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Bienvenido a Escuchar y a Dar

Este blog, no pretende ser un diario de sus autores. Deseamos que sea algo vivo y comunitario. Queremos mostrar cómo Dios alimenta y hace crecer su Reino en todo el mundo.

Aquí encontrarás textos de todo tipo de sensibilidades y movimientos de la Iglesia Católica. Tampoco estamos cerrados a compartir la creencia en el Dios único Creador de forma ecuménica. Más que debatir y polemizar queremos Escuchar la voluntad de Dios y Dar a los demás, sabiendo que todos formamos un sólo cuerpo.

La evangelización debe estar centrada en impulsar a las personas a tener una experiencia real del Amor de Dios. Por eso pedimos a cualquiera que visite esta página haga propuestas de textos, testimonios, actos, webs, blogs... Mientras todo esté hecho en el respeto del Amor del Evangelio y la comunión que siempre suscita el Espíritu Santo, todo será públicado. Podéís usar los comentarios pero para aparecer como texto central enviad vuestras propuestas al correo electrónico:

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Oremos todos para que la sabiduría de Jesús Resucitado presida estas páginas y nos bendiga abundamente.

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martes, 5 de agosto de 2008

Ingrid Betancourt cuenta su conversión: La Biblia le abrió el corazón y fue vida para ella

( Pelèrin) Ingrid Betancourt, política colombiana, ha estado en el santuario de Lourdes, en Francia, y en la basílica del Sacré-Coeur de París, para "dar gracias al Sagrado Corazón", después de haber sido liberada por las FARC. En una entrevista exclusiva publicada en el semanario católico francés Pelèrin ha explicado su conversión y su crecimiento en la fe. Publicamos lo más destacado de las respuestas, que configuran un testimonio de su encuentro personal con el Señor.

"Pide lo que quieras, que el Espíritu Santo pedirá mejor"
"El primer año, es verdad, yo estaba peleada con Dios. Me enfadé con él por la muerte de mi padre. Le decía: ¿por qué me has hecho eso, si sabes que te adoro, por qué me castigas? Luego entendí que podía dar gracias, porque papá nunca habría soportado seis años de este horror. Puedo decir que mi fe creció continuamente."

"Al principio de mi cautiverio, me dije: bien, voy a pasar meses y meses aquí, así que voy a leer la Biblia, ya que no la conocía. Al abrirla, me salieron las palabras de las cartas de San Pablo. Las cito de memoria, más o menos: pide lo que quieras, que el Espíritu Santo pedirá mejor, porque sabe mejor que tú lo que necesitas. Al leer esto me dije: Dios mío, está bien, pero yo sé lo que quiero, ¡quiero ser libre! Seis años después, al releer la misma epístola, por fin la entiendo. Pensé: Menos mal que el Espíritu Santo está aquí para rogar por mí, porque soy incapaz de pedir lo que necesitaba".
"Me enamoré de María leyendo el evangelio de San Juan, en las bodas de Caná"
"Caí admirada ante la Virgen. Para comprender a la Virgen hay que haber vivido y haber adquirido cierta madurez. Y comencé a descubrir a una joven que aceptó tener un hijo a pesar de tener un plan totalmente diferente para su vida. Ella afrontó todos los riesgos.

Para la mayoría de los cristianos estas son cosas bien conocidas, pero para mí era un descubrimiento. Encontré a una María fuerte, una María inteligente, una María con sentido del humor. Me enamoré de María leyendo el evangelio de San Juan, en las bodas de Caná. Encontré ese diálogo entre María y Jesús extraordinario. Esa complicidad entre ellos es genial. A pesar de todas las razones con las que Jesús se opone a su madre, ella sabe que él va a hacer lo que ella quiere: Que Él transformará el agua en vino en la boda por amor a ella.

Leyendo el pasaje no podía dejar de pensar en mi relación con mi hijo Lorenzo".
"No sé lo que significa exactamente consagrarse al Sagrado Corazón, pero si me dices, a lo largo de tu mes, el mes de junio, en qué fecha seré liberada, seré toda tuya".
"El 1 de junio escuchaba yo Radio Católica Mundial, y me enteré de que en junio se celebra el Sagrado Corazón. Pues bien, la última vez que vi a mi padre, estábamos sentados en su habitación, bajo una imagen del Sagrado Corazón. Papá me tomó de la mano, observó la imagen y dijo: "Sagrado Corazón, cuida de mi corazón, cuida el de mi hija". Así que cuando hablaron del Sagrado Corazón presté atención.

En aquel entonces aún no conocía bien la historia de Santa Margarita María, de hecho acabo de conocer su nombre ahora. Pero sí sabía que los que se consagraran como ella al Sagrado Corazón recibían bendiciones. Me acuerdo de una en particular, en que Jesús prometía tocar los corazones duros que nos hacen sufrir. Entonces oré: Jesús mío, nunca te he pedido nada porque eres tan grande que me da vergüenza pedirte. Pero aquí te voy a pedir una cosa muy concreta. No sé lo que significa exactamente consagrarse al Sagrado Corazón, pero si me dices, a lo largo de tu mes, el mes de junio, en qué fecha seré liberada, seré toda tuya".

Testimonio después de Sydney: "Jesucristo para mi ahora es Aquel en quien he depositado mi vida entera" / Autora: Rocio Franch Oviedo

Jesús dió una regla básica de discernimiento: "Por sus frutos los conoceréis". Dar testimonio de aquello que Dios hace en nuestra vida es una forma muy precisa de dar fruto. Cristo mandó a los apóstoles que fueran testigos de cuanto él había obrado en sus vidas. Después de Sydney es importante conocer lo que Dios ha obrado en algunos jóvenes y por eso hemos publicado y editaremos el máximo número posible de testimonios. El que nos cuenta Rocio Franch Oviedo de la Parroquia de Santa María de Caná de Pozuelo de Alarcón (Madrid) es a la vez importante en la medida que será en esa diócesis donde se celebrarán las próximas Jornadas Mundiales de la Juventud el verano de 2011.

Ha pasado ya una semana desde que cogimos el primer avión de vuelta hacia Singapur y aún estamos asimilando lo vivido. Nuestros amigos nos preguntan cómo es Australia, cómo hemos vivido de cerca la Jornada Mundial de la Juventud…y nos quedamos sin palabras. Podría decirse que soy “veterana”,llevo cuatro jornadas mundiales a mis espaldas. En todas y cada una de ellas, Cristo ha ido a mi encuentro…entonces, ¿por qué esta es diferente?

Cogí el primer avión llena de dudas y miedos, pensando que Dios no me escuchaba y que todo lo tenia que hacer sola, pero con la esperanza de que en Sidney todo se arreglaría, como el alcohol que se echa a una herida. Pensé que todo volvería a ser como antes, que todos los problemas se solucionarían, que mi corazón se volvería abrir a Cristo como había hecho otras veces…y no fue asi. En Melbourne, yo seguía siendo la misma, seguía con el corazón cerrado a cualquier intento de romper los esquemas establecidos, intransigente y egoísta ...y me decepcioné a mi misma. Pero fue la semana de Melbourne lo que más me enseñó. Pude ver y comprobar con mis propios ojos que la Iglesia es más joven que nunca, que un chico de 16 años es capaz de dejarlo todo en Madrid (salidas, comodidades, amigos…) y venirse a Australia a dormir mal y poco, pasar frío en pleno Julio por amor a Jesucristo, pasarse horas delante de un Sagrario y a la vez quedarse afónico de tanto cantar “clavelitos” y el ultimo éxito de Estopa. Que una chica de 17 años prefiere ponerse a rezar un Rosario a las nueve de la noche, antes que hablar con las amigas o tener más tiempo para arreglarse. Que ser joven no está reñido con ser fiel totalmente al Evangelio.

Y llegó Sidney. ¿Cómo explicar lo que vivimos allí? Aún estamos con un pie en Australia y otro en Madrid y nos parece imposible explicarlo sin haberlo vivido. Según pusimos un pie en Sidney, todo cambió. Estábamos en la JMJ, a pleno pulmón y con ganas de comernos el mundo. Por todas partes veías a la Iglesia Joven, a la Iglesia entusiasta y llena de la verdadera Vida. Y no sólo por la calle, sino en el propio grupo se notaba que el Espíritu Santo estaba haciendo de las suyas con nosotros ( las canciones y bailes de los kikos fueron el éxito del verano…). Poco a poco, casi sin darnos cuenta, los corazones se iban abriendo, sin necesidad de “subidones espirituales” ni nada exagerado, sino pasito a paso, marcando el Camino de todos y cada uno de nosotros, quitando lastres y dejando únicamente a Cristo. El mejor momento para mi fue la Vigilia y la carpa que pusieron las Hermanas de la Caridad en el Hipódromo con el Santísimo expuesto. Miles de personas rezando de la misma forma que tú , 500.000 personas en silencio, rezando con el Papa delante de una Custodia enorme…indescriptible. Y se me quedó una palabra grabada en el corazón: Confía.

