Elige tu idioma

Bienvenido a Escuchar y a Dar

Este blog, no pretende ser un diario de sus autores. Deseamos que sea algo vivo y comunitario. Queremos mostrar cómo Dios alimenta y hace crecer su Reino en todo el mundo.

Aquí encontrarás textos de todo tipo de sensibilidades y movimientos de la Iglesia Católica. Tampoco estamos cerrados a compartir la creencia en el Dios único Creador de forma ecuménica. Más que debatir y polemizar queremos Escuchar la voluntad de Dios y Dar a los demás, sabiendo que todos formamos un sólo cuerpo.

La evangelización debe estar centrada en impulsar a las personas a tener una experiencia real del Amor de Dios. Por eso pedimos a cualquiera que visite esta página haga propuestas de textos, testimonios, actos, webs, blogs... Mientras todo esté hecho en el respeto del Amor del Evangelio y la comunión que siempre suscita el Espíritu Santo, todo será públicado. Podéís usar los comentarios pero para aparecer como texto central enviad vuestras propuestas al correo electrónico:

escucharlavoz@yahoo.es

Oremos todos para que la sabiduría de Jesús Resucitado presida estas páginas y nos bendiga abundamente.

Página web de Escuchar la Voz del Señor

Página web de Escuchar la Voz del Señor
Haz clic sobre la imagen para verla
Mostrando entradas con la etiqueta Video noticia vida espiritual. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Video noticia vida espiritual. Mostrar todas las entradas

lunes, 31 de marzo de 2008

Una palabra para Juan Pablo II

Mil radicales abortistas agreden contra un mitin pro-vida en Bolonia: 15 personas con contusiones

El periodista pro-vida Giuliano Ferrara sale escoltado por antidisturbios mientras los violentos tiran monedas, huevos, tomates y sillas de bar.
Giuliano Ferrara, el periodista excomunista y agnóstico que promueve la Moratoria Mundial contra el Aborto, acudió a Bolonia a apoyar el mitin de su lista de candidatos que se presentan a las próximas y cercanas elecciones italianas, la fuerza pro-vida "Aborto? No, grazie" (programa y lista de candidatos en: http://www.ilfoglio.it/lista .

Al mitin vino una manifestación pro-aborto de unas mil personas, la mayoría jóvenes, que silbaban y abucheaban y gritaban lemas abortistas y del feminismo radical, impidiendo hablar a los candidatos.

Cuando se dio el paso a la intervención de Ferrara los manifestantes ganaron en violencia, empezaron a presionar al cordón policial y arrojaron huevos y tomates contra los pro-vida.

Según el diario La Reppublica, mientras Ferrara lamentaba el aborto con voz potente ("el aborto es una cosa arcaica, escuálida, miserable y ancestral") "de la plaza volaban huevos, monedas, botellas de agua". A Ferrara le alcanzó un huevo: "lo tomo como una medalla", dijo el periodista. Incluso recogió algún tomate y lo devolvió a los agresores.


Los candidatos pro-vida finalmente decidieron dejar el estrado y en ese momento los violentos cargaron contra la estructura y contra el mismo Ferrara, que era protegido por la policía. En este momento volaron sillas de un bar cercano y hubo empujones y golpes. La policía empleó las porras contra la muchedumbre violenta que parecía querer linchar al periodista pro-vida.

El coche en el que marchó fue agredido y le rompieron un faro y provocaron abolladuras. El saldo de la acción violenta, por suerte, fue de tan sólo unas 15 personas con contusiones poco importantes.

Un video filmado desde la perspectiva de los agresores está colgado en YouTube y permite ver en parte cómo se desarrollaron los hechos. Dura 4 minutos y la violencia se acelera en el minuto tres.

Puede verse aquí haciendo click sobre las imagenes:



"Mientras los carabineros estén ahí para frenar a los extremistas de la izquierda cuando intentan linchar a los del otro bando, este será un país democrático. Si se hubieran salido con la suya lo miraría de otra forma, pero no lo consiguieron", comentó Ferrara al diario digital Affaritaliani.it.

De hecho, si Ferrara ya salía bastante en televisión (es un tertuliano popular desde hace muchos años), este acontecimiento ha dado más relevancia aún a su lista pro-vida, que por las características del sistema electoral italiano, favorables a los partidos pequeños, tiene posibilidades de obtener representación parlamentaria.


La policía al final tuvo que recurrir a las porras
ante el empuje de la muchedumbre violenta


El alcalde de Bolonia, el comunista Sergio Cofferati, pidió perdón a Ferrara y lo lamentó: "esto que ha pasado hoy en Bolonia es un daño objetivo para la ciudad y su historia de democracia y tolerancia", recriminó a los manifestantes violentos.

Menos educado fue el europarlamentario izquierdista Achille Occhetto, al definir como "insoportable" la "violencia de las palabras" usadas por Giuliano Ferrara. Aunque condenó el ataque de los radicales violentos aprovechó para protestar por lo que más le duele: pidió que se calculase el tiempo que las televisiones están dedicando a la campaña de Ferrara y que "se le restituya a las mujeres y las asociaciones que están mudas".

Excepto por Occhetto, los comentarios que ha recibido Ferrara han sido de apoyo y de condena a la violencia de los manifestantes pro-aborto. El presidente del Consejo, Romano Prodi, ha escrito a Ferrara: "la agresión de la que has sido objeto me ofende por partida doble: como hombre de gobierno, que siempre debe vigilar estos fenómenos con ojos atentos para evitar derivas violentas en la sociedad y como ciudadano boloñés".

En España aún no se han dado casos de manifestaciones abortistas con agresiones a pro-vida. Tampoco es común ver gente joven en las manifestaciones pro-aborto, que en España reúnen sobre todo a señoras de cincuenta años y feministas radicales de edad avanzada.


------------------------------------------
Otros artículos relacionados:

Giuliano Ferrara, un agnóstico ex-comunista, dirige la Moratoria Mundial contra el Aborto

http://www.forumlibertas.com/frontend/forumlibertas/noticia.php?id_noticia=10336

Lenin Raghavarshi, ateo y activista de derechos humanos, apoya en la India la Moratoria Mundial contra el aborto

http://www.forumlibertas.com/frontend/forumlibertas/noticia.php?id_noticia=10024

En España las manifestaciones pro-aborto también son groseras e insultantes:

http://www.forumlibertas.com/frontend/forumlibertas/noticia.php?id_noticia=10077

800 homicidios y 7.000 delitos de activistas pro-aborto desde 1965

http://www.forumlibertas.com/frontend/forumlibertas/noticia.php?id_noticia=6475

Informe completo en inglés sobre la violencia del movimiento abortista está aquí:

http://abortionviolence.com/

------------------

Fuente: Forum Libertas

domingo, 30 de marzo de 2008

Juan Pablo II no nos ha dejado nunca solos



Se cumplen tres años de la muerte de Juan Pablo II: sucedió el 2 de abril de 2005 a las 21: 37 p.m.


