera sigan sus huellas manteniendo vivo su carisma", prosiguió el Pontífice.

"Con esos votos invoco la intercesión maternal de María e imparto a todos la bendición apostólica", concluyó.

Chiara Lubich falleció en su casa de Rocca di Papa hoy a las 2:00 a.m. (hora de Roma), luego de dejar voluntariamente el Policlínico Gemelli en donde había estado internada durante varios días para ser tratada por una severa afección respiratoria.

Muere Chiara Lubich, líder espiritual de más de dos millones de focolares

Tenía 88 años y era una de las mujeres más influyentes de la Iglesia; líderes religiosos, políticos, académicos y civiles envían mensajes de condolencia
La fundadora del Movimiento de los Focolares, Chiara Lubich, ha fallecido a los 88 años de edad en la madrugada de este viernes, 14 de marzo, en el centro Mariápolis, en Rocca di Pappa, localidad cercana a Roma.

Lubich, que había permanecido ingresada en el Policlínico Gemelli de Roma por una fuerte insuficiencia respiratoria, era la líder espiritual de dos millones de focolares en todo el mundo y una de las mujeres más influyentes de la Iglesia.

Según el Servicio de Información del Movimiento de los Focolares en España, están llegando mensajes de condolencia por parte de líderes religiosos, políticos, académicos y civiles de todo el mundo, pero sobre todo de tanta gente de “su” pueblo.

El último adiós

De hecho, en las horas finales de su existencia, una ininterrumpida y espontánea procesión formada por cientos de personas pasaron a dirigirle el último saludo en la habitación. A pesar de su extrema debilidad, Chiara intercambió con algunos de ellos algún gesto de acuerdo.

Parientes, estrechos colaboradores y sus hijos espirituales, aguardaron pacientemente para darle el último adiós y luego detenerse en oración en la capilla contigua, permaneciendo largo rato en los alrededores de su casa.

Gran amiga del Papa Juan Pablo II, Chiara Lubich fundó en 1943, en plena Guerra Mundial, uno de los movimientos más fecundos del mundo católico, presente hoy en más de 180 países y con 780 comunidades esparcidas por el mundo: 140.000 miembros activos y más de dos millones de personas comprometidas con la espiritualidad del movimiento.

Lubich había comprometido a su movimiento en el diálogo ecuménico interreligioso y en la búsqueda de la paz, según datos facilitados por OMPress.

Entre sus iniciativas más creativas se encuentran el ‘Movimiento Políticos por la Unidad’, un movimiento al que pertenecen personas de partidos e ideologías diversas; y el empeño por la ‘Economía de Comunión’, iniciativa en la que están comprometidas más de 700 empresas.

Asistimos estos días a la muerte de varios grandes fundadores ya de edad avanzada. A inicios de febrero moría Eduardo Bonnín, uno de los iniciadores de Cursillos de Cristiandad; a finales de enero moría Marcial Maciel, fundador del Movimiento Regnum Christi; en noviembre de 2007 moría el padre Oreste Benzi, fundador de la Comunidad Papa Juan XXIII. En 2005 murieron el papa Juan Pablo II, el fundador de Comunión y Liberación Luigi Giussani, el Hermano Roger del movimiento de Taizé (asesinado por una desequilibrada) y la Hermana Lucía (la vidente de Fátima).

“Que todos sean uno”.(Jn.17,21)

“Por esas palabras hemos nacido, por la unidad, para contribuir a realizarla en el mundo” (Chiara Lubich)

Chiara nace en Trento el 22 de enero de 1920. Durante el fascismo vive años de pobreza: el padre socialista pierde el trabajo debido a sus ideas. Para mantener sus estudios, desde muy joven da clases privadas.

Su nombre de bautismo es Silvia. Asume el de Chiara (Clara), fascinada por la radicalidad evangélica de Clara de Asís, según publica Ecclesia Digital.

El 7 de diciembre de 1943 Chiara pronuncia su sí a Dios para siempre, en la iglesita de los Capuchinos de Trento. Está sola. Tiene 23 años. No existe todavía ningún presagio de lo que habría nacido. Los inicios del Movimiento se ven marcados por esta fecha.

Búsqueda de la verdad, búsqueda de Dios. Esta elección radical marca la primera etapa de un camino en apasionada búsqueda de la Verdad, de un conocimiento más profundo de Dios. Para encontrar una respuesta, después de haberse graduado como maestra de escuela elemental, se inscribe en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Venecia. Pero no puede proseguir los estudios, debido a la guerra y por tener que sostener el desarrollo del Movimiento naciente. Intuye que encontrará una respuesta en Jesús quien había dicho de sí: "Yo soy el camino, la verdad y la vida". Será Él su Maestro.

Loreto, una premisa de su aventura espiritual. En 1939, participando, en Loreto, en un curso para jóvenes de la Acción Católica, en el Santuario donde está custodiada, según la tradición, la casita de Nazareth que hospedó a la Sagrada Familia, intuye cuál será su vocación: una reproducción de la familia de Nazareth, una nueva vocación en la Iglesia, y que muchos habrían seguido este camino.

La primera audiencia con el Papa. En 1964 Chiara es recibida por primera vez en audiencia por el Papa de entonces, Pablo VI, quien reconoce en el Movimiento una "Obra de Dios". A partir de ese momento, se multiplican -con Pablo VI primero y con Juan Pablo II después- las audiencias privadas y públicas, y sus intervenciones con ocasión de las manifestaciones internacionales.

En 1984 Juan Pablo II visita el Centro Internacional de Rocca di Papa. Reconoce en el Movimiento los lineamientos de la Iglesia del Concilio, y en su carisma una expresión del "radicalismo del amor" que caracteriza los dones del Espíritu en la historia de la Iglesia.

A partir de Pentecostés '98, el inicio de un camino de comunión entre Movimientos y Nuevas Comunidades. En el primer gran encuentro de los Movimientos y las Nuevas Comunidades, la vigilia de Pentecostes’98 en la Plaza San Pedro, Juan Pablo II reconoce operante en estas nuevas realidades eclesiales la respuesta del Espíritu al proceso de descristianización en acto y les pide "frutos maduros de comunión y compromiso". Interviniendo, junto con otros 3 fundadores, Chiara Lubich le asegura su compromiso de contribuir a realizar esta comunión "con todas nuestras fuerzas". A partir de entonces inicia un camino de fraternidad y comunión entre muchos Movimientos y Nuevas Comunidades en el mundo.

