* «Estoy convencida de que el Señor me ha dado un gran regalo: la capacidad de nunca darme por vencida. El Papa Francisco me recordó cuando me abrazó: ‘No te rindas, lleva tu cruz con fe’. Siempre tengo hambre de vivir y esta hambre nunca me ha fallado»
* «Me senté allí, en silencio. Y rompiendo ese silencio oí la voz clara de Dios. Supe que era Dios porque decía cosasmás bien proféticas a las que yo reaccionaba diciendo: '¿Cómo? ¿Estás de broma?' Quedé transformado, con mi corazón sacudido. Fue como un contacto directo con Dios, me asustó. Poco después fui a confesarme, por primera vez en 20 años. Y me quebranté, con lágrimas. El cura me decía: 'vale, está bien, no pasa nada'. Yo sentía un arrepentimiento extremo por haberme alejado de Dios»