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Bienvenido a Escuchar y a Dar

Este blog, no pretende ser un diario de sus autores. Deseamos que sea algo vivo y comunitario. Queremos mostrar cómo Dios alimenta y hace crecer su Reino en todo el mundo.

Aquí encontrarás textos de todo tipo de sensibilidades y movimientos de la Iglesia Católica. Tampoco estamos cerrados a compartir la creencia en el Dios único Creador de forma ecuménica. Más que debatir y polemizar queremos Escuchar la voluntad de Dios y Dar a los demás, sabiendo que todos formamos un sólo cuerpo.

La evangelización debe estar centrada en impulsar a las personas a tener una experiencia real del Amor de Dios. Por eso pedimos a cualquiera que visite esta página haga propuestas de textos, testimonios, actos, webs, blogs... Mientras todo esté hecho en el respeto del Amor del Evangelio y la comunión que siempre suscita el Espíritu Santo, todo será públicado. Podéís usar los comentarios pero para aparecer como texto central enviad vuestras propuestas al correo electrónico:

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Oremos todos para que la sabiduría de Jesús Resucitado presida estas páginas y nos bendiga abundamente.

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domingo, 28 de noviembre de 2010

¿Por qué hemos convertido a Dios en un dios de bolsillo? (y 9) / Por Arturo López


Meditación en vídeo grabada en directo

28 de noviembre de 2010.- La meditación la realiza Arturo López Martos, laico casado y padre de dos hijos, miembro de la Comunidad Familia, Evangelio y Vida. En esta enseñanza se plantea la pregunta de ¿Por qué los que nos consideramos católicos y decimos tener fe hemos convertido a Dios en un dios de bolsillo a nuestra conveniencia? ¿Hemos interiorizado la grandeza de Dios o por el contrario acudimos a Él sólo para pedirle cosas? En la meditación se van desgranando las actitudes que debemos tener para no empequeñecer a Dios en nuestra vida y se explican a partir de los textos de la Sagrada Escritura las características y atributos de Dios: Omnisciente, Omnipresente, Omnipotente, Eterno, Fiel, Bueno, Justo, Infinito, Santo, Misericordioso... Esta es la novena y última sesión sobre este tema que concluye con ocho propuestas para renovar nuestra vida espiritual y poder admirar desde nuestro corazón la inmensidad de Dios. Arturo López también participa de las reuniones de plegaria del grupo de oración Familia, Evangelio y Vida de la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Vilanova i la Geltrú, Barcelona, España, donde ha sido grabada en directo esta enseñanza, el lunes 1 de noviembre del 2010, Solemnidad de Todos los Santos. Ver vídeo...

domingo, 14 de noviembre de 2010

¿Por qué hemos convertido a Dios en un dios de bolsillo? (8) / Por Arturo López


Meditación en vídeo grabada en directo

14 de noviembre de 2010.- La meditación la realiza Arturo López Martos, laico casado y padre de dos hijos, miembro de la Comunidad Familia, Evangelio y Vida. En esta enseñanza se plantea la pregunta de ¿Por qué los que nos consideramos católicos y decimos tener fe hemos convertido a Dios en un dios de bolsillo a nuestra conveniencia? ¿Hemos interiorizado la grandeza de Dios o por el contrario acudimos a Él sólo para pedirle cosas? En la meditación se van desgranando las actitudes que debemos tener para no empequeñecer a Dios en nuestra vida y se explican a partir de los textos de la Sagrada Escritura las características y atributos de Dios: Omnisciente, Omnipresente, Omnipotente, Eterno, Fiel, Bueno, Justo, Infinito, Santo, Misericordioso... Esta es la octava sesión sobre este tema que continuará la próxima semana por su amplio contenido. Arturo López también participa de las reuniones de plegaria del grupo de oración Familia, Evangelio y Vida de la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Vilanova i la Geltrú, Barcelona, España, donde ha sido grabada en directo esta enseñanza, el lunes 25 de octubre del 2010. Ver vídeo...

lunes, 1 de noviembre de 2010

¿Por qué hemos convertido a Dios en un dios de bolsillo? (7) / Por Arturo López


Meditación en vídeo grabada en directo

1 de noviembre de 2010.- La meditación la realiza Arturo López Martos, laico casado y padre de dos hijos, miembro de la Comunidad Familia, Evangelio y Vida. Además Felisa Rodríguez, profesora de educación especial, que participa en el grupo de oración Familia, Evangelio y Vida, cuenta dos testimonios de sanación física de la misericordia de Dios, tema que se desarrolla en esta meditación. En esta enseñanza se plantea la pregunta de ¿Por qué los que nos consideramos católicos y decimos tener fe hemos convertido a Dios en un dios de bolsillo a nuestra conveniencia? ¿Hemos interiorizado la grandeza de Dios o por el contrario acudimos a Él sólo para pedirle cosas? En la meditación se van desgranando las actitudes que debemos tener para no empequeñecer a Dios en nuestra vida y se explican a partir de los textos de la Sagrada Escritura las características y atributos de Dios: Omnisciente, Omnipresente, Omnipotente, Eterno, Fiel, Bueno, Justo, Infinito, Santo, Misericordioso... Esta es la séptima sesión sobre este tema que continuará la próxima semana por su amplio contenido. Arturo López también participa de las reuniones de plegaria del grupo de oración Familia, Evangelio y Vida de la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Vilanova i la Geltrú, Barcelona, España, donde ha sido grabada en directo esta enseñanza, el lunes 18 de octubre del 2010. Ver vídeo...

sábado, 23 de octubre de 2010

¿Por qué hemos convertido a Dios en un dios de bolsillo? (6) / Por Arturo López


Meditación en vídeo grabada en directo

23 de octubre de 2010.- La meditación la realiza Arturo López Martos, laico casado y padre de dos hijos, miembro de la Comunidad Familia, Evangelio y Vida. En esta enseñanza se plantea la pregunta de ¿Por qué los que nos consideramos católicos y decimos tener fe hemos convertido a Dios en un dios de bolsillo a nuestra conveniencia? ¿Hemos interiorizado la grandeza de Dios o por el contrario acudimos a Él sólo para pedirle cosas? En la meditación se van desgranando las actitudes que debemos tener para no empequeñecer a Dios en nuestra vida y se explican a partir de los textos de la Sagrada Escritura las características y atributos de Dios: Omnisciente, Omnipresente, Omnipotente, Eterno, Fiel, Bueno, Justo, Infinito, Santo, Misericordioso... Esta es la sexta sesión sobre este tema que continuará la próxima semana por su amplio contenido. Arturo López también participa de las reuniones de plegaria del grupo de oración Familia, Evangelio y Vida de la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Vilanova i la Geltrú, Barcelona, España, donde ha sido grabada en directo esta enseñanza, el lunes 11 de octubre del 2010. Ver vídeo...

