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miércoles, 25 de junio de 2008

Ex Evangelica - "Para mi el rosario era la mayor herejía"


Principales prejuicios protestantes contra los Catolicos

Testimonios de conversiones / Autor: Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo

La fe que lo cambia todo
«No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida»: son palabras de Benedicto XVI en su encíclica Deus caritas est.


Así, con un encuentro imprevisto, con una respuesta inesperada al deseo profundo del corazón, comienzan las historias de conversión que llenan las siguientes lineas. Las palabras de estos testigos de la fe podrían ser las de cada uno de nosotros en algún momento de nuestra vida.

La Casa de Dios es ahora mi casa
La desorientación es una característica propia de la juventud, en España y en cualquier parte del globo. También lo es la búsqueda, el deseo de algo más. Todo ello marcó, hace años, la vida de Etsuro, un joven japonés con inquietudes artísticas, dispuesto a embarcarse en cualquier barco que apuntase hacia la felicidad. Hoy, años después, es escultor en los trabajos de reconstrucción del templo de la Sagrada Familia, en Barcelona: «Desde joven, yo buscaba algo, pero no sabía qué era lo que estaba buscando, como todos los jóvenes. Y como escultor, la piedra era mi obsesión; a través de ella pensaba que iba a encontrar eso que estaba buscando. Así, después de unos años, la piedra me llevó a Europa, a trabajar en la Sagrada Familia, y la Sagrada Familia me presentó a don Antonio Gaudí. Y él me ha llevado al mundo de la fe».

La mentalidad oriental de profundizar y no quedarse en la superficie llevó a Etsuro Sotoo de Japón a Europa, y de Gaudí a Cristo. «La Sagrada Familia -explica- me aceptó como escultor. Como japonés, pensé que tenía que conocer a Gaudí. Yo pensaba que, para saber qué era lo que tenía que hacer, tenía que preguntar a Gaudí. Pero no había casi escritos suyos; para saber qué era lo que quería hacer Gaudí, ¿dónde mirar? Entonces tomé la decisión de no mirar a Gaudí, sino mirar adonde miraba Gaudí, e intentar llegar adonde quería llegar Gaudí. Con este pensamiento en mente, he sentido mucha libertad. Gaudí miraba a Cristo, y yo ahora miro a Cristo. En Japón, el cristianismo es minoritario, pero existe la buena costumbre de, si quieres aprender algo, tienes que aprender a amar el trabajo, amar tus herramientas, amar los materiales. Entonces, ¿quién fue el que dijo que el amor es lo más importante? Jesús. Y decidí seguirle. Me bauticé hace años. Mi vida ha cambiado totalmente. Antes de convertirme, entraba en la Sagrada Familia y me sentía como si entrara en la casa de otro; hoy, cada día me siento como si entrara en mi casa; es la Casa de Dios, pero es como mi casa».

De pronto, conocí a un sacerdote...
«Yo estaba hundido. Vivía en la nada más absoluta. No tenía ninguna esperanza, y lo único que quería era morirme»: quien así habla es Emilio. Echa la vista atrás y sólo ve sufrimiento. «Me dedicaba a vegetar -dice-. Estaba matriculado en la Universidad, pero llevaba diez años y no hacía nada. Lo único que hacía era esperar a que la vida pasase, porque ya ni siquiera esperaba una respuesta. Todos los días eran lo mismo: fumarme unos porros y esperar a que la vida pasase. A todo el mundo que encontraba le hacía la misma pregunta: ¿Quiénes somos?, ¿por qué estamos aquí? Dime algo. Y la gente lo único que me decía era: Tómate en serio la Universidad, tómate en serio tu trabajo, búscate un hobby. Eran respuestas finitas, cuando yo necesitaba una respuesta infinita,
total, a todo. De pronto, de forma casual e imprevista, conocí a un hombre, un sacerdote, que en apenas diez minutos que estuve con él, me miró de una manera tal que comprendí que sabía lo que a mí me pasaba.


Sabía qué era lo que yo buscaba, y él me devolvió el sentido que yo buscaba. Ese día me fumé un par de porros y le fui a ver. Y aquel hombre me dio la respuesta; yo no me acuerdo de lo que me dijo, fue una conversación de cinco minutos, pero intuí que él se daba cuenta, que comprendía lo que me pasaba. Me puse en sus manos. Él me dijo que hay un lugar, un sitio en el que todo esto que yo me planteaba tiene un significado, y ese sitio es la Iglesia. Me invitó a un campamento y yo me fui para allá, porque no tenía nada que perder y sí todo que ganar, como así fue. Lo que más me sorprendió fue la unidad que vi allí, una unidad hermosa. Entre aquellos monitores había algo que a mí me conmovió. Y yo me entregué; pensaba: Esto es lo que yo busco».

Hoy, después de tantos años, Emilio afirma ser «un hombre feliz y libre, y me pongo el mundo por montera. Luego creces, te casas y tienes hijos, y hay momentos duros, pero las cosas ya no me determinan. Soy un hombre absolutamente de todas las circunstancias, con un sentido de la vida, que es lo fundamental, que es lo que me faltaba a mí y que le falta al hombre de hoy. Quien encuentra este sentido, lo tiene todo».