¿Por qué es diferente? Todavía queda mucho por descubrir, pero creo que por que realmente sabía que en Madrid las cosas siguen igual, los problemas pueden seguir ahí, pero ahora la mirada ha sido renovada por Alguien que me lo ha dado TODO y no me va a quitar Nada. Sé de Quien me he Fiado. Y Jesucristo para mi ahora es Aquel en quien he depositado mi vida entera y en cuyos brazos me abandono totalmente, Confiando siempre. Y espero que sigamos adelante, todos los de Sidney, y más allá.


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Fuente: De Caná a Sidney

lunes, 7 de julio de 2008

Testimonio de la modelo brasileña Mariajosé Rossi, tras su Bautismo / Autor: José Antonio Méndez

«La felicidad de las discotecas se acaba; Cristo dura siempre»
(Alfa y Omega) Ha decidido bautizarse a los 22 años, después de encontrarse con Cristo en su Iglesia. Ahora, anuncia el Evangelio en el mundo de la moda, con la misma naturalidad con la que hizo su oración ante cientos de personas el día del Corpus Christi

Conoce de cerca el mundo de la diversión superflua, del alcohol, de las fiestas VIP. Su rutina se desenvuelve desde hace años entre top models, fotógrafos, maquilladores y modistos. Un ambiente que la envolvía ya en Brasil, país en el que nació y del que se vino a los 20 años para desarrollar su carrera como modelo de pasarela y publicidad.


Precisamente porque las luces de las discotecas y los focos de las cámaras no le son ajenos, Mariajosé Rossi de Queirós puede afirmar, a sus 22 años, que «el mundo de la belleza, de la fiesta constante, de las drogas, del sexo, es una mentira. La alegría y la libertad verdaderas están en la Iglesia, en Jesucristo. Escucharle es gratis, mientras que las discotecas, las pastillas o el alcohol no sólo cuestan muchísimo, sino que se pagan caras. La felicidad de discoteca se acaba al amanecer; Cristo dura siempre».

Pero Mariajosé no siempre ha tenido esta convicción. Antes de venir a España, la joven Areta -su nombre, antes de que fuese bautizada- ya trabajaba como modelo. Allí entró en contacto con el mundo de la moda, de la superficialidad, de la diversión al límite. «Algunos de mis amigos se han destruido por el alcohol y la droga», recuerda. Curiosamente, la lectura de un libro no cristiano hizo que se decidiese a emprender el viaje a nuestro país. «Me vine porque quería cambiar de vida, porque quería buscar un tesoro, como un protagonista de novela. No me podía imaginar que aquí iba a encontrar mucho más: a Jesucristo y a su Iglesia», asegura. Los primeros meses en España fueron duros: «No tenía papeles (y sigo sin tenerlos), y me sentía sola, porque no tenía amigos, ni familia. Algunas chicas de mi edad, como era modelo y brasileña, no me querían como amiga por miedo a que les quitase el novio, o cosas así. Entonces empecé a ir a la iglesia para pedir ayuda a Dios, aunque no estaba bautizada. A partir de ese momento, empecé a acercarme cada vez más a Dios y a conocerle más. Él fue mi único compañero aquí, me libró de no entrar en la droga y me alejó de lo malo». Aquel camino hacia Dios la llevó a recibir el Bautismo, la Confirmación y la Primera Comunión en la pasada Vigilia Pascual, de manos del cardenal arzobispo de Madrid, don Antonio María Rouco, en la catedral de la Almudena.

Merece la pena aguantar las críticas

Esta conversión «me ha cambiado totalmente, y no me importa decírselo a todo el mundo. Algunos jóvenes se ríen, porque en mi mundo hay pocos que crean en Dios. En este ambiente hay mucha discoteca, mucha fiesta, drogas…» Pero ella no se arredra a la hora de dar testimonio: «Veo como una misión ser católica en mi ambiente, contar cuánto ha cambiado mi vida y lo feliz que soy. Es muy difícil, pero merece la pena para que mis compañeros encuentren la alegría de Dios». Y eso, por no hablar de otras dificultades: «Tengo que rechazar algunos trabajos, aunque paguen bien, porque, como católica, sé lo que debo y lo que no debo hacer. El otro día, por ejemplo, tuve que rechazar un trabajo en el que me pagaban muy bien por salir medio desnuda, y también en Antena 3 dije No a un trabajo en el que tenía que estar en bikini». Ésta es, según cuenta, su misión. «En realidad -aclara-, todos estamos llamados a hablar de Él y a tener una vida más religiosa para que las personas que nos rodean puedan creer. Si cada uno lo hace en su ambiente, será más fácil hacer presente a Cristo».

Y cuando llegan los momentos de debilidad, sabe dónde acudir: «Cuando miro una imagen de Jesucristo, y pienso en todo lo que pasó por mí, veo en Él la salvación, la esperanza que me falta. Me siento confortada sólo con decir su nombre».

A quienes no creen, esta joven modelo les muestra el motivo de su alegría con la misma soltura con la que posa ante las cámaras: «Jesucristo sólo pide que escuches su Palabra, no te obliga a nada. Si voy a la iglesia es porque quiero, porque me hace falta. Quienes no creen en Él no saben lo que se pierden. Ser hija de la Iglesia y tener cerca de Dios da más felicidad que cualquier fiesta del mundo».

Como para hablar de Dios hace falta primero hablar con Dios, ella lo hizo ante cientos de personas en la festividad del Corpus Christi, en la catedral de Madrid. Aquel día, puso su testimonio en clave de oración, y los allí presentes pudieron escuchar: «Yo trabajo como modelo, pero he descubierto que Tú, Jesús, eres el único Modelo, en todo y para todo. Tú eres la auténtica Belleza, Señor; el Amor siempre joven. La pasarela de un cristiano es la vida cotidiana, en la que podemos convertir todos los momentos y circunstancias en ocasión de amarte. Es curioso, Dios mío: sin dejar de ser una sinpapeles, he encontrado mi verdadera identidad: soy hija tuya, soy hija de Dios. ¡Gracias por la confesión que nos perdona los pecados! ¡Gracias, Jesús, por haberte quedado a nuestro lado en la Eucaristía! ¡Gracias por la Misión Joven! ¡Yo soy uno de sus frutos!»

miércoles, 25 de junio de 2008

Mark Gibson llegó a España para aprender castellano y encontró la fe / Autor: José Antonio Méndez

Mark leyó su oración-testimonioa Jesús Sacramentado, en la celebración del Corpus Christi, en Madrid
«Noviazgo limpio y alegría fueron como un imán»
Hace unos años, un joven norteamericano llegó a nuestro país, como otros muchos, para pasar las vacaciones de verano. Buscaba el sol y aprender español. Sin embargo, se encontró con una persona que le iba a cambiar la vida para siempre

La escena se repite cada verano: un joven estadounidense llega a España en busca del sol, la diversión y alguna que otra clase de castellano. Sin embargo, para Mark Gibson el final de la historia no tiene nada que ver con el de otros muchos turistas que visitan nuestro país. Porque aquí, en España, aquel chico acomodado, volcado en su vida fácil y vacía, encontró a Cristo.

Mark lo recordó ante cientos de personas en la celebración del Corpus Christi, en Madrid: «Antes era un hombre sin religión, que llevaba una vida cómoda, muy cómoda y sin sentido…, una vida vacía. En los Estados Unidos tenía de todo, pero no era feliz». Aquel sinsabor vital le llevó a alzar sus ojos al Cielo, a pesar de no estar ni siquiera bautizado.

«Aunque era un hombre sin fe -recordó Mark-, sabes que un día te pedí: ¡Jesucristo, ayúdame! Luego vine a veranear a España. Quería practicar el castellano y me presentaron a una chica que quería practicar el inglés. Y nada más verla, sentí cómo Tú, Señor, me decías en lo más hondo del alma: Ésta es».

Aquel encuentro contaba con todos los ingredientes para ser un simple amor de verano entre jóvenes. Sin embargo, el estudiante de Ohio se topó con un elemento imprevisto: «Yo me enamoré, pero ella no me lo puso fácil. Cuando vio que me interesaba, me dijo: Mira, yo soy católica. Por eso, si estás buscando a una chica para divertirte una temporada, no cuentes conmigo». Lejos de reírse o desanimarse, Mark se sintió cautivado por la valentía de aquella fe: «Al escucharle decir eso, me enamoré aún más. Me llamaba la atención su coherencia de vida y, sobre todo, su alegría». Hoy, aquella joven es su esposa, la madre de sus dos hijas y la persona por la que encontró a Dios.

Como recordó el día del Corpus, «cuando nos casamos, al comienzo de la Misión Joven, yo no era católico. Ella no me presionó, mi me forzó para que me bautizara, pero el noviazgo limpio que vivimos, el ejemplo de su vida y de su alegría fueron como un imán para mí». Por eso, cuando nació su primera hija volvió a pedir ayuda a Dios, como años atrás lo había hecho en los Estados Unidos, aunque por otro motivo: «Te pedí, Señor -aseguró Mark ante cientos de personas, en Madrid-, que mi hija fuera como su madre. Entonces me hiciste comprender que para que mi hija fuera buena cristiana, debía tener no sólo una madre, sino también un padre cristiano; y que yo debía dar el paso y bautizarme. Es lo que hice, y en la pasada Vigilia Pascual me bautizó el señor cardenal, don Antonio María Rouco».