Casi una autobiografía de Juan Pablo II


Benedicto XVI: una excepcional capacidad mística caracterizó a Juan Pablo II

miércoles, 26 de marzo de 2008

Primera iglesia católica en Qatar inaugurada con la presencia de 6000 fieles

Juan Pablo II y Faustina Kowalska, apóstoles de la Divina Misericordia / Autor:Benedicto XVI

Intervención con motivo del Regina Caeli

Publicamos la intervención que pronunció Benedicto XVI este domingo al rezar la oración mariana del Regina Caeli junto a miles de peregrinos congregados en el patio de la residencia pontificia de Castel Gandolfo.

* * *


Queridos hermanos y hermanas:

Durante el Jubileo del año 2000, el querido siervo de Dios Juan Pablo II estableció que en toda la Iglesia el domingo después de Pascua, además de domingo in Albis, fuera denominado domingo de la Divina Misericordia. Lo hizo en concomitancia con la canonización de Faustina Kowalska, humilde religiosa polaca, nacida en 1905 y fallecida en 1938, celosa mensajera de Jesús misericordioso.

La misericordia es en realidad el núcleo central del mensaje evangélico, es el nombre mismo de Dios, el rostro con el que Él se ha revelado en la antigua Alianza y plenamente en Jesucristo, encarnación del Amor creador y redentor. Este amor de misericordia ilumina también el rostro de la Iglesia, y se manifiesta ya sea a través de los sacramentos, en particular el de la Reconciliación, ya sea con obras de caridad, comunitarias e individuales.

Todo lo que dice y hace la Iglesia manifiesta la misericordia que Dios siente por el hombre. Cuando la Iglesia tiene que recordar una verdad descuidada, o un bien traicionado, lo hace siempre movida por el amor misericordioso, para que los hombres tengan vida y la tengan en abundancia (Cf. Juan 10, 10). De la misericordia divina, que pacifica los corazones, surge, además, la auténtica paz en el mundo, la paz entre los pueblos, culturas y religiones.

Al igual que sor Faustina, Juan Pablo II se convirtió a su vez en apóstol de la Divina Misericordia. En la noche del inolvidable sábado 2 de abril de 20005, cuando cerró los ojos a este mundo, se celebraba precisamente la vigilia del segundo domingo de Pascua, y muchos observaron la singular coincidencia, que unía en sí la dimensión mariana --primer sábado del mes-- y la de la Divina Misericordia.

De hecho, su largo y multiforme pontificado encuentra aquí su núcleo central; toda su misión al servicio de la verdad sobre Dios y sobre el hombre y de la paz en el mundo se resume en este anuncio, como él mismo dijo en Cracovia-Lagiewniki en 2002, al inaugurar el gran Santuario de la Divina Misericordia: «Fuera de la misericordia de Dios no hay otra fuete de esperanza para los seres humanos». Su mensaje, como el de santa Faustina, presenta el rostro de Cristo, revelación suprema de la Misericordia de Dios. Contemplar constantemente ese Rostro: esta es la herencia que nos ha dejado, que acogemos con alegría y hacemos nuestra.

Sobre la Divina Misericordia se reflexionará de manera especial en los próximos días, con motivo del primer Congreso Apostólico Mundial de la Divina Misericordia, que tendrá lugar en Roma y se inaugurará con la santa misa que, si Dios quiere, presidiré en la mañana del miércoles 2 de abril en el tercer aniversario del fallecimiento del siervo de Dios, Juan Pablo II. Pongamos el Congreso bajo la celestial protección de María santísima, Mater Misericordiae. Le encomendamos la gran causa de la paz en el mundo para que la Misericordia de Dios realice lo que es imposible hacer únicamente con las fuerzas humanas, e infunda la valentía del diálogo y de la reconciliación.

[Al final de la oración mariana el Papa saludó a los peregrinos en varios idiomas. En italiano dijo:]

Ante todo, dirijo un cordial saludo a los numerosos peregrinos que en este momento están reunidos en la plaza de San Pedro, de manera especial a quienes han participado en la santa misa celebrada en la iglesia del Espíritu Santo de Saxia por el cardenal Tarcisio Bertone, con motivo de la fiesta de la Divina Misericordia. Queridos hermanos y hermanas: que la intercesión de santa Faustina y del siervo de Dios Juan Pablo II os ayuden a ser auténticos testigos del amor misericordioso. Como ejemplo a imitar, me complace indicar hoy a la madre Celestina Donati, fundadora de la Congregación de las Hijas Pobres de San José de Calasanz, que será proclamada beata hoy en Florencia.

[En español, dijo:]

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española. Queridos hermanos: En este domingo dedicado a la Divina Misericordia, agradezcamos a Dios Padre el amor que nos ha manifestado en la muerte y resurrección de su propio Hijo, y pidamos a la Virgen María que interceda por nosotros para que sepamos reconocer en Cristo resucitado la fuente de la esperanza y de la alegría verdadera. Feliz domingo.

----------------------------------------------------


[Traducción del original italiano realizada por Jesús Colina

© Copyright 2008 - Libreria Editrice Vaticana]


------------------------------------------------
Para ver la síntesis del Regina Caeli haz click sobre las imagenes

Enfadarse hace mal a la salud

El Papa pide implicar a las familias en pastoral juvenil

La resurrección de Cristo, clave de bóveda del cristianismo / Autor: Benedicto XVI

Intervención en la audiencia general del 26 de marzo

Publicamos la intervención que pronunció Benedicto XVI el pasado miércoles 26 de marzo, durante la audiencia general concedida en la plaza de San Pedro del Vaticano.

* * *
Queridos hermanos y hermanas:

«Et resurrexit tertia die secundum Scripturas», «Resucitó al tercer día según las Escrituras». Cada domingo, en el Credo, renovamos nuestra profesión de fe en la resurrección de Cristo, acontecimiento sorprendente que constituye la clave de bóveda del cristianismo. En la Iglesia todo se comprende a partir de este gran misterio, que ha cambiado el curso de la historia y se hace actual en cada celebración eucarística.

Sin embargo, existe un tiempo litúrgico en el que esta realidad central de la fe cristiana se propone a los fieles de un modo más intenso en su riqueza doctrinal e inagotable vitalidad, para que la redescubran cada vez más y la vivan cada vez con mayor fidelidad: es el tiempo pascual. Cada año, en el «santísimo Triduo de Cristo crucificado, muerto y resucitado», como lo llama san Agustín, la Iglesia recorre, en un clima de oración y penitencia, las etapas conclusivas de la vida terrena de Jesús: su condena a muerte, la subida al Calvario llevando la cruz, su sacrificio por nuestra salvación y su sepultura. Luego, al «tercer día», la Iglesia revive su resurrección: es la Pascua, el paso de Jesús de la muerte a la vida, en el que se realizan en plenitud las antiguas profecías. Toda la liturgia del tiempo pascual canta la certeza y la alegría de la resurrección de Cristo.

Queridos hermanos y hermanas, debemos renovar constantemente nuestra adhesión a Cristo muerto y resucitado por nosotros: su Pascua es también nuestra Pascua, porque en Cristo resucitado se nos da la certeza de nuestra resurrección. La noticia de su resurrección de entre los muertos no envejece y Jesús está siempre vivo; y también sigue vivo su Evangelio.