Si antes era feliz, ahora lo soy más
María Vallejo-Nágera es hoy una escritora de éxito. Sus libros gozan de una gran popularidad, pero quizá el mayor logro de su vida sea el haber encontrado la fe. «Yo era una persona feliz -afirma-, y mi vida estaba centrada en mi familia, mi marido y mis hijos. Después encontré la fe y la ha enriquecido muchísimo. Si ya era feliz, ahora lo soy muchísimo más. Fue un encontronazo de lo más inesperado». ¿Cómo sucedió? Ella misma lo cuenta: «Yo era una persona muy agnóstica y muy rebelde. Unos amigos me pidieron que les acompañara a una peregrinación a Medjugorje. Yo fui con ellos, más guiada por la curiosidad que por la fe. Me cautivó el ambiente, no lo puedo explicar con palabras, me cautivó ver la cantidad de gente joven que había allí, orando en misa, cuando yo siempre me había aburrido en misa y me parecía una celebración vacía. Me quedé perpleja al descubrir esa fe tremenda de todos aquellos jóvenes. Eran los años siguientes a la guerra de Bosnia, y vi la fe de esta gente en los peores momentos de su vida».

Después de este primer contacto, María quiso profundizar en la fe católica, «porque yo había sido bautizada, mis padres eran muy creyentes y yo siempre había ido a colegios católicos. Lo primero que hice fue acudir a un sacerdote que me ayudara y él me lo explicó todo, porque yo no entendía el significado de la misa, y me pidió que leyera los evangelios, que me cautivaron como escritora. Acudí a las fuentes de mi fe. Fui investigando quién me podía ayudar y fui tirando del hilo hasta que descubrí los tesoros impresionantes que tiene mi fe».

Hoy, María hace balance y afirma: «Mi vida ha cambiado, a nivel personal poco, porque sigo siendo la misma persona, pero a nivel de felicidad me ha cambiado mucho los esquemas. Ahora soy una mujer mucho más agradecida; cada día que pasa es un pequeño milagro; cada vez que veo un bebé por la calle, veo un milagro. Me he dado cuenta de que vivimos rodeados permanentemente de milagros. Agradezco la vida a cada segundo que pasa».

Os haré salir de vuestros sepulcros...
Un encarcelado recibe la Sagrada Comunión Al paso de una procesión
Son días de Semana Santa. A las calles salen los pasos con las representaciones de la pasión y muerte de nuestro Señor. A los creyentes, esta expresión de la fe les mueve a la reflexión y a la oración; y a los alejados, les puede llevar incluso a la conversión, así de sorprendente es Dios. Es la historia de Javier:
«Yo andaba interesado por la cultura, la política, los viajes y cualquier cosa de este mundo. Una mala experiencia y unas decepciones personales, durante las cuales llegué a sufrir un accidente, me crearon un intenso malestar de animo. Viendo una procesión de Semana Santa, me surgió la siguiente reflexión: Dios me ha creado, Cristo ha muerto por mí, ¿cuántas veces y de qué manera me acuerdo de Él? ¿No será este mundo un gran teatro que nos esconde la verdad de Dios?»

Lo siguiente es seguir abriendo la puerta que Dios entorna para nosotros, y que nos lleva a descubrir otros tesoros. Dice Javier que, «poco después, la lectura de temas religiosos y la devoción me descubrieron otras cosas que antes no había visto. Especialmente la devoción a la Madre de Dios; creo que es la mística mas correspondida por la gracia, la que recibe un auxilio o una respuesta inmediata».


El Señor no ha querido dejarme escapar
«Mi conversión empieza justo en el momento en que voy a darme de baja como católico»: así de rotundo se expresa Alfonso. Su historia es parecida a la de muchos que, poco a poco, van dejando la Iglesia y luego, al cabo de los años, la redescubren como un tesoro. Afirma:


«Yo, cuando tuve uso de razón, le prometí a Dios que iba a rezar un Padrenuestro cada día. Antes, hice la Comunión y fue la primera y la última vez que piso una iglesia, pero no dejo de rezar ese Padrenuestro. Van pasando los años, y llega un momento en que me topo con una frase de monseñor Setién, cuando dice que él nunca oficiaría un funeral por una víctima de ETA porque sus feligreses no lo entenderían. Entonces yo me reboté y no entendía cómo alguien que creía en Dios podía decir tal brutalidad. Tenía 17 años, y entonces decido que ya no quiero ser católico. Cojo a Jesucristo y me lo llevo al budismo y a cualquier otro sitio menos a la religión católica. En ésas, tengo una fuerte experiencia de preguntarme por aquello en lo que yo siempre había creído, y decido darme de baja como católico. Entonces me entero de que hay una cosa que se llama curso para hacer la Confirmación -yo no sabía ni que era un sacramento-. Lo hago, y en este proceso reconozco a Jesucristo y Él me va poniendo en mi camino a muchas personas que me ayudaron, entre ellas a una religiosa que me ayuda mucho».