De este modo, el joven que vino a España buscando la diversión del verano se encontró con un regalo inesperado -la fe en Cristo y en su Iglesia-, por el que da gracias a Dios: «Gracias por los milagros que haces en nuestras vidas; por el regalo de la fe. Gracias por mi mujer, mis dos hijas y todos los hijos que quieras seguir enviándome. Porque Tú, Señor, eres la verdadera alegría de nuestra vida».
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Fuente: Alfa y Omega

miércoles, 11 de junio de 2008

Exorcísame, Señor! / Autora: Marisa Reyes Franco, Misionera de la Comunidad Canção Nova

Necesitamos del poder liberador de Jesús todos los días.

El Evangelio del día era más que propicio para que el Padre Bruno hiciera semejante afirmación: “Jesús cura a un endemoniado” (Mc 1, 21-28)

Por si aún no lo sabes, querido internauta, la Comunidad Canção Nova, o Canción Nueva, es una comunidad de 30 años que reúne a hombres y mujeres, solteros y casados, célibes y sacerdotes, es decir, a todos los estados de vida para una misma misión: preparar hombres nuevos para unos cielos nuevos y una tierra nueva en vista de la segunda, definitiva y gloriosa venida de nuestro Señor Jesuscristo.

El edificio donde vivo, se llama Santo Domingo Savio. Tenemos ahí, varios departamentos de solteros y de matrimonios. Es claro que las chicas estamos juntas y solas en un mismo departamento al igual que los chicos. El Padre Bruno, es uno de nuestros flamantes hermanos sacerdotes; él vive en el departamento de solteros en el mismo edificio.

Nuestra alegría se dio hace unos días, cuando celebramos la primera Misa comunitaria en este nuevo edificio, fue un regalo de Dios! La presidió el Padre Bruno.

Yo me encontraba en uno de esos días medio grises, donde cuesta levantarse y lanzarse de lleno a la misión, pues, claro, los consagrados también somos humanos y estamos sometidos a todas estas debilidades humanas, lo que nos levanta, es saber que Dios nunca olvida a aquellos que ama, es su promesa. En este contexto, estábamos en Misa y luego de la lectura del Evangelio, el padre comenzó su homilía.

Se refirió al Evangelio y nos dijo: “Todos los días necesitamos que Jesús entre en nuestras vidas y realice un exorcismo”.
Dijo que necesitamos tener este encuentro con Jesús para que Él nos libere todos los días del espíritu de tristeza, del desanimo, de preocupaciones exageradas, del mal humor, del espíritu negativo, de las murmuraciones, de las críticas y de tantas cosas que pudieran perturbarnos en este mundo tan agitado.

Decidí recurrir a un diccionario; encontré que el significado de la palabra “exorcismo” es el siguiente:“Conjunto de fórmulas y de ritos que se practican para expulsar un espíritu maligno, especialmente el demonio, del cuerpo de una persona, de un lugar“. No cabe la menor duda de que, siendo así, necesitamos de este exorcismo diario, pues, el espíritu maligno no es sólo aquel de las películas de exorcismo, que desfigura el rostro, cambia la voz, y hace un sin fin de cosas horrorosas. Es también aquel que corroe el alma con pequeñas cosas, máculas, que van cayendo día a día y llegado un determinado tiempo, se convierten en algo gigantesco, algo que ya necesita de una “terapia intensiva” en el alma.

Por eso, recurramos a Jesús, todos los días, durante todo el día; al inicio de nuestra jornada, a lo largo del día y al anochecer, para poder andar libres, con la liberad de los hijos de Dios, sin temor, sabiendo que, si grandes son nuestros problemas y aflicciones, mayor es nuestro Dios que envió a su Único Hijo para salvarnos. Ese mismo Jesús que paseaba por las calles de tantas ciudades, curando, liberando, resucitando, ese mismo Jesús, quiere expulsar de nuestra alma todo aquello que nos impida acercarnos más a Él. Dejemos que lo haga, pues Él respeta nuestra libertad y nada haría sin nuestro consentimiento.

Entonces, pidamos a Jesús que nos visite diariamente y sea Él quien nos exorcice, entiéndase exorcismo por aquel acto de expulsión de todo cuanto es malo y aqueja nuestra alma. Por eso, exorcísanos, Señor! Exorcisa nuestra familia, nuestro lugar de trabajo, nuestra comunidad, nuestro país…hazlo, Señor!

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Fuente: Comunidad Canción Nueva

miércoles, 4 de junio de 2008

Oteando el futuro / Autor: Cardenal Ricard M.ª CARLES

Respecto al futuro de Europa, nos encontramos con dos diagnósticos contrapuestos: de una parte, la tesis de Oswald Spengler, el cual creía que se podían fijar para las grandes expresiones culturales una especie de ley natural: el momento del nacimiento, el crecimiento, el florecimiento, su lento decrecimiento, la vejez y la muerte. La tesis de Spengler era que occidente ha llegado a su época final, que corre inexorablemente al encuentro de la muerte. Europa puede transmitir sus dones a una cultura nueva emergente, como ha sucedido en precedentes decadencias, pero ella tiene ya agotado su tiempo de vida.

Esta tesis biologística ha encontrado opositores en el tiempo entre las dos guerras mundiales, especialmente en el ámbito católico. De manera especial se ha opuesto Arnold Toynbee. Él saca a la luz la diferencia entre el progreso material-técnico y el progreso real, que define como espiritualización. Admite que el mundo occidental se encuentra en crisis, la causa de la cual la ve en que desde la religión se ha caído en el culto de la técnica. Mas, si se conoce la causa de la crisis, se puede también indicar la vía de la solución: debe nuevamente ser introducido el factor religioso, de la que forma parte, según Toynbee, la herencia religiosa de todas las culturas, especialmente aquello «que ha permanecido del cristianismo occidental». A la visión biologista se contrapone una visión voluntarista que se apoya sobre la fuerza de las minorías creativas.

Benedicto XVI dijo crudamente que hay un odio de sí mismo del occidente, que se puede considerar solamente como algo patológico: el occidente intenta de modo laudable abrirse a la plena comprensión de los valores externos, pero no se ama ya a sí mismo. De su propia historia ve solamente aquello que es despreciable, mientras no está en situación de percibir aquello que es grande y puro.

La multiculturalidad huye de las cosas propias. Pero no puede subsistir sin puntos de orientación de valores propios, sin respeto a lo que es sagrado. Debe ir con respeto al encuentro de los elementos sagrados del otro, pero esto lo podemos hacer solamente si lo sagrado, Dios, no es extraño a nosotros mismos. Debemos nutrir el respeto ante aquello que es sagrado y mostrar el rostro de Dios que se ha manifestado tan humano que él mismo se ha hecho hombre, para darnos el sentido de nuestra vida y una perenne esperanza.
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Fuente: La Razón

domingo, 1 de junio de 2008

Testimonio de conversión, crecimiento espiritual y evangelización de la familia Figueroa - Elías

Saludos: ¿Cómo está la Familia?, ¿Cómo está conformada?.
Bien gracias a Dios, ¡bendecidos!
Nuestra familia está formada por Mamá, Papá y tres Hijos. Uno, mayor de edad y dos bellas adolescentes. Además, una hermosa mascota “Traviesa”, una perra que es parte de nuestro núcleo familiar.

¿A que se dedica el Papá de la Familia?, ¿A que se dedica la mamá?, ¿y los hijos?.
Gonzalo (papá), es soldador y tiene su propio taller. Liliana (mamá), es administradora y trabaja con el IVSS desde hace 19 años. En conjunto los dos, conducimos un programa de radio, un espacio destinado a enaltecer las maravillas del Señor. Los hijos, el varón (Jampier), está sirviendo a la patria en la aviación, las niñas (Jennifer y Yaneski), son estudiantes de 1ero y 2do año de ciencias, Yaneski, está inmiscuida también como locutora en la Radio, en otro programa.

Ustedes como responsables de esta familia, ¿Siempre fueron miembros activos dentro de la Iglesia?, en caso de que no, ¿Qué los ha motivado?.
No, el Señor utilizó nuestra hija menor para que nos acercáramos a él. Luego de tener ese encuentro personal con Cristo y experimentar, decidimos consagrar nuestras vidas al servicio de Dios con, caídas y tropiezos, pero seguros de que no estamos solos, y de que el Señor y la Virgen están allí para levantarnos y también nuestros hermanos están para apoyarnos.

¿Cómo era la Vida de Papá antes de Conocer a Cristo?, ¿Cómo era la vida de Mamá, antes de conocer a Cristo?
Gonzalo (papá), andaba en el mundo como judío errante, sin rumbo fijo, sin horizonte, con sed de algo que no saciaba ni con las fiestas, ni las bebidas, ni las otras muchas cosas que hacía, cuando no tenía a Cristo en su vida. Liliana (mamá), su vida era sin paz, con muchas necesidades espirituales que no llenaba con nada, ni nadie. A veces pensaba que la vida no tenía ningún sentido y que llevaba una carga que no estaba capacitada para llevar.