«La fe de los cristianos -afirma san Agustín- es la resurrección de Cristo». Los Hechos de los Apóstoles lo explican claramente: «Dios dio a todos los hombres una prueba segura sobre Jesús al resucitarlo de entre los muertos» (Hch 17, 31). En efecto, no era suficiente la muerte para demostrar que Jesús es verdaderamente el Hijo de Dios, el Mesías esperado. ¡Cuántos, en el decurso de la historia, han consagrado su vida a una causa considerada justa y han muerto! Y han permanecido muertos.

La muerte del Señor demuestra el inmenso amor con el que nos ha amado hasta sacrificarse por nosotros; pero sólo su resurrección es «prueba segura», es certeza de que lo que afirma es verdad, que vale también para nosotros, para todos los tiempos. Al resucitarlo, el Padre lo glorificó. San Pablo escribe en la carta a los Romanos: «Si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo» (Rm 10, 9).

Es importante reafirmar esta verdad fundamental de nuestra fe, cuya verdad histórica está ampliamente documentada, aunque hoy, como en el pasado, no faltan quienes de formas diversas la ponen en duda o incluso la niegan. El debilitamiento de la fe en la resurrección de Jesús debilita, como consecuencia, el testimonio de los creyentes. En efecto, si falla en la Iglesia la fe en la Resurrección, todo se paraliza, todo se derrumba. Por el contrario, la adhesión de corazón y de mente a Cristo muerto y resucitado cambia la vida e ilumina la existencia de las personas y de los pueblos.

¿No es la certeza de que Cristo resucitó la que ha infundido valentía, audacia profética y perseverancia a los mártires de todas las épocas? ¿No es el encuentro con Jesús vivo el que ha convertido y fascinado a tantos hombres y mujeres, que desde los inicios del cristianismo siguen dejándolo todo para seguirlo y poniendo su vida al servicio del Evangelio? «Si Cristo no resucitó, -decía el apóstol san Pablo- es vana nuestra predicación y es vana también nuestra fe» (1Co 15, 14). Pero ¡resucitó!

El anuncio que en estos días volvemos a escuchar sin cesar es precisamente este: ¡Jesús ha resucitado! Es «el que vive» (Ap 1, 18), y nosotros podemos encontrarnos con él, como se encontraron con él las mujeres que, al alba del tercer día, el día siguiente al sábado, se habían dirigido al sepulcro; como se encontraron con él los discípulos, sorprendidos y desconcertados por lo que les habían referido las mujeres; y como se encontraron con él muchos otros testigos en los días que siguieron a su resurrección.

Incluso después de su Ascensión, Jesús siguió estando presente entre sus amigos, como por lo demás había prometido: «He aquí que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20). El Señor está con nosotros, con su Iglesia, hasta el fin de los tiempos. Los miembros de la Iglesia primitiva, iluminados por el Espíritu Santo, comenzaron a proclamar el anuncio pascual abiertamente y sin miedo. Y este anuncio, transmitiéndose de generación en generación, ha llegado hasta nosotros y resuena cada año en Pascua con una fuerza siempre nueva.

De modo especial en esta octava de Pascua, la liturgia nos invita a encontrarnos personalmente con el Resucitado y a reconocer su acción vivificadora en los acontecimientos de la historia y de nuestra vida diaria. Por ejemplo, hoy, miércoles, nos propone el episodio conmovedor de los dos discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 13-35). Después de la crucifixión de Jesús, invadidos por la tristeza y la decepción, volvían a casa desconsolados. Durante el camino conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado en aquellos días en Jerusalén; entonces se les acercó Jesús, se puso a conversar con ellos y a enseñarles: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?» (Lc 24, 25-26). Luego, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.

La enseñanza de Jesús -la explicación de las profecías- fue para los discípulos de Emaús como una revelación inesperada, luminosa y consoladora. Jesús daba una nueva clave de lectura de la Biblia y ahora todo quedaba claro, precisamente orientado hacia este momento. Conquistados por las palabras del caminante desconocido, le pidieron que se quedara a cenar con ellos. Y él aceptó y se sentó a la mesa con ellos. El evangelista san Lucas refiere: «Sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando» (Lc 24, 30). Fue precisamente en ese momento cuando se abrieron los ojos de los dos discípulos y lo reconocieron, «pero él desapareció de su lado» (Lc 24, 31). Y ellos, llenos de asombro y alegría, comentaron: «¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» (Lc 24, 32).

En todo el año litúrgico, y de modo especial en la Semana santa y en la semana de Pascua, el Señor está en camino con nosotros y nos explica las Escrituras, nos hace comprender este misterio: todo habla de él. Esto también debería hacer arder nuestro corazón, de forma que se abran igualmente nuestros ojos. El Señor está con nosotros, nos muestra el camino verdadero. Como los dos discípulos reconocieron a Jesús al partir el pan, así hoy, al partir el pan, también nosotros reconocemos su presencia. Los discípulos de Emaús lo reconocieron y se acordaron de los momentos en que Jesús había partido el pan. Y este partir el pan nos hace pensar precisamente en la primera Eucaristía, celebrada en el contexto de la última Cena, donde Jesús partió el pan y así anticipó su muerte y su resurrección, dándose a sí mismo a los discípulos.

Jesús parte el pan también con nosotros y para nosotros, se hace presente con nosotros en la santa Eucaristía, se nos da a sí mismo y abre nuestro corazón. En la santa Eucaristía, en el encuentro con su Palabra, también nosotros podemos encontrar y conocer a Jesús en la mesa de la Palabra y en la mesa del Pan y del Vino consagrados. Cada domingo la comunidad revive así la Pascua del Señor y recibe del Salvador su testamento de amor y de servicio fraterno.

Queridos hermanos y hermanas, que la alegría de estos días afiance aún más nuestra adhesión fiel a Cristo crucificado y resucitado. Sobre todo, dejémonos conquistar por la fascinación de su resurrección. Que María nos ayude a ser mensajeros de la luz y de la alegría de la Pascua para muchos hermanos nuestros.

De nuevo os deseo a todos una feliz Pascua.

[Al final de la audiencia el Papa saludó en varios idiomas a los peregrinos. En español, dijo:]

Saludo cordialmente a los visitantes de lengua española. En particular, a los alumnos del seminario mayor iberoamericano de los Padres de Schönstatt. Saludo también a los distintos grupos de estudiantes y peregrinos venidos de Argentina, El Salvador, España, México, Puerto Rico, y de otros países latinoamericanos. Que la alegría de la resurrección de Cristo haga más profunda y fiel vuestra vida cristiana, al mismo tiempo que os animo a ser, con la ayuda de María, mensajeros de la luz y la alegría de la Pascua para todos vuestros hermanos. ¡Felices Pascuas!

[En italiano]

Saludo, por último, a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Queridos jóvenes y especialmente vosotros, muchachos y muchachas que habéis venido en tan gran número de parroquias y oratorios de la archidiócesis de Milán, sed protagonistas entusiastas en la Iglesia y en la sociedad. Vosotros, que hacéis este año la «profesión de fe», empeñaos en construir la civilización del amor, fundada en Cristo, que murió y resucitó por todos. Queridos enfermos, que la luz de la Resurrección ilumine y sostenga vuestro sufrimiento diario, haciéndolo fecundo en beneficio de toda la humanidad. Y vosotros, queridos recién casados, sacad cada día del misterio pascual la fuerza para un amor sincero e inagotable.