Para Alfonso, más que un fogonazo, la conversión ha sido «un camino lento. Hoy veo que el Señor me ha mimado mucho desde pequeño y no me ha querido dejar escapar. Yo me siento un elegido del Señor, que en un momento de mi vida le abandonó, pero luego vino en mi busca. Ha sido muy intenso; ahora echo la vista atrás y me da vértigo. Mi vida ha cambiado radicalmente, en valores, y la veo llena de gracia, muy cerca del Señor. Ha cambiado radicalmente».


En la Iglesia es donde realmente se está bien
Marcos y Arlene son cubanos. Llegaron a España hace seis años; su historia es también la de un viaje espiritual hacia la fe católica. «En Cuba -afirma Marcos- conocimos a Jesús en la Iglesia evangélica, y, al llegar a España, intentamos seguir en alguna comunidad, pero poco a poco nos fuimos alejando y dejándolo todo, hasta que llegamos a una fase de nuestra vida bastante mala, de estar incluso a punto de separarnos, con un hijo en común. Entonces una compañera de trabajo nos invitó a hacer un cursillo. Ahí me di cuenta de que el Señor me estaba trayendo otra vez hacia Él, a la Iglesia, donde realmente se está bien, y ello me sirvió para encontrarme con Él y conmigo mismo».

En la forma de hablar de Marcos se nota la pasión de los conversos, de los que tienen presentes los días en los que andaban por la cunetas de la vida. Hoy recuerda agradecido: «Mi vida era un desastre, y ahora es todo muy diferente. Doy gracias a Dios cuando miro mi vida. Al darte cuenta de que eres hijo de Dios, sabes que tienes Alguien muy por encima, dueño de todo cuanto sucede en nuestra vida. Sé que Dios siempre está a mi lado y me lleva sobre sus hombros, que me acompaña en los momentos más difíciles y en los más felices. Todo ello es lo que da sentido a mi vida. Vivo con la certeza de que en todo lo que me pasa Dios está ahí, que no hay casualidades. Además, para mí, el vivir esto en el matrimonio es una magnitud superior. Si vivir la vida como cristiano es mirar el mundo desde un piso 60, vivirlo en matrimonio es algo superior. Vives la fe en tu pequeña Iglesia doméstica, con tu mujer y tu hijo, rezando juntos antes de dormir. Es algo que te hace vivir la vida al cien por cien. Después de todo el día trabajando fuera de casa, llegas a casa y es como si te metieras de nuevo dentro de esa Iglesia doméstica y vuelves a estar otra vez muy pegado a Dios».

Llegué a pensar en el suicidio
La conversión de Vidal comienza al darse cuenta de que las cosas no lo llenan todo, que el mundo no da lo que prometen los anuncios y la mentalidad dominante. Echa la vista atrás y dice que fue «educado en la fe; hice la Comunión, y luego pasé de todo. Desde muy joven empecé con la fiesta y la diversión; no caí en la droga, pero siempre estuve en torno a ella y al alcohol. Así hasta los 18 años, en que me dio por lo contrario: cambié mi vida, pero la centré en el trabajo y en el dinero. Al poco tiempo, conseguí mi propia empresa, tenía empleados, ganaba mucho dinero. Entonces yo estaba en contra de Dios, de la Iglesia, del Papa; para mí, todo eso era un engaño. En un momento dado, todo lo que tenía se derrumbó y me vine abajo. Yo tenía mujer e hijos -ella quería casarse por la Iglesia, pero yo no- y tenía mucho dinero, pero yo no era feliz.

Tenía todo, pero este apego al dinero, la autosuficiencia, el ser más que nadie..., todo ello me produjo un vacío. Estaba asqueado y todo se vino abajo, incluso la empresa que tenía. Vi que no tenía sentido mi vida, y llegué a pensar en el suicidio. Incluso preparé los papeles para que a mi mujer no le faltara de nada y que la hipoteca se quedase pagada.

Entonces apareció una persona, una tía mía, que me dijo: A ti lo que te pasa es que tienes un gran vacío de Dios en tu vida. Eso me hizo empezar a buscar un sacerdote, y cuando lo encontré le dije: Tengo que hablar con usted, porque me está pasando algo. Me empezó a hablar de su propia vocación, que él también venía del fango, y me invitó a hacer un Cursillo de Cristiandad. Yo no sabía lo que era y me lo tomé como último recurso para mi vida. A través de este encuentro personal con el Señor, me encontré con un Dios cercano, un Dios amigo, y me reencontré con la Iglesia. A los dos meses me casé con mi mujer y bautizamos a nuestros hijos en la misma celebración».

Han pasado ya cuatro años, y Vidal afirma estar «cada vez más enamorado del Señor, de mi familia. Y mi vida ha cambiado; ahora trabajo lo justo para vivir, sin otra ambición que perseverar en la fe y, sobre todo, transmitir a mis hijos la mejor herencia, que es lo que me ha dado el Señor. He aprendido a amar, a querer a mi mujer, siento en mi interior una paz indescriptible. Me falta mucho por limar, por supuesto, pero siento que mi vida no soy yo el que la llevo, y que el Señor, inmerecidamente, me ha elegido».
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Fuente: Alfa y Omega

“No podemos quedarnos impasibles ante la explotación sexual de la mujer”

La Asociación Comunidad Papa Juan XXIII pide una lucha “seria” contra la prostitución
CIUDAD DEL VATICANO, (
ZENIT.org) Los gobiernos deben afrontar seriamente el problema de la prostitución con medidas encaminadas a la supresión de este fenómeno, afirma el responsable general de la Asociación Comunidad Papa Juan XXIII, Giovanni Paolo Ramonda.
En un artículo publicado en L'Osservatore Romano, Ramonda afirma que "en el tercer milenio, la mercantilización de la persona es un fenómeno que aún hay que combatir", y ante el cual los cristianos "no podemos quedarnos impasibles y resignados".