¿Cuál ha sido el cambio sustancial en cada una de sus vidas?
Ha sido sustancial, radical, enorme, sin medida, ni palabras para expresarlo. Sabemos que aún faltan mas cambios, que la conversión en nosotros tiene su proceso, y que bajo la mano de Cristo queremos llegar a la santidad, ya que todos estamos llamados a ser Santos, con todas nuestras debilidades y pecados, porque Dios es un Dios de amor y misericordia.

¿Cómo repercute ello en la vida de los hijos?
Positivamente, en todos los aspectos. Siempre respetando su individualidad, y como sabemos que la primera escuela está en el hogar, tratamos en lo posible, darles Testimonio de Vida. Sabemos que el testimonio atrae más que mi palabras, y poco a poco con el pasar del tiempo y los acontecimientos tanto buenos , como no tan buenos, vemos que la semilla sembrada en ellos germina, dejándole el tiempo al creador. Una de nuestras hijas es miembro activo de la R.C.C. y estamos seguros que la fe de los otros dos, no es menor que la de los que ya somos servidores. Chalo en el programa "Sin Fronteras"7.

-Entiendo que ambos pertenecen al Movimiento de la Renovación Carismática en el Espíritu, ¿Cuál ha sido la experiencia dentro de este movimiento?.
Maravillosa, con mucha euforia y también épocas de desierto, resequedad, porque esta es u corriente de gracia para toda la Iglesia, aquí tuvimos ese encuentro personal con cristo, aprendimos a amar y respetar a nuestra Madre “María Santísima”, y como este movimiento está formado por hombres y mujeres y no por ángeles ni espíritus celestiales, siempre van a existir las diferencias, hoy damos gracias al Señor, porque estamos en esta corriente de gracia.

También tengo entendido que actualmente dirigen un programa de Radio ¿De que se trata?, ¿Cuál es el Objetivo?, ¿Qué les motiva?.
Efectivamente, tenemos un programa de Radio, dirigido a aquel que quiera tener un encuentro personal con Cristo, se nos ha dado la dicha de poder utilizar este vehiculo que es la radio.El programa “SIN FRONTERAS”, se trata de anunciar la palabra de Dios, se hacen concursos incentivando a los radioescuchas a leer la Biblia, ya que los concursos generalmente se hacen con preguntas bíblicas; se hacen comentarios de nuestra Iglesia Católica, fiestas de guardar y eventos parroquiales. A todo eso le sumamos la música Cristiana más actual y más solicitada.

Nuestro objetivo es evangelizar a través de los medios. Luego de nuestra experiencia personal, nos motiva, el buscar por todos los medios posibles que otras personas vivan su encuentro personal con Cristo.

¿Cómo está la parroquia?, ¿el Párroco?, ¿la Comunidad?, ¿El grupo de Oración?, ¿Los lideres?.
La parroquia, creciendo. El párroco: atento y con buen pastoreo (seguimiento) aunque un poco refunfuñón XD. La comunidad parroquial creciendo pero dividida. El grupo de oración: estancado en una monotonía L. Los líderes: faltan con discernimiento y responsabilidad.

¿Cuáles son sus metas a mediano y largo plazo?
A mediano plazo esperamos seguir creciendo en conocimiento, gracia y discernimiento, para dar a conocer a ese Cristo vivo y resucitado que aún confía en el hombre.
A largo plazo, como todo cristiano, alcanzar la santidad a la que estamos llamados en nombre de Cristo Jesús.

¿Algo adicional que quieran compartir, comentar, pedir, recomendar, preguntar?
Pedimos oración por nuestra familia y trabajo pastoral.
Recomendamos seguir adheridos a la Vid, para alcanzar todas las metas
en el amor del Señor.
Les comentamos que hace falta la vida en Comunidad, para así, alcanzar la verdadera estatura de Cristo.
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sábado, 24 de mayo de 2008

lunes, 19 de mayo de 2008

La belleza de ser jóvenes y de compartirlo, explica el Papa / Autora: Marta Lago

Llama a los jóvenes a no "quemar" la juventud en modas pasajeras
En su visita pastoral a Génova

GÉNOVA, (ZENIT.org).- El secreto y la belleza de una juventud permanente es vivir abierto a la esperanza, cosa que sólo da el encuentro real con Jesucristo, reconoce Benedicto XVI.

La plaza genovesa de Matteotti vivió, en la mañana de este domingo, el ambiente propio de una Jornada de la Juventud en el rato de fe y fiesta que compartieron los jóvenes con el Papa -visiblemente felices--, en visita pastoral en la región italiana de Liguria.

La lluvia torrencial que hacía acto de presencia no desanimó esta cita, sino que entre aplausos los jóvenes recibieron la confidencia de Benedicto XVI: «La lluvia me está persiguiendo un poco estos días, pero tomémosla como signo de bendición, de fecundidad de la tierra y como símbolo del Espíritu Santo que viene y renueva también la tierra reseca de nuestras almas».

Los años de la juventud están «llenos de expectativas y de sueños», pero cuando hayan pasado «en el corazón todos debemos permanecer jóvenes», dijo el Papa en su discurso a la multitud de chicas y chicos.

«Es bello ser jóvenes; todos quieren serlo» --reflexionó--; y es que «la juventud tiene aún todo el futuro por delante», y futuro significa «tiempo de esperanza».

Benedicto XVI en muchos momentos dejó aparte su discurso escrito, entrando en una especie de diálogo espontáneo con los jóvenes. Y compartió su inquietud, dándoles voz: «¿Encontraré un puesto de trabajo? ¿Encontraré casa? ¿Encontraré el amor, que será mi verdadero futuro?».

En lugar de consumir la vida cuando está empezando, «es importante elegir las verdaderas promesas que abren al futuro, aún con renuncias -subrayó el Papa--. Y quien ha elegido a Dios, tiene aún en la vejez un futuro sin fin y sin amenazas ante sí».

Por eso es «importante elegir bien y no destruir el futuro», y «la primera elección fundamental debe ser Dios», que «se ha revelado en su Hijo Jesucristo»; «a la luz de esta elección» «se encuentran los criterios para las otras opciones necesarias», explicó.

«Ser jóvenes implica ser buenos y generosos» --continuó Benedicto XVI--; y «la bondad en persona es Jesús, a quien conocéis o a quien busca vuestro corazón».

Es Jesús «el Amigo que jamás traiciona», «fiel hasta el don de la vida en la Cruz». Así que Benedicto XVI exhortó a los numerosos jóvenes: «¡Rendios a su amor!»; «como lleváis escrito en las camisetas de este encuentro, "derretios" ante Jesús, porque sólo Él puede disolver vuestras ansias y temores y colmar vuestras expectativas».

Punto de partida: un encuentro en persona

«Para encontrar el amor con Cristo, para encontrarle realmente como compañero de mi vida, tenemos ante todo que conocerle, como los dos discípulos que le siguen después de las parábolas del Bautista y le dicen: "Maestro, ¿dónde vives?"», «porque quieren conocerle de cerca -fue desgranando el Papa--, y el Señor, hablando con los discípulos distingue: "¿Quién dice la gente que soy yo?"», refiriéndose a quienes «le conocen de lejos, de segunda mano», y prosigue Jesús: «¿Quién decís vosotros que soy yo?», dirigiéndose a «quienes le conocen de primera mano, habiendo vivido con Él, habiendo entrado realmente en su vida personalísima hasta su diálogo con el Padre».

Y «entrar en una relación personal» y real con Cristo «exige el conocimiento de la Escritura, sobre todo del Evangelio, donde el Señor habla con nosotros», recordó.

En sus palabras espontáneas, Benedicto XVI admitió: «No siempre son fáciles estas palabras, pero entrando en ellas, entrando en diálogo, llamando a la puerta de la Palabra diciendo al Señor: "¡Ábreme!", encontramos realmente palabras de vida eterna para hoy, actuales como lo fueron en su momento y como lo serán en el futuro».

Y precisó que «este coloquio con el Señor en la Escritura debe realizarse no sólo individualmente, sino también en la gran comunión de la Iglesia, donde Cristo está siempre presente, en la comunión de la Liturgia, del encuentro personalísimo de la Eucaristía y del sacramento de la Reconciliación en el que el Señor» dice a cada uno: «Te perdono».




«¡Hay tantas dimensiones para entrar en el conocimiento de Jesús!», constató el Santo Padre, aludiendo igualmente al «importante camino» de la ayuda a los pobres y necesitados, brindando tiempo para los demás, y «naturalmente también a la vida de los santos, que ayudan a encontrar el verdadero rostro de Jesús».

«Sólo así conocemos personalmente a Jesús --sintetizó-- y podemos también comunicar esta amistad nuestra a los demás», y «superar la indiferencia», porque aunque parezca que no se tiene necesidad de un Dios, «en realidad todos saben que algo falta en sus vidas», y al descubrir a Jesús dicen: «Es lo que estaba esperando».