----------------------------------------------------------
[Traducción distribuida por la Santa Sede

© Copyright 2008 - Libreria Editrice Vaticana]


-------------------------------------------------------
Para ver el video de la Audiencia General de benedicto XVI haz click sobre las imagenes

lunes, 24 de marzo de 2008

El Papa exhorta a los cristianos a vivir como “resucitados”

Discográfica contrata a monjes cistercienses para llevar cantos gregorianos a todo el mundo

Para ver el video haz click sobre la imagen


ROMA, (ACI).- La empresa discográfica Universal Music ha firmado un contrato sin precedentes con un grupo de monjes austriacos que interpreta música gregoriana y se hizo conocido a través de YouTube.com.

Los monjes cistercienses de la Abadía de la
Cruz Sagrada, ubicada a 15 kilómetros de Viena, firmaron con la productora inglesa y producirán un nuevo álbum, que será distribuido mundialmente a fines de año.

Los músicos respondieron a través de YouTube a un anuncio que convocaba cantantes de música medieval. Los monjes superaron a más de cien concursantes de Estados Unidos, Italia, Irlanda y Canadá.

Para los religiosos, su éxito es producto de una "intervención divina". El año pasado estuvieron a punto de grabar un álbum, pero debieron cancelar la sesión de grabación para recibir la visita del Papa Benedicto XVI a su monasterio, durante el viaje que el Pontífice hizo a Austria.

El Padre Karl, vocero de la abadía, explicó a la prensa que "el canto gregoriano forma parte de nuestra espiritualidad y nuestra
vida. Los ingresos serán usados en el entrenamiento de los futuros hermanos".

viernes, 21 de marzo de 2008

«He resucitado, estoy siempre contigo» / Autor: Benedicto XVI

Mensaje de Pascua de Benedicto XVI

Publicamos el mensaje de Pascua que pronunció Benedicto XVI a mediodía de este Domingo de Resurrección desde la plaza de San Pedro del Vaticano.

* * *

Resurrexi, et adhuc tecum sum. Alleluia! He resucitado, estoy siempre contigo. ¡Aleluya! Queridos hermanos y hermanas, Jesús, crucificado y resucitado, nos repite hoy este anuncio gozoso: es el anuncio pascual. Acojámoslo con íntimo asombro y gratitud.

"Resurrexi et adhuc tecum sum". "He resucitado y aún y siempre estoy contigo". Estas palabras, entresacadas de una antigua versión del Salmo 138 (v.18b), resuenan al comienzo de la Santa Misa de hoy. En ellas, al surgir el sol de la Pascua, la Iglesia reconoce la voz misma de Jesús que, resucitando de la muerte, colmado de felicidad y amor, se dirige al Padre y exclama: Padre mío, ¡heme aquí! He resucitado, todavía estoy contigo y lo estaré siempre; tu Espíritu no me ha abandonado nunca. Así también podemos comprender de modo nuevo otras expresiones del Salmo: "Si escalo al cielo, allí estás tú, si me acuesto en el abismo, allí te encuentro... Porque ni la tiniebla es oscura para ti, la noche es clara como el día; para ti las tinieblas son como luz" (Sal 138, 8.12). Es verdad: en la solemne vigilia de Pascua las tinieblas se convierten en luz, la noche cede el paso al día que no conoce ocaso. La muerte y resurrección del Verbo de Dios encarnado es un acontecimiento de amor insuperable, es la victoria del Amor que nos ha liberado de la esclavitud del pecado y de la muerte. Ha cambiado el curso de la historia, infundiendo un indeleble y renovado sentido y valor a la vida del hombre.

"He resucitado y estoy aún y siempre contigo". Estas palabras nos invitan a contemplar a Cristo resucitado, haciendo resonar en nuestro corazón su voz. Con su sacrificio redentor Jesús de Nazaret nos ha hecho hijos adoptivos de Dios, de modo que ahora podemos introducirnos también nosotros en el diálogo misterioso entre Él y el Padre. Viene a la mente lo que un día dijo a sus oyentes: "Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar" (Mt 11,27). En esta perspectiva, advertimos que la afirmación dirigida hoy por Jesús resucitado al Padre, - "Estoy aún y siempre contigo" - nos concierne también a nosotros, que somos hijos de Dios y coherederos con Cristo, si realmente participamos en sus sufrimientos para participar en su gloria (cf. Rm 8,17). Gracias a la muerte y resurrección de Cristo, también nosotros resucitamos hoy a la vida nueva, y uniendo nuestra voz a la suya proclamamos nuestro deseo de permanecer para siempre con Dios, nuestro Padre infinitamente bueno y misericordioso.

Entramos así en la profundidad del misterio pascual. El acontecimiento sorprendente de la resurrección de Jesús es esencialmente un acontecimiento de amor: amor del Padre que entrega al Hijo para la salvación del mundo; amor del Hijo que se abandona en la voluntad del Padre por todos nosotros; amor del Espíritu que resucita a Jesús de entre los muertos con su cuerpo transfigurado. Y todavía nás: amor del Padre que "vuelve a abrazar" al Hijo envolviéndolo en su gloria; amor del Hijo que con la fuerza del Espíritu vuelve al Padre revestido de nuestra humanidad transfigurada. Esta solemnidad, que nos hace revivir la experiencia absoluta y única de la resurrección de Jesús, es un llamamiento a convertirnos al Amor; una invitación a vivir rechazando el odio y el egoísmo y a seguir dócilmente las huellas del Cordero inmolado por nuestra salvación, a imitar al Redentor "manso y humilde de corazón", que es descanso para nuestras almas (cf. Mt 11,29).

Hermanas y hermanos cristianos de todos los rincones del mundo, hombres y mujeres de espíritu sinceramente abierto a la verdad: que nadie cierre el corazón a la omnipotencia de este amor redentor. Jesucristo ha muerto y resucitado por todos: ¡Él es nuestra esperanza! Esperanza verdadera para cada ser humano. Hoy, como hizo en Galilea con sus discípulos antes de volver al Padre, Jesús resucitado nos envía también a todas partes como testigos de su esperanza y nos garantiza: Yo estoy siempre con vosotros, todos los días, hasta el fin del mundo (cf. Mt 28,20). Fijando la mirada del alma en las llagas gloriosas de su cuerpo transfigurado, podemos entender el sentido y el valor del sufrimiento, podemos aliviar las múltiples heridas que siguen ensangrentando a la humanidad, también en nuestros días. En sus llagas gloriosas reconocemos los signos indelebles de la misericordia infinita del Dios del que habla al profeta: Él es quien cura las heridas de los corazones desgarrados, quien defiende a los débiles y proclama la libertad a los esclavos, quien consuela a todos los afligidos y ofrece su aceite de alegría en lugar del vestido de luto, un canto de alabanza en lugar de un corazón triste (cf. Is 61,1.2.3). Si nos acercamos a Él con humilde confianza, encontraremos en su mirada la respuesta al anhelo más profundo de nuestro corazón: conocer a Dios y entablar con Él una relación vital en una auténtica comunión de amor, que colme de su mismo amor nuestra existencia y nuestras relaciones interpersonales y sociales. Para esto la humanidad necesita a Cristo: en Él, nuestra esperanza, "fuimos salvados" (cf. Rm 8,24)