"A las mujeres esclavizadas por la prostitución no hay que consolarlas ni asistirlas, hay que liberarlas", afirma. La explotación sexual de la mujer, afirma Ramonda, no supone "el encuentro de dos libertades, la de la prostituta y la del cliente" sino que es "consecuencia directa de sistemas injustos en los que las víctimas, para mejorar sus condiciones de vida o simplemente para sobrevivir, se convierten en mercancía fácil para traficantes sin escrúpulos".

Para el responsable de la asociación, la situación se ha agravado con la inmigración masiva al Occidente rico que ofrece el bienestar fácil, con lo que "intermediarios y explotadores han organizado verdaderas bandas a costa de las mujeres más indefensas, alimentando un incremento de violencias y crueldades".

Recordando las condenas expresadas por los dos últimos Papas, Ramonda pide a los Gobiernos que actúen de forma determinante contra la prostitución como una forma de violencia sexual. "El respeto por el prójimo no es sólo la regla fundante de nuestra religión, sino una conquista imprescindible en el plano de la cultura y de la civilización".
"Don Oreste Benzi, fundador de nuestra asociación, sostenía que ninguna mujer nace prostituta, pero que siempre hay alguien que la hace serlo".

Más penas a los traficantes
Para acabar con este fenómeno, Ramonda cree que no caben soluciones "tolerantes": no es posible, afirma, "hacer pasar por legítimo lo que es expresión de mera posesión de la persona reducida a objeto, de ofensa a la dignidad y a la libertad de las conciencias. Un acto injusto sigue siéndolo más allá de las situaciones que lo condicionan"

"Es desconcertante la tesis de quienes piensan poder resolver el problema circunscribiéndolo a áreas urbanas con luces rojas, o dando el negocio en gestión a cooperativas. ¿Cómo es posible contrarrestar un mal delimitándolo geográficamente o regulándolo con normas? También el robo es un mal, como tantas otras formas de abuso que niegan el sentido del prójimo, pero nunca se ha pensado combatirlo disciplinándolo o regularizándolo para concederle apariencia de legitimidad".

La solución es que los gobiernos aprueben instrumentos legislativos apropiados que "permitan la represión del fenómeno actuando contra los responsables de las bandas, agravando los controles y las penas".
Este endurecimiento debe ser acompañado de una regeneración de los valores, "indispensable para permitir a los jóvenes crecer en una sociedad más sana y menos hipócrita".

"Un Estado atento y prudente debe ser vigilante en la salvaguardia del bien común si quiere promover el verdadero crecimiento humano y cultural de sus ciudadanos, en lugar de someterse a soluciones hipócritas y rápidas, que son útiles a los 'listos' sin escrúpulos de siempre".

La Asociación Comunidad Papa Juan XXIII fue fundada en 1968 en Italia por el sacerdote Oreste Benzi (fallecido el pasado 2 de noviembre), y se dedica a la recuperación de ex drogadictos, personas con minusvalías, menores marginados y ex prostitutas. Está presente en veintisiete países de Europa, África, Asia y América Latina. La Asociación hasta ahora, ha ayudado a cerca de 6.000 chicas a abandonar la prostitución.
Más información:
www.apg23.org

Red abortista internacional usaría a obispos y grupos pro-vida en "proyecto multimedia"

Esclavitud doméstica en Latinoamérica: más niñas que niños / Autor: Víctor Ruiz

La mayoría es de escasa educación, empiezan a trabajar antes de los 11 años y, en muchos casos, reconocen haber sufrido acoso sexual
En el informe de
Save The Children sobre la esclavitud infantil doméstica en el mundo, al que hacíamos referencia en una anterior información, uno de los hechos constatados es que “la mayoría de la mano de obra infantil utilizada para el servicio doméstico es femenina”.

Esta cuestión es especialmente perceptible en Latinoamérica, según los datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Sobre todo, el informe de Save the Children destaca los casos detectados en Paraguay, Perú, Brasil y Colombia, entre otros países.

Según el estudio
Esclavos puertas adentro, el porcentaje de niñas empleadas en el servicio doméstico sobre el total en estos cuatro estados ronda el 83,5%.

Otra característica común entre los niños explotados en los hogares latinoamericanos, que se inician en esta actividad antes de cumplir los 11 años, es su escasa formación educativa, ya que
“durante su vida como trabajador doméstico normalmente no van a la escuela”.

Acoso sexual

Además, como sucede en casi todo el mundo, abundan los casos de niñas que denuncian haber sufrido acoso o abusos sexuales “por parte de los hombres de la casa en la que trabajaban”.

