* «No fue de la noche a la mañana. Desde que sentí la llamada de Dios hasta que entré en el convento ha pasado un año. Y a lo largo de este tiempo, Dios me ha ido hablando, me ha pedido que le entregue mi vida, y yo le he dicho que sí. El amor de Dios hace que cada día sea distinto, nuevo. Por eso, cada vez estoy más enamorada de Él. Dios me llamó aquí, y aquí estoy. Y haciendo la voluntad de Dios es como me siento más feliz»
* «Me opongo ferozmente a la eutanasia. Me disculpo a mí misma por haberla deseado porque sé hasta qué punto ya no podía más. Pero luego prohibí a los míos que me la apliquen, bajo ningún pretexto… Y al final de nuestra vida, será Cristo quien reserva para Sí celosamente la curación que nos espera. Adoro esta idea. Es absolutamente maravilloso estar enfermo y decirse que la curación no va a llegar hoy porque Dios reserva para Sí celosamente nuestra curación y nuestro alivio. Simplemente, quiere hacerlo Él mismo, solo hay que esperar y descubrir ese alivio por la gracia de Dios en la eternidad, que será tanto más hermosa cuanto más se haya sufrido aquí abajo»