Cuántas veces las relaciones entre personas, grupos y pueblos, están marcadas por el egoísmo, la injusticia, el odio, la violencia, en vez de estarlo por el amor. Son las llagas de la humanidad, abiertas y dolientes en todos los rincones del planeta, aunque a veces ignoradas e intencionadamente escondidas; llagas que desgarran el alma y el cuerpo de innumerables hermanos y hermanas nuestros. Éstas esperan obtener alivio y ser curadas por las llagas gloriosas del Señor resucitado (cf. 1 P 2, 24-25) y por la solidaridad de cuantos, siguiendo sus huellas y en su nombre, realizan gestos de amor, se comprometen activamente en favor de la justicia y difunden en su alrededor signos luminosos de esperanza en los lugares ensangrentados por los conflictos y dondequiera que la dignidad de la persona humana continúe siendo denigrada y vulnerada. El anhelo es que precisamente allí se multipliquen los testimonios de benignidad y de perdón.

Queridos hermanos y hermanas, dejémonos iluminar por la luz deslumbrante de este Día solemne; abrámonos con sincera confianza a Cristo resucitado, para que la fuerza renovadora del Misterio pascual se manifieste en cada uno de nosotros, en nuestras familias y nuestros Países. Se manifieste en todas las partes del mundo. No podemos dejar de pensar en este momento, de modo particular, en algunas regiones africanas, como Dafur y Somalia, en el martirizado Oriente Medio, especialmente en Tierra Santa, en Irak, en Líbano y, finalmente, en Tibet, regiones para las cuales aliento la búsqueda de soluciones que salvaguarden el bien y la paz. Invoquemos la plenitud de los dones pascuales por intercesión de María que, tras haber compartido los sufrimientos de la Pasión y crucifixión de su Hijo inocente, ha experimentado también la alegría inefable de su resurrección. Que, al estar asociada a la gloria de Cristo, sea Ella quien nos proteja y nos guíe por el camino de la solidaridad fraterna y de la paz. Éstos son mis anhelos pascuales, que transmito a los que estáis aquí presentes y a los hombres y mujeres de cada nación y continente unidos con nosotros a través de la radio y de la televisión. ¡Feliz Pascua!

[Traducción del original italiano distribuida por la Santa Sede

© Copyright 2008 - Libreria Editrice Vaticana]


El mensaje pascual "Urbi et orbe" en video
Haz click cobre las imagenes para verlo

miércoles, 19 de marzo de 2008

«LA TÚNICA ERA SIN COSTURAS» / Autor: P. Raniero Cantalamessa O.F.M. Cap.


Predicación del Viernes Santo en la Basílica de San Pedro

En la tarde de este Viernes Santo, Benedicto XVI ha presidido, en la Basílica vaticana, la celebración de la Pasión del Señor. Durante la Liturgia de la Palabra se ha dado lectura al relato de la Pasión según san Juan.

A continuación el predicador de la Casa Pontificia, el padre Raniero Cantalamessa, O.F.M. Cap., ha pronunciado la homilía, cuyo texto ofrecemos íntegramente.

La Liturgia de la Pasión ha proseguido con la Oración universal y la adoración de la Santa Cruz; ha concluido con la Santa Comunión.


* * *


«Los soldados, después que crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos, con los que hicieron cuatro lotes, un lote para cada soldado, y la túnica. La túnica era sin costura, tejida de una pieza de arriba abajo. Por eso se dijeron: "No la rompamos; sino echemos a suertes a ver a quién le toca". Para que se cumpliera la Escritura: "Se han repartido mis vestidos, han echado a suertes mi túnica"» (Jn 19,23-24).

Siempre ha surgido la cuestión de qué quiso decir el evangelista Juan con la importancia que da a este particular de la Pasión. Una explicación reciente es que la túnica recuerda al paramento del sumo sacerdote y que Juan, por ello, deseó afirmar que Jesús murió no sólo como rey, sino también como sacerdote.

De la túnica del sumo sacerdote no se dice, sin embargo, en la Biblia, que tuviera que ser sin costuras (Cf. Ex 28,4; Lev 16,4). Por eso los exégetas más autorizados prefieren atenerse a la explicación tradicional según la cual la túnica inconsútil simboliza la unidad de la Iglesia [1].

Cualquiera que sea la explicación que se da del texto, una cosa es cierta: la unidad de los discípulos es, para Juan, la razón por la que Cristo muere: «Jesús iba a morir por la nación, y no sólo por la nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos» (Jn 11,51-52). En la última cena Él mismo había dicho: «No ruego sólo por estos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado» (Jn 17,20-21).

La alegre noticia que hay que proclamar el Viernes Santo es que la unidad, antes que una meta a alcanzar, es un don que hay que acoger. Que la túnica estuviera tejida «de arriba abajo», escribe san Cipriano, significa que «la unidad que trae Cristo procede de lo Alto, del Padre celestial, y por ello no puede ser escindida por quien la recibe, sino que debe ser integralmente acogida» [2].

Los soldados dividieron en cuatro partes «los vestidos», o «el manto» (ta imatia), esto es, el indumento exterior de Jesús, no la túnica, el chiton, que era el indumento interno, que se lleva en contacto directo con el cuerpo. Un símbolo éste también. Los hombres podemos dividir a la Iglesia en su elemento humano y visible, pero no su unidad profunda que se identifica con el Espíritu Santo. La túnica de Cristo no fue ni jamás podrá ser dividida. Es también inconsútil. Es la fe que profesamos en el Credo: «Creo en la Iglesia, una, santa, católica y apostólica».

* * *
Pero si la unidad debe servir como signo «para que el mundo crea», debe ser una unidad también visible, comunitaria. Es ésta unidad la que se ha perdido y debemos reencontrar. Se trata de mucho más que de relaciones de buena vecindad; es la propia unidad mística interior --«un solo Cuerpo y un solo Espíritu, una sola esperanza, un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos» (Ef 4,4-6)--, en cuanto que esta unidad objetiva es acogida, vivida y manifestada, de hecho, por los creyentes.

Después de la Pascua, los apóstoles preguntaron a Jesús: «Señor, ¿es en este momento cuando vas a restablecer el Reino de Israel?». Hoy dirigimos frecuentemente a Dios el mismo interrogante: ¿Es éste el tiempo en que vas a restablecer la unidad visible de tu Iglesia? También la respuesta es la misma de entonces: «A vosotros no os toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad, sino que recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos» (Hch 1,6-8).