A los Sínodos y a las Asambleas de las Conferencias Episcopales. Participa, en el Vaticano, en varios Sínodos de Obispos: por el XX aniversario del Concilio Vaticano II (1985); sobre la vocación y misión del laicado (1987), y sobre Europa (1990 y 1999). Chiara es nominada Consultora del Consejo Pontificio para los Laicos (1985).

En 1997 es invitada a presentar el Movimiento a la Asamblea General de la Conferencia Episcopal de Manila, en Filipinas. En los años siguientes es invitada por las Conferencias Episcopales de: Taiwán, Suiza, Argentina, Brasil, Croacia, Polonia, India, Chequia, Eslovaquia, Austria.
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Fuente: Forum Libertas

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Formación, anuncio y atención al que sufre: los nuevos movimientos, comprometidos ante el Papa

'Meditaciones', de Chiara Lubich

'El arte de amar', de Chiara Lubich

La más bella. Chiara Lubich habla de María a los niños

'Realizarse a los 18', por Michele Zanzucchi

'Diario de fuego', de Igino Giordani

Un «testamento» de Chiara Lubich / Autora: Chiara Lubich

«Que todos sean uno»

Presentamos un escrito de Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de los Focolares, fallecida este viernes, publicado en la revista «Ciudad Nueva» del 15 de diciembre de 1959, y presentado por esta nueva realidad eclesial como un «testamento espiritual».

* * *
Si tienes la ventura de viajar a Tierra Santa, en primavera, entre las mil cosas que Jerusalén te ofrece para contemplar y meditar, una te impacta de manera particular, debido a lo que te recuerda, en su extrema sencillez.

Resistiendo al tiempo y lavada por las intemperies de dos mil años, una larga escalera de piedra -salpicada aquí y allá por amapolas rojas como la sangre de la Pasión- se extiende casi como una cinta encrespada que desciende, límpida y solemne hacia el valle del Cedrón.

Ha quedado desnuda, al descampado, enmarcada por un prado, de modo que ningún templo pudiera reemplazar con su bóveda el cielo que la corona.

Desde allí - cuenta la tradición - Jesús descendió aquella última tarde, después de la cena, cuando, "levantando los ojos al cielo" henchido de estrellas, rogó: "Padre, ha llegado la hora..."

Impresiona poner los propios pies allí donde han tocado los pies de un Dios y el alma se te escapa por los ojos mirando el firmamento que los ojos de un Dios han mirado.

Y la impresión puede ser tal que la meditación te deje clavada en adoración.
Fue única su oración antes de morir. Y cuanto más irradia Dios este "Hijo del hombre" que tú adoras, tanto más lo sientes hombre y te enamora.

Su discurso fue entendido plenamente sólo por el Padre; sin embargo lo dijo en alta voz, quizás para que a nosotros también nos llegara un eco de tanta melodía.

1943. No se sabe por qué, pero fue así: casi cada tarde, las primeras focolarinas reunidas en busca del amor de Dios, a la luz de una vela - porque la luz muchas veces faltaba - leían aquel fragmento.

Era la carta magna del cristiano. Y allí, palabras que les eran desconocidas brillaron como soles en la noche: noche de un tiempo de guerra.

Jesús, durante tres años, había hablado muchas veces a los hombres: dijo palabras de Cielo, sembró en las duras cervices, anunció un programa de paz, pero ofreció Su divino patrimonio casi adaptándose a la mente de los suyos, y las parábolas dan prueba de ello.

Pero ahora que no habla a la tierra, y su voz se dirige al Padre, parece no frenar su ímpetu.

Es espléndido ese hombre, que es Dios, y derrama - como fuente de la que fluye la Vida Eterna - Agua que sumerge el alma del cristiano, perdida en Él, en los mares infinitos de la Trinidad bienaventurada.

Es hermoso como se presenta en ese último discurso: "Yo ruego por ellos, no ruego por el mundo... Cuida en Tu Nombre a aquellos que me diste, para que sean uno, como nosotros".

Ser uno, como Jesús es uno con el Padre: ¿pero qué significaba?

No se entendía mucho, pero sí que debía ser algo grande.

Fue por eso que un día, unidas en el Nombre de Jesús, alrededor de un altar, le pedimos que nos enseñara él a vivir esta verdad. Él sabía lo que significaba y sólo él nos habría podido abrir el secreto para realizarla.

"... Pero ahora voy a ti, para que su gozo sea perfecto".

Por esa breve experiencia de unidad que habíamos hecho ¿acaso no habíamos experimentado una "nueva" alegría?

¿Era quizás esa de la cual habló Jesús? Es verdad que la alegría es el vestido del cristiano, y Alguien dentro de nosotros nos hacía entender que, para quien sigue a Cristo, la alegría es un deber, porque Dios ama al que da con alegría.

"No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del Maligno".

Una vida fascinante y nueva, por lo menos para nosotros: vivir en el mundo, que todos saben que está en antítesis con Dios, y vivir por Dios en una aventura celestial...

"Conságralos en la verdad. No ruego solamente por ellos, sino también por los que, gracias a su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno."

¿Pero qué cristianismo habíamos vivido antes, si habíamos pasado uno al lado del otro con indiferencia -cuando no con desprecio y juzgándonos- mientras que nuestro destino era fundirnos en la unidad invocada por Cristo?

Con estos acentos nos parecía que Jesús arrojaba un lazo al Cielo y nos ligaba a nosotros, miembros dispersos en unidad - por él - con el Padre, y en unidad entre nosotros. Y el Cuerpo místico se nos desplegaba en toda su realidad, verdad y belleza.

"Como Tú, Padre, estás en mi y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros."

Como Jesús es uno con el Padre, así cada uno de nosotros habría tenido que ser uno con Jesús y, por consiguiente, uno con los otros: era un modo de vivir en el cual antes poco o nada habíamos pensado: un modo de vivir "a la Trinidad"...

"Para que el mundo crea que Tú me enviaste".