El informe hace referencia a los datos de otro estudio centrado en Guatemala, realizado por Human Rights Watch, en el que se pone de manifiesto que “un tercio de todas las niñas empleadas en los servicios domésticos reconocía haber sufrido algún tipo de acoso sexual”.

Las niñas no sólo están expuestas a los abusos por parte de los “adultos masculinos y los niños mayores más fuertes de la casa”, sino que también están expuestas a “abusos por parte de visitantes u otros trabajadores domésticos”, añade el informe.

“Subestimación del trabajo infantil”

El informe aclara que, en algunos países centro y sudamericanos, “dado que la mayoría de las estimaciones proviene de encuestas de hogares, seguramente existe una fuerte subestimación del trabajo infantil en general y del trabajo infantil doméstico en particular”.

Aún así, por ejemplo, a pesar de las limitaciones para estimar la magnitud del trabajo infantil doméstico en un mismo momento en la subregión de Guatemala, El Salvador, República Dominicana, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá, se puede adelantar que el trabajo infantil doméstico total de los siete países en 2000 abarcaba a unas 170.000 mil menores de 18 años, en labores domésticas fuera de su hogar.

El informe cita, entre otros casos, los de unos 40.000 niños en Guatemala que tenían entre 5 y 17 años y el 90% eran niñas. En Paraguay existían en el 2000 alrededor de 67.000 menores de entre 5 y 17 años que realizaban algún tipo de trabajo doméstico no remunerado.

También hace especial mención al caso de Haití, donde “se calcula que existen en torno a 250.000 niños empleados en trabajos domésticos, el 10% de los cuales es menor de 10 años”

En general, muchos de los niños trabajadores domésticos “afirman ser maltratados por sus empleadores, incluyendo ser insultados (33%), tener que comer las sobras (20%), ser golpeados o pateados (12%) o abusados sexualmente (5%)”

El informe concluye esta parte del estudio en Latinoamérica con algunas cifras:

“En Brasil hay en torno a 559.000 niños trabajadores domésticos entre 10 y 17 años.

En El Salvador existen unos 14.200 trabajadores domésticos menores de 19 años, de los cuales, 4.102 son menores de 14 años.

En Perú se calcula que existen en torno a 150.000 niños trabajadores domésticos.

En Honduras existen alrededor de 20.764 niños trabajadores domésticos.

En Nicaragua existen alrededor de 17.694 niños trabajadores domésticos.

En Costa Rica existen alrededor de 12.498 niños trabajadores domésticos.

En Panamá existen alrededor de 9.300 niños trabajadores domésticos”.


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Fuente: Forum Libertas

domingo, 22 de junio de 2008

Hay que tener temor, pero no miedo / Autor: Raniero Cantalamessa, OFM Cap.

Publicamos el comentario del padre Raniero Cantalamessa, OFM Cap., predicador de la Casa Pontificia, a la liturgia del domingo.

* * *
XII Domingo del tiempo ordinario
Jeremías 20, 10-13; Romanos 5, 12-15; Mateo 10, 26-33

¡Tened temor, pero no tengáis miedo!

El Evangelio de este domingo ofrece varias sugerencias, pero todas se pueden resumir en esta frase aparentemente contradictoria: "¡Tened temor, pero no tengáis miedo!". Jesús dice: "No temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna". No debemos tener temor ni miedo de los hombres; de Dios debemos tener temor, pero no miedo.

Por tanto hay una diferencia entre miedo y temor; tratemos de comprender por qué y en qué consiste. El miedo es una manifestación de nuestro instinto fundamental de conservación. Es la reacción a una amenaza para nuestra vida, la respuesta a un verdadero o presunto peligro: desde el peligro más grande, que es el de la muerte, a los peligros particulares que amenazan la tranquilidad o la incolumidad física, o nuestro mundo afectivo.

Según se trate de peligros reales o imaginarios, se habla de miedos justificados y de miedos injustificados o patológicos. Como las enfermedades, los miedos pueden ser agudos o crónicos. Los miedos agudos han sido determinados por una situación de peligro extraordinario. Si estoy a punto de ser atropellado por un coche, o comienzo a sentir que la tierra tiembla bajo mis pies a causa de un terremoto, entonces estoy ante miedos agudos. Estos sustos surgen improvisadamente, sin avisar, y así desaparecen al terminar el peligro, dejando quizá un mal recuerdo. Los miedos crónicos son los que conviven con nosotros, se convierten en parte de nuestro ser, e incluso acabamos encariñándonos de ellos. Los llamamos complejos o fobias: claustrofobia, agorafobia, etc.

El evangelio nos ayuda a liberarnos de todos estos miedos, revelando el carácter relativo, no absoluto, de los peligros que los provocan. Hay algo de nosotros que nadie ni nada en el mundo puede quitarnos o dañar: para los creyentes se trata del alma inmortal, para todos el testimonio de la propia conciencia.

Algo muy diferente del miedo es el temor de Dios. El temor de Dios se aprende: "Venid, hijos, escuchadme: os instruiré en el temor del Señor" (Salmo 33,12); por el contrario, el miedo, no tiene necesidad de ser aprendido en el colegio; la naturaleza se encarga de infundirnos miedo.