sábado, 16 de octubre de 2010

¿Por qué hemos convertido a Dios en un dios de bolsillo? (5) / Por Arturo López


Meditación en vídeo grabada en directo


16 de octubre de 2010.- La meditación la realiza Arturo López Martos, laico casado y padre de dos hijos, miembro de la Comunidad Familia, Evangelio y Vida. En esta enseñanza se plantea la pregunta de ¿Por qué los que nos consideramos católicos y decimos tener fe hemos convertido a Dios en un dios de bolsillo a nuestra conveniencia? ¿Hemos interiorizado la grandeza de Dios o por el contrario acudimos a Él sólo para pedirle cosas? En la meditación se van desgranando las actitudes que debemos tener para no empequeñecer a Dios en nuestra vida y se explican a partir de los textos de la Sagrada Escritura las características y atributos de Dios: Omnisciente, Omnipresente, Omnipotente, Eterno, Fiel, Bueno, Justo, Infinito, Santo, Misericordioso... Esta es la quinta sesión sobre este tema que continuará la próxima semana por su amplio contenido. Arturo López también participa de las reuniones de plegaria del grupo de oración Familia, Evangelio y Vida de la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Vilanova i la Geltrú, Barcelona, España, donde ha sido grabada en directo esta enseñanza, el lunes 4 de octubre del 2010. Ver vídeo...

viernes, 8 de octubre de 2010

¿Por qué hemos convertido a Dios en un dios de bolsillo? (4) / Por Arturo López

8 de octubre de 2010.- La meditación la realiza Arturo López Martos, laico casado y padre de dos hijos, miembro de la Comunidad Familia, Evangelio y Vida. En esta enseñanza se plantea la pregunta de ¿Por qué los que nos consideramos católicos y decimos tener fe hemos convertido a Dios en un dios de bolsillo a nuestra conveniencia? ¿Hemos interiorizado la grandeza de Dios o por el contrario acudimos a Él sólo para pedirle cosas? En la meditación se van desgranando las actitudes que debemos tener para no empequeñecer a Dios en nuestra vida y se explican a partir de los textos de la Sagrada Escritura las características y atributos de Dios: Omnisciente, Omnipresente, Omnipotente, Eterno, Fiel, Bueno, Justo, Infinito, Santo, Misericordioso... Esta es la cuarta sesión sobre este tema que continuará la próxima semana por su amplio contenido. Arturo López también participa de las reuniones de plegaria del grupo de oración Familia, Evangelio y Vida de la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Vilanova i la Geltrú, Barcelona, España, donde ha sido grabada en directo esta enseñanza, el lunes 27 de septiembre del 2010. Ver vídeo...

domingo, 3 de octubre de 2010

¿Por qué hemos convertido a Dios en un dios de bolsillo? (3) / Por Arturo López


Meditación en vídeo grabada en directo

3 de octubre de 2010.- La meditación la realiza Arturo López Martos, laico casado y padre de dos hijos, miembro de la Comunidad Familia, Evangelio y Vida. En esta enseñanza se plantea la pregunta de ¿Por qué los que nos consideramos católicos y decimos tener fe hemos convertido a Dios en un dios de bolsillo a nuestra conveniencia? ¿Hemos interiorizado la grandeza de Dios o por el contrario acudimos a Él sólo para pedirle cosas? En la meditación se van desgranando las actitudes que debemos tener para no empequeñecer a Dios en nuestra vida y se explican a partir de los textos de la Sagrada Escritura las características y atributos de Dios: Omnisciente, Omnipresente, Omnipotente, Eterno, Fiel, Bueno, Justo, Infinito, Santo, Misericordioso... Esta es la tercera sesión sobre este tema que continuará la próxima semana por su amplio contenido. Arturo López también participa de las reuniones de plegaria del grupo de oración Familia, Evangelio y Vida de la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Vilanova i la Geltrú, Barcelona, España, donde ha sido grabada en directo esta enseñanza, el lunes 20 de septiembre del 2010. Ver vídeo...

domingo, 26 de septiembre de 2010

¿Por qué hemos convertido a Dios en un dios de bolsillo? (2) / Por Arturo López


Meditación en vídeo grabada en directo

26 de septiembre de 2010.- La meditación la realiza Arturo López Martos, laico casado y padre de dos hijos, miembro de la Comunidad Familia, Evangelio y Vida. En esta enseñanza se plantea la pregunta de ¿Por qué los que nos consideramos católicos y decimos tener fe hemos convertido a Dios en un dios de bolsillo a nuestra conveniencia? ¿Hemos interiorizado la grandeza de Dios o por el contrario acudimos a Él sólo para pedirle cosas? En la meditación se van desgranando las actitudes que debemos tener para no empequeñecer a Dios en nuestra vida y se explican a partir de los textos de la Sagrada Escritura las características y atributos de Dios: Omnisciente, Omnipresente, Omnipotente, Eterno, Fiel, Bueno, Justo, Infinito, Santo, Misericordioso... Esta es la segunda sesión sobre este tema que continuará la próxima semana por su amplio contenido. Arturo López también participa de las reuniones de plegaria del grupo de oración Familia, Evangelio y Vida de la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Vilanova i la Geltrú, Barcelona, España, donde ha sido grabada en directo esta enseñanza, el lunes 13 de septiembre del 2010. Ver vídeo...

domingo, 19 de septiembre de 2010

¿Por qué hemos convertido a Dios en un dios de bolsillo? (1) / Por Arturo López


19 de septiembre de 2010.- La meditación la realiza Arturo López Martos, laico casado y padre de dos hijos, miembro de la Comunidad Familia, Evangelio y Vida. En esta enseñanza se plantea la pregunta de ¿Por qué los que nos consideramos católicos y decimos tener fe hemos convertido a Dios en un dios de bolsillo a nuestra coveniencia? ¿Hemos interiorizado la grandeza de Dios o por el contrario acudimos a Él sólo para pedirle cosas? En la meditación se van desgranandolas actitudes que debemos tener para no empequeñecer a Dios en nuestra vida y se explican a partir de los textos de la Sagrada Escritura las caracteristicas y atributos de Dios: Omnisciente, Omnipresente, Omnipotente, Eterno, Fiel, Bueno, Justo, Infinito, Santo, Misericordioso... Esta es la primera sesión sobre este tema que continuará la próxima semana por su amplio contenido.Arturo López también participa de las reuniones de plegaria del grupo de oración Familia, Evangelio y Vida de la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Vilanova i la Geltrú, Barcelona, España, donde ha sido grabada en directo esta enseñanza, el lunes 6 de septiembre del 2010. Ver vídeo...

viernes, 25 de diciembre de 2009

En la oración somos uno con la Santísima Trinidad / Por P. Carlos García Malo

Meditación en vídeo grabada en directo
25 de diciembre de 2009.- El P. Carlos García Malo es asesor espiritual de la Comunidad Familia, Evangelio y Vida y Párroco de la Parroquia de San Miguel Arcángel de Moralzarzal, Diocesis de Madrid. En esta enseñanza el P. Carlos García Malo profundiza en la necesidad de vivir cada día en una oración continua para ser transformados sin cesar por el Espíritu Santo. Pedir la unción y la Efusión del Espíritu deseando una vida de santidad es algo que deberíamos poner en práctica. El P. Carlos García Malo oró el pasado lunes 21 de diciembre de 2009 pidiendo la Efusión del Espíritu Santo en el grupo de oración Familia, Evangelio y Vida de la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Vilanova i la Geltrú, Barcelona, España, donde ha sido grabada en directo esta meditación. Ver vídeo...

sábado, 12 de diciembre de 2009

Oración invocando al Espíritu Santo la renovación del corazón / Por P. Jaime Burke O.P.