La conversión del mundo que nos rodeaba habría sido la consecuencia de nuestra unidad. Era tal vez por eso que, ya desde los albores del Movimiento, muchas almas volvían a Dios, sin que nosotros nos hubiéramos ocupado de convertirlas, sino sólo de mantener la unidad entre nosotros y de amarlas en Cristo.

"Yo les he dado la gloria que Tú me diste para que sean perfectamente uno y el mundo conozca que Tú me has enviado...."

Los hombres habrían creído en Cristo si nosotros éramos perfectos en la unidad. Por lo tanto teníamos que perfeccionarnos en esta vida. Habríamos tenido que posponer cualquier cosa a la unidad.

1943 también había sido el año de la Mystici Corporis: Cristo en el Papa Pío XII hacía escuchar la voz de su Testamento. ¿Será que Jesús, que vive en su Cabeza y en su Cuerpo, también nos empujó a nosotras a subrayar la exigencia de la unidad y a hacer así un regalo a muchos?

¡Unidad, unidad, todos uno! Tal vez en momentos en que la idea fundamental de Cristo se estaba volviendo, deformada y empobrecida de lo divino, la idea-fuerza de la revolución atea, Dios nos la quiso subrayar en el Evangelio.

No se sabe. Sólo se sabe que el Movimiento de los Focolares tuvo ese sello inconfundible y que para nosotros nada tiene más valor que la unidad: porque formó el sujeto del Testamento de Aquel que queremos amar por sobre todas las cosas; porque la experiencia que tenemos hasta aquí es rica y fecunda de frutos para el Reino de Dios, para Su Iglesia.

"Yo les di a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me amaste esté en ellos y yo también esté en ellos."

Jesús, después de haber dicho estas cosas, se dirigió con sus discípulos más allá del torrente Cedrón...

Benedicto XVI preside la celebración de la Penitencia en la Basílica Vaticana

El infierno es estar solo / Autor: Joseph Ratzinger

Texto inédito de Benedicto XVI

El infierno son los otros: la conocida frase de Sartre resume como pocas el vacío y el nihilismo modernos. En 1968, en la época en que el autor francés desarrolló su obra, un joven teólogo alemán, Joseph Ratzinger, pronunciaba en Munich una conferencia en la que defendía lo contrario: El infierno es estar solo. Ahora, sus palabras forman parte del libro Perché siamo ancora nella Chiesa (Por qué estamos aún en la Iglesia), recién publicado en Italia, con lecciones y textos inéditos de Benedicto XVI.

El artículo del Credo sobre el descenso del Señor a los infiernos nos recuerda que, de la revelación cristiana, forma parte no sólo el hablar de Dios, sino también su callar. Dios no sólo es la palabra comprensible, que se acerca a nosotros; también es la causa callada e inaccesible, incomprendida e incomprensible, huidiza. Ciertamente, en el cristianismo hay una primacía del logos, de la palabra con respecto al silencio: Dios ha hablado, Dios es la Palabra. Pero tampoco debemos olvidarnos del verdadero escondimiento de Dios. Sólo cuando lo hemos conocido como silencio, podemos esperar oír también su hablar, que emana de su silencio. La cristolog ía culmina en la Cruz, el momento de la tangibilidad del amor divino, en la muerte, en el silencio y en la oscuridad. En el grito de muerte de Jesús: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?", el secreto de Su descenso a los infiernos se hace visible como una lámpara en medio de la noche. No debemos olvidar que esta frase del Crucificado es el verso inicial de una oración de Israel, en la cual se resume de modo impresionante la necesidad y la esperanza del pueblo elegido de Dios, en apariencia profundamente abandonado por Él. Esta oración presentada como un grito en medio de la oscuridad de Dios acaba con una exaltación de Su grandeza.

El más terrible miedo y el más tremendo sufrimiento para el hombre

Se ha dicho que, en este artículo de fe, el término infierno sería sólo una traducción errónea de sheol (en griego: hades), palabra con la cual el hebreo definía aquella condición más allá de la muerte, que se imaginaba de un modo muy vago, como una especie de existencia en la sombra, más un no-ser que un ser. Por tanto, la frase habría significado originalmente que Jesús entró en el sheol, o sea que murió. Puede que esto sea verdad. Pero permanece la cuestión de qué es verdaderamente la muerte y qué sucede después, cuando alguien muere y penetra en el destino de la muerte. Todos nosotros debemos admitir nuestro embarazo ante esta pregunta. Pero quizá podríamos intentar un acercamiento partiendo del grito de Jesús. En esta última oración, así como en la escena del Monte de los Olivos, parece que el núcleo más profundo de su Pasión no es el dolor físico, sino su soledad radical, su completo abandono. En este punto aparece verdaderamente el abismo de la soledad del hombre como tal, del hombre que en lo más íntimo está solo. Esta soledad, que por lo general es cubierta de muchos modos, significa al mismo tiempo la más profunda contradicción en la esencia del ser humano, que no puede permanecer solo, sino que tiene necesidad de comunión. Por tanto, la soledad es la esfera del miedo. Aclarémoslo con un ejemplo. Si un niño debe caminar solo por un bosque en mitad de la noche, tiene miedo, también aunque se le haya demostrado que no tiene nada de lo que temer. En el momento en que está solo en la oscuridad y siente la soledad de manera radical, surge el miedo, el verdadero miedo del hombre, que no es miedo de algo, sino un miedo en sí mismo. El temor hacia algo determinado es, a fin de cuentas, algo inocuo; puede ser exorcizado alejando el objeto en cuestión. Lo que aquí tenemos es algo más profundo: el hecho de que el hombre, cuando encara la soledad definitiva, no tiene miedo de algo determinado, sino que tiene miedo de la soledad, de la inquietud y de la suspensión de la propia esencia, algo que no puede ser superado racionalmente. Es el estar a solas con la muerte, la siniestra sensación de la soledad en sí misma.