«Cuanto más seamos de verdad amigos de Jesús, más podemos abrir el corazón a los demás para que también ellos sean verdaderamente jóvenes, o sea, tengan ante sí un gran futuro», afirmó.

Claves misioneras

Al término del encuentro, Benedicto XVI hizo entrega del Evangelio -como signo de envío misionero-- a algunos jóvenes en representación de cuantos el próximo curso emprenden en la archidiócesis genovesa la misión de los jóvenes hacia los jóvenes. «Anunciad a Cristo Señor, esperanza del mundo», les dijo.

«Cuanto más se aleja el hombre de Dios, su Fuente, más se extravía y más difícil se hace la convivencia humana»; por eso, antes de despedirse, el Papa quiso aconsejar a los jóvenes: «Estad unidos entre vosotros; ayudaos a vivir y a crecer en la fe y en la vida cristiana para poder ser testigos valientes del Señor».

«Estad unidos, pero no cerrados. Sed humildes, pero no temerosos. Sed sencillos, pero no ingenuos. Sed reflexivos, pero no complicados. Entrad en diálogo con todos, pero sed vosotros mismos», les advirtió.

Y exhortó: «Permaneced en comunión con vuestros Pastores: son ministros del Evangelio, de la Divina Eucaristía, del perdón de Dios», «padres y amigos, compañeros de vuestro camino».

«Les necesitáis, y ellos -todos nosotros- os necesitamos», reconoció el Papa entre fortísimos aplausos de los jóvenes.

«Cada uno de vosotros», «si permanece unido a Cristo y a la Iglesia, puede hacer grandes cosas», un deseo y consigna que dejó Benedicto XVI a la juventud, citándola a la Jornada Mundial de Sydney (Australia) del próximo julio.

Además de poner en manos de la Virgen María la tarea misionera de los jóvenes genoveses, a continuación el Papa, al introducir el Ángelus, que rezó junto a todos ellos en italiano -no en latín, como es habitual--, invocó su materna asistencia con la plegaria de San Bernardo.

«"¡Confía en mí!". Esto nos repite hoy María --recalcó--. Una antigua oración, muy querida a la tradición popular, nos permite dirigirle estas palabras confiadas, que hoy hacemos nuestras: "Acuérdate, oh Virgen María, que jamás se ha oído decir que ninguno que haya acudido a tu protección, implorado tu auxilio, reclamado tu socorro, ha sido abandonado"».


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El Papa visita el hospital infantil de Génova

El Papa en Génova: la Iglesia llamada a dar comunión al mundo

El Papa en la diócesis italiana Savona

Audiencia al Consejo Superior de las Obras Misionales Pontificias

No se es discípulo sin poner la mirada y el corazón en el Buen Pastor / Autor: Gilberto Hernández

Entrevista con el padre Salvador Valadez Fuentes, rector del ITEPAL

QUERÉTARO, (ZENIT.org - El Observador).- El sacerdote mexicano Salvador Valadez Fuentes es, desde enero de este año, rector de Instituto Teológico Pastoral para América Latina (ITEPAL), con sede en Colombia y dependiente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), un servicio eclesial para la formación y actualización de los agentes de pastoral, sacerdotes, religiosos y laicos.

Frecuentemente el padre Valadez Fuentes es invitado a dar conferencias, cursos y retiros sobre la formación sacerdotal y laical bajo la espiritualidad del Buen Pastor. En esta entrevista aborda el tema y, desde luego, el tema de la Misión Continental que es el resultado de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe celebrada en mayo de 2007, en Aparecida, Brasil

--¿Cuándo usted habla de la espiritualidad del Buen Pastor, a qué se refiere?

--P. Salvador Valadez Fuentes: Me refiero a que la identidad y misión, no sólo del sacerdote sino de todo cristiano, hunde sus raíces en el perfil y la misión de Jesús Buen Pastor. Todo discípulo que es llamado a desarrollar cualquier tipo de ministerio eclesial, por el hecho de ser agente de pastoral necesita poner su mirada, mente y corazón en Jesús Buen Pastor, porque él es el paradigma absoluto, la base fundante de todo ministerio pastoral.

--¿Qué implicaciones tiene esta manera de entender a Jesús desde el ángulo del Buen Pastor?

--P. Salvador Valadez Fuentes: Realmente la Iglesia tiene como tarea actualizar en el aquí y ahora la praxis pastoral de Jesús; por eso tenemos que ir a beber de la fuente que es Jesús en su integralidad. Así conocemos cuáles son las líneas, los ejes pastorales que no son optativos sino una exigencia, porque es el desafío que Jesús tuvo. La Iglesia, el agente de pastoral, debe estar mirando a Jesús para ver qué hizo y poderlo interpretar en su contexto original y recontextualizarlo a partir de los desafíos que la realidad nos plantea hoy. Jesús es luz para ver, criterio para juzgar, norma para actuar para todos los bautizados,



--¿Cuáles son los rasgos fundamentales de esta espiritualidad?

--P. Salvador Valadez Fuentes: El
Buen Pastor es la personificación de la compasión y misericordia del Padre; pastor que da la vida hasta el extremo para dar vida plena; cuyo dinamismo y fuerza propulsora de todo lo que hace es el amor incondicional y sin límites a su Padre y a sus hermanos, especialmente a los desfavorecidos. Está verdaderamente comprometido y entregado al proyecto del Reino de su Padre, es decir en favor de la vida, la verdad, la justicia, la liberación, la paz, la unidad; esos son rasgos distintivos que se convierten en programa de vida.

--Usted ha hablado de exigencias que brotan de la praxis de Jesús, ¿cuáles son?

--P. Salvador Valadez Fuentes: Son tres grande ejes que brotan de la identidad misma de Jesús: profeta, sacerdote y rey. Jesús como profeta anuncia el Reino de Dios que está cerca, lo hace explícito y presente, nos dice cuáles son las condiciones para que sea realidad en medio de nosotros; y por otra parte denuncia todo lo que se opone ese Reino. En la línea sacerdotal, la esencia es poder hacer de su vida una ofenda plena y absoluta al Padre, no en la línea ritual sino existencial, hacer que toda su vida sea un culto agradable a Dios; así, estamos llamados a prolongar la experiencia eucarística en cada momento de nuestra vida. En el aspecto regio, como pastor y servidor está comprometido en hacer visible el Reino como algo que está aconteciendo, a través de signos concretos: resucita muertos, da pan a los hambrientos, libera de todo aquello que oprime al hombre, de Satanás, de la ignorancia, de prejuicios, de cosas que disminuyen la dignidad del hombre.


--El camino parece muy claro, sin embargo hoy en día se habla de una crisis de participación del sacerdote en la vida pública, ¿Cómo ser fiel a la espiritualidad del Buen Pastor en un contexto de supuesta laicidad que pretende confinar al sacerdote a lo cultual y limita su acción en la sociedad?

--P. Salvador Valadez Fuentes: Volver a la fuente. Nuestro criterio para saber lo que somos y entender nuestra misión no es lo que la gente, los poderosos, los políticos o los medios de comunicación digan, sino lo que Cristo dice. Si descubrimos que el signo de autenticidad, de explicitación, de aterrizaje del ministerio de Jesús tiene que ver con el Reino y los signos de esto son preclaros: vida, verdad, justicia, paz, unidad, entonces todo lo que tenga que ver con eso forma parte de la vida de un cristiano, de un sacerdote. Así el trabajo por la paz, la dignidad del hombre, el respeto a la vida, la cuestión ecológica, el respeto a las culturas, la liberación de las personas, sin descartar el aspecto cultual, todo forma parte de la agenda del sacerdote.

Creo que ese ha sido uno de los pecados y fraudes sacerdotales que muchas veces se han cometido: reducir el ministerio al mero ámbito cultual, y en parte por eso se nos quiere relegar ahí, porque la Iglesia un tiempo es lo que ha hecho. No quieren que la Iglesia, en concreto la jerarquía, intervenga en esas cosas que tiene que ver con la vida humana en el momento histórico. Pero si volvemos a nuestro referente, a nuestro paradigma no nos equivocaremos.

--En los seminarios se forman nuestros futuros pastores y usted es un conocedor del ambiente formativo, ¿cuál es su diagnóstico?

--P. Salvador Valadez Fuentes: Yo la califico la formación en nuestros seminarios como insuficiente para formar el perfil de ministro sagrado que los tiempos actuales necesitan. La considero deficiente, polarizada al campo académico y eso es un grave defecto porque formar pastores bajo el estilo del Buen Pastor lo académico apenas es un aspecto y no el más importante, sin embargo en algunos seminarios es lo que lleva la mayor parte del tiempo, las energías y esfuerzos. No se han encontrado estrategias claras, contundentes para lograr lo más importante en la formación: que el seminarista encarne y haga vida los rasgos y actitudes de Jesús Buen Pastor.

--¿Qué tan generalizada es esta situación y qué camino de solución vislumbra?