12 de diciembre de 2009.-En esta oración el padre Jaime Burke invoca al Espíritu Santo pidiendole la renovación del corazón para que nos haga crecer en el amor de Dios Padre y nos vayamos transformando en el rostro encarnado de Cristo Jesús. Puedes interiorizar esta oración mientras la ves y escuchas y pedir al Espíritu de Dios que renueve todo tu ser. La oración fue grabada en directo el 28 de marzo del año 2005, en un retiro celebrado en Barcelona, Catalunya, España.

El P. Jaime Burke O.P., falleció a los 86 años, el pasado 6 de octubre de este año en Houston (EE.UU). Este vídeo es el segundo de la recopilación completa que estamos publicando de toda su predicación grabada en directo, que tantos corazones ha transformado llevándoles a los pies de Jesús el Señor.


El padre Jaime Burke fue profesor en la facultad de Santa Teresa College, Kansas City, MO y Siena Heights College, Adrian, MI. Luego asumió la responsabilidad de Rector del Seminario Mayor de La Paz, Bolivia (1958-1962), donde fue co-fundador del Instituto Boliviano de Estudios Sociales y Acción (1960-1971). Después sintió la llamada del Señor a predicar el evangelio itinerante durante los últimos 38 años de su vida. Lo ha hecho en más de 40 países del mundo en América Latina, Irlanda, España, Italia, India, Pakistán, Filipinas y los Estados Unidos.

El mejor homenaje que podemos hacerle es que pueda continuar predicando siempre hasta los confines de la tierra, a través de Internet, y siga siendo un heraldo del amor de Dios para las decenas de miles de personas que lo han conocido y para las muchas que ahora le escucharan por primera vez. Ver vídeo...

lunes, 25 de agosto de 2008

La familia debe ser una escuela práctica del perdón: No hay amor sin perdón / Autores: Conchi y Arturo

Ese niño que contemplamos es Dios. Jesús nace en una familia humana fruto del amor de una familia divina: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Estamos llamados todos los seres humanos a formar sagradas familias fruto de lo que dice San Juan: "la Vida se manifestó, y nosotros la hemos visto y damos testimonio". ¿Hemos tocado con nuestras manos la Palabra de Vida? Tocar es más que ver. Es una relación física e interior. ¿Hemos leído, digerido y convertido en Vida en nuestra familia el Verbo encarnado en el Niño Dios? ...Leer más...

sábado, 19 de julio de 2008

El Espíritu Santo, Él es el artesano de las obras de Dios. ¡Dejen que sus gracias les formen! / Autor: Benedicto XVI

Para ver los video-resumen de la vigilia de la JMJ haz clic sobre la imagen


Dios está siempre con nosotros


Publicamos el discurso que dirigió Benedicto XVI durante la vigilia de la Jornada Mundial de la Juventud, que presidió en la noche del sábado en el hipódromo de Randwick, ante 235 mil jóvenes.

Queridos jóvenes

Una vez más, en esta tarde hemos oído la gran promesa de Cristo, «cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza», y hemos escuchado su mandato: «seréis mis testigos... hasta los confines del mundo» (Hch 1, 8). Éstas fueron las últimas palabras que Cristo pronunció antes de su ascensión al cielo. Lo que los Apóstoles sintieron al oírlas sólo podemos imaginarlo. Pero sabemos que su amor profundo por Jesús y la confianza en su palabra los impulsó a reunirse y esperar en la sala de arriba, pero no una espera sin un sentido, sino juntos, unidos en la oración, con las mujeres y con María (cf. Hch 1, 14). Esta tarde nosotros hacemos lo mismo. Reunidos delante de nuestra Cruz, que tanto ha viajado, y del icono de María, rezamos bajo el esplendor celeste de la constelación de la Cruz del Sur. Esta tarde rezo por vosotros y por los jóvenes de todo el mundo. Dejaos inspirar por el ejemplo de vuestros Patronos. Acoged en vuestro corazón y en vuestra mente los siete dones del Espíritu Santo. Reconoced y creed en el poder del Espíritu Santo en vuestra vida.

El otro día hablábamos de la unidad y de la armonía de la creación de Dios y de nuestro lugar en ella. Hemos recordado cómo nosotros, que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, mediante el gran don del Bautismo nos hemos convertido en hijos adoptivos de Dios, nuevas criaturas. Y precisamente como hijos de la luz de Cristo, simbolizada por las velas encendidas que tenéis en vuestras manos, damos testimonio en nuestro mundo del esplendor que ninguna tiniebla podrá vencer (cf. Jn 1, 5).

Esta tarde ponemos nuestra atención sobre el «cómo» llegar a ser testigos. Tenemos necesidad de conocer la persona del Espíritu Santo y su presencia vivificante en nuestra vida. No es fácil. En efecto, la diversidad de imágenes que encontramos en la Escritura sobre el Espíritu -viento, fuego, soplo- ponen de manifiesto lo difícil que nos resulta tener una comprensión clara de él. Y, sin embargo, sabemos que el Espíritu Santo es quien dirige y define nuestro testimonio sobre Jesucristo, aunque de modo silencioso e invisible.

Ya sabéis que nuestro testimonio cristiano es una ofrenda a un mundo que, en muchos aspectos, es frágil. La unidad de la creación de Dios se debilita por heridas profundas cuando las relaciones sociales se rompen, o el espíritu humano se encuentra casi completamente aplastado por la explotación o el abuso de las personas. De hecho, la sociedad contemporánea sufre un proceso de fragmentación por culpa de un modo de pensar que por su naturaleza tiene una visión reducida, porque descuida completamente el horizonte de la verdad, de la verdad sobre Dios y sobre nosotros. Por su naturaleza, el relativismo non es capaz de ver el cuadro en su totalidad. Ignora los principios mismos que nos hacen capaces de vivir y de crecer en la unidad, en el orden y en la armonía.

Como testigos cristianos, ¿cuál es nuestra respuesta a un mundo dividido y fragmentario? ¿Cómo podemos ofrecer esperanza de paz, restablecimiento y armonía a esas «estaciones» de conflicto, de sufrimiento y tensión por las que habéis querido pasar con esta Cruz de la Jornada Mundial de la Juventud? La unidad y la reconciliación no se pueden alcanzar sólo con nuestros esfuerzos. Dios nos ha hecho el uno para el otro (cf. Gn 2, 24) y sólo en Dios y en su Iglesia podemos encontrar la unidad que buscamos. Y, sin embargo, frente a las imperfecciones y desilusiones, tanto individuales como institucionales, tenemos a veces la tentación de construir artificialmente una comunidad «perfecta». No se trata de una tentación nueva. En la historia de la Iglesia hay muchos ejemplos de tentativas de esquivar y pasar por alto las debilidades y los fracasos humanos para crear una unidad perfecta, una utopía espiritual.