Cristo y la muerte

Debemos preguntarnos cómo puede ser superado un miedo así. El niño perderá su miedo en el momento en que haya una mano que lo tome y lo conduzca. También aquel que esté a solas con la muerte sentirá decrecer el impulso del miedo si alguien está con él. Debemos ir un poco más allá. Si existiese una soledad tal que ninguna palabra de otro pudiese llegar y tener un efecto transformante; si hubiese una suspensión de la existencia tan grave que en ese lugar no pudiera haber ningún tú, entonces tendría lugar esa verdadera y total soledad que el teólogo llama infierno. Lo que significa este término podemos definirlo precisamente así: una soledad en la cual no puede penetrar la palabra del amor, y que significa la verdadera suspensión de la existencia. En este contexto, es preciso recordar que los poetas y los filósofos de nuestro tiempo están convencidos de que todos los encuentros entre los hombres permanecen, sustancialmente, en la superficie; nadie tendría acceso a la verdadera profundidad del otro. Todo encuentro, aunque pueda parecer bello, a fin de cuentas no haría otra cosa que narcotizar la incurable herida de la soledad. En lo más íntimo y profundo de cada uno de nosotros habitaría el infierno, la desesperación, la soledad, que es tan indefinible como terrible. Sartre ha constituido su antropología sobre esta idea.

De hecho, una cosa es cierta. Hay una noche a cuyo abandono no llega ninguna voz; hay una puerta que podemos atravesar sólo en soledad: la puerta de la muerte. La muerte es la soledad por antonomasia. Pero aquella soledad en la cual el amor no puede penetrar es el infierno. Con esto nos situamos de nuevo en nuestro punto de partida. Cristo ha atravesado la puerta de nuestra última soledad; en su Pasión ha entrado en el abismo de nuestro ser abandonado. Allí donde no se puede escuchar ninguna voz, allí está Él. De este modo, el infierno está superado; o mejor: la muerte, que antes era el infierno, ya no lo es más. Ambas cosas no son ya lo mismo, porque en el corazón de la muerte está la vida, porque el amor habita en su corazón. El infierno es, o una clausura voluntaria o, como dice la Biblia, la segunda muerte.

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Fuente: Alfa y Omega

La muerte de Jesús en la Cruz: Él vive

Una meditación para fijar tus ojos en el Salvador del mundo. Jesús murió para que tengas vida y vida en abundancia.

El suicidio, primera causa de muerte femenina en España de 30 a 34 años, se relaciona con el aborto

Después de abortar, la tasa de suicidio se multiplica por tres; si comparamos con mujeres que dan a luz, se multiplica por 7.

Una encuesta elaborada por la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen) revela que el suicidio es la primera causa de muerte entre las mujeres de 30 a 34 años. La asociación No Más Silencio España ha señalado las relaciones entre estos suicidios, el aborto provocado y otros problemas de salud.

No Más Silencio había pedido públicamente (en el informativo de Telemadrid de Fernando Sánchez Dragó, el pasado 29 de noviembre) que se publicasen más datos sobre las tasas de suicidios en España. En una carta abierta a Gaspar Llamazares y otros políticos pro-aborto, No Más Silencio llamaba la atención sobre las graves secuelas del aborto para la mujer.

Entre las secuelas asociadas con el aborto está el suicidio. Se reclamaban al CIS los datos de suicidio juvenil, que creía ser la primera causa de muerte entre las jóvenes en España.

“Tres meses después, nuestras sospechas se han confirmado, pero no por parte del ente público responsable de ello, el CIS, sino gracias a la encuesta de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen) del año 2006, que muestra que el suicidio es la primera causa de muerte entre mujeres de 30 a 34 años”, afirma la directora de No Más Silencio, Pilar G.Vallejo.

España sigue el mismo patrón de otros países con altas tasas de aborto, que ven multiplicado por tres el número de suicidios femeninos tras un aborto. Esa tasa se multiplica por siete en comparación con las mujeres que dan a luz, incluso embarazos no-deseados.

Estos datos proceden de estudios epidemiológicos internacionales que figuran en su página web de http://www.nomassilencio.com/ .

Ese mismo estudio del Semergen confirma también otras secuelas que No Más Silencio apuntaba en su carta abierta a los políticos abortistas:

- la violencia doméstica (la encuesta revela que una de cada tres mujeres pide ayuda al médico por ser víctima de violencia doméstica),

- graves trastornos alimentarios (anorexia y bulimia),

- la adicción al tabaco, alcohol y otras drogas,

- disfunciones sexuales,

- y un empeoramiento general de su salud, con un 25% que sufren de patologías crónicas, entre las cuales figuran los problemas cardiovasculares que causan la muerte a un 45% de mujeres. Todos estos datos coinciden con los de estudios internacionales reflejados en http://www.nomassilencio.com/ .

Según este estudio del Semergen, las mujeres españolas sufren cada vez más soledad, pobreza y dependencia, llegando a la conclusión de que “la salud de las féminas españolas ha empeorado, al incorporar ellas todos los hábitos masculinos sin que se haya hecho nada más que mucha demagogia por la conciliación laboral y familiar”, apuntó el presidente del Semergen, Dr. Zarco al presentar los resultados.

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Fuente: Forum Libertas

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Las depresiones hacen del suicidio la tercera causa de muerte entre los adolescentes

http://www.forumlibertas.com/frontend/forumlibertas/noticia.php?id_noticia=767

Jóvenes japoneses se citan para suicidarse juntos

http://www.forumlibertas.com/frontend/forumlibertas/noticia.php?id_noticia=2998

Orgullo de maternidad: mujeres que la reivindican

http://www.forumlibertas.com/frontend/forumlibertas/noticia.php?id_noticia=10424

Fundación Madrina: “El 90% de las embarazadas que atendemos sufren ‘mobbing maternal’ en su trabajo”

http://www.forumlibertas.com/frontend/forumlibertas/noticia.php?id_noticia=10500

8 costes sociales del divorcio: a la sociedad le conviene evitarlos

http://www.forumlibertas.com/frontend/forumlibertas/noticia.php?id_noticia=9589

10 riesgos de vivir en pareja sin casarse: cohabitar aumenta el riesgo de ruptura

http://www.forumlibertas.com/frontend/forumlibertas/noticia.php?id_noticia=9217

Las 10 ventajas del matrimonio y la familia natural sobre cualquier otra opción

http://www.forumlibertas.com/frontend/forumlibertas/noticia.php?id_noticia=6886

El «diálogo de la vida» / Autora: Chiara Lubich

Uno de los últimos mensajes de Chiara Lubich fundadora de los Focolares

Publicamos uno de los últimos mensajes de Chiara Lubich, Fundadora de los Focolares, fallecida este viernes en Rocca di Papa, cerca de Roma. Lo redactó al recibir el dotorado honoris causa por la Liverpool Hope University (Gran Bretaña) el 23 de enero de 2008


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Aún si por motivos de salud no puedo estar presente, para mí es un gran honor recibir la licenciatura honoris causa en Teología de la Liverpool Hope University, la única universidad ecuménica que existe en Europa.