--P. Salvador Valadez Fuentes: Este es un gran problema, es una queja permanente, una realidad muy sentida; lo acabo de escuchar en una reunión con obispos presidentes y secretarios de Comisiones Episcopales latinoamericanas, hay preocupación porque nuestros seminarios no están generando el talante de sacerdote que se nos requiere, y ahí hay una cuestión muy grave y desafiante para la Iglesia. Es urgente revisar a fondo las estructuras que no están funcionando. El seminario, tal como está diseñado hoy no funciona del todo. Pero no se trata de pequeñas reformitas sino de reformas de raíz, de manera estructural.

--Actualmente hay una fuerte exigencia de diálogo inteligente que el mundo moderno y la ciencia imponen al pastor; esto implica formación, pero ¿la formación actual responde a esta exigencia?

--P. Salvador Valadez Fuentes: Vivimos en un mundo pluricultural en todos los campos: ideológico, teológico, económico, de sistemas. En cuestión de religiones, de credos, vivimos en un mercado global y es cierto que hay que aprender a dialogar con el hombre moderno, pero parece una falacia e ingenuidad creer que a base de información y de cursos que se dan al joven antes de la ordenación ya va a estar capacitado para hacerlo; lo que hace falta es buscar el equilibrio entre la formación inicial y la formación permanente.

La falacia está en creer que para poder llegar a la ordenación ya debe tener todo en lo académico. Pero no es cuestión solamente de teorías sino de crear actitudes, y el diálogo no se hace sólo a través de conceptos sino de actitudes; hay gente muy sabia, muy conocedora, pero que no es capaz de dialogar. El conocimiento crea personas convencidas pero el encuentro con Cristo crea una persona de convicciones. Me temo que muchos curas no estamos plenamente convertidos a Dios por muchos conocimientos que tengamos.

miércoles, 26 de marzo de 2008

La resurrección de Cristo, clave de bóveda del cristianismo / Autor: Benedicto XVI

Intervención en la audiencia general del 26 de marzo

Publicamos la intervención que pronunció Benedicto XVI el pasado miércoles 26 de marzo, durante la audiencia general concedida en la plaza de San Pedro del Vaticano.

* * *
Queridos hermanos y hermanas:

«Et resurrexit tertia die secundum Scripturas», «Resucitó al tercer día según las Escrituras». Cada domingo, en el Credo, renovamos nuestra profesión de fe en la resurrección de Cristo, acontecimiento sorprendente que constituye la clave de bóveda del cristianismo. En la Iglesia todo se comprende a partir de este gran misterio, que ha cambiado el curso de la historia y se hace actual en cada celebración eucarística.

Sin embargo, existe un tiempo litúrgico en el que esta realidad central de la fe cristiana se propone a los fieles de un modo más intenso en su riqueza doctrinal e inagotable vitalidad, para que la redescubran cada vez más y la vivan cada vez con mayor fidelidad: es el tiempo pascual. Cada año, en el «santísimo Triduo de Cristo crucificado, muerto y resucitado», como lo llama san Agustín, la Iglesia recorre, en un clima de oración y penitencia, las etapas conclusivas de la vida terrena de Jesús: su condena a muerte, la subida al Calvario llevando la cruz, su sacrificio por nuestra salvación y su sepultura. Luego, al «tercer día», la Iglesia revive su resurrección: es la Pascua, el paso de Jesús de la muerte a la vida, en el que se realizan en plenitud las antiguas profecías. Toda la liturgia del tiempo pascual canta la certeza y la alegría de la resurrección de Cristo.

Queridos hermanos y hermanas, debemos renovar constantemente nuestra adhesión a Cristo muerto y resucitado por nosotros: su Pascua es también nuestra Pascua, porque en Cristo resucitado se nos da la certeza de nuestra resurrección. La noticia de su resurrección de entre los muertos no envejece y Jesús está siempre vivo; y también sigue vivo su Evangelio.

«La fe de los cristianos -afirma san Agustín- es la resurrección de Cristo». Los Hechos de los Apóstoles lo explican claramente: «Dios dio a todos los hombres una prueba segura sobre Jesús al resucitarlo de entre los muertos» (Hch 17, 31). En efecto, no era suficiente la muerte para demostrar que Jesús es verdaderamente el Hijo de Dios, el Mesías esperado. ¡Cuántos, en el decurso de la historia, han consagrado su vida a una causa considerada justa y han muerto! Y han permanecido muertos.

La muerte del Señor demuestra el inmenso amor con el que nos ha amado hasta sacrificarse por nosotros; pero sólo su resurrección es «prueba segura», es certeza de que lo que afirma es verdad, que vale también para nosotros, para todos los tiempos. Al resucitarlo, el Padre lo glorificó. San Pablo escribe en la carta a los Romanos: «Si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo» (Rm 10, 9).

Es importante reafirmar esta verdad fundamental de nuestra fe, cuya verdad histórica está ampliamente documentada, aunque hoy, como en el pasado, no faltan quienes de formas diversas la ponen en duda o incluso la niegan. El debilitamiento de la fe en la resurrección de Jesús debilita, como consecuencia, el testimonio de los creyentes. En efecto, si falla en la Iglesia la fe en la Resurrección, todo se paraliza, todo se derrumba. Por el contrario, la adhesión de corazón y de mente a Cristo muerto y resucitado cambia la vida e ilumina la existencia de las personas y de los pueblos.

¿No es la certeza de que Cristo resucitó la que ha infundido valentía, audacia profética y perseverancia a los mártires de todas las épocas? ¿No es el encuentro con Jesús vivo el que ha convertido y fascinado a tantos hombres y mujeres, que desde los inicios del cristianismo siguen dejándolo todo para seguirlo y poniendo su vida al servicio del Evangelio? «Si Cristo no resucitó, -decía el apóstol san Pablo- es vana nuestra predicación y es vana también nuestra fe» (1Co 15, 14). Pero ¡resucitó!

El anuncio que en estos días volvemos a escuchar sin cesar es precisamente este: ¡Jesús ha resucitado! Es «el que vive» (Ap 1, 18), y nosotros podemos encontrarnos con él, como se encontraron con él las mujeres que, al alba del tercer día, el día siguiente al sábado, se habían dirigido al sepulcro; como se encontraron con él los discípulos, sorprendidos y desconcertados por lo que les habían referido las mujeres; y como se encontraron con él muchos otros testigos en los días que siguieron a su resurrección.

Incluso después de su Ascensión, Jesús siguió estando presente entre sus amigos, como por lo demás había prometido: «He aquí que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20). El Señor está con nosotros, con su Iglesia, hasta el fin de los tiempos. Los miembros de la Iglesia primitiva, iluminados por el Espíritu Santo, comenzaron a proclamar el anuncio pascual abiertamente y sin miedo. Y este anuncio, transmitiéndose de generación en generación, ha llegado hasta nosotros y resuena cada año en Pascua con una fuerza siempre nueva.

De modo especial en esta octava de Pascua, la liturgia nos invita a encontrarnos personalmente con el Resucitado y a reconocer su acción vivificadora en los acontecimientos de la historia y de nuestra vida diaria. Por ejemplo, hoy, miércoles, nos propone el episodio conmovedor de los dos discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 13-35). Después de la crucifixión de Jesús, invadidos por la tristeza y la decepción, volvían a casa desconsolados. Durante el camino conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado en aquellos días en Jerusalén; entonces se les acercó Jesús, se puso a conversar con ellos y a enseñarles: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?» (Lc 24, 25-26). Luego, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.

La enseñanza de Jesús -la explicación de las profecías- fue para los discípulos de Emaús como una revelación inesperada, luminosa y consoladora. Jesús daba una nueva clave de lectura de la Biblia y ahora todo quedaba claro, precisamente orientado hacia este momento. Conquistados por las palabras del caminante desconocido, le pidieron que se quedara a cenar con ellos. Y él aceptó y se sentó a la mesa con ellos. El evangelista san Lucas refiere: «Sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando» (Lc 24, 30). Fue precisamente en ese momento cuando se abrieron los ojos de los dos discípulos y lo reconocieron, «pero él desapareció de su lado» (Lc 24, 31). Y ellos, llenos de asombro y alegría, comentaron: «¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» (Lc 24, 32).

En todo el año litúrgico, y de modo especial en la Semana santa y en la semana de Pascua, el Señor está en camino con nosotros y nos explica las Escrituras, nos hace comprender este misterio: todo habla de él. Esto también debería hacer arder nuestro corazón, de forma que se abran igualmente nuestros ojos. El Señor está con nosotros, nos muestra el camino verdadero. Como los dos discípulos reconocieron a Jesús al partir el pan, así hoy, al partir el pan, también nosotros reconocemos su presencia. Los discípulos de Emaús lo reconocieron y se acordaron de los momentos en que Jesús había partido el pan. Y este partir el pan nos hace pensar precisamente en la primera Eucaristía, celebrada en el contexto de la última Cena, donde Jesús partió el pan y así anticipó su muerte y su resurrección, dándose a sí mismo a los discípulos.

Jesús parte el pan también con nosotros y para nosotros, se hace presente con nosotros en la santa Eucaristía, se nos da a sí mismo y abre nuestro corazón. En la santa Eucaristía, en el encuentro con su Palabra, también nosotros podemos encontrar y conocer a Jesús en la mesa de la Palabra y en la mesa del Pan y del Vino consagrados. Cada domingo la comunidad revive así la Pascua del Señor y recibe del Salvador su testamento de amor y de servicio fraterno.