Estos intentos de construir la unidad, en realidad la debilitan. Separar al Espíritu Santo de Cristo, presente en la estructura institucional de la Iglesia, pondría en peligro la unidad de la comunidad cristiana, que es precisamente un don del Espíritu. Se traicionaría la naturaleza de la Iglesia como Templo vivo del Espíritu Santo (cf. 1 Co 3, 16). En efecto, es el Espíritu quien guía a la Iglesia por el camino de la verdad plena y la unifica en la comunión y en servicio del ministerio (cf. Lumen gentium, 4). Lamentablemente, la tentación de «ir por libre» continúa. Algunos hablan de su comunidad local como si se tratara de algo separado de la así llamada Iglesia institucional, describiendo a la primera como flexible y abierta al Espíritu, y la segunda como rígida y carente de Espíritu.

La unidad pertenece a la esencia de la Iglesia (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 813); es un don que debemos reconocer y apreciar. Pidamos esta tarde por nuestro propósito de cultivar la unidad, de contribuir a ella, de resistir a cualquier tentación de darnos media vuelta y marcharnos. Ya que lo que podemos ofrecer a nuestro mundo es precisamente la magnitud, la amplia visión de nuestra fe, sólida y abierta a la vez, consistente y dinámica, verdadera y sin embargo orientada a un conocimiento más profundo. Queridos jóvenes, ¿acaso no es gracias a vuestra fe que amigos en dificultad o en búsqueda de sentido para sus vidas se han dirigido a vosotros? Estad vigilantes. Escuchad. ¿Sois capaces de oír, a través de las disonancias y las divisiones del mundo, la voz acorde de la humanidad? Desde el niño abandonado en un campo de Darfur a un adolescente desconcertado, a un padre angustiado en un barrio periférico cualquiera, o tal vez ahora, desde lo profundo de vuestro corazón, se alza el mismo grito humano que anhela reconocimiento, pertenencia, unidad. ¿Quien puede satisfacer este deseo humano esencial de ser uno, estar inmerso en la comunión, de estar edificado y ser guiado a la verdad? El Espíritu Santo. Éste es su papel: realizar la obra de Cristo. Enriquecidos con los dones del Espíritu, tendréis la fuerza de ir más allá de vuestras visiones parciales, de vuestra utopía, de la precariedad fugaz, para ofrecer la coherencia y la certeza del testimonio cristiano.

Amigos, cuando recitamos el Credo afirmamos: «Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida». El «Espíritu creador» es la fuerza de Dios que da la vida a toda la creación y es la fuente de vida nueva y abundante en Cristo. El Espíritu mantiene a la Iglesia unida a su Señor y fiel a la tradición apostólica. Él es quien inspira las Sagradas Escrituras y guía al Pueblo de Dios hacia la plenitud de la verdad (cf. Jn 16, 13). De todos estos modos el Espíritu es el «dador de vida», que nos conduce al corazón mismo de Dios. Así, cuanto más nos dejamos guiar por el Espíritu, tanto mayor será nuestra configuración con Cristo y tanto más profunda será nuestra inmersión en la vida de Dios uno y trino.

Esta participación en la naturaleza misma de Dios (cf. 2 P 1, 4) tiene lugar a lo largo de los acontecimientos cotidianos de la vida, en los que Él siempre esta presente (cf. Ba 3, 38). Sin embargo, hay momentos en los que podemos sentir la tentación de buscar una cierta satisfacción fuera de Dios. Jesús mismo preguntó a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?» (Jn 6, 67). Este alejamiento puede ofrecer tal vez la ilusión de la libertad. Pero, ¿a dónde nos lleva? ¿A quién vamos a acudir? En nuestro corazón, en efecto, sabemos que sólo el Señor tiene «palabras de vida eterna» (Jn 6, 67-69). Alejarnos de Él es sólo un intento vano de huir de nosotros mismos (cf. S. Agustín, Confesiones VIII, 7). Dios está con nosotros en la vida real, no en la fantasía. Enfrentarnos a la realidad, no huir de ella: esto es lo que buscamos. Por eso el Espíritu Santo, con delicadeza, pero también con determinación, nos atrae hacia lo que es real, duradero y verdadero. El Espíritu es quien nos devuelve a la comunión con la Santísima Trinidad.

El Espíritu Santo ha sido, de modos diversos, la Persona olvidada de la Santísima Trinidad. Tener una clara comprensión de él nos parece algo fuera de nuestro alcance. Sin embargo, cuando todavía era pequeño, mis padres, como los vuestros, me enseñaron el signo de la Cruz y así entendí pronto que hay un Dios en tres Personas, y que la Trinidad está en el centro de la fe y de la vida cristiana. Cuando crecí lo suficiente para tener un cierto conocimiento de Dios Padre y de Dios Hijo -los nombres ya significaban mucho- mi comprensión de la tercera Persona de la Trinidad seguía siendo incompleta. Por eso, como joven sacerdote encargado de enseñar teología, decidí estudiar los testimonios eminentes del Espíritu en la historia de la Iglesia. De esta manera llegué a leer, en otros, al gran san Agustín.

Su comprensión del Espíritu Santo se desarrolló de modo gradual; fue una lucha. De joven había seguido el Maniqueísmo, que era uno de aquellos intentos que he mencionado antes de crear una utopía espiritual separando las cosas del espíritu de las de la carne. Como consecuencia de ello, albergaba al principio sospechas respecto a la enseñanza cristiana sobre la encarnación de Dios. Y, con todo, su experiencia del amor de Dios presente en la Iglesia lo llevó a buscar su fuente en la vida de Dios uno y trino. Así llegó a tres precisas intuiciones sobre el Espíritu Santo como vínculo de unidad dentro de la Santísima Trinidad: unidad como comunión, unidad como amor duradero, unidad como dador y don. Estas tres intuiciones no son solamente teóricas. Nos ayudan a explicar cómo actúa el Espíritu. Nos ayudan a permanecer en sintonía con el Espíritu y a extender y clarificar el ámbito de nuestro testimonio, en un mundo en el que tanto los individuos como las comunidades sufren con frecuencia la ausencia de unidad y de cohesión.


Por eso, con la ayuda de san Agustín, intentaremos ilustrar algo de la obra del Espíritu Santo. San Agustín señala que las dos palabras «Espíritu» y «Santo» se refieren a lo que pertenece a la naturaleza divina; en otras palabras, a lo que es compartido por el Padre y el Hijo, a su comunión. Por eso, si la característica propia del Espíritu es de ser lo que es compartido por el Padre y el Hijo, Agustín concluye que la cualidad peculiar del Espíritu es la unidad. Una unidad de comunión vivida: una unidad de personas en relación mutua de constante entrega; el Padre y el Hijo que se dan el uno al otro. Pienso que empezamos así a vislumbrar qué iluminadora es esta comprensión del Espíritu Santo como unidad, como comunión. Una unidad verdadera nunca puede estar fundada sobre relaciones que nieguen la igual dignidad de las demás personas. Y tampoco la unidad es simplemente la suma total de los grupos mediante los cuales intentamos a veces «definirnos» a nosotros mismos. De hecho, sólo en la vida de comunión se sostiene la unidad y se realiza plenamente la identidad humana: reconocemos la necesidad común de Dios, respondemos a la presencia unificadora del Espíritu Santo y nos entregamos mutuamente en el servicio de los unos a los otros.