Este acontecimiento me une de modo especial a la «Liverpool ecuménica» que tuve el privilegio de conocer hace más de cuarenta años. Recuerdo mi primera visita a Liverpool, el 17 de noviembre de 1965, en la Catedral anglicana. Creo que era la primera vez que una laica, católica romana, hablaba en tal lugar.

Ese día escribí en mi Diario: «Esta mañana hemos atravesado Liverpool. Las dos catedrales: una, anglicana, ya terminada, la otra, católica, en construcción, están ligadas entre sí por Hope Street, la calle de la Esperanza». También hoy es la Esperanza la que nos acoge, nos abraza y abre horizontes nuevos para un futuro de unidad y de paz para todos.

Unidad es la palabra clave que informa todo nuestro Movimiento y vuestra --ahora puedo decir «nuestra»-- Liverpool Hope University. Con gratitud he sabido que el campus de la Universidad ha sido muchas veces un lugar de encuentro para el Movimiento, y en él nuestros miembros han trabajado y estudiado. En junio, en Liverpool -este año capital europea de la cultura- se desarrollará «The Big Hope» (La Gran Esperanza) para miles de jóvenes provenientes de todo el mundo; nuestro Movimiento participará con interés.

Me parece que tiene profundo significado el que esta ceremonia se desarrolle en la semana de oración por la unidad de los cristianos. Estamos acercándonos a 2010, centenario del nacimiento en Edimburgo del moderno Movimiento ecuménico, e Iglesias y ecumenistas están examinando en qué punto se encuentran las relaciones ecuménicas, hay muchas señales de optimismo, en medio de tensiones y problemas. El mundo ecuménico se enfrenta a una situación que cambia: a algunos se les presenta como un invierno, a otros como una primavera, para otros es una crisis.

Se habla de otra configuración del movimiento ecuménico y surge la exigencia de un nuevo camino. Y es en este contexto que se menciona el «diálogo de la vida», capaz de llevar adelante la actual situación ecuménica, un humus sobre el cual puedan desarrollarse las varias expresiones del ecumenismo. Es una realidad -lo sé bien- que está en el corazón de la Liverpool Hope University. Y esto ofrece un testimonio creíble a los seguidores de otras religiones, en un diálogo interreligioso muy prometedor.

El Movimiento, nacido en Italia en 1943, siempre quiso tener como línea guía el Evangelio. Desde 1960 ha despertado el interés de cristianos de otras Iglesias. En efecto, el Canónigo Bernard Pawley --observador anglicano inglés en el Concilio Vaticano II-- definió el Movimiento de los Focolares «un manantial de agua viva brotado del Evangelio». Esta espiritualidad también fue definida «espiritualidad de comunión».

Viviendo el Evangelio juntos, en lo cotidiano, nació una comunidad de hermanos y hermanas que se reconocen hijos del único Padre, que es Amor. Es una vida que pone de relieve la presencia de Jesús entre los que están unidos en Su nombre, (Cf. Mateo 18,20) dando lugar a un desarrollo ecuménico inesperado. Ofrece su contribución específica a la plena comunión entre las Iglesias. Porque Jesús en medio de nosotros vivifica su Cuerpo místico, la Iglesia, con Él entre nosotros nos convertimos en «células vivas» del mismo.

Pero como sabemos, tender a la unidad no es fácil. Para realizar las palabras «Que todos sean uno» (cf. Juan17,21), Jesús en la cruz con su grito «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mateo 27,46) revela su amor ilimitado hacia todos, y nos indica el camino de la unidad para revivirlo, para imitarlo. Gracias a Jesús abandonado, reconocido y acogido en cada dolor y desunidad como nuestro único bien (Salmo16,2) la unidad no es más una utopía.

En estos años la vida ecuménica del Movimiento ha sido bendecida por las autoridades católicas y alentada por los responsables de otras Iglesias, incluso con reconocimientos públicos. Aquí en Inglaterra, por ejemplo, por un verdadero privilegio, he conocido a los Arzobispos de Canterbury, desde Michael Ramsey a Rowan Williams, y me reuní en varias ocasiones con el Cardenal Hume y el Cardenal Murphy-O'Connor, que me alentaron a llevar adelante el empeño ecuménico.

Ahora, después de años de vida ecuménica, vemos recortarse cada vez mejor nuestra específica contribución: el «diálogo de la vida». Hemos tomado precisa conciencia de esta contribución en Londres, en 1996, cuando me reuní con más de mil personas de nuestro Movimiento de Gran Bretaña e Irlanda. A pesar de la falta de la comunión plena entre las Iglesias, advertí que entre estas personas -anglicanos, católicos, metodistas, bautistas, miembros de las Iglesias libres- lo que nos unía era más fuerte que las diferencias. Éramos un corazón solo y un alma sola por el Evangelio de la unidad que vivimos juntos, una porción de cristiandad viva. Conociéndonos y viviendo la misma espiritualidad, teniendo a Jesús y su luz entre nosotros, se valoraba al máximo el hecho de ser todos miembros del Cuerpo místico de Cristo por el común bautismo.

Este modo de vivir construye «el diálogo de la vida» porque compone un único pueblo cristiano que abraza a laicos, religiosos, sacerdotes, pastores, obispos. El «diálogo de la vida» no se contrapone o yuxtapone al de los responsables de las Iglesias, sino que es un diálogo constructivo del que todos los cristianos pueden participar. Es como levadura en el Movimiento ecuménico que reaviva entre todos el sentido que -siendo cristianos y bautizados, con la posibilidad de amarnos- todos podemos contribuir a la realización del Testamento de Jesús: «Que todos sean uno».