El mismo sentido del temor de Dios es diferente al miedo. Es un elemento de fe: nace de la conciencia de quién es Dios. Es el mismo sentimiento que se apodera de nosotros ante un espectáculo grandioso y solemne de la naturaleza. Es el sentimiento de sentirnos pequeños ante algo que es inmensamente más grande que nosotros; es sorpresa, maravilla, mezcladas con admiración. Ante el milagro del paralítico que se alza en pie y camina, puede leerse en evangelio, "El asombro se apoderó de todos, y glorificaban a Dios. Y llenos de temor, decían: 'hoy hemos visto cosas increíbles'" (Lucas 5, 26). El temor, en este caso, es otro nombre de la maravilla, de la alabanza.

Este tipo de temor es compañero y aliado del amor: es el miedo de disgustar al amado que se puede ver en todo verdadero enamorado, también en la experiencia humana. Con frecuencia es llamado "principio de la sabiduría", pues lleva a tomar decisiones justas en la vida. ¡Es nada más y nada menos que uno de los siete dones del Espíritu Santo (cf. Isaías 11, 2)!

Como siempre, el evangelio no sólo ilumina nuestra fe, sino que nos ayuda además a comprender nuestra realidad cotidiana. Nuestra época ha sido definida como una época de angustia (W. H. Auden). El ansia, hija del miedo, se ha convertido en la enfermedad del siglo y es, dicen, una de las causas principales de la multiplicación de los infartos. ¿Cómo explicar este hecho si hoy tenemos muchas más seguridades económicas, seguros de vida, medios para afrontar las enfermedades y atrasar la muerte?

El motivo es que ha disminuido, o totalmente desaparecido, en nuestra sociedad el santo temor de Dios. "¡Ya no hay temor de Dios!", repetimos a veces como una expresión chistosa, pero que contiene una trágica verdad. ¡Cuanto más disminuye el temor de Dios, más crece el miedo de los hombres! Es fácil comprender el motivo. Al olvidar a Dios, ponemos toda nuestra confianza en las cosas de aquí abajo, es decir, en esas cosas que según Cristo, el ladrón puede robar y la polilla carcomer (Cf. Lucas 12, 33). Cosas aleatorias que nos pueden faltar en cualquier momento, que el tiempo (¡la polilla!) carcome inexorablemente. Cosas que todos queremos y que por este motivo desencadenan competición y rivalidad. (el famoso "deseo mimético" del que habla René Girard), cosas que hay que defender con los dientes y a veces con las armas en la mano.

La caída del temor de Dios, en vez de liberarnos de los miedos, nos ha impregnado de ellos. Basta ver lo que sucede en la relación entre los padres y los hijos en nuestra sociedad. ¡Los padres han abandonado el temor de Dios y los hijos han abandonado el temor de los padres! El temor de Dios tiene su reflejo y su equivalente en la tierra en el temor reverencial de los hijos por los padres. La Biblia asocia continuamente estos dos elementos. Pero el hecho de no tener temor alguno o respeto por los padres, ¿hace que sean más libres o seguros de sí los muchachos de hoy? Sabemos que no es así.

El camino para salir de la crisis es redescubrir la necesidad y la belleza del santo temor de Dios. Jesús nos explica precisamente en el evangelio que la confianza en Dios es una compañera inseparable del temor. "¿No se venden dos pajarillos por un as? Pues bien, ni uno de ellos caerá en tierra sin el consentimiento de vuestro Padre. En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; vosotros valéis más que muchos pajarillos".

Dios no quiere provocarnos temor sino confianza. Justamente lo contrario de aquel emperador que decía: "Oderint dum metuant" (¡que me odien con tal de que me teman!). Es lo que deberían hacer también los padres terrenos: no infundir temor, sino confianza. De este modo se alimenta el respeto, la admiración, la confianza, todo lo que implica el nombre de "sano temor".

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[Traducción del original italiano realizada por Jesús Colina]


El Evangelio del domingo 22 de junio en video:
Mateo 10, 26-33
Para ver los videos haz click sobre la imagenes


"No tengáis miedo a los que matan el cuerpo" /
Video-reflexión: P. Jesús Higueras

sábado, 21 de junio de 2008

Decenas de trabajadores ya han abandonado voluntariamente sus puestos en la Expo



Hacen jornadas de hasta 12 horas y turnos de 6 y 7 días consecutivos.
Algunos abandonaron incluso antes de la inauguración oficial.

Decenas de trabajadores han dejado su puesto en la Expo antes de que la muestra cumpla su primera semana. En Ranillas trabajan más de 6.000 personas y las largas jornadas y el volumen de trabajo son ya los principales motivos de abandono.

Los trabajadores que se van aseguran que el sueldo (de 1.100 a 1.500 euros brutos al mes) no es suficiente para lo que se les exige. Turnos de seis o siete días seguidos, jornadas de hasta 12 horas o sólo 15 minutos de descanso en ocho horas son prácticas habituales.

Los despidos voluntarios se producen tanto entre el personal de los pabellones como entre la plantilla de atención al público contratada por la Expo. «Me contrataron para atender a visitantes y acabé en un torno de entrada haciendo el trabajo de los compañeros que se escaquean», comenta Sara G, una trabajadora que se acaba de despedir.