La segunda intuición de Agustín, es decir, el Espíritu Santo como amor que permanece, se desprende del estudio que hizo sobre la Primera Carta de san Juan, allí donde el autor nos dice que «Dios es amor» (1 Jn 4, 16). Agustín sugiere que estas palabras, a pesar de referirse a la Trinidad en su conjunto, se han de entender también como expresión de una característica particular del Espíritu Santo. Reflexionando sobre la naturaleza permanente del amor, «quien permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él» (ibíd.), Agustín se pregunta: ¿es el amor o es el Espíritu quien garantiza el don duradero? La conclusión a la que llega es ésta: «El Espíritu Santo nos hace vivir en Dios y Dios en nosotros; pero es el amor el que causa esto. El Espíritu por tanto es Dios como amor» (De Trinitate 15,17,31). Es una magnífica explicación: Dios comparte a sí mismo como amor en el Espíritu Santo. ¿Qué más podemos aprender de esta intuición? El amor es el signo de la presencia del Espíritu Santo. Las ideas o las palabras que carecen de amor, aunque parezcan sofisticadas o sagaces, no pueden ser «del Espíritu». Más aún, el amor tiene un rasgo particular; en vez de ser indulgente o voluble, tiene una tarea o un fin que cumplir: permanecer. El amor es duradero por su naturaleza. De nuevo, queridos amigos, podemos echar una mirada a lo que el Espíritu Santo ofrece al mundo: amor que despeja la incertidumbre; amor que supera el miedo de la traición; amor que lleva en sí mismo la eternidad; el amor verdadero que nos introduce en una unidad que permanece.

Agustín deduce la tercera intuición, el Espíritu Santo como don, de una reflexión sobre una escena evangélica que todos conocemos y que nos atrae: el diálogo de Cristo con la samaritana junto al pozo. Jesús se revela aquí como el dador del agua viva (cf. Jn 4, 10), que será después explicada como el Espíritu (cf. Jn 7, 39; 1 Co 12, 13). El Espíritu es «el don de Dios» (Jn 4, 10), la fuente interior (cf. Jn 4, 14), que sacia de verdad nuestra sed más profunda y nos lleva al Padre. De esta observación, Agustín concluye que el Dios que se entrega a nosotros como don es el Espíritu Santo (cf. De Trinitate, 15,18,32). Amigos, una vez más echamos un vistazo sobre la actividad de la Trinidad: el Espíritu Santo es Dios que se da eternamente; al igual que una fuente perenne, él se ofrece nada menos que a sí mismo. Observando este don incesante, llegamos a ver los límites de todo lo que acaba, la locura de una mentalidad consumista. En particular, empezamos a entender porqué la búsqueda de novedades nos deja insatisfechos y deseosos de algo más. ¿Acaso no estaremos buscando un don eterno? ¿La fuente que nunca se acaba? Con la Samaritana exclamamos: ¡Dame de esta agua, para que no tenga ya más sed (cf. Jn 4, 15)!

Queridos jóvenes, ya hemos visto que el Espíritu Santo es quien realiza la maravillosa comunión de los creyentes en Cristo Jesús. Fiel a su naturaleza de dador y de don a la vez, él actúa ahora a través de vosotros. Inspirados por las intuiciones de san Agustín, haced que el amor unificador sea vuestra medida, el amor duradero vuestro desafío y el amor que se entrega vuestra misión.

Este mismo don del Espíritu Santo será mañana comunicado solemnemente a los candidatos a la Confirmación. Yo rogaré: «Llénalos de espíritu de sabiduría y de inteligencia, de espíritu de consejo y de fortaleza, de espíritu de ciencia y de piedad; y cólmalos del espíritu de tu santo temor». Estos dones del Espíritu -cada uno de ellos, como nos recuerda san Francisco de Sales, es un modo de participar en el único amor de Dios- no son ni un premio ni un reconocimiento. Son simplemente dados (cf. 1 Co 12, 11). Y exigen por parte de quien los recibe sólo una respuesta: «Acepto». Percibimos aquí algo del misterio profundo de lo que es ser cristiano. Lo que constituye nuestra fe no es principalmente lo que nosotros hacemos, sino lo que recibimos. Después de todo, muchas personas generosas que no son cristianas pueden hacer mucho más de lo que nosotros hacemos. Amigos, ¿aceptáis entrar en la vida trinitaria de Dios? ¿Aceptáis entrar en su comunión de amor?

Los dones del Espíritu que actúan en nosotros imprimen la dirección y definen nuestro testimonio. Los dones del Espíritu, orientados por su naturaleza a la unidad, nos vinculan todavía más estrechamente a la totalidad del Cuerpo de Cristo (cf. Lumen gentium, 11), permitiéndonos edificar mejor la Iglesia, para servir así al mundo (cf. Ef 4, 13). Nos llaman a una participación activa y gozosa en la vida de la Iglesia, en las parroquias y en los movimientos eclesiales, en las clases de religión en la escuela, en las capellanías universitarias o en otras organizaciones católicas. Sí, la Iglesia debe crecer en unidad, debe robustecerse en la santidad, rejuvenecer y renovarse constantemente (cf. Lumen gentium, 4). Pero ¿con qué criterios? Con los del Espíritu Santo. Volveos a él, queridos jóvenes, y descubriréis el verdadero sentido de la renovación.

Esta tarde, reunidos bajo este hermoso cielo nocturno, nuestros corazones y nuestras mentes se llenan de gratitud a Dios por el don de nuestra fe en la Trinidad. Recordemos a nuestros padres y abuelos, que han caminado a nuestro lado cuando todavía éramos niños y han sostenido nuestros primeros pasos en la fe. Ahora, después de muchos años, os habéis reunido como jóvenes adultos alrededor del Sucesor de Pedro. Me siento muy feliz de estar con vosotros. Invoquemos al Espíritu Santo: él es el autor de las obras de Dios (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 741). Dejad que sus dones os moldeen. Al igual que la Iglesia comparte el mismo camino con toda la humanidad, vosotros estáis llamados a vivir los dones del Espíritu entre los altibajos de la vida cotidiana. Madurad vuestra fe a través de vuestros estudios, el trabajo, el deporte, la música, el arte. Sostenedla mediante la oración y alimentadla con los sacramentos, para ser así fuente de inspiración y de ayuda para cuantos os rodean. En definitiva, la vida, no es un simple acumular, y es mucho más que el simple éxito. Estar verdaderamente vivos es ser transformados desde el interior, estar abiertos a la fuerza del amor de Dios. Si acogéis la fuerza del Espíritu Santo, también vosotros podréis transformar vuestras familias, las comunidades y las naciones. Liberad estos dones. Que la sabiduría, la inteligencia, la fortaleza, la ciencia y la piedad sean los signos de vuestra grandeza.

Y ahora, mientras nos preparamos para adorar al Santísimo Sacramento en el silencio y en la espera, os repito las palabras que pronunció la beata Mary MacKillop cuando tenía precisamente veintiséis años: «Cree en todo lo que Dios te susurra en el corazón». Creed en él. Creed en la fuerza del Espíritu de amor.