En algunos lugares se puede ver este diálogo traducido en vida las 24 horas del día. Cito por ejemplo Ottmaring, en Alemania, una ciudadela ecuménica fundada hace 40 años con la comunidad de la Brudershaft evangélico-luterana; aquí en Inglaterra, Welwyn Garden City, donde desde hace más de 20 años, anglicanos y católicos viven juntos el Evangelio; en Italia, cerca de Florencia, Loppiano, donde en noviembre próximo se abrirá la primera Universidad del Movimiento, y también en otros sitios.

Para concluir quisiera poner de relieve algunas frases de vuestro específico perfil, que me han impactado profundamente: «Liverpool Hope University quiere ser: «una comunidad académica..., un signo de esperanza, enriquecida por los valores cristianos... che estimula la comprensión del cristianismo, abierta a personas de otros credos, promoviendo la armonía religiosa y social»; trata de «contribuir con la vida educativa, religiosa, cultural, social y económica». Si la Liverpool Hope University permanece fiel a este desafío es en verdad un signo de esperanza.

Señor canciller, vicecanciller, pro canciller, ilustres huéspedes, graduados, señoras y señores:

Una vez más mi agradecimiento más sentido a todos los componentes de la Liverpool Hope University por el doctorado en Teología que recién me han conferido, que reconoce el trabajo del Movimiento de los Focolares en el campo ecuménico y del diálogo interreligioso.

Es mi deseo --si me lo permiten, ahora que formo parte de la Liverpool Hope University-- que desde ahora en adelante podamos colaborar para llevar adelante juntos esta misión que nos acomuna: contribuir a la realización del Testamento de Jesús: «Que todos sean uno». De este modo «nuestra» Universidad será cada vez más una luz grande para muchos.

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Traducción distribuida por el Movimiento de los Focolares

Amarte Mas - Julissa

El alimento que sacia / Autora: Chiara Lubich

La meditación póstuma escrita por Chiara Lubich para el mes de marzo
«Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra» (Jn 4, 34).

He aquí una Palabra maravillosa que, en cierto modo, todo cristiano puede repetirse a sí mismo y, si la pone en práctica, puede llevarlo muy lejos en el Santo Viaje de la vida.

Jesús, sentado junto al pozo de Jacob, en Samaría, está terminando su coloquio con la samaritana. Los discípulos, que habían vuelto de la ciudad cercana adonde habían ido a buscar provisiones, se extrañan de que el Maestro esté hablando con una mujer, pero ninguno le pregunta por qué lo hace; y cuando la samaritana se marcha, lo llaman para comer. Jesús intuye sus pensamientos y les explica qué es lo que lo motiva, y dice: «Yo tengo que comer un alimento que vosotros no sabéis».

Los discípulos no entienden: piensan en el alimento material y se preguntan uno a otro si, en su ausencia, alguien le ha traído algo al Maestro. Entonces Jesús dice abiertamente:

«Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra»

Todos los días necesitamos alimentarnos para mantenernos vivos. Jesús no lo niega. Y aquí habla precisamente de alimento, o sea, de una necesidad natural, pero lo hace para afirmar la existencia y la exigencia de otro alimento, un alimento más importante del que Él no puede prescindir.

Jesús ha bajado del Cielo para hacer la voluntad del que lo ha enviado y cumplir su obra. No tiene pensamientos ni proyectos propios, sino los de su Padre. Las palabras que dice y las obras que realiza son las del Padre; no hace su voluntad, sino la de Aquel que lo ha mandado. Ésta es la vida de Jesús. Obrar así sacia su hambre. Haciendo así se alimenta.

La plena adhesión a la voluntad del Padre caracteriza toda su vida, hasta la muerte en cruz, donde llevará verdaderamente a cumplimiento la obra que el Padre le ha confiado.

«Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra»

Jesús considera que hacer la voluntad del Padre es su alimento, porque realizándola, "asimilándola", "comiéndosela", identificándose con ella recibe la Vida de ella.

Y ¿cuál es la voluntad del Padre, la obra suya que Jesús debe llevar a cumplimiento?

Es darle al hombre la salvación, darle la Vida que no muere.

Y un poco antes, con su coloquio y con su amor, Jesús le ha comunicado a la samaritana una semilla de esta Vida. Los discípulos verán pronto germinar esta Vida y extenderse, porque la samaritana va a comunicar a otros samaritanos la riqueza que ha descubierto y recibido: «Venid a ver a un hombre... ¿No será el Cristo?»1.

Y Jesús, al hablar con la samaritana, desvela el plan de Dios que es Padre: que todos los hombres reciban el don de su vida. Ésta es la obra que le urge a Jesús cumplir, para luego confiársela a sus discípulos, a la Iglesia.

«Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra»

¿Podemos vivir nosotros también esta Palabra tan propia de Jesús, de manera que reflejemos muy especialmente su ser, su misión, su celo?

¡Ciertamente! Será necesario que vivamos nuestro ser hijos del Padre por la Vida que Cristo nos ha comunicado y que alimentemos nuestra vida con su voluntad.

Podemos hacerlo cumpliendo en cada momento lo que Él quiere de nosotros, realizándolo de manera perfecta, como si no tuviésemos otra cosa que hacer. De hecho, Dios no quiere más.

Alimentémonos, por tanto, de lo que Dios quiere de nosotros momento a momento y experimentaremos que obrar de este modo nos sacia; nos da paz, alegría y felicidad; nos da un anticipo -no es exagerado decirlo- de beatitud.

Así también nosotros ayudaremos a Jesús, día a día, a cumplir la obra del Padre.

Será el mejor modo de vivir la Pascua.
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La figura Evangélica de San José / Autor: Juan Pablo II

Mañana sábado día 15 de marzo se celebra la festividad de San José, puesto que el día 19 es Miércoles Santo. Por eso publicamos la meditación de Juan Pablo II realizada el 19 de marzo de 1980.

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«José, hijo de David, no temas recibir en tu casa a María, tu esposa, pues lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús, porque salvará al pueblo de sus pecados» (Mt 1,20_21).

Encontramos estas palabras en el capítulo primero del Evangelio de San Mateo. Ellas _sobre todo en la segunda parte_ son muy semejantes a las que escuchó Miriam, esto es, María, en el momento de la Anunciación. Dentro de unos días _el 25 de marzo_ recordaremos en la liturgia de la Iglesia el momento en que esas palabras fueron dichas en Nazaret «a una virgen desposada con un varón de nombre José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María» (Lc 1,27).