Lo recordaba el Santo Padre en la homilía pronunciada el pasado 25 de enero, en la Basílica de San Pablo Extramuros, en conclusión de la Semana [de oración] por la unidad de los cristianos: «La unidad con Dios y con nuestros hermanos y hermanas --decía-- es un don que viene de lo Alto, que brota de la comunión de amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y que en ella se incrementa y se perfecciona. No está en nuestro poder decidir cuándo o cómo se realizará plenamente esta unidad. Sólo Dios podrá hacerlo. Como san Pablo, también nosotros ponemos nuestra esperanza y nuestra confianza en la gracia de Dios que está con nosotros».

Igualmente hoy será el Espíritu Santo, si nos dejamos guiar, quien nos conduzca a la unidad. ¿Cómo actuó el Espíritu Santo para realizar la primera fundamental unidad de la Iglesia: aquella entre los judíos y los paganos? Descendió sobre Cornelio y su casa de igual manera en que había descendido en Pentecostés sobre los apóstoles. De modo que a Pedro no le quedó más que sacar la conclusión: «Por lo tanto, si Dios les ha concedido el mismo don que a nosotros, por haber creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para poner obstáculos a Dios?» (Hch 11,17).

De un siglo a esta parte hemos visto repetirse ante nuestros ojos este mismo prodigio a escala mundial. Dios ha efundido su Espíritu Santo de manera nueva e inusitada en millones de creyentes, pertenecientes a casi todas las denominaciones cristianas y, para que no hubiera dudas sobre sus intenciones, lo ha derramado con idénticas manifestaciones. ¿No es éste un signo de que el Espíritu nos impele a reconocernos recíprocamente como discípulos de Cristo y a tender juntos a la unidad?

Esta unidad espiritual y carismática, por sí sola, es verdad, no basta. Lo vemos ya en los inicios de la Iglesia. La unidad entre judíos y gentiles en cuanto se realizó estaba amenazada por el cisma. En el llamado concilio de Jerusalén hubo una «larga discusión» y al final se llegó a un acuerdo, anunciado a la Iglesia con la fórmula: «Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros...» (Hechos 15,28). El Espíritu Santo obra, por lo tanto, también a través de otra vía que es el afrontamiento paciente, el diálogo y hasta los acuerdos entre las partes, cuando no está en juego lo esencial de la fe. Obra a través de las «estructuras» humanas y los «ministerios» instituidos por Jesús, sobre todo el ministerio apostólico y petrino. Es lo que llamamos hoy ecumenismo doctrinal e institucional.

* * *
La experiencia nos está convenciendo, sin embargo, de que este ecumenismo doctrinal, o de vértice, tampoco es suficiente ni avanza si no se acompaña de un ecumenismo espiritual, de base. Lo repiten cada vez con mayor insistencia precisamente los máximos promotores del ecumenismo institucional. En el centenario de la institución de la Semana de oración por la unidad de los cristianos (1908-2008), a los pies de la Cruz deseamos meditar sobre este ecumenismo espiritual: en qué consiste y cómo podemos avanzar en él.

El ecumenismo espiritual nace del arrepentimiento y del perdón, y se alimenta con la oración. En 1977 participé en un congreso ecuménico carismático en Kansas City, en Missouri. Había cuarenta mil personas, la mitad católicas (entre ellas el cardenal Suenens) y la otra mitad de diversas denominaciones cristianas. Una tarde empezó a hablar al micrófono uno de los animadores de una forma en aquella época extraña para mí: «Vosotros, sacerdotes y pastores, llorad y lamentaos, porque el cuerpo de mi Hijo está destrozado... Vosotros, laicos, hombres y mujeres, llorad y lamentaos porque el cuerpo de mi Hijo está destrozado».

Comencé a ver a los participantes caer, uno tras otro, de rodillas a mi alrededor, y a muchos de ellos sollozar de arrepentimiento por las divisiones en el cuerpo de Cristo. Y todo esto mientras un cartel sobresalía de un lado a otro en el estadio: «Jesús is Lord, Jesús es el Señor». Me encontraba allí como un observador aún bastante crítico y desapegado, pero recuerdo que pensé: Si un día todos los creyentes se reúnen para formar una sola Iglesia, será así: mientras estemos todos de rodillas, con el corazón contrito y humillado, bajo el gran señorío de Cristo.

Si la unidad de los discípulos debe ser un reflejo de la unidad entre el Padre y el Hijo, debe ser ante todo una unidad de amor, porque tal es la unidad que reina en la Trinidad. La Escritura nos exhorta a «hacer la verdad en la caridad» (veritatem facientes in caritate) (Ef 4,15). Y san Agustín afirma que «no se entra en la verdad más que a través de la caridad»: non intratur in veritatem nisi per caritatem [3].

Lo extraordinario acerca de esta vía hacia la unidad basada en el amor es que ya está abierta de par en par ante nosotros. No podemos «quemar etapas» en cuanto a la doctrina, porque las diferencias existen y hay que resolverlas con paciencia en las sedes apropiadas. Pero podemos en cambio quemar etapas en la caridad, y estar unidos desde ahora. El verdadero y seguro signo de la venida del Espíritu no es -escribe san Agustín-- hablar en lenguas, sino que es el amor por la unidad: «Sabéis que tenéis el Espíritu Santo cuando accedéis a que vuestro corazón se adhiera a la unidad a través de una sincera caridad» [4].

Meditemos en el himno a la caridad, de san Pablo. Cada frase suya adquiere un significado actual y nuevo, si se aplica al amor entre los miembros de las diferentes Iglesias cristianas, en las relaciones ecuménicas:

«La caridad es paciente...

La caridad no es envidiosa...

No busca su interés...

No toma en cuenta el mal (si acaso, ¡el mal realizado a los demás!).

No se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad (no se alegra de las dificultades de las otras Iglesias, sino que se goza en sus éxitos).

Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta»
( l Co 13,4 ss).

Esta semana hemos acompañado a su morada eterna a una mujer -Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de los Focolares-- que fue una pionera y un modelo de este ecumenismo espiritual del amor. Con su vida nos demostró que la búsqueda de la unidad entre los cristianos no lleva a cerrarse al resto del mundo; es, más bien, el primer paso y la condición para un diálogo más amplio con los creyentes de otras religiones y con todos los hombres a quienes les importa el destino de la humanidad y de la paz.

* * *
«Amarse -se dice-- no es mirarse el uno al otro, sino mirar juntos en la misma dirección». También entre cristianos amarse significa mirar juntos en la misma dirección que es Cristo. «Él es nuestra paz» (Ef 2,14). Ocurre como en los radios de una rueda. Observemos qué sucede a los radios cuando, desde el centro, parten hacia el exterior: a medida que se alejan del centro se distancian también unos de otros, hasta terminar en puntos lejanos de la circunferencia. Miremos, en cambio, qué sucede cuando, desde la circunferencia, se dirigen hacia el centro: según se aproximan al centro, se acercan también entre sí, hasta formar un único punto. En la medida en que vayamos juntos hacia Cristo, nos aproximaremos también entre nosotros, hasta ser verdaderamente, como Él pidió, «uno, con Él y con el Padre».