Queridos amigos, el Espíritu Santo dirige nuestros pasos para seguir a Jesucristo en el mundo de hoy, que espera de los cristianos una palabra de aliento y un testimonio de vida que inviten a mirar confiadamente hacia el futuro. Os encomiendo en mis plegarias, para que respondáis generosamente a lo que el Señor os pide y a lo que todos los hombres anhelan. Que Dios os bendiga.

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Traducción del original inglés distribuida por la Santa Sede

© Copyright 2008 - Libreria Editrice Vaticana

sábado, 9 de febrero de 2008

Testimonio: Ser toda tuya, y sólo tuya, Señor / Autora: Soledad Pérez de Ayala Becerril

La autora: Soledad Pérez de Ayala Becerril, madre de familia y profesora titular de Filología Inglesa - Universidad Complutense (Madrid).
Vive su vida cristiana como congregante mariana de la Congregación Mariana “Mater Salvatoris”.

En enero de 2006, cuando con más intensidad buscaba yo hacer la voluntad de Dios en mi vida, el Señor me hizo ver que iba a sufrir una enfermedad para la conversión de mi corazón, y quizá la de algunos otros, y para gloria suya. Al poco me diagnosticaron un cáncer, que me trataron con quimioterapia, cirugía y radioterapia.

Ser toda tuya y sólo tuya

Yo buscaba: buscaba la Verdad, en la Eucaristía, en todo lo que es de Él, en la Iglesia, en los sacerdotes, en mi Congregación Mariana. En realidad , le buscaba sólo a Él, a Cristo. Empecé a decirle que quería ser toda suya, y sólo suya. No del mundo, no de la vanidad. Esto es fácil de desear, pero difícil de llevar a cabo porque el mundo te arrastra. Pero a través de la enfermedad, que me obligó a renunciar a tantas cosas –mi imagen, mi trabajo, mis fuerzas- me fui haciendo más a Él. A medida que yo renunciaba a alguna criatura, Él se hacía más fuerte en mi corazón.

Con la ayuda del Señor, de la Virgen María y de toda mi familia, fui encajando el sufrimiento de la debilidad, las llagas, el hospital, y todas las molestias derivadas de la medicación. Al principio tenía miedo a la Cruz, y ese miedo me hacía sufrir más que la propia enfermedad. A menudo me había preguntado, antes de la enfermedad, por qué tantos hombres y mujeres padecen en el mundo, haciéndose partícipes de la Cruz, y yo tenía una vida cómoda. Al entrar a formar parte de los que sufren, me sentí parte del Pueblo del Señor.

Siendo débil en el Señor, notaba más su fortaleza en mí. Entonces se me pasó el miedo. El sufrimiento es superado por el Amor, y al sufrir con Cristo, nos hacemos partícipes de su Amor. Yo le decía al Señor que si me daba fuerzas, saldría de mí misma, le amaría más y también a mi gente. Al mismo tiempo, en el amor de los otros hacia mí, sobre todo en el de mi marido, descubrí el Amor desbordante del Señor. Mi familia se volcó conmigo. Mucha gente me llamó para decirme que rezaba por mí. Yo ofrecía mis dificultades por todos ellos. Así se formó un círculo de oración y de gracia. En los momentos más duros, sólo mi Madre del cielo me ha podido ayudar. Ella, María, me ha aligerado esa carga que cae pesadísima sobre los hombros; Ella sola me ha deshecho el nudo de la garganta, y me ha hecho ver que esto es un encuentro con su Hijo, gracias al cual yo también puedo entonar mi pequeño Magnificat.

El Señor cuenta con nosotros

En Febrero de 2007 me dieron de alta –no definitiva, pero muy esperanzadora- por lo que hicimos planes nuevos. En Junio me detectaron una metástasis en los huesos. La cosa estaba clara: el Señor quería seguir contando conmigo. Mis planes de trabajo y estudio se cayeron. Los planes del Señor, sin embargo, siguieron adelante. Y me hice la siguiente reflexión: ¿qué vida es mejor: la que yo había pensado o la que me impone la enfermedad? La respuesta es que una no es mejor que la otra, pues la bondad no está en lo que se haga, sino en cómo se haga, y sobre todo de Quién vayas acompañado. He visto que de mis cuarenta años, el último ha sido especialmente dulce porque he contado de una forma sorprendente con la presencia de Cristo en mi vida diaria. Y he llegado a preguntarme si debo desear sanar, pues la dulzura de estar con Él me hace pensar en la vida eterna. En la enfermedad siento que el Maestro está conmigo, viviendo los momentos difíciles, y yo con Él participando así de su Cruz. Por eso, la enfermedad es dulce, pues le tengo a Él, le he descubierto a Él en mí. Y yo empiezo a vivir aquí en la tierra, sin mérito mío, las dulzuras de estar con Él en el cielo.

Alegría y ganas de vivir

Yo pensaba, antes de la enfermedad, que la vida era un valle de lágrimas. Desde que estoy enferma, me han entrado unas ansias irresistibles de vivir, de transmitir la alegría que me da sentirme amada por el mismo Dios. Claro que ahora vivo de otra manera, pues tengo al Maestro más cerca. Le pido al Señor que me enseñe a vivir el día, sabiendo que no sé si cuento con el mañana. La respuesta, como siempre, está en el amor. Después de tantos años de ejercicios espirituales, de meditar el Principio y fundamento, me han tenido que atar a una camilla de hospital para entender que un minuto de cansancio extremo, o de simplemente mirar el horizonte, dan gloria a Dios si se ofrecen por amor; que el objetivo de la vida no es ganar dinero, ni una vida exitosa, sino amar, amar, amar, y dejarme amar, dejarme amar, dejarme amar. Y confiar, vivir el día, vivir en cristiano, y transmitir a mi gente, en esta sociedad occidental tan triste y materializada, la alegría del Crucificado (por eso sonríe el Cristo de Javier).

Vivir la enfermedad cerca de la Trinidad

A lo largo de estos meses, he descubierto cómo cada una de las Personas Divinas de la Santísima Trinidad me cobija, me quiere, en la enfermedad de una forma distinta. Entre ellas cubren unas funciones de forma amorosa, y si las escucho a las Tres, la angustia desaparece y se abren camino la paz y la alegría. En Dios Padre, vivo la confianza de saber que Él es mi Padre, que me ha creado, que es todo Poder, todo Saber y todo Bondad, y que por lo tanto no puede haber ningún resquicio de vida ni circunstancia familiar que Él no haya previsto en sus planes de Amor. En Cristo, tengo el único y mejor Maestro de vida, con el que me encuentro a diario en la Eucaristía. Él me va enseñando el camino. En el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, pongo la esperanza de que me sostendrá y me inspirará, como lo viene haciendo, la paz y la alegría de saberme Hija de Dios. A mi Dios, Uno y Trino, por intercesión de la Virgen María, Madre del Salvador, le pido me dé fuerzas, me sostenga y me ayude a ser humilde ante Él.