Queridos hermanos y hermanas, que la alegría de estos días afiance aún más nuestra adhesión fiel a Cristo crucificado y resucitado. Sobre todo, dejémonos conquistar por la fascinación de su resurrección. Que María nos ayude a ser mensajeros de la luz y de la alegría de la Pascua para muchos hermanos nuestros.

De nuevo os deseo a todos una feliz Pascua.

[Al final de la audiencia el Papa saludó en varios idiomas a los peregrinos. En español, dijo:]

Saludo cordialmente a los visitantes de lengua española. En particular, a los alumnos del seminario mayor iberoamericano de los Padres de Schönstatt. Saludo también a los distintos grupos de estudiantes y peregrinos venidos de Argentina, El Salvador, España, México, Puerto Rico, y de otros países latinoamericanos. Que la alegría de la resurrección de Cristo haga más profunda y fiel vuestra vida cristiana, al mismo tiempo que os animo a ser, con la ayuda de María, mensajeros de la luz y la alegría de la Pascua para todos vuestros hermanos. ¡Felices Pascuas!

[En italiano]

Saludo, por último, a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Queridos jóvenes y especialmente vosotros, muchachos y muchachas que habéis venido en tan gran número de parroquias y oratorios de la archidiócesis de Milán, sed protagonistas entusiastas en la Iglesia y en la sociedad. Vosotros, que hacéis este año la «profesión de fe», empeñaos en construir la civilización del amor, fundada en Cristo, que murió y resucitó por todos. Queridos enfermos, que la luz de la Resurrección ilumine y sostenga vuestro sufrimiento diario, haciéndolo fecundo en beneficio de toda la humanidad. Y vosotros, queridos recién casados, sacad cada día del misterio pascual la fuerza para un amor sincero e inagotable.

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[Traducción distribuida por la Santa Sede

© Copyright 2008 - Libreria Editrice Vaticana]


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viernes, 21 de marzo de 2008

Benedicto XVI bautiza en la Vigilia de Pascua a un famoso convertido del islam

Magdi Allam ha encontrado en el catolicismo «la certezza della verità»

CIUDAD DEL VATICANO, (ZENIT.org).- Benedicto XVI bautizó en la Vigilia de la Noche a siete personas, cinco mujeres y dos hombres de diferentes países, entre los que se encontraba el famoso periodista de origen egipcio Magdi Allam, convertido del islam.

«Siempre hemos de ser "convertidos", dirigir toda la vida a Dios. Y siempre tenemos que dejar que nuestro corazón sea sustraído de la fuerza de gravedad, que lo atrae hacia abajo, y levantarlo interiormente hacia lo alto: en la verdad y el amor», dijo el Papa en la homilía dirigiéndose a todo bautizado.

La Vigilia, el momento más importante del año litúrgico, en la que se revive la resurrección de Jesús, comenzó en el atrio de la Basílica de San Pedro con la sugerente bendición del fuego y la iluminación del cirio pascual.

Como es tradición, en esta noche el Papa administró el Bautismo y los otros dos sacramentos de la iniciación cristiana (Confirmación y Comunión) a adultos de diferentes nacionalidades y condición, que han realizado el necesario camino de preparación espiritual y catequística, que en la tradición cristiana se llama «catecumenado».

Las siete personas que en esta ocasión han recibido el Bautismo proceden de Italia, Camerún, China, Estados Unidos, y Perú.

Magdi Allam, subdirector de «Il Corriere della Sera», el diario de mayor tirada en Italia, de 55 años, quien vive en Italia desde hace 35, recibe protección policial desde hace un lustro por las amenazas recibidas a causa de sus críticas al islamismo radical violento.

Explicando los motivos que han llevado al Papa a administrar en esta ocasión el bautismo al periodista, el padre Federico Lombardi S.I., director de la Oficina de Información de la Santa Sede, ha aclarado que «para la Iglesia católica toda persona que recibe el Bautismo, tras una profunda búsqueda personal, una decisión plenamente libre y una adecuada preparación, tiene el derecho a recibirlo».

«El Santo Padre administra el Bautismo en el curso de la liturgia pascual a los catecúmenos que le han sido presentados, sin hacer "acepción de personas", es decir, considerándolos a todos igualmente importantes ante el amor de Dios y bienvenidos en la comunidad de la Iglesia», añade el portavoz vaticano.

En una carta escrita este domingo en «Il Corriere della Sera», Allam, que como bautizado ha tomado el nombre de «Cristiano», explica que en su conversión han desempeñado un papel decisivo los testimonios de católicos que «poco a poco se han convertido en un punto de referencia a nivel de la certeza de la verdad y de la solidez de los valores».

Entre ellos cita al presidente del movimiento eclesial Comunión y Liberación, don Julián Carrón; al rector mayor de los salesianos, don Pascual Chávez Villanueva; al cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado; y al obispo Rino Fisichella, rector de la Pontificia Universidad Lateranense, quien le ha «seguido personalmente en el camino espiritual de aceptación de la fe cristiana».

Pero reconoce que quizá el papel más decisivo lo ha desempeñado Benedicto XVI, «a quien he admirado y defendido como musulmán por su maestría para plantear el lazo indisoluble entre fe y razón como fundamento de la auténtica religión y de la civilización humana, al que adhiero plenamente como cristiano para inspirarme con nueva luz en el cumplimiento de la misión que Dios me ha reservado».

«Para mí es el día más bello de mi vida», reconoce.

En su homilía el Papa explicó que la conversión no es sólo la decisión de un día, sino una actitud de fondo que debe realizarse diariamente.

La conversión, aclaró, consiste en «dirigir nuestra alma hacia Jesucristo y, de ese modo, hacia el Dios viviente, hacia la luz verdadera».

Es levantar «el corazón, fuera de la maraña de todas nuestras preocupaciones, de nuestros deseos, de nuestras angustias, de nuestra distracción».

Convertirse, añadió, significa que «siempre debemos apartarnos de los caminos equivocados, en los que tan a menudo nos movemos con nuestro pensamiento y obras».

El Santo Padre concluyó su meditación con esta plegaria: «Sí, Señor, haz que nos convirtamos en personas pascuales, hombres y mujeres de la luz, colmados del fuego de tu amor».


Homilía de Benedicto XVI en la Vigilia de la Noche de Pascua

Publicamos la homilía que pronunció Benedicto XVI en la Vigilia de la Noche de Pascua.

* * *

Queridos hermanos y hermanas:

En su discurso de despedida, Jesús anunció a los discípulos su inminente muerte y resurrección con una frase misteriosa: "Me voy y vuelvo a vuestro lado"
(Jn 14,28).
Morir es partir. Aunque el cuerpo del difunto aún permanece, él personalmente se marchó hacia lo desconocido y nosotros no podemos seguirlo (cf. Jn 13,36). Pero en el caso de Jesús existe una novedad única que cambia el mundo. En nuestra muerte el partir es una cosa definitiva, no hay retorno. Jesús, en cambio, dice de su muerte: "Me voy y vuelvo a vuestro lado". Justamente en su irse, él regresa. Su marcha inaugura un modo totalmente nuevo y más grande de su presencia. Con su muerte entra en el amor del Padre. Su muerte es un acto de amor. Ahora bien, el amor es inmortal. Por este motivo su partida se transforma en un retorno, en una forma de presencia que llega hasta lo más profundo y no acaba nunca. En su vida terrena Jesús, como todos nosotros, estaba sujeto a las condiciones externas de la existencia corpórea: a un determinado lugar y a un determinado tiempo. La corporeidad pone límites a nuestra existencia. No podemos estar contemporáneamente en dos lugares diferentes. Nuestro tiempo está destinado a acabarse. Entre el yo y el tú está el muro de la alteridad. Ciertamente, amando podemos entrar, de algún modo, en la existencia del otro. Queda, sin embargo, la barrera infranqueable del ser diversos. Jesús, en cambio, que a través del amor ha sido transformado totalmente, está libre de tales barreras y límites. Es capaz de atravesar no sólo las puertas exteriores cerradas, como nos narran los Evangelios (cf. Jn 20, 19). Puede atravesar la puerta interior entre el yo y el tú, la puerta cerrada entre el ayer y el hoy, entre el pasado y el porvenir. Cuando, en el día de su entrada solemne en Jerusalén, un grupo de griegos pidió verlo, Jesús contestó con la parábola del grano de trigo que, para dar mucho fruto, tiene que morir. Con eso predijo su propio destino: no se limitó simplemente a hablar unos minutos con este o aquel griego. A través de su Cruz, de su partida, de su muerte como el grano de trigo, llegaría realmente a los griegos, de modo que ellos pudieran verlo y tocarlo en la fe. Su partida se convierte en un venir en el modo universal de la presencia del Resucitado, en el cual Él está presente ayer, hoy y siempre; en el cual abraza todos los tiempos y todos los lugares. Ahora puede superar también el muro de la alteridad que separa el yo del tú. Esto sucedió con Pablo, quien describe el proceso de su conversión y Bautismo con las palabras: "vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí" (Ga 2, 20). Mediante la llegada del Resucitado, Pablo ha obtenido una identidad nueva. Su yo cerrado se ha abierto. Ahora vive en comunión con Jesucristo, en el gran yo de los creyentes que se han convertido -como él define- en "uno en Cristo" (Ga 3, 28).