Aquello que podrá reunir a los cristianos divididos será sólo la difusión, entre ellos, de una nueva oleada de amor por Cristo. Es lo que está aconteciendo por obra del Espíritu Santo y que nos llena de estupor y de esperanza. «El amor de Cristo nos apremia al pensar que uno murió por todos» (2 Co 5,14). El hermano de otra Iglesia -es más, todo ser humano-- es «aquél por quien murió Cristo» (Rm 14,15), igual que murió por mí.

* * *

Un motivo debe impulsarnos sobre todo en este camino. Lo que está en juego al inicio del tercer milenio ya no es lo mismo que al principio del segundo milenio, cuando se produjo la separación entre oriente y occidente, ni es lo mismo que a mitad del mismo milenio, cuando se produjo la separación entre católicos y protestantes. ¿Podemos decir que la forma exacta de proceder del Espíritu Santo del Padre, o la manera en que se realiza la justificación del pecador, sean los problemas que apasionan a los hombres de hoy y con los que permanece o cae la fe cristiana? El mundo ha seguido adelante y nosotros hemos permanecido clavados a problemas y fórmulas de las que el mundo ni siquiera conoce ya el significado.

En las batallas medievales había un momento en que, superada la infantería, los arqueros y la caballería, la riña se concentraba en torno al rey. Ahí se decidía el resultado final del choque. También para nosotros la batalla hoy se libra en torno al rey. Existen edificios o estructuras metálicas hechas de tal modo que si se toca cierto punto neurálgico, o se mueve determinada piedra, todo se derrumba. En el edificio de la fe cristiana esta piedra angular es la divinidad de Cristo. Suprimida ésta, todo se disgrega y, antes que cualquier otra cosa, la fe en la Trinidad.

De ello se percibe que existen actualmente dos ecumenismos posibles: un ecumenismo de la fe y un ecumenismo de la incredulidad; uno que reúne a todos los que creen que Jesús es el Hijo de Dios, que Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo, y que Cristo murió para salvar a todos los hombres; otro que reúne a cuantos, por respeto al símbolo de Nicea, siguen proclamando estas fórmulas, pero vaciándolas de su verdadero contenido. Un ecumenismo en el que, al límite, todos creen en las mismas cosas, porque nadie cree ya en nada, en el sentido que la palabra «creer» tiene en el Nuevo Testamento.

«¿Quién es el que vence al mundo -escribe Juan en su Primera Carta-- sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?» (1 Jn 5,5). Siguiendo este criterio, la distinción fundamental entre los cristianos no lo es entre católicos, ortodoxos y protestantes, sino entre quienes creen que Cristo es el Hijo de Dios y quienes no lo creen.

* * *

«El año segundo del rey Darío, el día uno del sexto mes, fue dirigida la palabra del Señor, por medio del profeta Ageo, a Zorobabel, hijo de Sealtiel, gobernador de Judá, y a Josué, hijo de Yehosadaq, sumo sacerdote...: ¿Es acaso para vosotros el momento de habitar en vuestras casas artesonadas, mientras mi Casa está en Ruinas?» (Ag 1,1-4).

Esta palabra del profeta Ageo se dirige hoy a nosotros. ¿Es éste el tiempo de seguir preocupándonos sólo de lo que afecta a nuestra orden religiosa, a nuestro movimiento, o a nuestra Iglesia? ¿No será precisamente ésta la razón por la que también nosotros «sembramos mucho, pero cosechamos poco» (Ag 1,6)? Predicamos y nos esforzamos en todos los modos, pero el mundo se aleja, en lugar de acercarse a Cristo.

El pueblo de Israel escuchó la reprensión del profeta, dejó de embellecer cada uno su propia casa para reconstruir juntos el templo de Dios. Entonces Dios envió de nuevo a su profeta con un mensaje de consuelo y de aliento, que es también para nosotros: «¡Mas ahora, ten ánimo, Zorobabel, oráculo del Señor; ánimo, Josué, hijo de Yehosadaq, sumo sacerdote, ánimo, pueblo todo de la tierra!, oráculo del Señor. ¡A la obra, que estoy yo con vosotros!» (Ag 2,4). ¡Ánimo, a todos vosotros, que tanto os importa la causa de la unidad de los cristianos, y al trabajo, porque yo estoy con vosotros, dice el Señor!

---------------------------------------------
[Traducción del original italiano por Marta Lago]

-------------------------------------------------

[1] Cf. R. E. Brown, The Death of the Messiah, vol. 2, Doubleday, Nueva York 1994, pp. 955-958.

[2] S. Cipriano, De unitate Ecclesiae, 7 (CSEL 3, p. 215).

[3] S. Agustín, Contra Faustum, 32,18 (CCL 321, p. 779).

[4] S. Agustín, Discursos 269,3-4 (PL38, 1236 s.).

----------------------------------------------------

La imagenes de la conmemoración de la Pasión en la Basílica de San Pedro, y la sintesis de su contenido en video

El Papa lava los pies a 12 sacerdotes en el Jueves Santo

lunes, 17 de marzo de 2008

Cardenal Bertone en el funeral de Chiara Lubich, «un canto al amor de Dios» / Autora: Roberta Sciamplicotti

En la Basílica de San Pablo Extramuros

ROMA, (ZENIT.org).- «Un canto al amor de Dios». Así ha definido el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado de Benedicto XVI, la vida de Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de los Focolores, en su funeral celebrado este martes.

Miles de personas participaron dentro y fuera de la Basílica de San Pablo Extramuros de Roma en el rito fúnebre, en el que católicos, cristianos de otras confesiones, así como personas de diferentes religiones o no creyentes, rindieron tributo a la promotora de la unidad, fallecida a los 88 años, el pasado 14 de marzo.

Media hora de aplausos saludó al féretro de Chiara Lubich, pionera de esta realidad, que ella inició en 1943, esparcida en 182 países, con más de dos millones de adherentes y una irradiación entre varios millones de personas.

El cardenal Bertone, quien presidió las exequias, recordó en la homilía «el ardiente deseo por el encuentro con Cristo», que ha caracterizado toda la existencia de la fundadora.

«Y aún más intensamente los últimos meses y días, en los que se agravó la enfermedad, que la desnudó de toda energía física, llevándola a una subida paulatina del Calvario, culminada en el dulce regreso al seno del Padre».

«Ahora todo se ha verdaderamente cumplido --afirmó el secretario de Estado--: el sueño de los inicios se ha hecho verdad, el anhelo apasionado se ha saciado. Chiara encuentro a aquél que amó sin ver y, llena de alegría, puede exclamar: "Sí, ¡mi redentor está vivo!"».

«La vida de Chiara Lubich es un canto al amor de Dios, a Dios que es Amor», constató el purpurado italiano.

«No hay otro camino para conocer a Dios y para dar sentido y valor a la existencia. Sólo el Amor, el Amor divino, nos hace capaces de "engendrar" amor, de amar incluso a los enemigos. Esta es la novedad cristiana, en esto consiste todo el Evangelio».

«¿Cómo vivir el Amor?»,
se preguntó Bertone.

Tras la Última Cena, Jesús reza «para que todos sean uno»; «la oración de Cristo, por tanto, sostiene el camino de sus amigos de todos los tiempos», respondió.