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Fuente: Magnificat del día 11 de febrero de 2008

lunes, 14 de enero de 2008

El Bautismo abre el cielo / Autor: Benedicto XVI

Intervención antes de rezar la oración mariana del Ángelus

Publicamos las palabras que pronunció Benedicto XVI después de haber administrado el sacramento del Bautismo en la Capilla Sixtina a 13 niños y antes de rezar la oración mariana del Ángelus.

* * *

Queridos hermanos y hermanas:


Con la fiesta de hoy, el Bautismo de Jesús, concluye el tiempo litúrgico de la Navidad. El Niño, a quien desde Oriente fueron a adorar los Magos en Belén ofreciéndole dones simbólicos, se presenta ahora en edad adulta, en el momento en el que es bautizado en el río Jordán por el gran profeta Juan (cf. Mateo 3, 13). El Evangelio observa que cuando Jesús recibió el bautismo, salió agua, se abrieron los cielos y descendió sobre él el Espíritu Santo como una paloma (Cf. Mateo 3,16). Se escuchó entonces una voz desde el cielo que decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco» (Mateo 3, 17).

Fue su primera manifestación pública, después de unos treinta años de vida escondida en Nazaret. Fueron testigos oculares del acontecimiento, además del Bautista, sus discípulos, algunos de los cuales se convirtieron entonces en seguidores de Cristo (Cf. Juan 1, 35-40). Se trató al mismo tiempo de una «cristofanía» y de una «teofanía»: ante todo, Jesús se manifestó como el «Cristo», término griego para traducir el hebreo «Mesías», que significa «ungido»: no fue ungido con el aceite, como era el caso de los reyes y sumos sacerdotes de Israel, sino más bien con el Espíritu Santo. Al mismo tiempo, junto al Hijo de Dios, aparecieron los signos del Espíritu Santo y del Padre celestial.

¿Cuál es el significado de este hecho que Jesús quiso realizar --a pesar de la resistencia del Bautista-- para obedecer a la voluntad del Padre (Cf. Mateo 3, 14-15)? El sentido profundo emergerá sólo al final de la vida terrena de Cristo, es decir, en su muerte y resurrección. Al hacerse bautizar por Juan junto a los pecadores, Jesús comenzó a tomar sobre sí el peso de la culpa de toda la humanidad, como el Cordero de Dios que «quita» el pecado del mundo (Cf. Juan 1, 29). Tarea que llevó a cumplimiento en la cruz, cuando recibió también su «bautismo» (Cf. Lucas 12, 50).

De hecho, al morir, se «sumergió» en el amor del Padre y difundió el Espíritu Santo para que los creyentes en Él pudieran renacer gracias a ese manantial inagotable de vida nueva y eterna. Toda la misión de Cristo se resume en esto: bautizarnos en el Espíritu Santo para liberarnos de la esclavitud de la muerte y «abrirnos el cielo», es decir, el acceso a la vida auténtica y plena, que será «sumergirse siempre de nuevo en la inmensidad del ser, a la vez que estamos desbordados simplemente por la alegría» (Spe salvi, 12).

Es lo que les ha sucedido también a los trece niños a quienes he administrado el sacramento del Bautismo esta mañana en la Capilla Sixtina. Invocamos para ellos y para sus familiares la maternal protección de María santísima. Y rezamos por todos los cristianos para que puedan comprender cada vez más el don del Bautismo y se comprometan a vivir con coherencia, testimoniando el amor del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

[Después del Ángelus el Papa saludó a los peregrinos en varios idiomas. En italiano, dijo:]

Hoy se celebra la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado, que este año centra su atención en los jóvenes emigrantes. De hecho, muchos jóvenes por diferentes motivos tienen que vivir lejos de sus familias y países. Corren particular riesgo las muchachas y los menores. Algunos niños adolescentes han nacido y crecido en campos de refugiados: ¡también ellos tienen derecho a un futuro! Manifiesto mi aprecio a cuantos se comprometen a favor de los jóvenes refugiados, de sus familias y de su integración laboral y escolar.

Invito a las comunidades eclesiales a acoger con simpatía a los jóvenes y a los más pequeños, junto con sus padres, tratando de comprender sus historias y de favorecer la integración. Queridos jóvenes emigrantes: comprometeos por construir junto a vuestros coetáneos una sociedad más justa y fraterna, cumpliendo con vuestros deberes, respetando las leyes y no dejándoos llevar nunca por la violencia. Os encomiendo a todos vosotros a María, Madre de toda la humanidad.

[En español, dijo:]

Dirijo mi cordial saludo a los peregrinos de lengua española que participan en esta oración mariana, especialmente a los fieles provenientes de las diócesis de Asidonia-Jerez y Cádiz y Ceuta. Con este Domingo se termina el tiempo litúrgico de Navidad y Epifanía. En la fiesta del Bautismo del Señor que hoy se celebra, la Iglesia invita a sus hijos, renacidos del agua y del Espíritu Santo, a que perseveren en la escucha de la Palabra de Cristo, el Unigénito de Dios Padre, en el fiel cumplimiento de la voluntad divina y en el testimonio de la caridad. ¡Muchas gracias!

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[Traducción del original italiano realizada por Jesús Colina

© Copyright 2008 - Libreria Editrice Vaticana]

jueves, 10 de enero de 2008

Tu dignidad / Autor: P. Jesús Higueras

"En aquel tiempo fue Jesús desde Galilea al río Jordán, a donde estaba Juan, para que este le bautizase. Al principio, Juan se resistió diciendole:
–Yo tendría que ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?
Jesús le contestó:
–Déjalo así por ahora, pues es conveniente que cumplamos todo lo que es justo delante de Dios.
Entonces Juan consintió. Jesús, una vez bautizado, salió del agua. En esto el cielo se abrió, y Jesús vio que el Espíritu de Dios bajaba sobre él como una paloma. Y se oyó una voz del cielo, que decía: “Este es mi Hijo amado, a quien he elegido.”"
Mt 3, 13-17

Todos sabemos que Cristo no tenía ninguna necesidad de recibir el Bautismo. Sin embargo quiso aprovechar esa circunstancia, no solamente para darnos un ejemplo de humildad, sino que sirvió también como manifestación de la Trinidad, con la voz del Padre, la presencia del Espíritu, para darnos a entender que el Bautismo realiza la habilitación de la Trinidad en todo aquél que recibe el agua salvadora y sobre el cual es pronunciada esa frase maravillosa: “Este es mi Hijo amado, éste es mi predilecto”.

Hoy que celebramos la fiesta del Bautismo del Señor, es un día para que todos recordemos y agradezcamos ése sacramento del Bautismo que recibimos muchos de nosotros en nuestra infancia, como el mejor de los regalos que nuestros padres y nuestra madre la Iglesia nos pudo hacer al comenzar la vida.

Valorar el Bautismo, es ser consciente que se sembró en nosotros una semilla, que si la cultivamos y la cuidamos, crecerá y se hará un gran árbol que dará frutos de vida, que alimentarán a los demás.