Queridos amigos, se pone así de manifiesto, que las palabras misteriosas de Jesús en el Cenáculo ahora -mediante el Bautismo- se hacen de nuevo presentes para vosotros. Por el Bautismo el Señor entra en vuestra vida por la puerta de vuestro corazón. Nosotros no estamos ya uno junto al otro o uno contra el otro. Él atraviesa todas estas puertas.Ésta es la realidad del Bautismo: Él, el Resucitado, viene, viene a vosotros y une su vida a la vuestra, introduciéndoos en el fuego vivo de su amor. Formáis una unidad, sí, una sola cosa con Él, y de este modo una sola cosa entre vosotros. En un primer momento esto puede parecer muy teórico y poco realista. Pero cuanto más viváis la vida de bautizados, tanto más podréis experimentar la verdad de esta palabra. Las personas bautizadas y creyentes no son nunca realmente ajenas las unas para las otras. Pueden separarnos continentes, culturas, estructuras sociales o también acontecimientos históricos. Pero cuando nos encontramos nos conocemos en el mismo Señor, en la misma fe, en la misma esperanza, en el mismo amor, que nos conforman. Entonces experimentamos que el fundamento de nuestras vidas es el mismo. Experimentamos que en lo más profundo de nosotros mismos estamos enraizados en la misma identidad, a partir de la cual todas las diversidades exteriores, por más grandes que sean, resultan secundarias. Los creyentes no son nunca totalmente extraños el uno para el otro. Estamos en comunión a causa de nuestra identidad más profunda: Cristo en nosotros. Así la fe es una fuerza de paz y reconciliación en el mundo: la lejanía ha sido superada, estamos unidos en el Señor (cf. Ef 2, 13).

Esta naturaleza íntima del Bautismo, como don de una nueva identidad, está representada por la Iglesia en el Sacramento a través de elementos sensibles. El elemento fundamental del Bautismo es el agua; junto a ella está, en segundo lugar, la luz que, en la Liturgia de la Vigilia Pascual, destaca con gran eficacia. Echemos solamente una mirada a estos dos elementos. En el último capítulo de la Carta a los Hebreos se encuentra una afirmación sobre Cristo, en la que el agua no aparece directamente, pero que, por su relación con el Antiguo Testamento, deja sin embargo traslucir el misterio del agua y su sentido simbólico. Allí se lee: "El Dios de la paz, hizo subir de entre los muertos al gran pastor de las ovejas, nuestro Señor Jesús, en virtud de la sangre de la alianza eterna" (cf. 13, 20). En esta frase resuena una palabra del Libro de Isaías, en la que Moisés es calificado como el pastor que el Señor ha hecho salir del agua, del mar (cf. 63, 11). Jesús aparece como el nuevo y definitivo Pastor que lleva a cabo lo que Moisés hizo: nos saca de las aguas letales del mar, de las aguas de la muerte. En este contexto podemos recordar que Moisés fue colocado por su madre en una cesta en el Nilo. Luego, por providencia divina, fue sacado de las aguas, llevado de la muerte a la vida, y así -salvado él mismo de las aguas de la muerte- pudo conducir a los demás haciéndolos pasar a través del mar de la muerte. Jesús ha descendido por nosotros a las aguas oscuras de la muerte. Pero en virtud de su sangre, nos dice la Carta a los Hebreos, ha sido arrancado de la muerte: su amor se ha unido al del Padre y así desde la profundidad de la muerte ha podido subir a la vida. Ahora nos eleva de la muerte a la vida verdadera. Sí, esto es lo que ocurre en el Bautismo: Él nos atrae hacía sí, nos atrae a la vida verdadera. Nos conduce por el mar de la historia a menudo tan oscuro, en cuyas confusiones y peligros corremos el riesgo de hundirnos frecuentemente. En el Bautismo nos toma como de la mano, nos conduce por el camino que atraviesa el Mar Rojo de este tiempo y nos introduce en la vida eterna, en aquella verdadera y justa. ¡Apretemos su mano! Pase lo que pase, ¡no soltemos su mano! De este modo caminamos sobre la senda que conduce a la vida.

En segundo lugar está el símbolo de la luz y del fuego. Gregorio de Tours narra la costumbre, que se ha mantenido durante mucho tiempo en ciertas partes, de encender el fuego para la celebración de la Vigilia Pascual directamente con el sol a través de un cristal: se recibía, por así decir, la luz y el fuego nuevamente del cielo para encender luego todas las luces y fuegos del año. Esto es un símbolo de lo que celebramos en la Vigilia Pascual. Con la radicalidad de su amor, en el que el corazón de Dios y el corazón del hombre se han entrelazado, Jesucristo ha tomado verdaderamente la luz del cielo y la ha traído a la tierra -la luz de la verdad y el fuego del amor que transforma el ser del hombre. Él ha traído la luz, y ahora sabemos quién es Dios y cómo es Dios. Así también sabemos cómo están las cosas respecto al hombre; qué somos y para qué existimos. Ser bautizados significa que el fuego de esta luz ha penetrado hasta lo más íntimo de nosotros mismos. Por esto, en la Iglesia antigua se llamaba también al Bautismo el Sacramento de la iluminación: la luz de Dios entra en nosotros; así nos convertimos nosotros mismos en hijos de la luz. No queremos dejar que se apague esta luz de la verdad que nos indica el camino. Queremos preservarla de todas las fuerzas que pretenden extinguirla para arrojarnos en la oscuridad sobre Dios y sobre nosotros mismos. La oscuridad, de vez en cuando, puede parecer cómoda. Puedo esconderme y pasar mi vida durmiendo. Pero nosotros no hemos sido llamados a las tinieblas, sino a la luz. En las promesas bautismales encendemos, por así decir, nuevamente, año tras año esta luz: sí, creo que el mundo y mi vida no provienen del azar, sino de la Razón eterna y del Amor eterno; han sido creados por Dios omnipotente. Sí, creo que en Jesucristo, en su encarnación, en su cruz y resurrección se ha manifestado el Rostro de Dios; que en Él Dios está presente entre nosotros, nos une y nos conduce hacia nuestra meta, hacia el Amor eterno. Sí, creo que el Espíritu Santo nos da la Palabra verdadera e ilumina nuestro corazón; creo que en la comunión de la Iglesia nos convertimos todos en un solo Cuerpo con el Señor y así caminamos hacia la resurrección y la vida eterna. El Señor nos ha dado la luz de la verdad. Esta luz es también al mismo tiempo fuego, fuerza de Dios, una fuerza que no destruye, sino que quiere transformar nuestros corazones, para que nosotros seamos realmente hombres de Dios y para que su paz actúe en este mundo.

En la Iglesia antigua existía la costumbre de que el Obispo o el sacerdote después de la homilía exhortara a los creyentes exclamando: "Conversi ad Dominum" -volveos ahora hacia el Señor. Eso significaba ante todo que ellos se volvían hacia el Este -en la dirección del sol naciente como señal del retorno de Cristo, a cuyo encuentro vamos en la celebración de la Eucaristía. Donde, por alguna razón, eso no era posible, dirigían su mirada a la imagen de Cristo en el ábside o a la Cruz, para orientarse interiormente hacia el Señor. Porque, en definitiva, se trataba de este hecho interior: de la conversio, de dirigir nuestra alma hacia Jesucristo y, de ese modo, hacia el Dios viviente, hacia la luz verdadera. A esto se unía también otra exclamación que aún hoy, antes del Canon, se dirige a la comunidad creyente: "Sursum corda" -levantemos el corazón, fuera de la maraña de todas nuestras preocupaciones, de nuestros deseos, de nuestras angustias, de nuestra distracción- levantad vuestros corazones, vuestra interioridad. Con ambas exclamaciones se nos exhorta de alguna manera a renovar nuestro Bautismo: Conversi ad Dominum -siempre debemos apartarnos de los caminos equivocados, en los que tan a menudo nos movemos con nuestro pensamiento y obras. Siempre tenemos que dirigirnos a Él, que es el Camino, la Verdad y la Vida. Siempre hemos de ser "convertidos", dirigir toda la vida a Dios. Y siempre tenemos que dejar que nuestro corazón sea sustraído de la fuerza de gravedad, que lo atrae hacia abajo, y levantarlo interiormente hacia lo alto: en la verdad y el amor. En esta hora damos gracias al Señor, porque en virtud de la fuerza de su palabra y de los santos Sacramentos nos indica el itinerario justo y atrae hacia lo alto nuestro corazón. Y lo pedimos así: Sí, Señor, haz que nos convirtamos en personas pascuales, hombres y mujeres de la luz, colmados del fuego de tu amor. Amén.

[Traducción del original italiano distribuida por la Santa Sede

© Copyright 2008 - Libreria Editrice Vaticana]


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