«Su Espíritu suscita en la Iglesia testigos de Evangelio vivo; es Él, el Dios viviente, quien nos guía en las horas de tristeza y de duda, de dificultad y dolor. Quien se encomienda a Él no teme nada, ni el miedo de la travesía de mares tempestivos, ni los obstáculos ni ningún tipo de adversidad. Quien edifica la casa sobre Cristo, edifica sobre la roca del Amor que todo lo soporta, que todo lo vence».

La fundadora del Movimiento de los Focolares, «con estilo silencioso y humilde», no creó «instituciones de asistencia y de promoción humana», sino que se dedicó «a encender el fuego el amor de Dios en los corazones».

«Suscita personas que ellas mismas sean amor, que vivan el carisma de la unidad y de la comunión con Dios y con el prójimo; personas que difundan el amor-unidad, haciendo de sí mismos, de sus casas, de su trabajo un "hogar" [focolare, en italiano, ndt.], en el que ardiendo el amor contagia e incendia todo lo que está a su lado».

Esta misión, observó el cardenal, es posible para todos, pues el Evangelio «está al alcance de cada uno».

«La preciosísima llave para entrar en el Evangelio», para Chiara Lubich, «era la Virgen, y decidió precisamente encomendar a María su obra, llamándola precisamente Obra de María. "Quedará en la tierra como otra María --afirmó--: toda Evangelio, nada más que Evangelio, y dado que es Evangelio, no morirá».

El purpurado concluyó la homilía dando gracias al Señor por este testimonio, «por sus intenciones proféticas que han precedido y preparado los grandes cambios de la historia y los acontecimiento extraordinarios que vivió la Iglesia en el siglo XX».

En este sentido, mencionó la «valiente apertura ecuménica y la búsqueda del diálogo con las religiones», que han promovido los Focolares, definidos por Juan Pablo II en una de sus cartas como «apóstoles del diálogo», camino privilegiado para promover la unidad: diálogo dentro de la Iglesia católica, diálogo ecuménico, diálogo interreligioso, diálogo con los no creyentes.

Esta obra estaba testimoniada en la basílica por representantes cristianos, como el reverendo Martin Robra, del Consejo Ecuménico de las Iglesias; el metropolita Gennadios Zervos, de la Iglesia ortodoxa; el obispo de la Iglesia luterana Christian Krause; así como numerosos representantes de comunidades surgidas de la Reforma evangélica.

Participaban en el funeral, además, Lisa Palmieri, representante ante la Santa Sede del Comité Judío Americano; el imán Izak-El M. Pasha de la Mezquita de Harlem (Estados Unidos); el director del Centro Islámico Cultural de Roma, Abdulá Redouane; y el presidente de la Comunidad Islámica de Florencia, el imán Elzir Ezzedine.

El mundo budista estaba representado por el presidente del Consejo directivo de la Rissho Kosei Kai, Watanabe Yasutaka, y por el monje tailandés budista Phara-Maha Thongratana.

Entre los representantes de movimientos y nuevas comunidades eclesiales, se encontraba Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de San Egidio; Ernesto Olivero, fundador del Servicio Misionero Juvenil; el padre Laurent Fabre, fundador de la comunidad Chemin Neuf; el padre Julián Carrón, presidente de Comunión y Liberación; y Salvatore Martinez, presidente de la Renovación en el Espíritu, de origen carismático.

Sobre el féretro de Chiara Lubich se colocaron tres claveles, para recordar el día en que decidió consagrarse a Dios en la iglesia del colegio de los Capuchinos en Trento, su ciudad natal. Era el 7 de diciembre de 1943 y Chiara, antes de llegar al colegio, compró tres claveles rojos para el crucifijo.

Para ver los videos haz click sobre cada una de las imagenes




Para ver las imagenes de televisión del funeral de Chiara Lubich haz click A Q U Í

El poder de Dios es el amor explica Benedicto XVI en la celebración del Domingo de Ramos

viernes, 14 de marzo de 2008

Chiara Lubich ha concluido su viaje terreno

Publicamos integramente la nota que puede leerse en el sitio internacional del Movimiento de los Focolares donde se informa del fallecimiento de su fundadora Chiara Lubich. Debajo publicamos también el articulo póstumo escrito para el mes de marzo.

---------------------------
En un clima sereno, de oración y de intensa conmoción, Chiara Lubich ha concluido a 88 años su viaje terreno hoy, 14 de marzo de 2008, a las 2, en su residencia de Rocca di Papa (Roma), donde entrada la noche había regresado por su expresa voluntad después del internamiento en el Policlínico Gemelli.

Durante toda la jornada, en las horas conclusivas de su existencia, cientos de personas –parientes, estrechos colaboradores y sus hijos espirituales – han pasado para dirigirle el último saludo en la habitación, para luego detenerse en oración en la capilla del lado, permaneciendo largo rato en los alrededores de su casa. Una ininterrumpida y espontánea procesión. Con algunos Chiara intercambió algún gesto de acuerdo, a pesar de su extrema debilidad.

Están llegando del mundo entero mensajes de participación y condolencia por parte de líderes religiosos, políticos, académicos y civiles, pero sobre todo de tanta gente de “su” pueblo.

------------------------------------------------
Más información en http://www.focolare.org/home_es.html

Para ver los videos de la noticia haz click sobre las imagenes




Santo Padre envía sus condolencias por tránsito de Chiara Lubich
VATICANO, 14 Mar. 08 (ACI).- El Papa Benedicto XVI envió un telegrama de pésame a Don Oreste Basso, copresidente del Movimiento de los Focolares, por el tránsito a la Casa del Padre a los 88 años de edad de Chiara Lubich, fundadora de esta institución, ocurrido esta madrugada en su casa de Rocca di Papa, en Roma.

"He recibido con emoción la noticia de la muerte de Chiara Lubich, al final de una vida larga y fecunda caracterizada incansablemente por su amor hacia Jesús abandonado. En esta hora de separación dolorosa estoy cercano espiritualmente y con afecto a los familiares y a toda la Obra de María, Movimiento de los Focolares, que ella fundó, como a todos los que han apreciado su compromiso constante por la comunión en la Iglesia, el diálogo ecuménico y la hermandad entre todos los pueblos", afirma el Santo Padre en el telegrama.

"Doy gracias a Dios por el testimonio de su existencia dedicada a la escucha de las necesidades del ser humano contemporáneo en plena fidelidad a la Iglesia y al Papa. Mientras confío su alma a la Bondad Divina para que la acoja en el seno del Padre, deseo que cuantos la conocieron y encontraron admirando las maravillas que Dios cumplió a través de su entrega misionera sigan sus huellas manteniendo vivo su carisma", prosiguió el Pontífice.

"Con esos votos invoco la intercesión maternal de María e imparto a todos la bendición apostólica", concluyó.

Chiara Lubich falleció en su casa de Rocca di Papa hoy a las 2:00 a.m. (hora de Roma), luego de dejar voluntariamente el Policlínico Gemelli en donde había estado internada durante varios días para ser tratada por una severa afección respiratoria.

Benedicto XVI preside la celebración de la Penitencia en la Basílica Vaticana