La descripción de la Anunciación se encuentra en el Evangelio de San Lucas. Seguidamente, Mateo hace notar de nuevo que, después de las nupcias de María con José, «antes de que conviviesen, se halló haber concebido María del Espíritu Santo» (Mt 1,18).

Así, pues, se realizó en María el misterio que había tenido su comienzo en el momento de la Anunciación, en el momento en que la Virgen respondió a las palabras de Gabriel: «He aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). A medida que el misterio de la maternidad de María se revelaba a la conciencia de José, él, «siendo justo, no quiso denunciarla y resolvió repudiarla en secreto» (Mt 1,19), así dice la descripción de Mateo. Y precisamente entonces, José, esposo de María y ya su marido ante la ley, recibe su «Anunciación» personal.

Oye durante la noche las palabras que hemos citado antes, las palabras, que son explicación y al mismo tiempo invitación de parte de Dios: «no temas recibir en tu casa a María» (Mt 1,20).

Al mismo tiempo, Dios confía a José el misterio, cuyo cumplimiento habían esperado desde hacía muchas generaciones la estirpe de David y toda la «casa de Israel», y a la vez le confía todo aquello de lo que depende la realización de este misterio en la historia del Pueblo de Dios. Desde el momento en que estas palabras llegaron a su conciencia, José se convierte en el hombre de la elección divina: el hombre de una particular confianza. Se define su puesto en la historia de la salvación. José entra en este puesto con la sencillez y humildad, en las que se manifiesta la profundidad espiritual del hombre; y él lo llena completamente con su vida. «Al despertar José de su sueño _leemos en Mateo_, hizo como el ángel del Señor le había mandado» (Mt 1,24). En estas pocas palabras está todo. Toda la decisión de la vida de José y la plena característica de su santidad. «Hizo». José, al que conocemos por el Evangelio, es hombre de acción. Es hombre de trabajo. El Evangelio no ha conservado ninguna palabra suya. En cambio, ha descrito sus acciones: acciones sencillas, cotidianas, que tienen a la vez el significado límpido para la realización de la promesa divina en la historia del hombre; obras llenas de la profundidad espiritual y de la sencillez madura.

Así es la actividad de José, así son sus obras, antes de que le fuese revelado el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, que el Espíritu Santo había obrado en su Esposa. Así es también la obra ulterior de José cuando _sabiendo ya el misterio de la maternidad virginal de María_ permanece junto a Ella en el período precedente al nacimiento de Jesús, y sobre todo en las circunstancias de la Navidad.

Luego vemos a José en el momento de la presentación en el templo y de la llegada de los Reyes Magos de Oriente. Poco después comienza el drama de los recién nacidos en Belén. José es llamado de nuevo e instruido por la voz de lo Alto sobre cómo debe comportarse.

Emprende la huida a Egipto con la Madre y el Niño.

Después de un breve tiempo, el retorno a la Nazaret natal. Finalmente, allí encuentra su casa y su taller, adonde hubiera vuelto antes si no se lo hubiesen impedido las atrocidades de Herodes. Cuando Jesús tiene doce años, va con él y con María a Jerusalén.

En el templo de Jerusalén, después que los dos encontraron a Jesús perdido, José oye estas misteriosas palabras: «¿No sabíais que es preciso que me ocupe en las cosas de mi Padre?» (Lc 2,49).

Así hablaba el niño de doce años, y José, lo mismo que María, saben bien de Quién habla.

No obstante, en la casa de Nazaret, Jesús les estaba sumiso (cf. Lc 2,51): a los dos, a José y a María, tal como un hijo está sumiso a sus padres. Pasan los años de la vida oculta de la Sagrada Familia de Nazaret. El Hijo de Dios _enviado por el Padre_ está oculto para el mundo, oculto para todos los hombres, incluso para los más cercanos. Sólo María y José conocen su misterio. Viven en su círculo. Viven este misterio cada día. El Hijo del Eterno Padre pasa, ante los hombres, por hijo de ellos; por «el hijo del carpintero» (Mt 13,55). Al comenzar el tiempo de su misión pública, Jesús recordará, en la sinagoga de Nazaret, las palabras de Isaías que en aquel momento se cumplían en Él, y los vecinos y los paisanos dirán: «¿No es el hijo de José?» (cf. Lc 4,16_22).

El Hijo de Dios, el Verbo Encarnado, durante los treinta años de la vida terrena permaneció oculto: se ocultó a la sombra de José. Al mismo tiempo, María y José permanecieron escondidos en Cristo, en su misterio y en su misión. Particularmente José, que _como se puede deducir del Evangelio_ dejó el mundo antes de que Jesús se revelase a Israel como Cristo, y permaneció oculto en el misterio de aquel a quien el padre celestial le había confiado cuando todavía estaba en el seno de la Virgen, cuando le había dicho por medio del ángel: «No temas recibir en tu casa a María, tu esposa» (Mt 1,20).

Eran necesarias almas profundas _como Santa Teresa de Jesús_ y los ojos penetrantes de la contemplación para que pudiesen ser revelados los espléndidos rasgos de José de Nazaret: aquel de quien el Padre celestial quiso hacer, en la tierra, el hombre de su confianza.

Sin embargo, la Iglesia ha sido siempre consciente, y lo es hoy especialmente, de cuán fundamental ha sido la vocación de ese hombre: del esposo de María, de aquel que, ante los hombres, pasaba por el padre deJesús y que fue, según el espíritu, una encarnación perfecta de la paternidad en la familia humana y al mismo tiempo sagrada. Bajo esta luz, los pensamientos y el corazón de la Iglesia, su oración y su culto, se dirigen a José de Nazaret. Bajo esta luz, el apostolado y la pastoral encuentran en él un apoyo para ese amplio y simultáneamente fundamental campo que es la vocación matrimonial y de los padres, toda la vida en familia, llena de la solicitud sencilla y servicial del marido por la mujer, del padre y de la madre por los hijos _la vida en la familia_, en esa «Iglesia más pequeña» sobre la cual se construye cada una de las Iglesias.