Expoagua no ha facilitado el número exacto de bajas registradas durante estos primeros días, aunque fuentes de la muestra señalan que no les han pillado por sorpresa. No en vano, hace mes y medio se creó una bolsa de empleo con más de mil currículos para cubrir vacantes.

Consideran que el sueldo es bajo para el esfuerzo que tienen que hacer
Las empresas de trabajo temporal que colaboran con los participantes también están cubriendo ya puestos vacantes. «En cuanto encuentran algo mejor, se van. Es normal, la Expo no es el trabajo de su vida», señalan.

El personal llegó a Ranillas la última semana de mayo y las primeras bajas se produjeron antes de la inauguración. «Aguanté diez días, lo que tardaron en darme el contrato, pero hay compañeros que se fueron al segundo día y otro cuando vio el uniforme », señala David S.

Ellos ya lo han dejado
«Ese trabajo era un caos. Me mandaban correos electrónicos por la noche para decirme a qué hora tenía que ir al día siguiente y a veces, cuando estaba de camino, me llamaban para que no fuera. Estaba 12 horas al día de pie y no podía beber agua porque decían que daba mala imagen», explica David, de 28 años, que trabajó en uno de los pabellones más emblemáticos de Ranillas.

«Pasar ocho horas seguidas de pie es agotador, sobre todo con los incómodos zapatos del uniforme. Además, me han asignado un puesto inferior a mi preparación, no han debido mirar ni el curriculum. Me voy porque creo que sirvo para algo más que recoger entradas en la puerta de la Expo», dice Sara, de 31 años, que acaba de presentar su dimisión.

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Fuente: Juventud Obrera Cristiana

"No podeis servir a Dios y al dinero" / Video-reflexión: P. Jesús Higueras

domingo, 15 de junio de 2008

La Iglesia existe para los cansados y oprimidos / Autor: Raniero Cantalamessa, OFM Cap.

El padre Raniero Cantalamessa comenta la liturgia dominical
Publicamos el comentario del padre Raniero Cantalamessa, OFM Cap., predicador de la Casa Pontificia, a la liturgia del próximo domingo.

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XI Domingo del tiempo ordinario
Éxodo 19, 2-6a; Romanos 5, 6-11; Mateo 9, 36-10,8
En el Evangelio de este domingo nos encontramos con la presentación oficial del colegio apostólico: "Los nombres de los doce apóstoles son éstos: primero Simón, llamado Pedro...". Se menciona claramente el primado de Pedro en el colegio de los apóstoles. No dice: "Primero Pedro, segundo Andrés, tercero Santiago...", como si se tratara simplemente de una serie. Se dice que Pedro es el primero en el sentido fuerte de que es cabeza de los demás, su portavoz, quien les representa. Jesús especificará más tarde, en el mismo Evangelio de Mateo, el sentido de ser "primero", cuando dirá "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia...".


Pero no quería detenerme a analizar el primado de Pedro, sino más bien el motivo que lleva a Jesús a escoger a los doce y a enviarles. Se describe así: "Jesús al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor". Jesús vio la muchedumbre y sintió compasión: esto le llevó a escoger a los doce apóstoles y a enviarles a predicar, a curar, a liberar...

Se trata de una indicación preciosa. Quiere decir que la Iglesia no existe para ella misma, para su propia utilidad o salvación; existe para los demás, para el mundo, para la gente, sobre todo para los cansados y oprimidos. El Concilio Vaticano II dedicó un documento entero, la
Gaudium et spes, a mostrar cómo la Iglesia existe "para el mundo". Comienza con las conocidas palabras: "Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón".

"Al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor". Los pastores de hoy, desde el Papa hasta el último párroco de pueblo, se presentan, desde esta perspectiva, como los depositarios y continuadores de la compasión de Cristo. El fallecido cardenal vietnamita F.X. Van Thuan, que había pasado trece años en las prisiones comunistas de su país, en una meditación dirigida al Papa y a la Curia Romana, dijo: "Sueño con una Iglesia que sea una 'puerta santa' siempre abierta, que abrace a todos, llena de compasión, que comprenda las penas y los sufrimientos de la humanidad, una Iglesia que proteja, consuele y guíe a toda nación hacia el Padre que nos ama".

La Iglesia debe continuar, tras su ascensión, la misión del Maestro que decía: "Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso...". Es el rostro más humano de la Iglesia, el que mejor le reconcilia con los espíritus, y que permite perdonar sus muchas deficiencias y miserias. El padre Pío de Pietrelcina llamó al hospital que fundó en San Giovanni Rotondo "Casa de alivio del sufrimiento": un nombre hermosísimo que sin embargo se aplica a toda la Iglesia. Toda la Iglesia debería ser una "casa de alivio del sufrimiento". En parte, hay que reconocer que lo es, a no ser que cerremos los ojos a la inmensa obra de caridad y de asistencia que la Iglesia desempeña entre los más desheredados del mundo.

