«Era muy incrédulo y no iba a Misa. Pasaba todas las Semanas Santas en un monasterio benedictino. Ahí lloraba como Magdalena, hacía adoración nocturna del Santísimo el jueves Santo escuchando los ruiseñores en la noche»
«Gracias Señor por ser el único y eterno sacerdote. Gracias por todos los ministros ordenados: indignos, pero elegidos por Ti. Gracias, Señor, por mis hermanos sacerdotes, por su abnegación y sus desvelos. Gracias, porque al alimentarnos de Ti y en Tipodemos vivir el Amor fraterno y mirarnos los unos a los otros con tus ojos llenos de ternura y compasión. Gracias por tanta gracia en un solo día»