Y puesto que en el corriente año nos preparamos para el Sínodo de los Obispos, cuyo tema es De muneribus familiae christianae, sentimos tanto más la necesidad de la intercesión de San José y de su ayuda en nuestros trabajos.

La Iglesia, que, como sociedad del Pueblo de Dios, se llama a sí misma también la Familia de Dios, ve igualmente el puesto singular de San José en relación con esta gran Familia, y lo reconoce como su Patrono particular. Esta meditación despierta en nosotros la necesidad de la oración por intercesión de aquel en quien el Padre celestial ha expresado, sobre la tierra, toda la dignidad espiritual de la paternidad. La meditación sobre su vida y las obras, tan profundamente ocultas en el misterio de Cristo y, a la vez, tan sencillas y límpidas, ayude a todos a encontrar el justo valor y la belleza de la vocación, de la que cada una de las familias humanas saca su fuerza espiritual y su santidad."

Miles de niños se prostituyen en las minas de diamantes de RDC para poder sobrevivir

ONG’s denuncian también la utilización generalizada y sistemática de menores como combatientes en la República Democrática del Congo

Ser niño en algunas zonas de la República Democrática del Congo (RDC) equivale a ser explotado sexualmente o como combatiente en cualquiera de los bandos enfrentados en una guerra en la que la población civil se lleva la peor parte.

Miles de menores de 18 años no tienen otra alternativa que la prostitución para poder sobrevivir en las minas de diamantes de la RDC, según denuncia la organización Save the Children. Por su parte, Amnistía Internacional (AI) también advierte de la utilización generalizada y sistemática de niños como combatientes por parte de las diferentes facciones en lucha en ese país.

Save the Children informa sobre los miles de pequeños que viven de la prostitución y de la búsqueda de piedras preciosas en las minas de diamantes que rodean la localidad de Mbuji Mayi, capital de la república de Kasai Oriental, en el centro-sur de la RDC, según informó Radio Okapi, la emisora de la misión de la ONU (MONUC).

En profundas galerías o prostituyéndose

En la mina de diamantes de Matempu, en Bakwa Tshimuna, a 15 kilómetros al suroeste de Mbuji Mayi, cientos de niños trabajan en las profundas galerías y cientos de niñas se dedican a la prostitución.

“Yo llegué aquí a causa del sufrimiento en casa, no había para comer y vine aquí para alimentar a la familia”, declaró a la emisora un niño que lleva dos años en la mina.

“Tengo 14 años y vivo en los dormitorios, donde ejerzo la prostitución. Llegué tras la muerte de mi madre, mi padre no se ocupaba de mí”, explicó una niña..

Para intentar que testimonios como éstos no vuelvan a reproducirse, Save the Children tiene un programa de formación para cien niños salidos de la mina a fin de intentar solucionar su situación, tal como explica Radio Okapi.

Al mismo tiempo, la división provincial de Asuntos Sociales asegura que ya ha comenzado a sensibilizar a los responsables de las minas y de las iglesias para mejorar la situación de los niños.

Testimonios espeluznantes

Por otra parte, Amnistía Internacional denuncia que la RDC registra una de las tasas más altas de niños soldado en todo el mundo. Los testimonios y entrevistas que AI ha obtenido de niños que han conseguido escapar de cualquiera de los bandos enfrentados son espeluznantes.

Tras siete años de conflicto casi interrumpido en la República Democrática del Congo más de tres millones de personas han muerto sólo desde 1998, la mayoría de ellos hombres, mujeres y niños civiles.

El conflicto también se ha visto contaminado por la utilización generalizada y sistemática de niños como combatientes por parte de todas las facciones en lucha, según publica MundoSolidario,org, en referencia a un informe de AI.

Estos menores suelen recibir un trato violento durante su entrenamiento y en algunos campos se han registrado muertes de niños debido a las deplorables condiciones en que vivían. A menudo se les envía a las líneas de combate, donde se les obliga a ir en avanzadilla para detectar la presencia de tropas enemigas, hacer de guardaespaldas de sus jefes militares, o se les convierte en esclavos sexuales.

Se utiliza asimismo tanto a niños como a niñas para transportar los pertrechos, el agua y los alimentos, o como cocineros. A algunos se les ha obligado a matar a miembros de sus propias familias, y a otros a participar en actos sexuales y de canibalismo con los cadáveres de los enemigos muertos en los combates. A menudo se les administran drogas y alcohol para contener su emotividad cuando cometen estos crímenes.

En muchos casos, la falta de alternativas de los ex combatientes los ha devuelto rápidamente al conflicto armado o a caer en la prostitución, los delitos menores, el alcohol o las drogas, en una nueva búsqueda de protección y sustento.

A los involucrados en el conflicto

El informe de AI advierte de que es deber del gobierno de transición y unidad nacional de la República Democrática del Congo, de los dirigentes de los grupos armados y las milicias no representados en ese gobierno, así como de los gobiernos extranjeros involucrados en el conflicto, dar órdenes estrictas a las tropas que se encuentran bajo su mando para garantizar que se pone fin inmediatamente al reclutamiento, la formación y la utilización de menores de 18 años como combatientes.

Para poder abordar la cuestión de la impunidad de los responsables de estas prácticas ha de ponerse a disposición de la justicia a los sospechosos de reclutar y utilizar a niños soldados.

Como crímenes de guerra que son, el reclutamiento y la utilización de niños soldados constituyen delitos contra el conjunto de la comunidad internacional, no sólo contra los niños de la República Democrática del Congo y, por consiguiente, la comunidad internacional tiene la responsabilidad jurídica de ayudar al gobierno de transición del país a reforzar su sistema judicial y poner a sus autores a disposición de la justicia.

Además de la abolición legal del reclutamiento y la utilización de menores en los conflictos armados, deben ponerse en marcha iniciativas encaminadas al desarrollo económico y la consolidación de la paz, con el fin de establecer programas sostenibles de desmovilización y rehabilitación.

Los años que los niños de la República Democrática del Congo han pasado en las fuerzas armadas, formándose sobre todo en el arte de la violencia, dejarán un legado que, de no abordarse debidamente, tendrá un efecto pertinaz en el país y en sus ciudadanos

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Fuente: Forum Libertas
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