Aparentemente las muchedumbres que vemos a nuestro alrededor, al menos en los países ricos, no parecen "cansadas y abatidas", como en tiempos de Jesús. Pero no nos engañemos: tras la fachada de opulencia, bajo los techos de nuestras ciudades, hay mucho cansancio, soledad, desesperanza, y a veces incluso desesperación. No parecemos muchedumbres "sin pastor", dado que muchos luchan en todos los países para convertirse en pastores del pueblo, es decir, en jefes y controladores del poder. Ahora bien, ¿cuántos entre ellos están dispuestos a llevar a la práctica el requisito de Jesús: "Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis"?

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[Traducción del original italiano realizada por Jesús Colina]


El Evangelio del domingo 15 de Junio:
"El Reino de los Cielos está cerca" ( Mateo 9, 36-10, 8)
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"Lo que habéis recibido gratís, dadlo gratís" / Video-reflexión: P. Jesús Higueras

Ante la crisis alimentaria: Reformas, compartir, austeridad / Autor: Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de las Casas

SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, (ZENIT.org-El Observador).- Publicamos el artículo que ha escrito monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas, sobre la crisis alimentaria mundial que lleva por título "Reformas, compartir, austeridad".

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VER

Las amas de casa, aún de las poblaciones más lejanas, están resintiendo el alza de precios en alimentos básicos. Los economistas avizoran que este panorama no tiene indicios de cambiar a corto plazo. Es un fenómeno típico de la globalización, que rebasa gobiernos e instituciones. La inestabilidad en los precios del petróleo, los subsidios de los países ricos a sus agricultores, el uso de alimentos para producir combustibles, la especulación financiera de las Bolsas, etc., intentan explicar en parte esta crisis.

¿Qué hacer? Se deben denunciar y atacar las raíces estructurales; pero, ¿qué nos toca a nosotros? Es un recurso fácil culpar de todos los males al gobierno en turno y al sistema neoliberal; pero reducirnos a lamentos y críticas no soluciona el problema. Quizá nos consuela aparecer como muy enterados del asunto y con muchas soluciones, pero el sistema no cambia sólo porque nosotros lo exigimos. Debemos buscar alternativas más cercanas y posibles.

JUZGAR

Jesucristo nos ordena preocuparnos por quienes no tienen con qué alimentarse. Cuando los corazones están dispuestos a compartir lo poco que tienen, se hace el milagro de la multiplicación; alcanza y sobra (cf Mc 6,35-44). Pero el egoísmo, que hace a unos enriquecerse y ser insensibles ante quienes no tienen qué comer (cf Lc 16,19-31), produce un infierno en la sociedad, por las desigualdades injustas, que hasta guerras pueden generar.

Dios da de comer hasta a los pájaros; pero no en el nido. Tienen que salir a buscar, para no morir de hambre. Si trabajan, nada les va a faltar. Quien no trabaja, no tiene derecho ni a comer (cf 2 Tes 3,10-12).
Hace poco, dijo el Papa Benedicto XVI a los participantes en una reunión de la FAO: "La creciente globalización de los mercados no siempre favorece la disponibilidad de alimentos, y los sistemas productivos con frecuencia se ven condicionados por límites estructurales, así como por políticas proteccionistas y fenómenos especulativos que dejan a poblaciones enteras al margen de los procesos de desarrollo. A la luz de esta situación, es necesario reafirmar con fuerza que el hambre y la desnutrición son inaceptables. El gran desafío de hoy consiste en globalizar no sólo los intereses económicos y comerciales, sino también las expectativas de solidaridad.

Os exhorto a continuar las reformas estructurales que son indispensables... La pobreza y la desnutrición no son una mera fatalidad. El derecho a la alimentación responde principalmente a una motivación ética: "dar de comer a los hambrientos" (cf. Mt 25, 35), que apremia a compartir los bienes materiales como muestra del amor que todos necesitamos y permite combatir la causa principal del hambre, es decir, la cerrazón del ser humano con respecto a sus semejantes que disuelve la solidaridad, justifica los modelos de vida consumistas y disgrega el tejido social, preservando, e incluso aumentando, la brecha de injustos equilibrios, y descuidando las exigencias más profundas del bien.

La Iglesia católica quiere unirse a este esfuerzo. Basándose en la antigua sabiduría, inspirada por el Evangelio, hace un llamamiento firme y apremiante, que sigue siendo de gran actualidad: "Da de comer al que está muriéndose de hambre, porque, si no le das de comer, lo matarás".

ACTUAR

Son necesarias reformas estructurales, sí; pero éstas nos rebasan a la mayoría. En cambio, la solidaridad, que es darse al que está solo, está al alcance de todos, incluso de los pobres. Hay que compartir con quien sufre más que nosotros, y abrir el corazón para estar cerca de quien más padece las consecuencias de la crisis alimentaria. Hay que evitar gastos innecesarios, lujos superfluos, modas transitorias, antojos momentáneos. En vez de consumir tanto refresco embotellado, hacer aguas frescas en casa; en vez de tanto uso de celular, moderación; en vez de gastar en caprichos personales, ahorrar; en vez de ir tanto a los centros comerciales, y gastar por gastar, reducirse a lo indispensable. Educar a los niños y jóvenes en la austeridad, asumiendo por convicción un estilo sobrio de vida.