Cuando uno piensa que el apóstol San Pablo a los primeros cristianos les llamaba “los santos”, porque al estar bautizados era consciente de que esa semilla de santidad ha sido puesta ya en el corazón de los hombres, así también nosotros deberíamos respetarnos y llamarnos unos a otros “los santos”, porque esa santidad de Dios reposa en nuestra alma. Hemos sido constituidos templo de la Trinidad, y tenemos que saber ser templo abierto, para que los demás, al tratar con nosotros, puedan tratar con el mismo Dios. Qué desolador es encontrar las Iglesias cerradas cuando uno tiene necesidad de encontrarse con su Dios. Qué gusto da cuando uno encuentra una Iglesia abierta para poder rezar y hablar con su Señor. Así, igual de desolador, es encontrarse al cristiano con las puertas cerradas, que no quiere transmitir a Dios, que no quiere transmitir a nada, sino que está encerrado en sí mismo. Por eso, tener las puertas y las ventanas abiertas para que los demás puedan entrar, participar en nuestra intimidad, y poder dejar ellos también su intimidad en nuestro corazón, de algún modo es querer vivir ése Bautismo, y querer que los demás puedan percibir los frutos de ese Bautismo, que están en nosotros.

¡Cuánto don ha sido puesto en nuestras vidas! Cuanto mimo y cuanto cariño ha puesto Dios en nuestra historia, aunque nosotros muchas veces percibimos solamente lo negativo, y olvidemos que Dios con su gracia nos hizo imagen de su hijo Jesucristo. Toda la fuerza del Espíritu Santo está en nosotros, y somos los hijos predilectos del Padre.

El Bautismo nos tiene que ayudar a vivir esa filiación divina que es saber agradecer al Padre que nos ha dado todo; nos ha dado la vida, la fe, la familia y tantas cosas. Por eso Dios mío, que sea muy consciente de la dignidad tan grande que yo tengo. Decía el Papa San León Magno: “Reconoce cristiano tu dignidad”. Que seas consciente de quién eres, y que la dignidad ha querido reposar en ti y morar en ti. Aunque a ti te parezca que eres una basura y que eres lo peor del mundo, a Dios no le importa ni te hace ascos. Comprende que en medio de esa fragilidad tuya, está Dios habitando dentro de ti. Cuando busques a Dios, lo buscarás en el Cielo, y estará. Lo buscarás en las Iglesias, especialmente en el Sagrario, y estará. Pero sobre todo búscalo en el fondo de tu alma, búscalo en ese santuario que quedó edificado desde el día de tu Bautismo, y ahí podrás encontrarte con tu Dios, disfrutar de Él, y gozar de un Dios que se llamó Enmanuel, es decir, Dios siempre con nosotros.

Ojalá que hoy todos los cristianos queramos renovar ese sacramento bendito que es la fuente de todas las gracias, que sepamos vivir en ese templo que somos de Dios, y que queramos allí, no solamente encontrarnos con Él, sino hacer que los demás se encuentren con Él en nosotros.

miércoles, 9 de enero de 2008

El derecho a meternos en la vida de los demás / Autora: Lucrecia Rego de Planas

Reporte Médico

Hospital Santa Fe
Montevideo, Uruguay

Fecha: 1 de junio de 2007

Nombre del paciente: Mariana de la Mora
Fecha de nacimiento: 1 de junio de 2007
Peso al nacer: 3.950 kg.
Estado general al nacer: completamente sana. Sus miembros están completos. Sus reacciones fueron normales.

Fecha: 27 de junio de 2007
Se le practica un cateterismo y se descubre que Mariana tiene un defecto en las arterias que salen del corazón, pues una de ellas se encuentra estrangulada… Es necesario operarla para que pueda sobrevivir.

Fecha: 3 de julio de 2007
La pequeña es sometida a la operación y durante la misma sufre un paro respiratorio. Le falta oxígeno unos cuantos minutos y al salir de la operación, la niña, que antes sonreía al ver a su madre, se chupaba el dedo y pataleaba sin cesar, ha quedado ciega e incapaz de mover sus piernas.

Fecha: 15 de agosto de 2007
Resultados del análisis de los ojos: todo está bien: la córnea, el globo ocular, el nervio óptico, no hay defecto ni enfermedad en ninguna de sus partes. Sin embargo, la niña no puede ver. ¿Qué ha sucedido? ¡Los ojos han perdido la conexión con el cerebro!
Resultado del análisis de las piernas: el tono muscular, la formación de los huesos, la irrigación de sangre, todo funciona a la perfección, pero la pequeña no puede moverlas porque… ¡no están conectadas al cerebro!

Fecha: 7 de enero de 2008
Los ojos de Mariana han perdido su brillo, quedando opacos y sin vida, y sus piernas se han ido deformando poco a poco hasta quedar volteadas hacia atrás, totalmente rígidas como si fuera una bailarina de porcelana. Es natural, ya que el cuerpo de Mariana se "ha dado cuenta" de que esos miembros, ojos y piernas, no le sirven y no le servirán jamás y han dejado de recibir irrigación. Son miembros atrofiados y el resto de los órganos del cuerpo han dejado de "gastar energías" para mantenerlos con vida...

Lo mismo que sucedió en el cuerpo de Mariana es lo que sucede en la vida de la Iglesia. Todos formamos un cuerpo cuya cabeza es Cristo. Cuando un miembro pierde la conexión con la Cabeza, por el pecado mortal, se vuelve inútil. Cuando los demás miembros dejan de "prestarle atención" a cualquier órgano, éste corre el peligro de atrofiarse y morir.

Ahí radica la importancia del apostolado: en la Iglesia todos necesitamos trabajar para mantenernos vivos y mantener vivos a los demás. No podemos aislarnos del resto del cuerpo, pues todos necesitamos de todos.

Seguramente has oído alguna vez esta respuesta:
"No te metas en mi vida, no te importa lo que yo hago o dejo de hacer".

Tal vez seas tú mismo el que se lo ha dicho a alguien, buscando que te dejen usar tu libertad como te plazca y pensando en que lo que haces a nadie afecta más que a ti.

Sin embargo, para todos los que formamos parte de la Iglesia esta frase no es válida, pues al igual que en el cuerpo humano, todos somos importantes y necesarios y, por eso, el mismo Cristo nos ha autorizado a meternos y entrometernos en la vida de los demás.

Nos cuenta san Mateo al final de su Evangelio, que después de la Resurrección de Jesús acudieron los once discípulos a un monte en Galilea donde Él los había citado.

Estando ahí, se les apareció Jesús y les dijo:

Se me ha dado todo poder en el cielo y la tierra. Vayan pues y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y estén ciertos de que yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo
(Mt. 28, 18-20).

Él mismo nos ha llamado a participar de su misión, a meternos en la vida de los demás para que sean felices aquí en la tierra y alcancen el cielo para el que han sido creados. Hemos recibido el mandato de extender su Reino: reino de verdad, de vida, de justicia, de amor y de paz.

Tenemos derecho a meternos en la vida de los demás porque todos formamos un cuerpo. En todos nosotros fluye la misma vida de Cristo. Y si un miembro se encuentra enfermo, débil o quizá muerto, todo el cuerpo queda afectado: padece Cristo y sufren también los miembros sanos.

El derecho a influir en la vida de los demás por medio del apostolado, se convierte en un deber para todos los cristianos: debemos ser levadura que fermente la masa, sal que sazone, luz que ilumine a los demás y los lleve al encuentro con Cristo.

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Fuente: Catholic.net